domingo, 15 de agosto de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 17 - DE AGOSTO – MARTES – 20ª – SEMANA DEL T. O. – B – San Eusebio papa

 

 


17 - DE AGOSTO – MARTES –

20ª – SEMANA DEL T. O. – B –

San Eusebio papa       

    Lectura del libro de los Jueces (6,11-24a):

 

   En aquellos días, el ángel del Señor vino y se sentó bajo la encina de Ofrá, propiedad de Joás de Abiezer, mientras su hijo Gedeón estaba trillando a látigo en el lagar, para esconderse de los madianitas.

    El ángel del Señor se le apareció y le dijo:

    «El Señor está contigo, valiente.»

    Gedeón respondió:

    «Perdón, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha venido encima todo esto? ¿Dónde han quedado aquellos prodigios que nos contaban nuestros padres: "De Egipto nos sacó el Señor."

    La verdad es que ahora el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado a los madianitas.»

    El Señor se volvió a él y le dijo: «Vete, y con tus propias fuerzas salva a Israel de los madianitas. Yo te envío.»

    Gedeón replicó:

    «Perdón, ¿cómo puedo yo librar a Israel? Precisamente mi familia es la menor de Manasés, y yo soy el más pequeño en la casa de mi padre.»

    El Señor contestó:

    «Yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre.»

    Gedeón insistió:

    «Si he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres tú quien habla conmigo. No te vayas de aquí hasta que yo vuelva con una ofrenda y te la presente.»

    El Señor dijo:

    «Aquí me quedaré hasta que vuelvas.»

    Gedeón marchó a preparar un cabrito y unos panes ázimos con media fanega de harina; colocó luego la carne en la cesta y echó el caldo en el puchero; se lo llevó al Señor y se lo ofreció bajo la encina.

    El ángel del Señor le dijo:     «Coge la carne y los panes ázimos, colócalos sobre esta roca y derrama el caldo.»

    Así lo hizo.

    Entonces el ángel del Señor alargó la punta del cayado que llevaba, tocó la carne y los panes, y se levantó de la roca una llamarada que los consumió. Y el ángel del Señor desapareció.

    Cuando Gedeón vio que se trataba del ángel del Señor, exclamó:

    «¡Ay, Dios mío, que he visto al ángel del Señor cara a cara!»

    Pero el Señor le dijo:

    «¡Paz, no temas, no morirás!»

    Entonces Gedeón levantó allí un altar al Señor y le puso el nombre de «Señor de la Paz.»

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 84,9.11-12.13-14

 

    R/. El Señor anuncia la paz a su pueblo

 

    Voy a escuchar lo que dice el Señor:

    «Dios anuncia la paz

a su pueblo y a sus amigos

y a los que se convierten de corazón.» R/.

 

   La misericordia y la fidelidad se encuentran,

la justicia y la paz se besan;

la fidelidad brota de la tierra,

y la justicia mira desde el cielo. R/.

 

   El Señor nos dará la lluvia,

y nuestra tierra dará su fruto.

La justicia marchará ante él,

la salvación seguirá sus pasos. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Mateo (19,23-30):

 

    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

    «Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.

    Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.»

    Al oírlo, los discípulos dijeron espantados:

    «Entonces, ¿quién puede salvarse?»

    Jesús se les quedó mirando y les dijo:

     «Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo.»

    Entonces le dijo Pedro:

    «Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?»

    Jesús les dijo:

    «Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel.

    El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.»

 

Palabra del Señor


     1.  Jesús reafirma lo que le ha dicho al joven rico sobre la dificultad que tienen los ricos para entrar en el Reino de Dios y lo reafirma con una sentencia popular que radicaliza aún más el problema.

La sentencia del camello y el ojo de la aguja se ha intentado suavizar.  Se ha dicho que el camello (kámelos) es un cable de barco (kámilos), cosa que no resuelve nada porque ese cable era más grueso, entonces y ni cabía ni cabe por el ojo de una aguja.

En cuanto ojo de la aguja, se ha dicho que era una puerta que hubo en Jerusalén (Pascasio Radberto), pero nunca existió tal puerta. Tampoco parece que se pueda interpretar como una ventana.  No hay trazas de eso. Ni este texto tiene nada que ver con "la puerta estrecha" (Mt 7, 13 par), que es una "exhortación", mientras que aquí se trata de una "afirmación" (G. Schneider) que expresa una imposibilidad.

 

     2.  Tenían motivos los discípulos para quedarse "espantados".   La afirmación de Jesús, aplicada a nuestro tiempo, es clara y coherente: no puede entrar en el proyecto de Jesús el que retiene y consume de sobra, mientras que al mismo tiempo hay criaturas que se mueren de hambre.  No es posible ser humano cuando se comete lo más inhumano que se puede hacer en este mundo.

 

     3.  Ahora mismo hay cerca de mil millones de personas abocadas a una muerte cercana cuando hay familias y personas que no saben dónde invertir tanto dinero como tienen, ni dónde almacenar más comida, más ropa y más caprichos...

     No, no es demagogia barata. Es una realidad tan espantosa como brutal.

En el fondo, todo radica en el problema de la codicia, como han recalcado los técnicos de la economía en la Unión Europea.  La crisis actual lo está poniendo de manifiesto.

San Eusebio papa


 

Martirologio Romano: En Sicilia, muerte de san Eusebio, papa, valeroso testigo de Cristo, que fue deportado por el emperador Majencio a esa isla, donde dejó la patria terrena para merecer la patria celestial. Trasladado su cuerpo a Roma, fue enterrado en el cementerio de Calixto (310).

Fue el 31º Papa de la Iglesia Católica, desde abril de 309 hasta agosto de 309.

Eusebio nació en Grecia y era hijo de un médico. Fue elegido para suceder al Papa San Marcelo; pero su pontificado duró apenas unos meses. El pontificado de San Marcelo se había visto turbado por el problema del trato que debía darse a los que habían apostatado durante la persecución de Diocleciano. Un tal Heraclio y sus seguidores se opusieron al Pontífice; muy probablemente Heraclio era uno de los que habían apostatado y quería ser admitido nuevamente en la comunión de la Iglesia sin penitencia alguna. Una inscripción del Papa San Dámaso en la tumba de San Eusebio, quien fue sepultado en el cementerio de Calixto, recuerda que la disputa se prolongó hasta el pontificado de nuestro santo y produjo numerosos desórdenes y pleitos en la Iglesia de Roma.

A lo que parece, los "lapsos" o apóstatas intentaron introducirse por la fuerza en las reuniones de los fieles. El tumulto fue tan grande, que el emperador Majencio desterró a San Eusebio y a Heraclio de la ciudad. El Pontífice se trasladó a Sicilia, donde murió poco después.

Como el destierro fue una consecuencia de la firmeza con que exigió el cumplimiento de los cánones, el pueblo cristiano le veneró como mártir en una época. San Dámaso le da también el título de mártir.

Fue enterrado en la catacumba de Calixto I en Roma.

Más tarde su cuerpo fue trasladado en San Sebastián Extramuros.

 

Sucesor del Papa San Marcelo I, su pontificado fue corto, en el año 309 ó 310. El Catálogo Liberiano dice que duró sólo cuatro meses, del 18 de abril al 17 de agosto de 309 ó 310.

Sabemos algunos detalles de su carrera de un epitafio en su tumba, que fue mandado a hacer por el Papa San Dámaso I. Este epitafio llegó a nosotros a través de transcripciones antiguas. Unos pocos fragmentos del original, junto con una copia en mármol del siglo VI hecha para sustituir el original después de su destrucción, fueron hallados por De Rossi en la capilla papal, en las catacumbas de San Calixto.

De este epitafio surge que las graves disensiones internas causadas en la Iglesia Romana por la readmisión de los apóstatas (lapsi) durante la persecución de Diocleciano, y que habían surgido ya bajo Marcelo, continuaron durante el papado de Eusebio. Ese último mantenía la actitud de la Iglesia Romana, adoptada después de la persecución de Decio (250-251), que los apóstatas no debían ser excluidos por siempre de la comunión eclesiástica, sino por otro lado, debían ser readmitidos sólo después de haber hecho una adecuada penitencia (Eusebius miseros docuit sua crimina flere).

Una facción de cristianos en Roma bajo el liderazgo de un tal Heraclio se oponía a este punto de vista. No se ha determinado si Heraclio y sus seguidores propugnaban una interpretación de la ley más rigurosa (novacianismo) o más indulgente. Esta última, sin embargo, es por mucho más probable en la hipótesis de que Heraclio era el jefe de un partido compuesto por apóstatas y sus seguidores, que demandaban la inmediata restauración al cuerpo de la Iglesia. Dámaso describe en términos muy fuertes el conflicto que sobrevino (seditcio, cœdes, bellum, discordia, lites). Es probable que Heraclio y sus adeptos buscaran por la fuerza su admisión al culto divino, lo cual resentían los fieles reunidos en Roma alrededor de Eusebio. En consecuencia, ambos Eusebio y Heraclio fueron desterrados por el emperador Maxentio. Eusebio, en particular, fue exiliado a Sicilia, donde murió muy pronto.

El Papa San Melquíades ascendió a la Silla Papal el 2 de julio de 311. El cuerpo de su predecesor fue traído a Roma, probablemente en 311, y el 26 de septiembre (según el "Depositio Episcoporum" en el cronógrafo de 354) fue colocado en un cubículo separado de la catacumba de San Calixto.

Su firme defensa de la disciplina eclesiástica y el destierro que sufrió por ello causaron que fuera venerado como un mártir, y en su epitafio el Papa Dámaso honró a Eusebio con dicho título.

 

Fuente: Kirsch, Johann Peter. "Pope St. Eusebius." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <newadvent.org>.

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario