27 - DE
FEBERO – JUEVES –
7ª-
SEMANA DE T.O. – C
San Gregorio de Narek
Lectura
del libro del Eclesiástico (5,1-10):
No confíes en tus riquezas,
ni digas:
«Con
esto me basta».
No
sigas tu instinto y tu fuerza,
secundando las pasiones de tu corazón.
Y
no digas:
«Quién
puede dominarme?»,
o bien: «Quién logrará someterme por lo que he hecho?», porque el Señor
ciertamente te castigará.
No
digas:
«He
pecado, y ¿qué me ha pasado?», porque el Señor sabe esperar.
Del
perdón no te sientas tan seguro, mientras acumulas pecado tras pecado.
Y
no digas:
«Es
grande su compasión, me perdonará mis muchos pecados»,
porque él tiene compasión y cólera, y su ira recae sobre los malvados.
No
tardes en convertirte al Señor, ni lo dejes de un día para otro, porque de
repente la ira del Señor se enciende, y el día del castigo perecerás.
No
confíes en riquezas injustas,
porque de nada te servirán el día de la desgracia.
Palabra de Dios
Salmo: 1
R/. Dichoso el hombre que ha puesto su
confianza en el Señor
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por
la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los
Cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche. R/.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
No así los
impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Marcos (9,41-50):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El
que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que
no se quedará sin recompensa.
El
que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le
encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar.
Si
tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que
ir con las dos manos a la gehennan al fuego que no se apaga.
Y,
si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que
ser echado con los dos pies a la “gehennan”.
Y,
si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de
Dios, que ser echado con los dos ojos a la “gehennan”, donde el gusano no muere
y el fuego no se apaga.
Todos
serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué
la salaréis? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros».
Palabra del Señor
1.- En torno al año 180 a.C. Jesús Ben Eleazar Ben Sira, escribe en
hebreo y en Jerusalén una obra para resalta el valor de la sabiduría de Israel
contenida en todas sus tradiciones y especialmente su fe en un solo Dios,
frente a los nuevos valores del helenismo que se estaban instalando en la
sociedad. Israel posee la verdadera sabiduría, es el gran regalo que Dios le ha
dado, con el que puede iluminar las diferentes situaciones de la vida de modo
que se agrade a Dios en todas las circunstancias.
En la lectura de hoy, Ben Sira pone en guardia contra una serie de
pensamientos presuntuosos y poco humildes, que no tienen en cuenta al Señor. La
perícopa acaba como empieza: «No confíes en tus riquezas... No confíes en
riquezas injustas» (vv.1a.8a), formando una inclusión perfecta. Se trata de una
clara advertencia sobre la falsa confianza del ser humano en aquello que cree
que puede darle la seguridad y estabilidad perpetua. Poner la confianza en las
riquezas es tarea inútil, especialmente si son injustas, puesto, que son
perecederas. También el sabio nos invita a ser realista y evitar creerse que
uno se contentará con una determinada cantidad de bienes, pues la riqueza es
insaciable.
Otra
actitud que hay que evitar es la soberbia, aquel que presume de poder,
olvidando que está sometido al poder de Dios. El último consejo se centra en el
pecado y la penitencia: es necio el que cree que se puede pecar impunemente
puesto que Dios es paciente y misericordioso. Al final, el Señor tomará cuenta
a cada uno de su vida y sus responsabilidades. Por ello lo sensato es
arrepentirse y pedir perdón sin tardanza. La conclusión es clara: dichoso el
que evita estas posturas necias, resultado de confiar en la riqueza. Dios es
justo y misericordioso (rahamim), pero el punto donde ambos atributos divinos
convergen es en la conversión del corazón y no en la falsa confianza. ¿Estoy
dispuesto/a a poner mi confianza en el Señor?
2.- En
el evangelio de hoy, Marcos nos narra una serie de dichos de Jesús relacionados
con el seguimiento, el Reino y sobre la actitud que hay que tener ante los
distintos tipos de «pequeños». El texto comienza con una sentencia: «el que os
dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo…». Uno de estos pequeños son
los discípulos, que, a la luz de lo dicho en los versículos anteriores acerca
de quién es el mayor, alterando la distribución entre primeros y últimos, les
exhorta a situarse en los últimos puestos. Ahora Jesús les dice que todo lo que
se les haga a ellos, en cuanto discípulos, se le hace a Cristo y, en
consecuencia, ese acto no quedará sin recompensa. Quien ayude a esos «pequeños»
de Jesús recibirá a su vez, el fruto de sus acciones.
Jesús les ha dado a sus discípulos la
mayor autoridad, pero no para imponerse sobre otros, sino al contrario, para
que ellos sean servidores de todos, aunque suponga, en ocasiones, estar a
merced de los demás, hasta el punto de correr el riesgo de que les acojan o
rechacen.
3.- A continuación, y a modo de
casuística el Maestro se dirige a aquellos que escandalizan a los pequeños que
creen en él, empleando el signo de la mano-pie-ojos (9,42-47), para terminar
con una afirmación sobre el riesgo de la condena escatológica (9,48-50).
Escandalizar es un comportamiento que pone en peligro la fe de otro (ver 4,17;
14,27.29). El que haga esto con un discípulo pequeño e indefenso contrae una
grave responsabilidad ante Dios. La gehenna, con la imagen de su gusano que no
muere y de su fuego que no se extingue, es símbolo del castigo (cf. Is 66,24).
Los versículos finales hablan de la pureza del seguimiento. El fuego y la sal
significaban en el A.T. la purificación de los sacrificios y la integridad de
la alianza. Ahora con Jesús la pureza e integridad de la alianza suponen asumir
en nuestra vida como creyentes el servicio y la preferencia por el último
lugar. Así como la sal si pierde su cualidad característica, de nada sirve,
puesto que no hay sal para la sal. Igualmente, la comunidad cristiana debe
caracterizarse por el buen sabor hacia la humanidad, si no es así, habrá
perdido algo que le es propio y característico. Sólo desde ahí puede
construirse la paz en la comunidad.
San Gregorio de Narek
“Un día una tormenta te sacudió, y tus aguas...rasgadas por los
relámpagos, elevaron un extraño canto, frenético y armonioso, noblemente áspero
y suavemente terrible...como entonado por la trompeta de un arcángel preso del
espanto y la piedad frente a los horrores del infierno abierto. Era el alma del
monje de Narek que pasaba sobre ti”.
(Oda a la
lengua armenia, 1908)
Las palabras que el escritor Archag Tchobanian dedica a Gregorio de Narek en
este poema, escrito en uno de los momentos más terribles de la historia
armenia, revelan el crisol donde el monje forjó un nuevo verbo teológico
arraigado profundamente en la tradición de su tierra.
No busco la quietud, sino el rostro de Aquel
que la otorga (Lamentaciones).
Gregorio de Narek, nació entre 945 y 951 en
el Vaspurakan (Armenia histórica) en una familia de literatos. Tras la
muerte prematura de su madre, su padre, Khosrov, es nombrado arzobispo de
Andzevatsik y confía su educación a su tío Ananías, médico, filósofo y abad del
monasterio basiliano de Narek, célebre escuela de Sagrada Escritura y
Patrística. Gregorio estudiará allí, además de la Biblia, a los poetas y
filósofos helenistas, será ordenado sacerdote, luego abad y reformará Narek.
Contemplativo, pero no aislado de los acontecimientos políticos y eclesiásticos
de su tierra y su tiempo, su fama traspasa los muros del
monasterio. Así, a petición del príncipe Gurgen de Andzevatsik, escribe
su Comentario sobre el Cantar de los Cantares y del
obispo Stepanos la historia de la Santa Cruz de Aparank y destina
sermones e himnos a la enseñanza del pueblo. De especial importancia para la
comprensión de sus enseñanzas mariológicas son los encomios a la Santísima
Virgen, en los que preanunciaría la concepción inmaculada de María, con un
estilo conmovedor donde se percibe su añoranza de la figura materna. Al
final de su vida escribe “El Libro de las Lamentaciones” tan
popular y amado en Armenia que su lectura era obligatoria para los
escolares una vez que hubieran aprendido el alfabeto.
Muere alrededor
del 1010 en Narek donde su tumba, lugar de peregrinación durante ocho siglos,
fue destruida al igual que el monasterio durante el genocidio de 1915-1916.
Dios se esconde en
el lenguaje
Escrita hace 1.200 años, la obra de Narek sigue siendo un modelo universal
de literatura y espiritualidad. Gregorio inventa un género, una especie
de treno (oración fúnebre griega) sobre un alma en extremo
peligro y un tipo de libro, una cadena de oraciones. “El ritmo y el
número a los que recurrí en el poema anterior -dice en Las
Lamentaciones- no tenían otro fin que agudizar el dolor, la queja, los
suspiros, la amarga letanía de lágrimas...Por lo tanto, retomaré aquí la misma
forma, en cada frase, como anáfora y como epístrofe, y haré que la repetición
figure fielmente el espíritu, el poder vivificante de la oración".
Es un innovador porque libera la palabra interior de todos los cánones
de expresión regulados por la tradición filosófica o religiosa de su tiempo y
al hacerlo devuelve al espíritu su derecho a expresarse sin restricciones,
entablando un diálogo directo con Dios que excluye cualquier dogmatismo,
excepto el de la libertad. Un diálogo donde la soledad del ser humano y
el silencio expresivo de Dios se entrecruzan y se responden; una “venida
de Dios en el lenguaje” que muestra incluso los límites de éste para abordar lo
divino.
En los 95
capítulos u oraciones de Las Lamentaciones, el monje filósofo se
hace representante solidario de todo el género humano, extraviado en el
laberinto del pecado y angustiado por la necesidad de amor, en constante
tensión hacia algo que no pertenece al mundo que habita, hasta
abandonarse a la misericordia del Dios de la luz, cuya proximidad siente
entonces como inmediata.
Su herencia fue recogida por los poetas armenios del siglo XX en una época
en la que anteponer el ser humano a cualquier sistema era extremadamente
difícil.
Un grito que se hace oración
El 12 de abril de
2015 con motivo de su proclamación como Doctor de la Iglesia, el Papa
Francisco, escribía en su Mensaje a los Armenios: “San Gregorio de Narek, monje
del siglo X, más que cualquier otro supo expresar la sensibilidad de vuestro
pueblo, dando voz al grito, que se convierte en oración (...) Formidable
intérprete del espíritu humano, parece pronunciar palabras proféticas para
nosotros: «Yo cargué voluntariamente todas las culpas, desde las del primer
padre hasta las del último de sus descendientes, y de ello me consideré
responsable» (Libro de las lamentaciones, LXXII). Cuánto nos impacta ese
sentimiento suyo de solidaridad universal.
Qué pequeños nos sentimos ante la grandeza de sus invocaciones: «Acuérdate,
[Señor,]... de quienes en la estirpe humana son nuestros enemigos, pero para su
bien: concede a ellos perdón y misericordia (...) No extermines a quienes me
muerden: ¡conviértelos! Extirpa la viciosa conducta terrena y arraiga la buena
conducta en mí y en ellos» (ibid., LXXXIII).
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