martes, 17 de agosto de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 19 - DE AGOSTO – JUEVES – 20ª – SEMANA DEL T. O. – B – San Juan Eudes

 


 

19 - DE AGOSTO – JUEVES –

20ª – SEMANA DEL T. O. – B –

San Juan Eudes

 

    Lectura del libro de los Jueces (11,29-39a):

 

   En aquellos días, el espíritu del Señor vino sobre Jefté, que atravesó Galaad y Manasés, pasó a Atalaya de Galaad, de allí marchó contra los amonitas, e hizo un voto al Señor:

    «Si entregas a los amonitas en mi poder, el primero que salga a recibirme a la puerta de mi casa, cuando vuelva victorioso de la campaña contra los amonitas, será para el Señor, y lo ofreceré en holocausto.»

    Luego marchó a la guerra contra los amonitas. El Señor se los entregó; los derrotó desde Aroer hasta la entrada de Minit (veinte pueblos) y hasta Pradoviñas.

    Fue una gran derrota, y los amonitas quedaron sujetos a Israel.

    Jefté volvió a su casa de Atalaya. Y fue precisamente su hija quien salió a recibirlo, con panderos y danzas; su hija única, pues Jefté no tenía más hijos o hijas.

    En cuanto la vio, se rasgó la túnica, gritando: «¡Ay, hija mía, qué desdichado soy! Tú eres mi desdicha, porque hice una promesa al Señor y no puedo volverme atrás.»

    Ella le dijo:

    «Padre, si hiciste una promesa al Señor, cumple lo que prometiste, ya que el Señor te ha permitido vengarte de tus enemigos.»

    Y le pidió a su padre:

    «Dame este permiso: déjame andar dos meses por los montes, llorando con mis amigas, porque quedaré virgen.»

    Su padre le dijo:

    «Vete.»

    Y la dejó marchar dos meses, y anduvo con sus amigas por los montes, llorando porque iba a quedar virgen.

    Acabado el plazo de los dos meses, volvió a casa, y su padre cumplió con ella el voto que había hecho.

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 39,5.7-8a.8b-9.10

 

    R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

 

   Dichoso el hombre que ha puesto

su confianza en el Señor,

y no acude a los idólatras,

que se extravían con engaños. R/.

 

   Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,

y, en cambio, me abriste el oído;

no pides sacrificio expiatorio,

entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.

 

–Como está escrito en mi libro–

«para hacer tu voluntad».

Dios mío, lo quiero,

y llevo tu ley en las entrañas. R/.

 

   He proclamado tu salvación

ante la gran asamblea;

no he cerrado los labios:

Señor, tú lo sabes. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Mateo (22,1-14):

 

   En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

    «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo.

    Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran:

    "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda."

    Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos.

    El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad.

    Luego dijo a sus criados:

    "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda."

    Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos.    La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo:

    "Amigo, ¿Cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?"

    El otro no abrió la boca.     Entonces el rey dijo a los camareros:

    "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»

 

Palabra del Señor

 

     1.  Para entender esta parábola, lo primero que se ha de tener en cuenta es que se trata de la última de las "parábolas de denuncia" que pronunció Jesús ante los sumos sacerdotes y senadores (las otras son la de los dos   hermanos "Mt 21, 28-311 y la de los viñadores homicidas [Mt 21, 33-46]).

     No es, pues, una parábola de exhortación, sino de confrontación (J. Jeremías).

     Esto indica que el final de la parábola, tal como la presenta Mateo, la expulsión del que iba sin traje de fiesta, eso no lo pudo decir Jesús, es una añadidura redaccional (W. Harnisch, E. Schweitzer).

 

     2.  El sentido, pues, de la parábola es claro: el Reino de Dios representa el cambio más inconcebible, e incluso más "insoportable", para el "orden" que los mortales hemos establecido en esta sociedad.  Lo que Dios quiere es que esta vida sea un gran banquete para todos.  Pero, ante todo, para los excluidos y marginados de esta sociedad, "malos y buenos". Que no son los excluidos por Dios, ya que Dios (tal como lo presenta Jesús) no excluye a nadie.  Pero la parábola no habla de los excluidos por la religión, sino de los excluidos por el capitalismo, que es, en este momento, el sistema satánico, que divide, separa y excluye a los pobres a los trabajadores y a la sufrida clase media. Y hay que decir todo esto partiendo de la lectura que se hacía en las culturas antiguas del acto central de aquellas culturas, que era el "simposio", el banquete compartido.       Porque se tenía entonces la idea fija según la cual "el acto de comer juntos crea vínculos entre los comensales".. ya que tales comensales "participan de un mismo acontecimiento", que es central en la vida (Dennis E. Smith).

          

     3.  Pero el banquete que nos presenta el Evangelio ofrece una característica propia y singular. Se trata de un banquete en el que no quieren participar los invitados oficiales, los selectos de la sociedad, los que tienen tierras, fincas, propiedades…

     El banquete es "igualdad" en dignidad y derechos.  Los capitalistas bien situados quieren mantener a toda costa la "desigualdad".  De forma que todo el sistema político, económico, social, educativo, sanitario... todo eso está pensado para vivir en una sociedad desigual.

     Los ricos no soportan la igualdad. Ni la soportan en la "sociedad", ni la aguantan en la "religión". Esto es lo que va más directamente contra el Evangelio.

 

San Juan Eudes

 

San Juan Eudes, presbítero, que durante muchos años se dedicó a la predicación en las parroquias y después fundó la Congregación de Jesús y María, para la formación de los sacerdotes en los seminarios, y otra de religiosas de Nuestra Señora de la Caridad, para fortalecer en la vida cristiana a las mujeres arrepentidas.

Fomentó de una manera especial la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, hasta que, en Caen, de la región de Normandía, en Francia, descansó piadosamente en el Señor.

 

 

VIDA DE SAN JUAN EUDES

 

Este santo compuso una frase que se ha hecho famosa entre los creyentes. Dice así: "Para ofrecer bien una Eucaristía se necesitarían tres eternidades: una para prepararla, otra para celebrarla y una tercera para dar gracias".

Nació en un pueblecito de Francia, llamado Ri (en Normandía) en el año 1601. Sus padres no tenían hijos e hicieron una peregrinación a un santuario de Nuestra Señora y Dios les concedió este hijo, y después de él otros cinco.

Ya desde pequeño demostraba gran piedad, y un día cuando un compañero de la escuela lo golpeó en una mejilla, él para cumplir el consejo del evangelio, le presentó la otra mejilla.

Estudio en un famoso seminario de París, llamado El Oratorio, dirigido por un gran personaje de su tiempo, el cardenal Berulle, que lo estimaba muchísimo.

Al descubrir en Juan Eudes una impresionante capacidad para predicar misiones populares, el Cardenal Berulle lo dedicó apenas ordenado sacerdote, a predicar por los pueblos y ciudades. Predicó 111 misiones, con notabilísimo éxito. Un escritor muy popular de su tiempo, Monseñor Camus, afirmaba: "Yo he oído a los mejores predicadores de Italia y Francia y puedo asegurar que ninguno de ellos conmueve tanto a las multitudes, como este buen padre Juan Eudes".

Las gentes decían de él: "En la predicación es un león, y en la confesión un cordero".

San Juan Eudes se dio cuenta de que para poder enfervorizar al pueblo y llevarlo a la santidad era necesario proveerlo de muy buenos y santos sacerdotes y que para formarlos se necesitaban seminarios donde los jóvenes recibieran muy esmerada preparación. Por eso se propuso fundar seminarios en los cuales los futuros sacerdotes fueran esmeradamente preparados para su sagrado ministerio. En Francia, su patria, fundó cinco seminarios que contribuyeron enormemente al resurgimiento religioso de la nación.

Con los mejores sacerdotes que lo acompañaban en su apostolado fundó la Congregación de Jesús y María, o padres Eudistas, comunidad religiosa que ha hecho inmenso bien en el mundo y se dedica a dirigir seminarios y a la predicación.

En sus misiones lograba el padre que muchas mujeres se arrepintieran de su vida de pecado, pero desafortunadamente las ocasiones las volvían a llevar otra vez al mal. Una vez una sencilla mujer, Magdalena Lamy, que había dado albergue a varias de esas convertidas, le dijo al santo al final de una misión: "Usted se vuelve ahora a su vida de oración, y estas pobres mujeres se volverán a su vida de pecado; es necesario que les consiga casas donde se puedan refugiar y librarse de quienes quieren destrozar su virtud". El santo aceptó este consejo y fundó la Comunidad de las Hermanas de Nuestra Señora del Refugio para encargarse de las jóvenes en peligro. De esta asociación saldrá mucho después la Comunidad de religiosas del Buen Pastor que tienen ahora en el mundo 585 casas con 7,700 religiosas, dedicadas a atender a las jóvenes en peligro y rehabilitar a las que ya han caído.

Este santo propagó por todo su país dos nuevas devociones que llegaron a ser sumamente populares: La devoción al Corazón de Jesús y la devoción al Corazón de María. Y escribió un hermoso libro titulado: "El Admirable Corazón de la Madre de Dios", para explicar el amor que María ha tenido por Dios y por nosotros. Él compuso también un oficio litúrgico en honor del corazón de María, y en sus congregaciones celebraba cada año la fiesta del Inmaculado Corazón.

Otro de sus Libros se titula: "La devoción al Corazón de Jesús". Por eso el Papa San Pío X llamaba a San Juan Eudes: "El apóstol de la devoción a los Sagrados Corazones".

Redactó también dos libros que han hecho mucho bien a los sacerdotes: "El buen Confesor", y "El predicador apostólico".

Murió el 19 de agosto de 1680. Su gran deseo era que de su vida y de su comportamiento se pudiera repetir siempre lo que decía Jesús: "Mi Padre celestial me ama, porque yo hago siempre lo que a Él le agrada".

Fue canonizado en 1925 y su fiesta fue incluida en el calendario de la Iglesia de occidente en 1928.

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario