14 - DE
AGOSTO – SÁBADO –
19ª –
SEMANA DEL T. O. – B –
San Maximiliano María Kolbe
Lectura del libro de Josué
(24,14-29):
En
aquellos días, Josué continuó hablando al pueblo: «Pues bien, temed al Señor, servidle con toda sinceridad; quitad
de en medio los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del río
y en Egipto; y servid al Señor. Si no os parece bien servir al Señor, escoged
hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros padres al este
del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa
serviremos al Señor.»
El pueblo respondió:
«¡Lejos de nosotros
abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios;
él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo
a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y
entre todos los pueblos por donde cruzamos. El Señor expulsó ante nosotros a
los pueblos amorreos que habitaban el país. También nosotros serviremos al
Señor: ¡es nuestro Dios!»
Josué dijo al pueblo:
«No podréis servir al
Señor, porque es un Dios santo, un Dios celoso. No perdonará vuestros delitos
ni vuestros pecados. Si abandonáis al Señor y servís a dioses extranjeros, se
volverá contra vosotros y, después de haberos tratado bien, os maltratará y os
aniquilará.»
El pueblo respondió:
«¡No! Serviremos al
Señor.»
Josué insistió:
«Sois testigos contra
vosotros mismos de que habéis elegido servir al Señor.»
Respondieron:
«¡Somos testigos!»
Josué contestó:
«Pues bien, quitad de
en medio los dioses extranjeros que conserváis, y poneos de parte del Señor,
Dios de Israel.»
El pueblo respondió: «Serviremos al Señor, nuestro Dios, y le
obedeceremos.»
Aquel día, Josué selló
el pacto con el pueblo y les dio leyes y mandatos en Siquén.
Escribió las cláusulas
en el libro de la ley de Dios, cogió una gran piedra y la erigió allí, bajo la
encina del santuario del Señor, y dijo a todo el pueblo:
«Mirad esta piedra, que
será testigo contra vosotros, porque ha oído todo lo que el Señor nos ha dicho.
Será testigo contra vosotros, para que no podáis renegar de vuestro Dios.»
Luego despidió al pueblo, cada cual a su
heredad.
Algún tiempo después
murió Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, a la edad de ciento diez años.
Palabra de
Dios
Salmo: 15,1-2a.5.7-8.11
R/. Tú, Señor, eres el lote
de mi heredad
Protégeme,
Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano. R/.
Bendeciré
al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.
Me
enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Mateo (19,13-15):
En aquel
tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y
rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban.
Jesús dijo:
«Dejadlos, no impidáis
a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los
cielos.»
Les impuso las manos y
se marchó de allí.
Palabra del
Señor
1.
Se sabe que la situación legal de los niños, en la Antigüedad, era
cruel. Es
verdad
que, en el judaísmo, se les trataba con más cuidado y respeto. Pero, en la
cultura del Imperio, el abandono de los niños (sobre todo si eran niñas) era
una costumbre frecuente y arraigada. También se veía como cosa normal el
hecho
de vender a una niña como esclava o para que fuera prostituta (Robert C. Knapp;
Jane Rowlandson).
No
era extraño encontrar niños pequeños en basureros. En nuestro tiempo, la brutal
crueldad del mundo actual contra la
infancia es mayor. Porque ahora hay más niños. Desde los millones de niños que
están abocados a una muerte inevitable, pasando por los que soportan
condiciones familiares, sanitarias y económicas de auténtica esclavitud, y
acabando por los que, como
consecuencia de lo dicho, quedan marcados para toda su vida con lacras
vergonzosas.
Todo esto, traducido a cifras concretas,
produce
escalofrío. No es de extrañar el elogio repetido de los evangelios en favor de
los niños (Mt 18, 1-5; 19, 1-15; 21, 15 s).
Sin duda alguna, los niños representaron el
valor preferente de Jesús y de la Iglesia primitiva.
¿Por
qué?
2.
La historia de la humanidad se ha
entendido siempre como "historia de
la
dominación". Porque la
"dominación" se asocia con la "fortuna" (Polibio).
Influir
en este mundo es dominar. De forma que,
mediante la dominación, se
alcanza
lo que siempre se ha visto como lo mejor para los humanos, la fortuna, el
éxito, el logro de todas las aspiraciones.
Como
es lógico, este discurso es el que mejor cuadra y el que conviene a los
vencedores, a los que dominan y triunfan.
Pero quienes dicen eso no tienen en cuenta que, para que haya
dominación, tiene que haber dominados. Es decir, la dominación descansa sobre
el sufrimiento y la humillación. Los niños son los mejores representantes de
quienes, a lo largo de la historia, vienen soportando el sufrimiento y la
humillación.
3.
Jesús acoge a los niños. Los discípulos de Jesús les regañan. El contraste se prolonga hasta el día de hoy.
El papa Francisco se identifica con los más pequeños, con la gente sin derechos,
los marginados y los excluidos. Mientras
que
en la Iglesia hay "funcionarios" de "lo sagrado" que
quieren hacer carrera y subir a rangos superiores. Por no hablar de los abusos
que se cometen contra menores precisamente en colegios religiosos, parroquias,
seminarios...
Delitos que se han ocultado durante demasiado tiempo.
El Evangelio clama al cielo y pide justicia, en nombre de las víctimas.
San Maximiliano María Kolbe
Sacerdote franciscano polaco que fue asesinado por los Nazis en un campo de concentración, tras entregar voluntariamente su vida a cambio de la de un padre de familia.
San Maximiliano
María Kolbe nació en Polonia el 8 de enero de 1894 en la ciudad de Zdunska Wola
(Pabiance), que en ese entonces se hallaba ocupada por Rusia. Fue bautizado con
el nombre de Raimundo en la iglesia parroquial. A los 13 años ingresó en el
Seminario de los padres franciscanos en la ciudad polaca de Lvov, la cual a su
vez estaba ocupada por Austria, y estando en el seminario adoptó el nombre de
Maximiliano. Finaliza sus estudios en Roma y en 1918 es ordenado sacerdote.
Devoto de la
Inmaculada Concepción, pensaba que la Iglesia debía ser militante en su
colaboración con la Gracia Divina para el avance de la Fe Católica. Movido por
esta devoción y convicción, funda en 1917 un movimiento llamado "La
Milicia de la Inmaculada" cuyos miembros se consagrarían a la
bienaventurada Virgen María y tendrían el objetivo de luchar mediante todos los
medios moralmente válidos, por la construcción del Reino de Dios en todo el
mundo.
Verdadero apóstol
moderno, inicia la publicación de la revista mensual "Caballero de la
Inmaculada", orientada a promover el conocimiento, el amor y el servicio a
la Virgen María en la tarea de convertir almas para Cristo. Con un Tiraje de
500 ejemplares en 1922, para 1939 alcanzaría cerca del millón de ejemplares.
En 1929 funda la
primera "Ciudad de la Inmaculada" en el convento franciscano de
Niepokalanów a 40 kilómetros de Varsovia, que al paso del tiempo se convertiría
en una ciudad consagrada a la Virgen.
En 1931, luego de
que el Papa solicitara misioneros, se ofrece como voluntario. En 1936 regresa a
Polonia como director espiritual de Niepokalanów, y 3 años más tarde, en plena
II Guerra Mundial, es apresado junto con otros frailes y enviado a campos de
concentración en Alemania y Polonia. Es liberado poco tiempo después,
precisamente el día consagrado a la Inmaculada Concepción.
Es hecho
prisionero nuevamente en febrero de 1941 y enviado a la prisión de Pawiak, para
ser después transferido al campo de concentración de Auschwitz, en donde a
pesar de las terribles condiciones de vida prosiguió su ministerio.
En Auschwitz, el
régimen nazi buscaba despojar a los prisioneros de toda huella de personalidad
tratándolos de manera inhumana e impersonal: como un número; a San Max le
asignaron el 16670. A pesar de todo, durante su estadía en el campo nunca le
abandonaron su generosidad y su preocupación por los demás, así como su deseo
de mantener la dignidad de sus compañeros.
La noche del 3 de
agosto de 1941, un prisionero de la misma sección a la que estaba asignado San
Max escapa; en represalia, el comandante del campo ordena escoger a 10 prisioneros
al azar para ser ejecutados. Entre los hombres escogidos estaba el sargento
Franciszek Gajowniczek, polaco como San Max, casado y con hijos. San Max,
que no se encontraba dentro de los 10 prisioneros escogidos, se ofrece a morir
en su lugar. El comandante del campo acepta el cambio, y San Max es condenado a
morir de hambre junto con los otros nueve prisioneros.
Diez días después
de su condena y al encontrarlo todavía vivo, los nazis le administran una
inyección letal el 14 de agosto de 1941
En 1973 Paulo VI
lo beatifica y en 1982 Juan Pablo Segundo lo canoniza como Mártir de la
Caridad.
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