19 - DE
AGOSTO – JUEVES –
20ª –
SEMANA DEL T. O. – B –
San Juan Eudes
Lectura del libro de los
Jueces (11,29-39a):
En
aquellos días, el espíritu del Señor vino sobre Jefté, que atravesó Galaad y
Manasés, pasó a Atalaya de Galaad, de allí marchó contra los amonitas, e hizo
un voto al Señor:
«Si entregas a los
amonitas en mi poder, el primero que salga a recibirme a la puerta de mi casa,
cuando vuelva victorioso de la campaña contra los amonitas, será para el Señor,
y lo ofreceré en holocausto.»
Luego marchó a la
guerra contra los amonitas. El Señor se los entregó; los derrotó desde Aroer
hasta la entrada de Minit (veinte pueblos) y hasta Pradoviñas.
Fue una gran derrota, y
los amonitas quedaron sujetos a Israel.
Jefté volvió a su casa
de Atalaya. Y fue precisamente su hija quien salió a recibirlo, con panderos y
danzas; su hija única, pues Jefté no tenía más hijos o hijas.
En cuanto la vio, se
rasgó la túnica, gritando: «¡Ay, hija mía, qué desdichado soy! Tú eres mi
desdicha, porque hice una promesa al Señor y no puedo volverme atrás.»
Ella le dijo:
«Padre, si hiciste una
promesa al Señor, cumple lo que prometiste, ya que el Señor te ha permitido
vengarte de tus enemigos.»
Y le pidió a su padre:
«Dame este permiso:
déjame andar dos meses por los montes, llorando con mis amigas, porque quedaré
virgen.»
Su padre le dijo:
«Vete.»
Y la dejó marchar dos meses,
y anduvo con sus amigas por los montes, llorando porque iba a quedar virgen.
Acabado el plazo de los
dos meses, volvió a casa, y su padre cumplió con ella el voto que había hecho.
Palabra de
Dios
Salmo: 39,5.7-8a.8b-9.10
R/. Aquí estoy, Señor, para
hacer tu voluntad
Dichoso
el hombre que ha puesto
su confianza en el Señor,
y no acude a los idólatras,
que se extravían con engaños. R/.
Tú no
quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.
–Como está escrito en mi libro–
«para hacer tu voluntad».
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.
He
proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Mateo (22,1-14):
En aquel
tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos
sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«El reino de los cielos
se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo.
Mandó criados para que
avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar
criados, encargándoles que les dijeran:
"Tengo preparado
el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a
la boda."
Los convidados no
hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les
echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos.
El rey montó en cólera,
envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la
ciudad.
Luego dijo a sus
criados:
"La boda está
preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los
caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda."
Los criados salieron a
los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.
Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba
traje de fiesta y le dijo:
"Amigo, ¿Cómo has
entrado aquí sin vestirte de fiesta?"
El otro no abrió la
boca. Entonces el rey dijo a los
camareros:
"Atadlo de pies y
manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de
dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»
Palabra del
Señor
1.
Para entender esta parábola, lo primero que se ha de tener en cuenta es
que se trata de la última de las "parábolas de denuncia" que
pronunció Jesús ante los sumos sacerdotes y senadores (las otras son la de los
dos hermanos "Mt 21, 28-311 y la
de los viñadores homicidas [Mt 21, 33-46]).
No es, pues, una parábola de exhortación,
sino de confrontación (J. Jeremías).
Esto indica que el final de la parábola,
tal como la presenta Mateo, la expulsión del que iba sin traje de fiesta, eso
no lo pudo decir Jesús, es una añadidura redaccional (W. Harnisch, E.
Schweitzer).
2.
El sentido, pues, de la parábola es claro: el Reino de Dios representa
el cambio más inconcebible, e incluso más "insoportable", para el
"orden" que los mortales hemos establecido en esta sociedad. Lo que Dios quiere es que esta vida sea un
gran banquete para todos. Pero, ante
todo, para los excluidos y marginados de esta sociedad, "malos y buenos".
Que no son los excluidos por Dios, ya que Dios (tal como lo presenta Jesús) no
excluye a nadie. Pero la parábola no
habla de los excluidos por la religión, sino de los excluidos por el
capitalismo, que es, en este momento, el sistema satánico, que divide, separa y
excluye a los pobres a los trabajadores y a la sufrida clase media. Y hay que
decir todo esto partiendo de la lectura que se hacía en las culturas antiguas
del acto central de aquellas culturas, que era el "simposio", el
banquete compartido. Porque se tenía entonces la idea fija según
la cual "el acto de comer juntos crea vínculos entre los
comensales".. ya que tales comensales "participan de un mismo
acontecimiento", que es central en la vida (Dennis E. Smith).
3.
Pero el banquete que nos presenta el Evangelio ofrece una característica
propia y singular. Se trata de un banquete en el que no quieren participar los
invitados oficiales, los selectos de la sociedad, los que tienen tierras,
fincas, propiedades…
El banquete es "igualdad" en
dignidad y derechos. Los capitalistas
bien situados quieren mantener a toda costa la "desigualdad". De forma que todo el sistema político,
económico, social, educativo, sanitario... todo eso está pensado para vivir en
una sociedad desigual.
Los ricos no soportan la igualdad. Ni la
soportan en la "sociedad", ni la aguantan en la "religión".
Esto es lo que va más directamente contra el Evangelio.
San Juan Eudes, presbítero, que
durante muchos años se dedicó a la predicación en las parroquias y después
fundó la Congregación de Jesús y María, para la formación de los sacerdotes en
los seminarios, y otra de religiosas de Nuestra Señora de la Caridad, para
fortalecer en la vida cristiana a las mujeres arrepentidas.
Fomentó de una manera especial la devoción a los Sagrados
Corazones de Jesús y de María, hasta que, en Caen, de la región de Normandía,
en Francia, descansó piadosamente en el Señor.
VIDA DE SAN JUAN EUDES
Este santo compuso una frase que
se ha hecho famosa entre los creyentes. Dice así: "Para ofrecer bien una
Eucaristía se necesitarían tres eternidades: una para prepararla, otra para
celebrarla y una tercera para dar gracias".
Nació en un pueblecito de Francia,
llamado Ri (en Normandía) en el año 1601. Sus padres no tenían hijos e hicieron
una peregrinación a un santuario de Nuestra Señora y Dios les concedió este
hijo, y después de él otros cinco.
Ya desde pequeño demostraba gran
piedad, y un día cuando un compañero de la escuela lo golpeó en una mejilla, él
para cumplir el consejo del evangelio, le presentó la otra mejilla.
Estudio en un famoso seminario de
París, llamado El Oratorio, dirigido por un gran personaje de su tiempo, el
cardenal Berulle, que lo estimaba muchísimo.
Al descubrir en Juan Eudes una
impresionante capacidad para predicar misiones populares, el Cardenal Berulle
lo dedicó apenas ordenado sacerdote, a predicar por los pueblos y ciudades.
Predicó 111 misiones, con notabilísimo éxito. Un escritor muy popular de su
tiempo, Monseñor Camus, afirmaba: "Yo he oído a los mejores predicadores
de Italia y Francia y puedo asegurar que ninguno de ellos conmueve tanto a las
multitudes, como este buen padre Juan Eudes".
Las gentes decían de él: "En
la predicación es un león, y en la confesión un cordero".
San Juan Eudes se dio cuenta de
que para poder enfervorizar al pueblo y llevarlo a la santidad era necesario
proveerlo de muy buenos y santos sacerdotes y que para formarlos se necesitaban
seminarios donde los jóvenes recibieran muy esmerada preparación. Por eso se
propuso fundar seminarios en los cuales los futuros sacerdotes fueran
esmeradamente preparados para su sagrado ministerio. En Francia, su patria,
fundó cinco seminarios que contribuyeron enormemente al resurgimiento religioso
de la nación.
Con los mejores sacerdotes que lo
acompañaban en su apostolado fundó la Congregación de Jesús y María, o padres
Eudistas, comunidad religiosa que ha hecho inmenso bien en el mundo y se dedica
a dirigir seminarios y a la predicación.
En sus misiones lograba el padre
que muchas mujeres se arrepintieran de su vida de pecado, pero
desafortunadamente las ocasiones las volvían a llevar otra vez al mal. Una vez
una sencilla mujer, Magdalena Lamy, que había dado albergue a varias de esas
convertidas, le dijo al santo al final de una misión: "Usted se vuelve
ahora a su vida de oración, y estas pobres mujeres se volverán a su vida de
pecado; es necesario que les consiga casas donde se puedan refugiar y librarse
de quienes quieren destrozar su virtud". El santo aceptó este consejo y
fundó la Comunidad de las Hermanas de Nuestra Señora del Refugio para
encargarse de las jóvenes en peligro. De esta asociación saldrá mucho después
la Comunidad de religiosas del Buen Pastor que tienen ahora en el mundo 585
casas con 7,700 religiosas, dedicadas a atender a las jóvenes en peligro y
rehabilitar a las que ya han caído.
Este santo propagó por todo su
país dos nuevas devociones que llegaron a ser sumamente populares: La devoción
al Corazón de Jesús y la devoción al Corazón de María. Y escribió un hermoso
libro titulado: "El Admirable Corazón de la Madre de Dios", para
explicar el amor que María ha tenido por Dios y por nosotros. Él compuso
también un oficio litúrgico en honor del corazón de María, y en sus
congregaciones celebraba cada año la fiesta del Inmaculado Corazón.
Otro de sus Libros se titula:
"La devoción al Corazón de Jesús". Por eso el Papa San Pío X llamaba
a San Juan Eudes: "El apóstol de la devoción a los Sagrados
Corazones".
Redactó también dos libros que han
hecho mucho bien a los sacerdotes: "El buen Confesor", y "El
predicador apostólico".
Murió el 19 de agosto de 1680. Su
gran deseo era que de su vida y de su comportamiento se pudiera repetir siempre
lo que decía Jesús: "Mi Padre celestial me ama, porque yo hago siempre lo
que a Él le agrada".
Fue canonizado en 1925 y su fiesta
fue incluida en el calendario de la Iglesia de occidente en 1928.
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