13 - DE
AGOSTO – VIERNES –
19ª –
SEMANA DEL T. O. – B –
San Hipólito mártir
Lectura del libro de Josué
(24,1-13):
En
aquellos días, Josué reunió a las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los
ancianos de Israel, a los cabezas de familia, jueces y alguaciles, y se
presentaron ante el Señor.
Josué habló al pueblo:
«Así dice el Señor,
Dios de Israel: "Al otro lado del río Éufrates vivieron antaño vuestros
padres, Teraj, padre de Abrahán y de Najor, sirviendo a otros dioses. Tomé a
Abrahán, vuestro padre, del otro lado del río, lo conduje por todo el país de
Canaán y multipliqué su descendencia dándole a Isaac. A Isaac le di Jacob y
Esaú. A Esaú le di en propiedad la montaña de Seír, mientras que Jacob y sus
hijos bajaron a Egipto. Envié a Moisés y Aarón para castigar a Egipto con los
portentos que hice, y después os saqué de allí. Saqué de Egipto a vuestros
padres; y llegasteis al mar.
Los egipcios
persiguieron a vuestros padres con caballería y carros hasta el mar Rojo. Pero
gritaron al Señor, y él puso una nube oscura entre vosotros y los egipcios;
después desplomó sobre ellos el mar, anegándolos. Vuestros ojos vieron lo que hice en Egipto. Después vivisteis en
el desierto muchos años. Os llevé al país de los amorreos, que vivían en Transjordania;
os atacaron, y os los entregué. Tomasteis posesión de sus tierras, y yo los
exterminé ante vosotros. Entonces
Balac, hijo de Sipor, rey de Moab, atacó a Israel; mandó llamar a Balaán, hijo
de Beor, para que os maldijera; pero yo no quise oír a Balaán, que no tuvo más
remedio que bendeciros, y os libré de sus manos. Pasasteis el Jordán y
llegasteis a Jericó. Los jefes de Jericó os atacaron: los amorreos, fereceos,
cananeos, hititas, guirgaseos, heveos y jebuseos; pero yo os los entregué;
sembré el pánico ante vosotros, y expulsasteis a los dos reyes amorreos, no con
tu espada ni con tu arco. Y os di una tierra por la que no habíais sudado,
ciudades que no habíais construido, y en las que ahora vivís, viñedos y
olivares que no habíais plantado, y de los que ahora coméis."»
Palabra de
Dios
Salmo: 135,1-3.16-18.21-22.24
R./ Porque es eterna su
misericordia
Dad
gracias al Señor porque es bueno. R/.
Dad
gracias al Dios de los dioses. R/.
Dad
gracias al Señor de los señores. R/.
Guió por
el desierto a su pueblo. R/.
Él hirió
a reyes famosos. R/.
Dio
muerte a reyes poderosos. R/.
Les dio
su tierra en heredad. R/.
En
heredad a Israel, su siervo. R/.
Y nos
libró de nuestros opresores. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Mateo (19,3-12):
En aquel
tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a
prueba:
«¿Es lícito a uno
despedir a su mujer por cualquier motivo?»
Él les respondió:
«¿No habéis leído que
el Creador, en el principio, los creó hombre y mujer, y dijo: "Por eso
abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán
los dos una sola carne"? De modo que ya no son dos, sino una sola carne.
Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el
hombre.»
Ellos insistieron:
«¿Y por qué mandó
Moisés darle acta de repudio y divorciarse?»
Él les contestó:
«Por lo tercos que sois
os permitió Moisés divorciaros de vuestras mujeres; pero, al principio, no era
así.
Ahora os digo yo que,
si uno se divorcia de su mujer –no hablo de impureza– y se casa con otra,
comete adulterio.»
Los discípulos le
replicaron:
«Si ésa es la situación
del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse.»
Pero él les dijo:
«No todos pueden con
eso, sólo los que han recibido ese don.
Hay eunucos que
salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay
quienes se hacen eunucos por el reino de los cielos.
El que pueda con esto,
que lo haga.»
Palabra del
Señor
1. La pregunta de los fariseos se
refiere a las interpretaciones (la de Hillel y la de Shammai) que se
daban, en tiempo de Jesús, sobre la ley de Moisés
(Deut 24, 1) relativa al derecho unilateral del hombre para repudiar a la
mujer y echarla a la calle y casarse con otra.
- Según Hillel, que era muy liberal, el
marido podía repudiar a la mujer por el solo hecho de que no le gustaba (Bi
313).
- Según Shammai, que era rigorista, solo
podía haber divorcio en caso de que la mujer fuera adúltera.
- Según Josefo, podía haber muchos
motivos para el divorcio
(Ant. 4, 253).
-Filón era muy crítico con cualquier
clase de divorcio (Spec. Leg. 3, 79-82).
Así las cosas, lo que hace Jesús, con su
respuesta, defender la
igualdad de derechos del hombre y de la mujer.
Para Jesús, la mujer no tiene menos
derechos matrimoniales que el hombre.
2. Jesús no instituyó al
sacramento del matrimonio. Ni, por tanto, tampoco estableció su
indisolubilidad.
Hasta el s. IX, los cristianos seguían
los mismos usos, por lo
que concierne al matrimonio, que los paganos. Las misas para matrimonios de
laicos aparecen en el s. X.
En todo el primer milenio, para la
validez del matrimonio, no hacía falta ni la presencia ni la bendición del
sacerdote Duss-Von Werdt).
En aquellos siglos, el matrimonio de los
cristianos no era indisoluble. El 726, el papa Gregorio II le escribe a san Bonifacio
(obispo) diciéndole que un hombre, cuya esposa había enfermado, debe ser
atendida económicamente, pero que puede casarse con otra (PL 89, 525. Cf. J.
Gaudemet).
3. Las leyes sobre el matrimonio
deben cuidar la igualdad de derechos de los esposos. La fidelidad en el amor es
asunto (y la tarea capital) de los propios esposos, que, mediante una
"relación pura", basada en la comunicación emocional y en la
transparencia (A. Giddens), deben construir una convivencia gozosa y estable,
capaz de hacerse felices mutuamente y también de supera las inevitables
dificultades que lleva consigo la vida. Pero teniendo en cuenta que la igualdad
debe alcanzar a los derechos económicos, sociales y jurídico en general.
En este sentido, hay que decir que es
bello y ejemplar lo que dijo el papa Francisco en su Exhortación Amoris
Laetitia (concretamente, en el cap.
IV). Pero se echa de menos, en este documento, una afirmación fuerte y
clara sobre la igualdad de derechos del hombre y de la mujer.
Los problemas de la familia se empezarán
a resolver, a fondo, el día que la igualdad jurídica y económica esté asegurada.
San Hipólito mártir
(235 d.C.) –
El
Martirologio Romano menciona en este día
a San Hipólito, el mártir cuyo nombre
aparece en las "actas" de San Lorenzo. Según ese documento tan poco
fidedigno, Hipólito era uno de los guardias en la prisión donde se hallaba
Lorenzo, convertido y bautizado por él. Hipólito asistió al entierro de Lorenzo
y cuando el emperador lo supo, le mandó llamar y le reprendió por haber
profanado el uniforme militar con "una conducta indigna de un oficial y un
caballero." En seguida le mandó azotar, junto con su nodriza Concordia y
otros diecinueve mártires, que murieron en la tortura. Sólo Hipólito salió con
vida de la flagelación y fue condenado a perecer arrastrado por un tronco de
caballos. Esto constituye un dato muy sospechoso, si recordamos que el hijo de
Teseo, Hipólito, huyendo de la cólera de su padre, se encontró con un monstruo
que espantó sus caballos; el héroe resbaló de su carro, se enredó en las
riendas y murió despedazado contra las piedras. [El nombre de Hipólito
significa "caballo desbocado." Si se tiene en cuenta la historia del
martirio de este santo y el significado de su nombre, se comprenderá fácilmente
que San Hipólito haya sido adoptado como patrón de caballerizas, cabalgatas y
jinetes]. Los verdugos de San Hipólito escogieron los dos caballos más salvajes
que encontraron, los ataron con una larga cuerda y colgaron de ella al mártir
por los pies. Los caballos le arrastraron furiosamente sobre piedras y rocas;
el suelo, los árboles y las piedras quedaron salpicados con la sangre del
mártir. Los fieles que presenciaban la ejecución a cierta distancia, se
encargaron de recogerla en pañuelos y reunieron los miembros y huesos del
santo, que se dispersaron por todas partes.
Esta
leyenda es probablemente una pura novela. Según parece, el mártir que la Iglesia
conmemora en este día era un sacerdote romano llamado Hipólito, que vivió a
principios del siglo III. Era un hombre muy erudito y el más destacado de los
escritores teológicos de los primeros tiempos de la Iglesia de Roma. La lengua
que usaba en sus escritos era el griego. Tal vez había sido discípulo de San
Ireneo, y San Jerónimo le calificó de "varón muy santo y elocuente."
Hipólito acusó al Papa San Ceferino de haberse mostrado negligente en descubrir
y denunciar la herejía. Cuando San Calixto I fue elegido Papa, Hipólito se
retiró de la comunión con la Iglesia romana y se opuso al Sumo Pontífice.
Durante la persecución de Maximino, fue desterrado a Cerdeña junto con el Papa
San Ponciano, el año 235 y allá se reconcilió con la Iglesia. Murió mártir en aquella
isla insalubre a causa de los malos tratos que recibió. Su cuerpo fue, más
tarde, trasladado al cementerio de la Vía Tiburtina.
Prudencio,
basándose en una interpretación equivocada de la inscripción del Papa San
Dámaso, confunde a San Hipólito con otro mártir del mismo nombre y afirma que
murió descoyuntado por un tiro de caballos salvajes en la desembocadura del
Tíber. En un himno refiere que siempre había sido curado de sus enfermedades de
cuerpo y alma cuando había ido a pedir auxilio a la tumba de San Hipólito y
agradece a Cristo las gracias que le ha concedido por la intercesión del
mártir. El mismo autor asegura que la tumba de San Hipólito era un sitio de
peregrinación, frecuentado no sólo por los habitantes de Roma, sino por los
cristianos de sitios muy remotos, sobre todo el día de la fiesta del mártir:
"La gente se precipita desde la madrugada al santuario. Toda la juventud
pasa por ahí. La multitud va y viene hasta la caída del sol, besando las letras
resplandecientes de la inscripción, derramando especias y regando la tumba con
sus lágrimas. Y cuando llega la fiesta del santo, al año siguiente, la multitud
acude de nuevo celosamente... y los anchos campos apenas pueden contener el
gozo del pueblo." Otra prueba de la gran veneración en que los fieles
tenían a San Hipólito, es que su nombre figura en el canon de la misa
ambrosiana de Milán.
En
1551, se descubrió en el cementerio de San Hipólito, en el camino de Tívoli,
una estatua de mármol del siglo III que representa al santo sentado en una
cátedra; las tablas para calcular la Pascua y la lista de las obras de San
Hipólito están grabadas en ambos lados de la cátedra. La estatua se halla
actualmente en el Museo de Letrán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario