jueves, 12 de agosto de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 14 - DE AGOSTO – SÁBADO – 19ª – SEMANA DEL T. O. – B – San Maximiliano María Kolbe



 

14 - DE AGOSTO – SÁBADO –

19ª – SEMANA DEL T. O. – B –

San Maximiliano María Kolbe

                             

    Lectura del libro de Josué (24,14-29):

 

   En aquellos días, Josué continuó hablando al pueblo:     «Pues bien, temed al Señor, servidle con toda sinceridad; quitad de en medio los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del río y en Egipto; y servid al Señor. Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros padres al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor.»

    El pueblo respondió:

    «¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. El Señor expulsó ante nosotros a los pueblos amorreos que habitaban el país. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!»

    Josué dijo al pueblo:

    «No podréis servir al Señor, porque es un Dios santo, un Dios celoso. No perdonará vuestros delitos ni vuestros pecados. Si abandonáis al Señor y servís a dioses extranjeros, se volverá contra vosotros y, después de haberos tratado bien, os maltratará y os aniquilará.»

    El pueblo respondió:

    «¡No! Serviremos al Señor.»

    Josué insistió:

    «Sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido servir al Señor.»

    Respondieron:

    «¡Somos testigos!»

    Josué contestó:

    «Pues bien, quitad de en medio los dioses extranjeros que conserváis, y poneos de parte del Señor, Dios de Israel.»

    El pueblo respondió:     «Serviremos al Señor, nuestro Dios, y le obedeceremos.»

    Aquel día, Josué selló el pacto con el pueblo y les dio leyes y mandatos en Siquén.

    Escribió las cláusulas en el libro de la ley de Dios, cogió una gran piedra y la erigió allí, bajo la encina del santuario del Señor, y dijo a todo el pueblo:

    «Mirad esta piedra, que será testigo contra vosotros, porque ha oído todo lo que el Señor nos ha dicho. Será testigo contra vosotros, para que no podáis renegar de vuestro Dios.»

     Luego despidió al pueblo, cada cual a su heredad.

    Algún tiempo después murió Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, a la edad de ciento diez años.

                    

Palabra de Dios

                

    Salmo: 15,1-2a.5.7-8.11

 

    R/. Tú, Señor, eres el lote de mi heredad

 

        Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;

yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;

mi suerte está en tu mano. R/.

 

   Bendeciré al Señor, que me aconseja,

hasta de noche me instruye internamente.

Tengo siempre presente al Señor,

con él a mi derecha no vacilaré. R/.

 

    Me enseñarás el sendero de la vida,

me saciarás de gozo en tu presencia,

de alegría perpetua a tu derecha. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Mateo (19,13-15):

 

    En aquel tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban.

    Jesús dijo:

    «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.»

    Les impuso las manos y se marchó de allí.

                     

Palabra del Señor

 

     1.   Se sabe que la situación legal de los niños, en la Antigüedad, era cruel. Es

verdad que, en el judaísmo, se les trataba con más cuidado y respeto. Pero, en la cultura del Imperio, el abandono de los niños (sobre todo si eran niñas) era una costumbre frecuente y arraigada.     También se veía como cosa normal el

hecho de vender a una niña como esclava o para que fuera prostituta (Robert C. Knapp; Jane Rowlandson).

     No era extraño encontrar niños pequeños en basureros. En nuestro tiempo, la brutal crueldad del mundo   actual contra la infancia es mayor. Porque ahora hay más niños. Desde los millones de niños que están abocados a una muerte inevitable, pasando por los que soportan condiciones familiares, sanitarias y económicas de auténtica esclavitud, y acabando por los que, como    consecuencia de lo dicho, quedan marcados para toda su vida con lacras vergonzosas.

     Todo esto, traducido a cifras concretas,

produce escalofrío. No es de extrañar el elogio repetido de los evangelios en favor de los niños (Mt 18, 1-5; 19, 1-15; 21, 15 s).

     Sin duda alguna, los niños representaron el valor preferente de Jesús y de la Iglesia primitiva.

¿Por qué?

 

     2.  La historia de la humanidad se ha   entendido siempre como "historia de

la dominación".  Porque la "dominación" se asocia con la "fortuna" (Polibio).

Influir en este mundo es dominar.  De forma que, mediante la dominación, se

alcanza lo que siempre se ha visto como lo mejor para los humanos, la fortuna, el éxito, el logro de todas las aspiraciones.

Como es lógico, este discurso es el que mejor cuadra y el que conviene a los vencedores, a los que dominan y triunfan.  Pero quienes dicen eso no tienen en cuenta que, para que haya dominación, tiene que haber dominados. Es decir, la dominación descansa sobre el sufrimiento y la humillación. Los niños son los mejores representantes de quienes, a lo largo de la historia, vienen soportando el sufrimiento y la humillación.

 

     3.  Jesús acoge a los niños. Los discípulos de Jesús les regañan.  El contraste se prolonga hasta el día de hoy. El papa Francisco se identifica con los más pequeños, con la gente sin derechos, los marginados y los excluidos. Mientras

que en la Iglesia hay "funcionarios" de "lo sagrado" que quieren hacer carrera y subir a rangos superiores. Por no hablar de los abusos que se cometen contra menores precisamente en colegios religiosos, parroquias, seminarios...

     Delitos que se han ocultado durante    demasiado tiempo.

     El Evangelio clama al cielo y pide justicia, en nombre de las víctimas.              


San Maximiliano María Kolbe

 


S
acerdote franciscano polaco que fue asesinado por los Nazis en un campo de concentración, tras entregar voluntariamente su vida a cambio de la de un padre de familia.

San Maximiliano María Kolbe nació en Polonia el 8 de enero de 1894 en la ciudad de Zdunska Wola (Pabiance), que en ese entonces se hallaba ocupada por Rusia. Fue bautizado con el nombre de Raimundo en la iglesia parroquial. A los 13 años ingresó en el Seminario de los padres franciscanos en la ciudad polaca de Lvov, la cual a su vez estaba ocupada por Austria, y estando en el seminario adoptó el nombre de Maximiliano. Finaliza sus estudios en Roma y en 1918 es ordenado sacerdote.

Devoto de la Inmaculada Concepción, pensaba que la Iglesia debía ser militante en su colaboración con la Gracia Divina para el avance de la Fe Católica. Movido por esta devoción y convicción, funda en 1917 un movimiento llamado "La Milicia de la Inmaculada" cuyos miembros se consagrarían a la bienaventurada Virgen María y tendrían el objetivo de luchar mediante todos los medios moralmente válidos, por la construcción del Reino de Dios en todo el mundo.

Verdadero apóstol moderno, inicia la publicación de la revista mensual "Caballero de la Inmaculada", orientada a promover el conocimiento, el amor y el servicio a la Virgen María en la tarea de convertir almas para Cristo. Con un Tiraje de 500 ejemplares en 1922, para 1939 alcanzaría cerca del millón de ejemplares.

En 1929 funda la primera "Ciudad de la Inmaculada" en el convento franciscano de Niepokalanów a 40 kilómetros de Varsovia, que al paso del tiempo se convertiría en una ciudad consagrada a la Virgen.

En 1931, luego de que el Papa solicitara misioneros, se ofrece como voluntario. En 1936 regresa a Polonia como director espiritual de Niepokalanów, y 3 años más tarde, en plena II Guerra Mundial, es apresado junto con otros frailes y enviado a campos de concentración en Alemania y Polonia. Es liberado poco tiempo después, precisamente el día consagrado a la Inmaculada Concepción.

Es hecho prisionero nuevamente en febrero de 1941 y enviado a la prisión de Pawiak, para ser después transferido al campo de concentración de Auschwitz, en donde a pesar de las terribles condiciones de vida prosiguió su ministerio.

En Auschwitz, el régimen nazi buscaba despojar a los prisioneros de toda huella de personalidad tratándolos de manera inhumana e impersonal: como un número; a San Max le asignaron el 16670. A pesar de todo, durante su estadía en el campo nunca le abandonaron su generosidad y su preocupación por los demás, así como su deseo de mantener la dignidad de sus compañeros.

La noche del 3 de agosto de 1941, un prisionero de la misma sección a la que estaba asignado San Max escapa; en represalia, el comandante del campo ordena escoger a 10 prisioneros al azar para ser ejecutados. Entre los hombres escogidos estaba el sargento Franciszek Gajowniczek, polaco como San Max, casado y con hijos. San Max, que no se encontraba dentro de los 10 prisioneros escogidos, se ofrece a morir en su lugar. El comandante del campo acepta el cambio, y San Max es condenado a morir de hambre junto con los otros nueve prisioneros.

Diez días después de su condena y al encontrarlo todavía vivo, los nazis le administran una inyección letal el 14 de agosto de 1941

En 1973 Paulo VI lo beatifica y en 1982 Juan Pablo Segundo lo canoniza como Mártir de la Caridad.

 

 

 

 

 

 

 

 

  

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