18 - DE
AGOSTO – MIERCOLES –
20ª – SEMANA DEL T. O. – B –
Santa Elena de Constantinopla
Lectura del libro de los
Jueces (9,6-15):
En
aquellos días, los de Siquén y todos los de El Terraplén se reunieron para
proclamar rey a Abimelec, junto a la encina de Siquén.
En cuanto se enteró
Yotán, fue y, en pie sobre la cumbre del monte Garizín, les gritó a voz en
cuello:
«¡Oídme, vecinos de
Siquén, así Dios os escuche! Una vez fueron los árboles a elegirse rey, y
dijeron al olivo: "Sé nuestro rey." Pero
dijo el olivo:
"¿Y voy a dejar mi
aceite, con el que engordan dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los
árboles?"
Entonces dijeron a la
higuera: "Ven a ser nuestro
rey."
Pero dijo la higuera:
¿Y voy a dejar mi dulce
fruto sabroso, para ir a mecerme sobre los árboles?"
Entonces dijeron a la
vid:
"Ven a ser nuestro
rey."
Pero dijo la vid:
"¿Y voy a dejar mi
mosto, que alegra a dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los
árboles?" Entonces dijeron a la
zarza: "Ven a ser nuestro rey."
Y les dijo la zarza:
"Si de veras
queréis ungirme rey vuestro, venid a cobijaros bajo mi sombra; y si no, salga
fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano."»
Palabra de
Dios
Salmo: 20,2-3.4-5.6-7
R/. Señor, el rey se alegra
por tu fuerza
Señor,
el rey se alegra por tu fuerza,
¡y cuánto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios. R/.
Te
adelantaste a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término. R/.
Tu
victoria ha engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Mateo (20,1-16a):
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«El reino de los cielos
se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su
viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la
viña.
Salió otra vez a media
mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:
"Id también
vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido."
Ellos fueron.
Salió de nuevo hacia
mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió
al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero
sin trabajar?"
Le respondieron:
"Nadie nos ha
contratado."
Él les dijo:
"Id también
vosotros a mi viña."
Cuando oscureció, el
dueño de la viña dijo al capataz:
"Llama a los
jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los
primeros."
Vinieron los del
atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando
llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también
recibieron un denario cada uno.
Entonces se pusieron a
protestar contra el amo:
"Estos últimos han
trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos
aguantado el peso del día y el bochorno.
Él replicó a uno de
ellos: "Amigo, no te hago ninguna
injusticia.
¿No nos ajustamos en un
denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti.
¿Es que no tengo
libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia
porque yo soy bueno?"
Así, los últimos serán
los primeros y los primeros los últimos.»
Palabra del
Señor
1.
La primera impresión que produce la lectura de esta parábola es que aquí
se cuenta una historia que no es precisamente un modelo de justicia y de
sentido común. Porque no se ajusta al criterio elemental de las leyes
laborales.
El
criterio de pagar a cada cual según el rendimiento en el trabajo. Pero es
evidente que el que trabaja de sol a sol, no puede rendir, ni producir, lo
mismo que el que trabaja una hora. En este sentido, no se ve qué ejemplaridad
puede tener esa historia. Ni para qué la cuenta Jesús.
2.
Sin embargo, nunca tuvo tanta actualidad esta parábola de Jesús como la
tiene en este momento. Una de las cosas más crueles, que ha puesto en evidencia
la crisis económica mundial, es que al capital y a los capitalistas lo que les
importa no es "remediar el paro" de los trabajadores, sino sobre todo
"la ganancia de los empresarios". Jesús, sin embargo, presenta aquí
un tipo de empresario que no mira la productividad o el rendimiento de los
trabajadores. Lo que aquel extraño empresario demostró es que lo primero para
él era acabar con el paro. De la mañana
a la noche no hizo otra cosa. Todo el día sacando gente de la
desocupación. Y lo más sorprendente es
que, al final, cuando llegó la hora de pagar el jornal, todos los que habían
trabajado cobraron exactamente lo mismo, empezando por los últimos.
Aquel extraño empresario acabó con la
desigualdad. Su criterio es que todos tenían derecho a la misma ganancia. Un
criterio que ha sido destrozado por la modernidad y la posmodernidad.
3.
Este criterio es característico del capitalismo. Pero está visto que el Evangelio no es
capitalista. Ni el Dios de Jesús tampoco lo es. Por supuesto, esta parábola se
puede interpretar desde el punto de vista de Dios (Evangelio "religioso").
Pero también se puede (y hoy se debe) interpretar desde el punto de vista del
empresario (Evangelio "laico").
Lo más apremiante, ahora mismo, es que los
empresarios cambien de mentalidad.
Lo más urgente es que tengamos empresarios
a quienes les interesa, sobre todo, acabar con el paro y acabar con las
desigualdades. Y que se enteren, de una vez, que eso es lo más productivo. Porque así se trabajará más, se producirá
más, y se consumirá más. Pero todo con más
racionalidad y no desde la irracionalidad que nos está destrozando a todos, y
está
destrozando
nuestro planeta y el futuro de nuestros hijos.
Santa Elena de Constantinopla
Viuda, madre del Emperador Constantino -
(† 329)
Nació
Elena en una pobre casita de Deprano, en Nicomedia, bajo los poderes de los
césares de Roma. Era pobre pero muy bella. Su juventud ciertamente que no fue
entre flores y agasajos, ya que se veía obligada a limpiar la casa y a hacer la
comida para sus padres y hermanos.
Elena
era pagana, como paganos eran sus padres, pero adornaban su alma un cúmulo de
virtudes que la predisponían a recibir cuando llegase la hora la gracia del
Evangelio. Ella veía con ojos horripilantes aquellas persecuciones tan
sangrientas contra los pobres cristianos solamente por no pertenecer a la
religión romana. Eran buenos, sencillos, trabajadores, honrados, no se metían
con nadie. "¿Por qué matarles?" -se preguntaba Elena-.
Cuando
ya tenía unos veinte años floridos o poco más, aconteció que pasó cerca de ella
el flamente general Constancio Cloro, que era de familia noble y muy querido
del Emperador Maximino. Se enamoraron y se casaron. Fruto de aquel matrimonio
nacía el 27 de febrero del 274 en Naissus -Dardania-, el futuro y gran general
y Emperador Constantino. Todo iba bien hasta que el 1 de marzo de 293 hubo un
gran cambio en la vida de Elena: Diecleciano y Maximino nombran como Césares de
sus respectivos reinos a Galerio y a Constancio. A éste le obligan que para
ello debe repudiar a Elena y casarse con la hijastra de Maximino. Como el poder
y la arrogancia no tienen límites, esto hace Constancio. La pobre Elena queda
sin amparo ya que hasta su mismo hijo, lo que más amaba en su vida, se lo lleva
su padre para que le siga en las correrías militares.
La
vida de Elena durante este tiempo es de meditación, de vida ejemplar y de obras
de caridad aunque todavía no conoce la religión de Cristo.
El
25 de julio del 306 muere Constancio Cloro. Le acompaña su hijo Constantino.
Eusebio de Cesarea cuenta el milagroso evento: Durante la batalla de Saxa
Rubra, al atardecer, vio Constantino como una especie de "Lábaro", en
el que había pintada una cruz de la que salían rayos de luz y un letrero que
decía: "Con esta señal vencerás". Este portento lo vio todo el ejército
junto con su general. Por la noche en sueños se le aparece a Constantino el
mismo prodigio. Manda hacer este estandarte como se le había indicado. Da
comienzo la batalla. Va a la cabeza el lábaro milagroso y... la victoria del 28
de octubre del 312 fue un hecho. Sobre el puente Milvio queda derrotado
Majencio y entra como único emperador de Roma Constantino.
Santa
Elena quizá cuando esto sucede ya era cristiana. Ella fue asimilando poco a
poco las sublimidades de la fe cristiana y se abrazó de lleno a ellas y por
ellas luchó con denuedo toda su vida. Su hijo, aunque mucho trabajó por la
extensión de la fe cristiana y a él se debe el célebre Edicto de Milán del 313,
por el que se permitía la religión cristiana, parece que sólo recibió el
bautismo a la hora de la muerte.
A ella,
a Santa Elena, se atribuye también la historia o leyenda de la Invención de la
Santa Cruz. Tanto era el amor que sentía hacia Jesucristo que no podía sufrir
que este instrumento de nuestra salvación permaneciera -todavía después de
cuatro siglos- enterrado y no dignamente venerado por los cristianos. Y a sus
cerca de setenta años se dirigió a Jerusalén para descubrir el paradero de la
Santa Cruz. Y... su fe dio con ella al realizarse por medio de este bendito
Leño el milagro de curar repentinamente a una mujer moribunda.
Realizados
sus deseos volvió a Roma al lado de su hijo y le ayudó a que éste diera su paso
definitivo de hacerse cristiano. Santa Elena pasó santamente sus últimos días
hasta que se durmió en el Señor por el año 329.
Ramillete espiritual:
«Y ya
no estoy en el mundo; más éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo,
a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como
nosotros.»
Jn 17, 11
No hay comentarios:
Publicar un comentario