15 - DE
FEBERO – SÁBADO – 5ª- SEMANA DE T.O. – C
Claudio La Colombière, S.I.
Lectura del libro del Génesis (3,9-24):
El Señor Dios llamó al
hombre y le dijo:
«Dónde
estás?».
Él
contestó:
«Oí
tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí».
El
Señor Dios le replicó:
«Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol
del que te prohibí comer?».
Adán
respondió:
«La
mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí».
El Señor Dios dijo a la mujer:
«¿Qué has hecho?».
La mujer respondió:
«La serpiente me sedujo y comí».
El Señor Dios dijo a la serpiente:
«Por
haber hecho eso, maldita tú entre todo el ganado y todas las fieras del campo;
te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; pongo hostilidad
entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastará
la cabeza cuando tú la hieras en el talón».
A
la mujer le dijo:
«Mucho
te haré sufrir en tu preñez, parirás hijos con dolor, tendrás ansia de tu
marido, y él te dominará».
A
Adán le dijo:
«Por
haber hecho caso a tu mujer y haber comido del árbol del que te prohibí,
maldito el suelo por tu culpa: comerás de él con fatiga mientras vivas; brotará
para ti cardos y espinas, y comerás hierba del campo. Comerás el pan con sudor
de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste sacado; pues
eres polvo y al polvo volverás».
Adán llamó a su mujer Eva,
por ser la madre de todos los que viven.
El
Señor Dios hizo túnicas de piel para Adán y su mujer, y los vistió.
Y el Señor Dios dijo:
«He
aquí que el hombre se ha hecho como uno de nosotros en el conocimiento del bien
y el mal; no vaya ahora a alargar su mano y tome también del árbol de la vida,
coma de él y viva para siempre».
El
Señor Dios lo expulsó del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde
había sido tomado.
Echó
al hombre, y a oriente del jardín de Edén colocó a los querubines y una espada
llameante que brillaba, para cerrar el camino del árbol de la vida.
Palabra de Dios
Salmo:
89,2.3-4.5-6.12-13
R/.
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación
V/. Antes que naciesen los
montes o fuera engendrado el orbe de la tierra, desde siempre y por siempre tú eres
Dios. R/.
V/. Tú reduces el
hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son
un ayer que pasó; una vela nocturna. R/.
V/. Si tú los retiras son como un sueño, como hierba que se
renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se
seca. R/.
V/. Enséñanos a calcular
nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta
cuándo?
Ten compasión de tus
siervos. R/.
Lectura
del santo Evangelio San Marcos (8,1-10):
Por aquellos días, como
de nuevo se había reunido mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus
discípulos y les dijo:
«Siento
compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué
comer, y si los despido a sus casas en ayunas, van a desfallecer por el camino.
Además, algunos han venido desde lejos».
Le
replicaron sus discípulos:
«¿Y
de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para saciar a tantos?».
Él
les preguntó:
«¿Cuántos
panes tenéis?».
Ellos contestaron:
«Siete».
Mandó que la gente se sentara en el suelo y tomando los siete panes,
dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que
los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente.
Tenían
también unos cuantos peces; y Jesús pronunció sobre ellos la bendición, y mandó
que los sirvieran también.
La
gente comió hasta quedar saciada y de los trozos que sobraron llenaron siete
canastas; eran unos cuatro mil y los despidió; y enseguida montó en la barca
con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.
Palabra del Señor
1.- Queramos
oírlo o no, nuestras transgresiones a la ley de Dios tienen siempre unas
consecuencias que desajustan la armonía y el orden con el que Dios nos ha
creado y recrea en cada instante. Pero ante nuestras caídas, Él sale siempre a
nuestro encuentro. Si nos fijamos en el texto bíblico, es Él el que toma la
iniciativa de restablecer el diálogo con el hombre, la comunión con Él, y
comienza a hacerle preguntas. Ante el mal que cometemos, es Él el que aviva
nuestras conciencias para que lo reconozcamos y volvamos a Él. También ante
nuestras necesidades, es Jesús el que toma la iniciativa, como vemos en el
Evangelio de este día.
2.- Siento compasión de la gente. Mandó que
la gente se sentara en el suelo… comieron y se saciaron
Jesús siente compasión de la gente
necesitada, en este caso, de comida. ¿Sólo hambre de pan?... Jesús ve, percibe,
se da cuenta, no es indiferente ante nuestras carencias, siente compasión y
después actúa en consecuencia. ¿Y yo? ¿Percibo mis propias carencias o
necesidades y las de mis hermanos? ¿Qué siento ante ellas? ¿Y qué hago al
respecto?
3.-
Tras orar varias semanas con estas lecturas, quiero invitarte a que tú
mismo escuches la Palabra de Dios. Callar, hacer silencio en el desierto
concreto de tu vida para poder escuchar al que es la Palabra. Y hacer hoy,
ahora, lo mismo que hicieron aquellas cuatro mil personas: escuchar a Jesús,
obedecer lo que te diga, sentarte, ¡eso! ¡siéntate un rato! ¡párate un poco!
Busca un tiempo en medio de tu ajetreado día, espera, y Él, a su manera, hará
el milagro. Recibe lo que te dé, acógelo, deja que te sirva, que te ame y…
¡comerás hasta saciarte!
(1641-1682) Martirologio Romano: En Paray-le-Monial, de Borgoña, en Francia, san Claudio de La Colombière,
presbítero de la Compañía de Jesús, que siendo hombre entregado a la oración,
con sus consejos dirigió a muchos en su esfuerzo para amar a Dios (1682). BIOGRAFIA Claudio La Colombière, tercer hijo del
notario Beltrán La Colombière y Margarita Coindat, nació el 2 de febrero de
1641 en St. Symphorien, Delfinado. Trasladada la familia a Vienne, aquí
recibió Claudio la primera educación escolar, que después completó en Lyón
con el estudio de la Retórica y la Filosofía. En este último período precisamente se
sintió llamado a la vida religiosa en la Compañía de Jesús, si bien no
conocemos los motivos que le llevaron a esta decisión. En cambio, sí nos ha
dejado esta confesión en uno de sus escritos: "Sentía enorme aversión a
la vida que abrazaba". Es fácil de comprender esta afirmación para quien
se haya interesado por la vida de Claudio, cuya naturaleza, muy sensible a
las relaciones familiares y de amistad, era también harto inclinada a la
literatura y el arte, y a cuánto hay de más digno en la vida de sociedad.
Pero no era hombre que se dejase guiar del sentimiento, por otra parte. A los 17 años entró en el Noviciado de la
Compañía de Jesús de Aviñón. En 1660 pasó del Noviciado al Colegio, en la
misma ciudad, para concluir los estudios de Filosofía y pronunciar los
primeros votos religiosos. Al terminar el curso fue nombrado profesor de
Gramática y Literatura, función que desempeñó durante cinco años en dicho
Colegio. En 1666 se le envió a París, a estudiar
Teología en el Colegio de Clermont; en la misma época se le confió una misión
de gran responsabilidad. La notable aptitud demostrada por Claudio a los
estudios humanísticos, unida a sus dotes de prudencia y finura, movieron a
los Superiores a elegirlo preceptor de los hijos de Colbert, Ministro de
Finanzas de Luis XIV. Finalizados los estudios de Teología y
ordenado Sacerdote, volvió de nuevo a Lyón en calidad de profesor durante un
tiempo para dedicarse después enteramente a la predicación y a la dirección
de la Congregación Mariana. La predicación de La Colombière se
distinguió siempre por su solidez y hondura; no se perdía en vaguedades, sino
que hábilmente se dirigía al auditorio concreto y, con tan vigorosa
inspiración evangélica, que infundía en todos serenidad y confianza en Dios.
Las ediciones de sus sermones produjeron -y siguen produciendo hoy-
abundantes frutos espirituales; porque, tenidos en cuenta el lugar y la
duración de su ministerio, resultan menos envejecidos que los de otros
oradores de mayor fama. El año 1674 fue decisivo en la vida de
Claudio. Hizo la Tercera Probación en la "Maison de Saint-Joseph"
de Lyón y, en el mes de Ejercicios que es costumbre hacer, el Señor lo fue
preparando a la misión que le tenía reservada. Los apuntes de este período
nos permiten seguir paso a paso las luchas y triunfos de su espíritu,
extraordinariamente sensible a los atractivos humanos, pero generoso con
Dios. El voto que hizo de observar todas las
Constituciones y Reglas de la Compañía no tenía por objeto esencial la
vinculación a una serie de observancias minuciosas, sino la realización del
recio ideal de apóstol descrito por San Ignacio. Precisamente porque este
ideal le pareció espléndido, Claudio lo asumió como programa de santidad. El
subsiguiente sentimiento de liberación que experimentó junto con una mayor
apertura de los horizontes apostólicos -testimoniados en su diario
espiritual- prueban que ello había respondido a una invitación de Jesucristo
mismo. El 2 de febrero de 1675 hizo la Profesión
solemne y fue nombrado Rector del Colegio de Paray-le-Monial. No faltó quien
se sorprendiera de que un hombre tan eminente fuera destinado a una ciudad
tan recóndita como Paray. La explicación se halla en el hecho de que los
Superiores sabían que aquí, en el Monasterio de la Visitación, vivía en
angustiosa incertidumbre una humilde religiosa, Margarita María Alacoque, a
la que el Señor estaba revelando los tesoros de su Corazón; y esperaba que el
mismo Señor cumpliese su promesa de enviarle un "siervo fiel y amigo
perfecto suyo" que le ayudaría a cumplir la misión a que la tenía
destinada: manifestar al mundo las insondables riquezas de su amor. Una vez en su nuevo destino y mantenidos
los primeros encuentros con Margarita María, ésta le abrió enteramente su
espíritu y, por tanto, también las comunicaciones que ella creía recibir del
Señor. El Padre dio su aprobación plena y le sugirió que pusiera por escrito
lo que ocurría en su alma, a la vez que la orientaba y sostenía en el
cumplimiento de la misión recibida. Cuando después, gracias a la luz divina
que recibía en la oración y el discernimiento, estuvo seguro de que Cristo
deseaba el culto de su Corazón, se entregó a él sin reservas, como atestiguan
su dedicación y sus apuntes espirituales. En éstos aparece claro que, ya
antes de las confidencias de Margarita María Alacoque y siguiendo las
directrices de San Ignacio, Claudio había llegado a la contemplación del
Corazón de Cristo como símbolo de su mismo amor. Tras año y medio de permanencia en Paray,
en 1676 el P. La Colombière salió hacia Londres, nombrado predicador de la
Duquesa de York. Era una misión sumamente delicada, dados los sucesos que
sacudían a Inglaterra en este momento; antes de finales de octubre del mismo
año, el Padre ocupaba ya el apartamento a él reservado en el palacio de St.
James. Ademas de predicar en la capilla y dedicarse a la dirección espiritual
sin tregua, oral y escrita, Claudio pudo entregarse a la sólida instrucción
religiosa de no pocas personas que habían abandonado la Iglesia Romana. Y, si bien entre grandes peligros, gozó del
consuelo de ver volver a muchos, hasta el punto de que al cabo de un año
decía: "Podría escribir todo un libro sobre las misericordias de que he
sido testigo desde que estoy aquí". Esta intensidad de trabajo y el clima
minaron su salud y comenzaron a manifestarse los primeros síntomas de una
afección pulmonar. Pero el P. Claudio prosiguió con su mismo plan de vida. A los dos días se le trasladó a la horrenda
cárcel de King's Bench y allí permaneció tres semanas sometido a graves
privaciones, hasta que se le expulsó de Inglaterra por Decreto real. Todos estos padecimientos fueron minando
aún más su saludad que fue empeorando con altibajos a su vuelta a Francia.
Habiéndose agravado notablemente, se le envió de nuevo a Paray. El 15 de
febrero de 1682, primer Domingo de Cuaresma, al atardecer le sobrevino una
fuerte hemotisis que puso fin a su vida El 16 de junio de 1929, el Papa Pío
XI beatificó a Claudio La Colombière, cuyo carisma según Santa Margarita
María Alacoque, consistió en elevar las almas a Dios siguiendo el camino de
amor misericordia que Cristo nos revela en el Evangelio. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario