17 - DE
AGOSTO – MARTES –
20ª –
SEMANA DEL T. O. – B –
San Eusebio papa
Lectura del libro de los
Jueces (6,11-24a):
En
aquellos días, el ángel del Señor vino y se sentó bajo la encina de Ofrá,
propiedad de Joás de Abiezer, mientras su hijo Gedeón estaba trillando a látigo
en el lagar, para esconderse de los madianitas.
El ángel del Señor se
le apareció y le dijo:
«El Señor está contigo,
valiente.»
Gedeón respondió:
«Perdón, si el Señor
está con nosotros, ¿por qué nos ha venido encima todo esto? ¿Dónde han quedado
aquellos prodigios que nos contaban nuestros padres: "De Egipto nos sacó
el Señor."
La verdad es que ahora
el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado a los madianitas.»
El Señor se volvió a él
y le dijo: «Vete, y con tus propias
fuerzas salva a Israel de los madianitas. Yo te envío.»
Gedeón replicó:
«Perdón, ¿cómo puedo yo
librar a Israel? Precisamente mi familia es la menor de Manasés, y yo soy el
más pequeño en la casa de mi padre.»
El Señor contestó:
«Yo estaré contigo, y
derrotarás a los madianitas como a un solo hombre.»
Gedeón insistió:
«Si he alcanzado tu
favor, dame una señal de que eres tú quien habla conmigo. No te vayas de aquí
hasta que yo vuelva con una ofrenda y te la presente.»
El Señor dijo:
«Aquí me quedaré hasta
que vuelvas.»
Gedeón marchó a
preparar un cabrito y unos panes ázimos con media fanega de harina; colocó
luego la carne en la cesta y echó el caldo en el puchero; se lo llevó al Señor
y se lo ofreció bajo la encina.
El ángel del Señor le
dijo: «Coge la carne y los panes
ázimos, colócalos sobre esta roca y derrama el caldo.»
Así lo hizo.
Entonces el ángel del
Señor alargó la punta del cayado que llevaba, tocó la carne y los panes, y se
levantó de la roca una llamarada que los consumió. Y el ángel del Señor
desapareció.
Cuando Gedeón vio que
se trataba del ángel del Señor, exclamó:
«¡Ay, Dios mío, que he
visto al ángel del Señor cara a cara!»
Pero el Señor le dijo:
«¡Paz, no temas, no
morirás!»
Entonces Gedeón levantó
allí un altar al Señor y le puso el nombre de «Señor de la Paz.»
Palabra de
Dios
Salmo: 84,9.11-12.13-14
R/. El Señor anuncia la paz
a su pueblo
Voy a
escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos
y a los que se convierten de corazón.» R/.
La
misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R/.
El Señor
nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Mateo (19,23-30):
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Os aseguro que
difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.
Lo repito: Más fácil le
es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino
de Dios.»
Al oírlo, los
discípulos dijeron espantados:
«Entonces, ¿quién puede
salvarse?»
Jesús se les quedó
mirando y les dijo:
«Para los hombres es imposible; pero Dios lo
puede todo.»
Entonces le dijo Pedro:
«Pues nosotros lo hemos
dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?»
Jesús les dijo:
«Os aseguro: cuando
llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria,
también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para
regir a las doce tribus de Israel.
El que por mí deja
casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien
veces más y heredará la vida eterna. Muchos primeros serán últimos y muchos
últimos serán primeros.»
Palabra del
Señor
1.
Jesús reafirma lo que le ha dicho al joven rico sobre la dificultad que
tienen los ricos para entrar en el Reino de Dios y lo reafirma con una
sentencia popular que radicaliza aún más el problema.
La
sentencia del camello y el ojo de la aguja se ha intentado suavizar. Se ha dicho que el camello (kámelos) es un
cable de barco (kámilos), cosa que no resuelve nada porque ese cable era más
grueso, entonces y ni cabía ni cabe por el ojo de una aguja.
En
cuanto ojo de la aguja, se ha dicho que era una puerta que hubo en Jerusalén
(Pascasio Radberto), pero nunca existió tal puerta. Tampoco parece que se pueda
interpretar como una ventana. No hay
trazas de eso. Ni este texto tiene nada que ver con "la puerta
estrecha" (Mt 7, 13 par), que es una "exhortación", mientras que
aquí se trata de una "afirmación" (G. Schneider) que expresa una
imposibilidad.
2.
Tenían motivos los discípulos para quedarse "espantados". La afirmación de Jesús, aplicada a nuestro
tiempo, es clara y coherente: no puede entrar en el proyecto de Jesús el que
retiene y consume de sobra, mientras que al mismo tiempo hay criaturas que se
mueren de hambre. No es posible ser
humano cuando se comete lo más inhumano que se puede hacer en este mundo.
3.
Ahora mismo hay cerca de mil millones de personas abocadas a una muerte
cercana cuando hay familias y personas que no saben dónde invertir tanto dinero
como tienen, ni dónde almacenar más comida, más ropa y más caprichos...
No, no es demagogia barata. Es una realidad
tan espantosa como brutal.
En el fondo, todo radica en el problema de la codicia, como han recalcado los técnicos de la economía en la Unión Europea. La crisis actual lo está poniendo de manifiesto.
San Eusebio papa
Martirologio Romano: En Sicilia, muerte de san Eusebio, papa,
valeroso testigo de Cristo, que fue deportado por el emperador Majencio a esa
isla, donde dejó la patria terrena para merecer la patria celestial. Trasladado
su cuerpo a Roma, fue enterrado en el cementerio de Calixto (310).
Fue
el 31º Papa de la Iglesia Católica, desde abril de 309 hasta agosto de 309.
Eusebio
nació en Grecia y era hijo de un médico. Fue elegido para suceder al Papa San
Marcelo; pero su pontificado duró apenas unos meses. El pontificado de San
Marcelo se había visto turbado por el problema del trato que debía darse a los
que habían apostatado durante la persecución de Diocleciano. Un tal Heraclio y
sus seguidores se opusieron al Pontífice; muy probablemente Heraclio era uno de
los que habían apostatado y quería ser admitido nuevamente en la comunión de la
Iglesia sin penitencia alguna. Una inscripción del Papa San Dámaso en la tumba
de San Eusebio, quien fue sepultado en el cementerio de Calixto, recuerda que
la disputa se prolongó hasta el pontificado de nuestro santo y produjo
numerosos desórdenes y pleitos en la Iglesia de Roma.
A lo
que parece, los "lapsos" o apóstatas intentaron introducirse por la
fuerza en las reuniones de los fieles. El tumulto fue tan grande, que el
emperador Majencio desterró a San Eusebio y a Heraclio de la ciudad. El
Pontífice se trasladó a Sicilia, donde murió poco después.
Como
el destierro fue una consecuencia de la firmeza con que exigió el cumplimiento
de los cánones, el pueblo cristiano le veneró como mártir en una época. San
Dámaso le da también el título de mártir.
Fue enterrado en la
catacumba de Calixto I en Roma.
Más tarde su cuerpo fue
trasladado en San Sebastián Extramuros.
Sucesor
del Papa San Marcelo I, su pontificado fue corto, en el año 309 ó 310. El
Catálogo Liberiano dice que duró sólo cuatro meses, del 18 de abril al 17 de
agosto de 309 ó 310.
Sabemos
algunos detalles de su carrera de un epitafio en su tumba, que fue mandado a
hacer por el Papa San Dámaso I. Este epitafio llegó a nosotros a través de transcripciones
antiguas. Unos pocos fragmentos del original, junto con una copia en mármol del
siglo VI hecha para sustituir el original después de su destrucción, fueron
hallados por De Rossi en la capilla papal, en las catacumbas de San Calixto.
De este epitafio surge que
las graves disensiones internas causadas en la Iglesia Romana por la readmisión
de los apóstatas (lapsi) durante la persecución de Diocleciano, y que habían
surgido ya bajo Marcelo, continuaron durante el papado de Eusebio. Ese último
mantenía la actitud de la Iglesia Romana, adoptada después de la persecución de
Decio (250-251), que los apóstatas no debían ser excluidos por siempre de la
comunión eclesiástica, sino por otro lado, debían ser readmitidos sólo después
de haber hecho una adecuada penitencia (Eusebius miseros docuit sua crimina
flere).
Una
facción de cristianos en Roma bajo el liderazgo de un tal Heraclio se oponía a
este punto de vista. No se ha determinado si Heraclio y sus seguidores
propugnaban una interpretación de la ley más rigurosa (novacianismo) o más
indulgente. Esta última, sin embargo, es por mucho más probable en la hipótesis
de que Heraclio era el jefe de un partido compuesto por apóstatas y sus
seguidores, que demandaban la inmediata restauración al cuerpo de la Iglesia.
Dámaso describe en términos muy fuertes el conflicto que sobrevino (seditcio,
cœdes, bellum, discordia, lites). Es probable que Heraclio y sus adeptos
buscaran por la fuerza su admisión al culto divino, lo cual resentían los
fieles reunidos en Roma alrededor de Eusebio. En consecuencia, ambos Eusebio y
Heraclio fueron desterrados por el emperador Maxentio. Eusebio, en particular,
fue exiliado a Sicilia, donde murió muy pronto.
El
Papa San Melquíades ascendió a la Silla Papal el 2 de julio de 311. El cuerpo
de su predecesor fue traído a Roma, probablemente en 311, y el 26 de septiembre
(según el "Depositio Episcoporum" en el cronógrafo de 354) fue
colocado en un cubículo separado de la catacumba de San Calixto.
Su firme defensa de la
disciplina eclesiástica y el destierro que sufrió por ello causaron que fuera
venerado como un mártir, y en su epitafio el Papa Dámaso honró a Eusebio con
dicho título.
Fuente: Kirsch,
Johann Peter. "Pope St. Eusebius." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5.
New York: Robert Appleton Company, 1909. <newadvent.org>.
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