4 - DE FEBERO
– MARTES –
4ª-
SEMANA DE T.O. – C
Santa Catalina de Ricci, virgen
Lectura de la carta a los Hebreos (12,1-4):
HERMANOS:
Teniendo una nube tan ingente de testigos,
corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que
nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y
completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la
cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de
Dios. Recordad al que soportó tal oposición de los pecadores, y no os canséis
ni perdáis el ánimo.
Todavía no habéis llegado a la sangre en
vuestra pelea contra el pecado.
Palabra de Dios
Salmo: 21,26b-27.28.30.31-32
R/. Te alabarán, Señor, los que
te buscan.
Cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse, alabarán al
Señor los que lo buscan: ¡Viva su corazón por
siempre! R/.
Lo recordarán
y volverán al Señor hasta de los confines del orbe; en su presencia se postrarán las familias
de los pueblos.
Ante él se postrarán las cenizas de la tumba, ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R/.
Me hará vivir
para él, mi descendencia le servirá, hablarán del
Señor a la generación futura, contarán su
justicia al pueblo que ha de nacer: «Todo lo que
hizo el Señor». R/.
Lectura del santo evangelio según san
Marcos (5,21-43):
EN aquel
tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha
gente a su alrededor y se quedó junto al mar.
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se
llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
«Mi niña está en las últimas; ven, impón las
manos sobre ella, para que se cure y viva».
Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo
apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre
desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había
gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor.
Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el
manto, pensando:
«Con solo tocarle el manto curaré».
Inmediatamente se secó la fuente de sus
hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido
fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba:
«Quién me ha tocado el manto?».
Los discípulos le contestaban:
«Ves cómo te apretuja la gente y preguntas:
“Quién me ha tocado?”».
Él seguía mirando alrededor, para ver a la
que había hecho esto. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender
lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad.
Él le dice:
«Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y
queda curada de tu enfermedad».
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de
casa del jefe de la sinagoga para decirle:
«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más
al maestro?».
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo
al jefe de la sinagoga:
«No temas; basta que tengas fe».
No permitió que lo acompañara nadie, más que
Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la
sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y
después de entrar les dijo:
«¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La
niña no está muerta; está dormida».
Se reían de él. Pero él los echó fuera a
todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde
estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
«Talitha qumi» (que significa: «Contigo
hablo, niña, levántate»).
La niña se levantó inmediatamente y echó a
andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor.
Les insistió en que nadie se enterase; y les
dijo que dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor
1.- No sé cómo será hoy, pero en mis
tiempos, los profesores recurrentemente nos recomendaban “no dormirnos en los
laureles”, haciéndonos ver que los estudios son una “evaluación continua” que
no concluye hasta haber logrado la meta. Esta metáfora deportiva – “una
carrera”- parece que también daba buen juego entre los antiguos, pues tanto
Pablo como el teólogo escondido tras la mal llamada Carta a los Hebreos la
utilizan para azuzar a sus comunidades.
Ciertamente pareciera que el mayor mal de
las comunidades creyentes ha sido siempre “perder la constancia” y no avanzar;
aún más, arriesgarse a retroceder, pues como reza el dicho popular, “lo que no
mejora, empeora”. Esto es lo que debía pasarles a los cristianos a los que se
dirige el anónimo autor de Hebreos: no avanzan en su fe, por el contrario, se
acomodan en la molicie del ambiente en que viven; no se estimulan mutuamente en
la fe, sino que se evitan todo enfrentamiento social – con las subsecuentes consecuencias
de marginación – que pueda implicar la vivencia de una fe cristiana desdeñada
por las corrientes religiosas e ideológicas de su contexto socio-cultural.
2.- Y, en este evitar enfrentarse a la
corriente religiosa dominante, retornan hacia atrás, a prácticas y actitudes
religiosas que habrían de haber sido superadas con el advenimiento del
cristianismo; en concreto la ancestral práctica religiosa del sacrificio.
En este contexto, a modo de exhortación, el
autor de Hebreos expone su teología en dos movimientos: frente al temor al
rechazo y al conflicto, opone la tradición de todos aquellos que no se
arredraron ante los obstáculos, logrando de este modo, hacer avanzar la fe:
desde los patriarcas hasta el mismo Cristo, ejemplo vivo que se presenta a los
ojos de todo cristiano como su mayor acicate.
En segundo
lugar, frente a la fallida creencia salvífica de los sacrificios
pre-cristianos, un único y definitivo sacrificio que deroga todos los demás:
Cristo, sumo y eterno sacerdote, ofrecido a sí mismo como sacrificio redentor
por toda la humanidad. Como vemos, la medicina a administrar a los males de los
creyentes a quienes se dirige Hebreos es siempre la misma: centrar la vida en
Cristo, modelo de vida y salvación verdadera.
3.- Que la salvación está en Cristo parecen
tenerlo claro los protagonistas de las dos historias conjuntas que conforman el
pasaje de Marcos, a saber, la anónima hemorroisa judía y Jairo, padre de la
niña moribunda e identificado como jefe de una sinagoga. Este pasaje nos va a
ayudar - de ejemplo - en nuestra reflexión sobre la idea de que la fe es una
carrera que necesita seguir avanzando de forma continua para encontrarse a sí
misma en su verdad.
"Basta que tengas fe"
Entrando
en el pasaje, este no hace otra cosa que destacar elogiosamente lo que el
cristianismo paulino (y, como acabamos de ver, la carta a los Hebreos) - repite
sin cesar: que sólo la fe – en Cristo - es salvífica. Así, tanto la hemorroisa
judía como el jefe judío de la sinagoga son elogiados por haber descubierto
esta verdad, lo cual no es sino un avance en la religión con respecto a sus
coetáneos judíos, centrados en la eficacia salvífica de la observancia
religiosa.
4.- Y, sin embargo, un detalle que no se nos
debe escapar, y es que en ambos casos, hay un contacto físico: o bien Jesús –
la fuente del poder salvífico - es tocado (por la hemorroisa), o bien toca él
(a la hija de Jairo). En los paralelos de Mateo 9 y Lucas 8, sucede lo mismo.
Expliquémonos: en efecto, para muchos estudiosos, los orígenes ancestrales de
la religión suponen el paso de la experiencia mágica a una experiencia
espiritual de orden superior; sin embargo, también muchos nos recuerdan que
nunca se abandonado del todo el sentido de lo mágico en la expresión religiosa.
Para el judaísmo, la lucha contra la
superstición mágica era un empeño que nunca acababa de superarse y el naciente
cristianismo se encontraba en la misma tesitura. Así, en el gesto físico del
tocar, la fuente de salvación se “objetualiza”: Cristo se convierte en una
reliquia medieval. ¿No sería necesario – conforme a la doctrina paulina de
“sola fides” – superar tal vestigio mágico del pasado para que la “sola fe” sea
en efecto “sola fe” y Dios deje de ser un fetiche?
5.- Como cabría esperar, esto es lo que hace
el Evangelio, pero no será el evangelio de Marcos, sino que habrá que esperar a
Mateo, Lucas y Juan - textos posteriores que representan un avance y
purificación de la fe - los que lleven a una mejor expresión el principio de
“sola fe”. Así, en pasajes paralelos de Mateo 8, Lucas 7 y Juan 4, podemos ver
este avance en otra narración de sanación, en este caso, de un centurión romano
(Mateo y Lucas) y un funcionario real (Juan). En este caso, no hay ningún
contacto físico, ni siquiera se recurre a la presencia de Jesús: es la pura fe
del que cree la que desencadena la acción salvífica, lo que el evangelista no
deja de enfatizar mediante una vehemente aprobación puesta en boca del propio
Jesús.
Pero, nuevamente, no se nos pasa por alto el
detalle: frente al caso anterior – protagonistas judíos – en este segundo, de
fe estilizada, los protagonistas son paganos (y, en principio, oponentes por su
condición social). Esta señal no debe de ser minusvalorada para comprender el
desarrollo subsiguiente de la fe y la religiosidad cristiana a lo largo de los
siglos.
En efecto, el proceso de esclarecimiento de
la fe no terminó con el Evangelio, más bien comenzó con él; en su propio
desenvolvimiento, la fe ha continuado buscándose y purificándose a sí misma, y
no sólo en la persona de sinceros creyentes, sino especialmente por medio de
aquellos que, por principio, serían los discordantes, los alejados, los
oponentes: críticos, herejes, disidentes, agnósticos, ateos… personas que tanto
y tanto han aportado al proceso de definición de la fe cristiana de modo que
esta pueda esperar alcanzar a ser en verdad sola fe.
En este sentido, ya en la modernidad, la
crítica de pensadores y filósofos, el desarrollo del conocimiento mediante las
ciencias físicas, biológicas, la psicología… han resultado invaluables para el
doloroso – insisto en este aspecto - proceso de depuración y rehechura de la fe
cristiana, ayudándonos a descubrir no tanto lo que es Dios, sino aquello que
llamábamos Dios y que no lo era, pues como ya decía Tomás de Aquino, más que
conocer quién es Dios, podemos conocer qué no es.
6.- De modo, concluyamos, que, cuando la fe
se detiene en su devenir, se acomoda a lo dado, deja de desafiarse a sí misma,
la religión que la expresa y materializa dice mentira de su objeto, que no es
otro que Dios mismo. Por eso la religión ha de ser un continuo superarse en el
desenvolvimiento de la verdad a la que aspira: Dios.
Con todo,
entreverado con esta reflexión, no puedo evitar el pensamiento de todas esas
mujeres sencillas, que, en su fe, acuden a tocar – como la hemorroisa de los
evangelios – el manto de la Virgen. ¿Será esta, acaso, verdadera fe, sola fe?
Santa Catalina de Ricci, virgen
Martirologio
Romano: En Prato, de la Toscana, santa Catalina de’ Ricci, virgen, de la
Tercera Orden Regular de Santo Domingo, que se dedicó de lleno a la
restauración de la religión y por su asidua meditación de los misterios de la
pasión de Jesucristo, obtuvo experimentarla de alguna manera (1590).
Fecha de
canonización: 29 de junio de 1746 por el Papa Benedicto XIV.
Breve Biografía
El 23 de abril
de 1522 nace en Florencia, Alejandra Lucrecia Rómola, hija de la noble familia
de´ Ricci, que tuvo mucho poder e importancia en la ciudad.
Muerta su
madre cuando ella era todavía muy niña, quedó bajo el cuidado de una madrastra.
Poco después la puso su padre en el convento de las monjas de Monteceli donde
estaba una tía suya. Allí recibe su primera educación y sobresale por su
aplicación en los estudios.
A la niña
le gustan los relatos de la Pasión de Cristo. Celebérrimo es el Crucifijo que
se venera en aquel monasterio y que desde entonces se llama el Crucifijo de la
Alejandrina.
A los
doce años participa en un retiro en la comunidad del monasterio de san Vicente
Ferrer en Prato, perteneciente a la Tercera Orden Regular de Santo Domingo.
Queda
impactada por el estilo de vida y trabajo de las hermanas y pide la admisión en
la comunidad. Cuando su padre fue a buscarla para volverla a casa, no quiso ir.
El lunes de Pentecostés, 18 de mayo de 1535, a los trece años, tomó el hábito
de terciaria de Santo Domingo, de manos de su tío Timoteo de´ Ricci O.P.,
mudando el nombre de Alejandrina por el de Catalina.
Profesó al año
siguiente y lo en tal forma a la contemplación, singularmente de la Pasión del
Señor, que de ordinario estaba abstraída de los sentidos. Por su gran humildad,
siempre se puso bajo la obediencia de los superiores.
Dotada de
natural prudencia, fue superiora dieciocho años, ganando mucho las religiosas
en lo espiritual y en lo temporal por las muchas limosnas que le enviaban, con
lo que pudo acabar la fábrica del convento y acoger muchas jóvenes.
Piénsese que
Catalina era Madre Priora de una comunidad de, por lo menos, 120 monjas y que
en unos años llegó a contar hasta 160 religiosas... Durante doce años,
1542-1554, revivió en su cuerpo las llagas del Crucificado y la Pasión del
Señor.
Poco después
de su profesión, el Señor vino a visitarla enviándole una terrible y múltiple
enfermedad, ya que fueron varias las dolencias que a la vez afligían su débil
cuerpo. Las mismas religiosas y los médicos quedaban admirados cómo era posible
que pudiera resistir tanto dolor de todo tipo.
Se le apareció
un alma beata de su Orden, hizo sobre ella la señal de la cruz y quedó curada
por varios años. Durante estos atroces tormentos tenía una medicina que la
curaba, por lo menos le daba paz y alivio: Era el meditar en la Pasión del
Señor, en los muchos dolores que Él sufrió por nosotros... Meditaba paso a
paso, en toda su viveza y a veces se le manifestaba el Señor bien con la Cruz a
cuestas, bien coronado de espinas o clavado en la Cruz.
Recibió muchos
dones y regalos del cielo: revelaciones, gracias de profecía y milagros, el don
de leer los corazones... Luces especiales en los más delicados asuntos de los
que ella nada sabía. Por ello acudieron a consultarla Papas, cardenales, los
príncipes de Florencia, el Hijo del Rey de Baviera, igual que personas
sencillas y humildes.
A todos
atendía con gran bondad y humildad ya que se veía anonada por sus miserias y se
sentía la más pecadora de los mortales. Tuvo gran amistad y correspondencia con
San Carlos Borromeo, San Felipe Neri, San Pío V y Santa María Magdalena de´
Pazzi.
El día Primero
de febrero de 1590 recibió los santos sacramentos. Recibió el viático de
rodillas, su rostro se resplandecía como él de un ángel.
Llamó después
a las religiosas, le hizo una exhortación al amor de Dios y a la observancia
regular, poniéndose de nuevo en oración hasta la noche. Murió poco después, era
el día dos de febrero del año 1590 y toda la ciudad de Prato se conmovió.
Fue
beatificada por Clemente XII el 23 de noviembre de 1732 y canonizada por
Benedicto XIV el 29 de Junio de 1746. Catalina es también compatrona de la
ciudad y diócesis de Prato en Italia, y en Guantánamo, desde 1836, una
parroquia está dedicada a ella (hoy catedral).
Llena del
fuego del Espíritu Santo buscó incansablemente la gloria del Señor. Promovió la
reforma de la vida regular, inspirada especialmente por fray Jerónimo
Savonarola, a quien admiraba con agradecido afecto. Su amor a la Pasión del
Señor la llevó a componer el "Cántico de la Pasión", una meditación
reposada sobre los sufrimientos de Cristo.
Debemos a su
maestra, Sor María Magdalena Strozzi, si Catalina empezó a escribir sus
extraordinarias experiencias místicas. Una muchedumbre de "Cartas"
son muestra de su profundo itinerario en el Espíritu. Trabajó con solicitud en
la atención de enfermos, hermanas o laicos. La extraordinaria abundancia de
carismas celestiales, junto con una exquisita prudencia y especial sentido
práctico, hicieron de ella la superiora ideal.
El cuerpo
incorrupto de la santa se venera en la Basílica menor de San Vicente Ferrer y
Santa Catalina de´ Ricci en Prato, donde las monjas dominicas siguen viviendo
su espiritualidad y su mensaje de amor.
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