martes, 25 de febrero de 2025

Párate un momento: El Evangelio del dia 27 - DE FEBERO – JUEVES – 7ª- SEMANA DE T.O. – C San Gregorio de Narek

 

 


 

27 - DE FEBERO – JUEVES –

7ª- SEMANA DE T.O. – C

San Gregorio de Narek

 

  Lectura del libro del Eclesiástico (5,1-10):

 

  No confíes en tus riquezas,

ni digas:

  «Con esto me basta».

  No sigas tu instinto y tu fuerza,

secundando las pasiones de tu corazón.

  Y no digas:

  «Quién puede dominarme?»,

o bien: «Quién logrará someterme por lo que he hecho?», porque el Señor ciertamente te castigará.

  No digas:

  «He pecado, y ¿qué me ha pasado?», porque el Señor sabe esperar.

  Del perdón no te sientas tan seguro, mientras acumulas pecado tras pecado.

  Y no digas:

  «Es grande su compasión, me perdonará mis muchos pecados»,

porque él tiene compasión y cólera, y su ira recae sobre los malvados.

  No tardes en convertirte al Señor, ni lo dejes de un día para otro, porque de repente la ira del Señor se enciende, y el día del castigo perecerás.

  No confíes en riquezas injustas,

porque de nada te servirán el día de la desgracia.

 

Palabra de Dios

 

   Salmo: 1

 

   R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor

 

   Dichoso el hombre

que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los Cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche. R/.

 

   Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

 

    No así los impíos, no así;

serán paja que arrebata el viento.

Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

 

   Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,41-50):

 

  En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

  «El que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa.

  El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar.

  Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos a la gehennan al fuego que no se apaga.

  Y, si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la “gehennan”.

  Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la “gehennan”, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.

  Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salaréis? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros».

 

Palabra del Señor

 

  1.-  En torno al año 180 a.C. Jesús Ben Eleazar Ben Sira, escribe en hebreo y en Jerusalén una obra para resalta el valor de la sabiduría de Israel contenida en todas sus tradiciones y especialmente su fe en un solo Dios, frente a los nuevos valores del helenismo que se estaban instalando en la sociedad. Israel posee la verdadera sabiduría, es el gran regalo que Dios le ha dado, con el que puede iluminar las diferentes situaciones de la vida de modo que se agrade a Dios en todas las circunstancias.

   En la lectura de hoy, Ben Sira pone en guardia contra una serie de pensamientos presuntuosos y poco humildes, que no tienen en cuenta al Señor. La perícopa acaba como empieza: «No confíes en tus riquezas... No confíes en riquezas injustas» (vv.1a.8a), formando una inclusión perfecta. Se trata de una clara advertencia sobre la falsa confianza del ser humano en aquello que cree que puede darle la seguridad y estabilidad perpetua. Poner la confianza en las riquezas es tarea inútil, especialmente si son injustas, puesto, que son perecederas. También el sabio nos invita a ser realista y evitar creerse que uno se contentará con una determinada cantidad de bienes, pues la riqueza es insaciable.

  Otra actitud que hay que evitar es la soberbia, aquel que presume de poder, olvidando que está sometido al poder de Dios. El último consejo se centra en el pecado y la penitencia: es necio el que cree que se puede pecar impunemente puesto que Dios es paciente y misericordioso. Al final, el Señor tomará cuenta a cada uno de su vida y sus responsabilidades. Por ello lo sensato es arrepentirse y pedir perdón sin tardanza. La conclusión es clara: dichoso el que evita estas posturas necias, resultado de confiar en la riqueza. Dios es justo y misericordioso (rahamim), pero el punto donde ambos atributos divinos convergen es en la conversión del corazón y no en la falsa confianza. ¿Estoy dispuesto/a a poner mi confianza en el Señor?

 

   2.-  En el evangelio de hoy, Marcos nos narra una serie de dichos de Jesús relacionados con el seguimiento, el Reino y sobre la actitud que hay que tener ante los distintos tipos de «pequeños». El texto comienza con una sentencia: «el que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo…». Uno de estos pequeños son los discípulos, que, a la luz de lo dicho en los versículos anteriores acerca de quién es el mayor, alterando la distribución entre primeros y últimos, les exhorta a situarse en los últimos puestos. Ahora Jesús les dice que todo lo que se les haga a ellos, en cuanto discípulos, se le hace a Cristo y, en consecuencia, ese acto no quedará sin recompensa. Quien ayude a esos «pequeños» de Jesús recibirá a su vez, el fruto de sus acciones.

Jesús les ha dado a sus discípulos la mayor autoridad, pero no para imponerse sobre otros, sino al contrario, para que ellos sean servidores de todos, aunque suponga, en ocasiones, estar a merced de los demás, hasta el punto de correr el riesgo de que les acojan o rechacen.

 

  3.-  A continuación, y a modo de casuística el Maestro se dirige a aquellos que escandalizan a los pequeños que creen en él, empleando el signo de la mano-pie-ojos (9,42-47), para terminar con una afirmación sobre el riesgo de la condena escatológica (9,48-50). Escandalizar es un comportamiento que pone en peligro la fe de otro (ver 4,17; 14,27.29). El que haga esto con un discípulo pequeño e indefenso contrae una grave responsabilidad ante Dios. La gehenna, con la imagen de su gusano que no muere y de su fuego que no se extingue, es símbolo del castigo (cf. Is 66,24). Los versículos finales hablan de la pureza del seguimiento. El fuego y la sal significaban en el A.T. la purificación de los sacrificios y la integridad de la alianza. Ahora con Jesús la pureza e integridad de la alianza suponen asumir en nuestra vida como creyentes el servicio y la preferencia por el último lugar. Así como la sal si pierde su cualidad característica, de nada sirve, puesto que no hay sal para la sal. Igualmente, la comunidad cristiana debe caracterizarse por el buen sabor hacia la humanidad, si no es así, habrá perdido algo que le es propio y característico. Sólo desde ahí puede construirse la paz en la comunidad. 

 

San Gregorio de Narek



 

Un día una tormenta te sacudió, y tus aguas...rasgadas por los relámpagos, elevaron un extraño canto, frenético y armonioso, noblemente áspero y suavemente terrible...como entonado por la trompeta de un arcángel preso del espanto y la piedad frente a los horrores del infierno abierto. Era el alma del monje de Narek que pasaba sobre ti”. 

(Oda a la lengua armenia, 1908)

 

      Las palabras que el escritor Archag Tchobanian dedica a Gregorio de Narek en este poema, escrito en uno de los momentos más terribles de la historia armenia, revelan el crisol donde el monje forjó un nuevo verbo teológico arraigado profundamente en la tradición de su tierra.

 

           No busco la quietud, sino el rostro de Aquel que la otorga (Lamentaciones).

 

          Gregorio de Narek, nació entre 945 y 951 en el Vaspurakan  (Armenia histórica) en una familia de literatos. Tras la muerte prematura de su madre, su padre, Khosrov, es nombrado arzobispo de Andzevatsik y confía su educación a su tío Ananías, médico, filósofo y abad del monasterio basiliano de Narek, célebre escuela de Sagrada Escritura y Patrística.  Gregorio estudiará allí, además de la Biblia, a los poetas y filósofos helenistas, será ordenado sacerdote, luego abad y reformará Narek. Contemplativo, pero no aislado de los acontecimientos políticos y eclesiásticos de su tierra y su tiempo, su  fama traspasa los muros  del monasterio.  Así, a petición del príncipe Gurgen de Andzevatsik, escribe su Comentario sobre el Cantar de los Cantares  y del obispo Stepanos  la historia de la Santa Cruz de Aparank y destina sermones e himnos a la enseñanza del pueblo. De especial importancia para la comprensión de sus enseñanzas mariológicas son los encomios a la Santísima Virgen, en los que preanunciaría la concepción inmaculada de María, con un estilo conmovedor donde se percibe su añoranza de la figura materna.  Al final de su vida escribe  “El Libro de las Lamentaciones” tan popular y amado  en Armenia que  su lectura era obligatoria para los escolares una vez que hubieran aprendido el alfabeto.

     Muere alrededor del 1010 en Narek donde su tumba, lugar de peregrinación durante ocho siglos, fue destruida al igual que el monasterio durante el genocidio de 1915-1916.

 

     Dios se esconde en el lenguaje

Escrita hace 1.200 años, la obra de Narek sigue siendo un modelo universal de literatura y espiritualidad. Gregorio inventa un género, una especie de treno (oración fúnebre griega) sobre un alma en extremo peligro y un tipo de libro, una cadena de oraciones.  “El ritmo y el número a los que recurrí en el poema anterior -dice en Las Lamentaciones- no tenían otro fin que agudizar el dolor, la queja, los suspiros, la amarga letanía de lágrimas...Por lo tanto, retomaré aquí la misma forma, en cada frase, como anáfora y como epístrofe, y haré que la repetición figure fielmente el espíritu, el poder vivificante de la oración". 

          Es un innovador porque libera la palabra interior de todos los cánones de expresión regulados por la tradición filosófica o religiosa de su tiempo y al hacerlo devuelve al espíritu su derecho a expresarse sin restricciones, entablando un diálogo directo con Dios que excluye cualquier dogmatismo, excepto el de la libertad.  Un diálogo donde la soledad del ser humano y el silencio expresivo de Dios se entrecruzan y se responden; una “venida de Dios en el lenguaje” que muestra incluso los límites de éste para abordar lo divino. 

 

    En los 95 capítulos u oraciones de Las Lamentaciones, el monje filósofo se hace representante solidario de todo el género humano, extraviado en el laberinto del pecado y angustiado por la necesidad de amor, en constante tensión hacia algo que no pertenece al mundo que habita,  hasta abandonarse a la misericordia del Dios de la luz, cuya proximidad siente entonces como inmediata.

Su herencia fue recogida por los poetas armenios del siglo XX en una época en la que anteponer el ser humano a cualquier sistema era extremadamente difícil. 

 

         Un grito que se hace oración

 

    El 12 de abril de 2015 con motivo de su proclamación como Doctor de la Iglesia, el Papa Francisco, escribía en su Mensaje a los Armenios: “San Gregorio de Narek, monje del siglo X, más que cualquier otro supo expresar la sensibilidad de vuestro pueblo, dando voz al grito, que se convierte en oración (...) Formidable intérprete del espíritu humano, parece pronunciar palabras proféticas para nosotros: «Yo cargué voluntariamente todas las culpas, desde las del primer padre hasta las del último de sus descendientes, y de ello me consideré responsable» (Libro de las lamentaciones, LXXII). Cuánto nos impacta ese sentimiento suyo de solidaridad universal.

 

    Qué pequeños nos sentimos ante la grandeza de sus invocaciones: «Acuérdate, [Señor,]... de quienes en la estirpe humana son nuestros enemigos, pero para su bien: concede a ellos perdón y misericordia (...) No extermines a quienes me muerden: ¡conviértelos! Extirpa la viciosa conducta terrena y arraiga la buena conducta en mí y en ellos» (ibid., LXXXIII). 

 

 

 

 

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