jueves, 13 de febrero de 2025

Párate un momento: El Evangelio del dia 15 - DE FEBERO – SÁBADO – 5ª- SEMANA DE T.O. – C Claudio La Colombière, S.I.

 

 


 

15 - DE FEBERO – SÁBADO – 5ª- SEMANA DE T.O. – C

Claudio La Colombière, S.I.

 

     Lectura del libro del Génesis (3,9-24):

 

   El Señor Dios llamó al hombre y le dijo:

  «Dónde estás?».

  Él contestó:

  «Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí».

  El Señor Dios le replicó:

   «Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?».

  Adán respondió:

  «La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí».

   El Señor Dios dijo a la mujer:

   «¿Qué has hecho?».

   La mujer respondió:

   «La serpiente me sedujo y comí».

   El Señor Dios dijo a la serpiente:

  «Por haber hecho eso, maldita tú entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón».

  A la mujer le dijo:

  «Mucho te haré sufrir en tu preñez, parirás hijos con dolor, tendrás ansia de tu marido, y él te dominará».

  A Adán le dijo:

  «Por haber hecho caso a tu mujer y haber comido del árbol del que te prohibí, maldito el suelo por tu culpa: comerás de él con fatiga mientras vivas; brotará para ti cardos y espinas, y comerás hierba del campo. Comerás el pan con sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste sacado; pues eres polvo y al polvo volverás».

         Adán llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.

  El Señor Dios hizo túnicas de piel para Adán y su mujer, y los vistió.

   Y el Señor Dios dijo:

  «He aquí que el hombre se ha hecho como uno de nosotros en el conocimiento del bien y el mal; no vaya ahora a alargar su mano y tome también del árbol de la vida, coma de él y viva para siempre».

  El Señor Dios lo expulsó del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde había sido tomado.

  Echó al hombre, y a oriente del jardín de Edén colocó a los querubines y una espada llameante que brillaba, para cerrar el camino del árbol de la vida.

 

Palabra de Dios

 

  Salmo: 89,2.3-4.5-6.12-13

  R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación

 

   V/. Antes que naciesen los montes o fuera engendrado el orbe de la tierra, desde siempre y por siempre tú eres Dios. R/.

 

   V/. Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán».

        Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna. R/.

 

V/. Si tú los retiras son como un sueño, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca. R/.

 

        V/. Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato.

       Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?

       Ten compasión de tus siervos. R/.

 

  Lectura del santo Evangelio San Marcos (8,1-10):

 

  Por aquellos días, como de nuevo se había reunido mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:

  «Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y si los despido a sus casas en ayunas, van a desfallecer por el camino. Además, algunos han venido desde lejos».

  Le replicaron sus discípulos:

  «¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para saciar a tantos?».

  Él les preguntó:

  «¿Cuántos panes tenéis?».

   Ellos contestaron:

  «Siete».

   Mandó que la gente se sentara en el suelo y tomando los siete panes, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente.

  Tenían también unos cuantos peces; y Jesús pronunció sobre ellos la bendición, y mandó que los sirvieran también.

  La gente comió hasta quedar saciada y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas; eran unos cuatro mil y los despidió; y enseguida montó en la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.

 

Palabra del Señor

 

   1.- Queramos oírlo o no, nuestras transgresiones a la ley de Dios tienen siempre unas consecuencias que desajustan la armonía y el orden con el que Dios nos ha creado y recrea en cada instante. Pero ante nuestras caídas, Él sale siempre a nuestro encuentro. Si nos fijamos en el texto bíblico, es Él el que toma la iniciativa de restablecer el diálogo con el hombre, la comunión con Él, y comienza a hacerle preguntas. Ante el mal que cometemos, es Él el que aviva nuestras conciencias para que lo reconozcamos y volvamos a Él. También ante nuestras necesidades, es Jesús el que toma la iniciativa, como vemos en el Evangelio de este día.

 

  2.- Siento compasión de la gente. Mandó que la gente se sentara en el suelo… comieron y se saciaron

  Jesús siente compasión de la gente necesitada, en este caso, de comida. ¿Sólo hambre de pan?... Jesús ve, percibe, se da cuenta, no es indiferente ante nuestras carencias, siente compasión y después actúa en consecuencia. ¿Y yo? ¿Percibo mis propias carencias o necesidades y las de mis hermanos? ¿Qué siento ante ellas? ¿Y qué hago al respecto?

 

     3.-  Tras orar varias semanas con estas lecturas, quiero invitarte a que tú mismo escuches la Palabra de Dios. Callar, hacer silencio en el desierto concreto de tu vida para poder escuchar al que es la Palabra. Y hacer hoy, ahora, lo mismo que hicieron aquellas cuatro mil personas: escuchar a Jesús, obedecer lo que te diga, sentarte, ¡eso! ¡siéntate un rato! ¡párate un poco! Busca un tiempo en medio de tu ajetreado día, espera, y Él, a su manera, hará el milagro. Recibe lo que te dé, acógelo, deja que te sirva, que te ame y… ¡comerás hasta saciarte!

 

Claudio La Colombière, S.I.

(1641-1682)


 

   Martirologio Romano: En Paray-le-Monial, de Borgoña, en Francia, san Claudio de La Colombière, presbítero de la Compañía de Jesús, que siendo hombre entregado a la oración, con sus consejos dirigió a muchos en su esfuerzo para amar a Dios (1682).
        
Fecha de canonización: 31 de mayo de 1992 por el Papa Juan Pablo II.

 

      BIOGRAFIA

Claudio La Colombière, tercer hijo del notario Beltrán La Colombière y Margarita Coindat, nació el 2 de febrero de 1641 en St. Symphorien, Delfinado.

Trasladada la familia a Vienne, aquí recibió Claudio la primera educación escolar, que después completó en Lyón con el estudio de la Retórica y la Filosofía.

En este último período precisamente se sintió llamado a la vida religiosa en la Compañía de Jesús, si bien no conocemos los motivos que le llevaron a esta decisión. En cambio, sí nos ha dejado esta confesión en uno de sus escritos: "Sentía enorme aversión a la vida que abrazaba". Es fácil de comprender esta afirmación para quien se haya interesado por la vida de Claudio, cuya naturaleza, muy sensible a las relaciones familiares y de amistad, era también harto inclinada a la literatura y el arte, y a cuánto hay de más digno en la vida de sociedad. Pero no era hombre que se dejase guiar del sentimiento, por otra parte.

A los 17 años entró en el Noviciado de la Compañía de Jesús de Aviñón. En 1660 pasó del Noviciado al Colegio, en la misma ciudad, para concluir los estudios de Filosofía y pronunciar los primeros votos religiosos. Al terminar el curso fue nombrado profesor de Gramática y Literatura, función que desempeñó durante cinco años en dicho Colegio.

En 1666 se le envió a París, a estudiar Teología en el Colegio de Clermont; en la misma época se le confió una misión de gran responsabilidad. La notable aptitud demostrada por Claudio a los estudios humanísticos, unida a sus dotes de prudencia y finura, movieron a los Superiores a elegirlo preceptor de los hijos de Colbert, Ministro de Finanzas de Luis XIV.

Finalizados los estudios de Teología y ordenado Sacerdote, volvió de nuevo a Lyón en calidad de profesor durante un tiempo para dedicarse después enteramente a la predicación y a la dirección de la Congregación Mariana.

La predicación de La Colombière se distinguió siempre por su solidez y hondura; no se perdía en vaguedades, sino que hábilmente se dirigía al auditorio concreto y, con tan vigorosa inspiración evangélica, que infundía en todos serenidad y confianza en Dios. Las ediciones de sus sermones produjeron -y siguen produciendo hoy- abundantes frutos espirituales; porque, tenidos en cuenta el lugar y la duración de su ministerio, resultan menos envejecidos que los de otros oradores de mayor fama.

El año 1674 fue decisivo en la vida de Claudio. Hizo la Tercera Probación en la "Maison de Saint-Joseph" de Lyón y, en el mes de Ejercicios que es costumbre hacer, el Señor lo fue preparando a la misión que le tenía reservada. Los apuntes de este período nos permiten seguir paso a paso las luchas y triunfos de su espíritu, extraordinariamente sensible a los atractivos humanos, pero generoso con Dios.

El voto que hizo de observar todas las Constituciones y Reglas de la Compañía no tenía por objeto esencial la vinculación a una serie de observancias minuciosas, sino la realización del recio ideal de apóstol descrito por San Ignacio. Precisamente porque este ideal le pareció espléndido, Claudio lo asumió como programa de santidad. El subsiguiente sentimiento de liberación que experimentó junto con una mayor apertura de los horizontes apostólicos -testimoniados en su diario espiritual- prueban que ello había respondido a una invitación de Jesucristo mismo.

El 2 de febrero de 1675 hizo la Profesión solemne y fue nombrado Rector del Colegio de Paray-le-Monial. No faltó quien se sorprendiera de que un hombre tan eminente fuera destinado a una ciudad tan recóndita como Paray. La explicación se halla en el hecho de que los Superiores sabían que aquí, en el Monasterio de la Visitación, vivía en angustiosa incertidumbre una humilde religiosa, Margarita María Alacoque, a la que el Señor estaba revelando los tesoros de su Corazón; y esperaba que el mismo Señor cumpliese su promesa de enviarle un "siervo fiel y amigo perfecto suyo" que le ayudaría a cumplir la misión a que la tenía destinada: manifestar al mundo las insondables riquezas de su amor.

Una vez en su nuevo destino y mantenidos los primeros encuentros con Margarita María, ésta le abrió enteramente su espíritu y, por tanto, también las comunicaciones que ella creía recibir del Señor. El Padre dio su aprobación plena y le sugirió que pusiera por escrito lo que ocurría en su alma, a la vez que la orientaba y sostenía en el cumplimiento de la misión recibida. Cuando después, gracias a la luz divina que recibía en la oración y el discernimiento, estuvo seguro de que Cristo deseaba el culto de su Corazón, se entregó a él sin reservas, como atestiguan su dedicación y sus apuntes espirituales. En éstos aparece claro que, ya antes de las confidencias de Margarita María Alacoque y siguiendo las directrices de San Ignacio, Claudio había llegado a la contemplación del Corazón de Cristo como símbolo de su mismo amor.

Tras año y medio de permanencia en Paray, en 1676 el P. La Colombière salió hacia Londres, nombrado predicador de la Duquesa de York. Era una misión sumamente delicada, dados los sucesos que sacudían a Inglaterra en este momento; antes de finales de octubre del mismo año, el Padre ocupaba ya el apartamento a él reservado en el palacio de St. James. Ademas de predicar en la capilla y dedicarse a la dirección espiritual sin tregua, oral y escrita, Claudio pudo entregarse a la sólida instrucción religiosa de no pocas personas que habían abandonado la Iglesia Romana.

Y, si bien entre grandes peligros, gozó del consuelo de ver volver a muchos, hasta el punto de que al cabo de un año decía: "Podría escribir todo un libro sobre las misericordias de que he sido testigo desde que estoy aquí".

Esta intensidad de trabajo y el clima minaron su salud y comenzaron a manifestarse los primeros síntomas de una afección pulmonar. Pero el P. Claudio prosiguió con su mismo plan de vida.
A finales de 1678 fue arrestado de repente, bajo la acusación calumniosa de conspiración papista.

A los dos días se le trasladó a la horrenda cárcel de King's Bench y allí permaneció tres semanas sometido a graves privaciones, hasta que se le expulsó de Inglaterra por Decreto real.

Todos estos padecimientos fueron minando aún más su saludad que fue empeorando con altibajos a su vuelta a Francia. Habiéndose agravado notablemente, se le envió de nuevo a Paray. El 15 de febrero de 1682, primer Domingo de Cuaresma, al atardecer le sobrevino una fuerte hemotisis que puso fin a su vida El 16 de junio de 1929, el Papa Pío XI beatificó a Claudio La Colombière, cuyo carisma según Santa Margarita María Alacoque, consistió en elevar las almas a Dios siguiendo el camino de amor misericordia que Cristo nos revela en el Evangelio.

 

 

 

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