lunes, 16 de agosto de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 18 - DE AGOSTO – MIERCOLES – 20ª – SEMANA DEL T. O. – B – Santa Elena de Constantinopla

 


 

18 - DE AGOSTO – MIERCOLES –

 20ª – SEMANA DEL T. O. – B –

Santa Elena de Constantinopla

 

    Lectura del libro de los Jueces (9,6-15):

 

    En aquellos días, los de Siquén y todos los de El Terraplén se reunieron para proclamar rey a Abimelec, junto a la encina de Siquén.

    En cuanto se enteró Yotán, fue y, en pie sobre la cumbre del monte Garizín, les gritó a voz en cuello:

    «¡Oídme, vecinos de Siquén, así Dios os escuche! Una vez fueron los árboles a elegirse rey, y dijeron al olivo: "Sé nuestro rey." Pero dijo el olivo:

    "¿Y voy a dejar mi aceite, con el que engordan dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?"

    Entonces dijeron a la higuera:   "Ven a ser nuestro rey."

    Pero dijo la higuera:

    ¿Y voy a dejar mi dulce fruto sabroso, para ir a mecerme sobre los árboles?"

    Entonces dijeron a la vid:

    "Ven a ser nuestro rey."

    Pero dijo la vid:

    "¿Y voy a dejar mi mosto, que alegra a dioses y hombres, para ir a mecerme sobre los árboles?"   Entonces dijeron a la zarza:     "Ven a ser nuestro rey."

    Y les dijo la zarza:

    "Si de veras queréis ungirme rey vuestro, venid a cobijaros bajo mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano."»

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 20,2-3.4-5.6-7

 

    R/. Señor, el rey se alegra por tu fuerza

 

    Señor, el rey se alegra por tu fuerza,

¡y cuánto goza con tu victoria!

Le has concedido el deseo de su corazón,

no le has negado lo que pedían sus labios. R/.

 

   Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,

y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.

Te pidió vida, y se la has concedido,

años que se prolongan sin término. R/.

    

    Tu victoria ha engrandecido su fama,

lo has vestido de honor y majestad.

Le concedes bendiciones incesantes,

lo colmas de gozo en tu presencia. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Mateo (20,1-16a):

 

   En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

    «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.

    Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:

    "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido."

    Ellos fueron.

    Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo:   "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?"

    Le respondieron:

    "Nadie nos ha contratado."

    Él les dijo:

    "Id también vosotros a mi viña."

    Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz:

    "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros."

    Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno.

    Entonces se pusieron a protestar contra el amo:

    "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.

    Él replicó a uno de ellos:     "Amigo, no te hago ninguna injusticia.

    ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti.

    ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?"

    Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

                

Palabra del Señor

 

     1.  La primera impresión que produce la lectura de esta parábola es que aquí se cuenta una historia que no es precisamente un modelo de justicia y de sentido común. Porque no se ajusta al criterio elemental de las leyes laborales.

El criterio de pagar a cada cual según el rendimiento en el trabajo. Pero es evidente que el que trabaja de sol a sol, no puede rendir, ni producir, lo mismo que el que trabaja una hora. En este sentido, no se ve qué ejemplaridad puede tener esa historia. Ni para qué la cuenta Jesús.

 

     2.  Sin embargo, nunca tuvo tanta actualidad esta parábola de Jesús como la tiene en este momento. Una de las cosas más crueles, que ha puesto en evidencia la crisis económica mundial, es que al capital y a los capitalistas lo que les importa no es "remediar el paro" de los trabajadores, sino sobre todo "la ganancia de los empresarios". Jesús, sin embargo, presenta aquí un tipo de empresario que no mira la productividad o el rendimiento de los trabajadores. Lo que aquel extraño empresario demostró es que lo primero para él era acabar con el paro.  De la mañana a la noche no hizo otra cosa.  Todo el día sacando gente de la desocupación.  Y lo más sorprendente es que, al final, cuando llegó la hora de pagar el jornal, todos los que habían trabajado cobraron exactamente lo mismo, empezando por los últimos.

     Aquel extraño empresario acabó con la desigualdad. Su criterio es que todos tenían derecho a la misma ganancia. Un criterio que ha sido destrozado por la modernidad y la posmodernidad.

 

     3.  Este criterio es característico del capitalismo.  Pero está visto que el Evangelio no es capitalista. Ni el Dios de Jesús tampoco lo es. Por supuesto, esta parábola se puede interpretar desde el punto de vista de Dios (Evangelio "religioso"). Pero también se puede (y hoy se debe) interpretar desde el punto de vista del empresario (Evangelio "laico").

     Lo más apremiante, ahora mismo, es que los empresarios cambien de mentalidad.

     Lo más urgente es que tengamos empresarios a quienes les interesa, sobre todo, acabar con el paro y acabar con las desigualdades. Y que se enteren, de una vez, que eso es lo más productivo.  Porque así se trabajará más, se producirá más, y se consumirá más.  Pero todo con más racionalidad y no desde la irracionalidad que nos está destrozando a todos, y está  

destrozando nuestro planeta y el futuro de nuestros hijos.

 

Santa Elena de Constantinopla

 


Viuda, madre del Emperador Constantino - († 329)

Nació Elena en una pobre casita de Deprano, en Nicomedia, bajo los poderes de los césares de Roma. Era pobre pero muy bella. Su juventud ciertamente que no fue entre flores y agasajos, ya que se veía obligada a limpiar la casa y a hacer la comida para sus padres y hermanos.

Elena era pagana, como paganos eran sus padres, pero adornaban su alma un cúmulo de virtudes que la predisponían a recibir cuando llegase la hora la gracia del Evangelio. Ella veía con ojos horripilantes aquellas persecuciones tan sangrientas contra los pobres cristianos solamente por no pertenecer a la religión romana. Eran buenos, sencillos, trabajadores, honrados, no se metían con nadie. "¿Por qué matarles?" -se preguntaba Elena-.

Cuando ya tenía unos veinte años floridos o poco más, aconteció que pasó cerca de ella el flamente general Constancio Cloro, que era de familia noble y muy querido del Emperador Maximino. Se enamoraron y se casaron. Fruto de aquel matrimonio nacía el 27 de febrero del 274 en Naissus -Dardania-, el futuro y gran general y Emperador Constantino. Todo iba bien hasta que el 1 de marzo de 293 hubo un gran cambio en la vida de Elena: Diecleciano y Maximino nombran como Césares de sus respectivos reinos a Galerio y a Constancio. A éste le obligan que para ello debe repudiar a Elena y casarse con la hijastra de Maximino. Como el poder y la arrogancia no tienen límites, esto hace Constancio. La pobre Elena queda sin amparo ya que hasta su mismo hijo, lo que más amaba en su vida, se lo lleva su padre para que le siga en las correrías militares.

La vida de Elena durante este tiempo es de meditación, de vida ejemplar y de obras de caridad aunque todavía no conoce la religión de Cristo.

El 25 de julio del 306 muere Constancio Cloro. Le acompaña su hijo Constantino. Eusebio de Cesarea cuenta el milagroso evento: Durante la batalla de Saxa Rubra, al atardecer, vio Constantino como una especie de "Lábaro", en el que había pintada una cruz de la que salían rayos de luz y un letrero que decía: "Con esta señal vencerás". Este portento lo vio todo el ejército junto con su general. Por la noche en sueños se le aparece a Constantino el mismo prodigio. Manda hacer este estandarte como se le había indicado. Da comienzo la batalla. Va a la cabeza el lábaro milagroso y... la victoria del 28 de octubre del 312 fue un hecho. Sobre el puente Milvio queda derrotado Majencio y entra como único emperador de Roma Constantino.

Santa Elena quizá cuando esto sucede ya era cristiana. Ella fue asimilando poco a poco las sublimidades de la fe cristiana y se abrazó de lleno a ellas y por ellas luchó con denuedo toda su vida. Su hijo, aunque mucho trabajó por la extensión de la fe cristiana y a él se debe el célebre Edicto de Milán del 313, por el que se permitía la religión cristiana, parece que sólo recibió el bautismo a la hora de la muerte.

ella, a Santa Elena, se atribuye también la historia o leyenda de la Invención de la Santa Cruz. Tanto era el amor que sentía hacia Jesucristo que no podía sufrir que este instrumento de nuestra salvación permaneciera -todavía después de cuatro siglos- enterrado y no dignamente venerado por los cristianos. Y a sus cerca de setenta años se dirigió a Jerusalén para descubrir el paradero de la Santa Cruz. Y... su fe dio con ella al realizarse por medio de este bendito Leño el milagro de curar repentinamente a una mujer moribunda.

Realizados sus deseos volvió a Roma al lado de su hijo y le ayudó a que éste diera su paso definitivo de hacerse cristiano. Santa Elena pasó santamente sus últimos días hasta que se durmió en el Señor por el año 329.

 

Ramillete espiritual:

«Y ya no estoy en el mundo; más éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.»

Jn 17, 11

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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