domingo, 2 de febrero de 2025

Párate un momento: El Evangelio del dia 3 - DE FEBERO – LUNES – 4ª- SEMANA DE T.O. – C SAN BLAS, obispo y mártir

 


3 - DE FEBERO – LUNES –

 4ª- SEMANA DE T.O. – C

SAN BLAS, obispo y mártir

 

        Lectura de la carta a los Hebreos (11,32-40):

      HERMANOS:
       ¿Para qué seguir? No me da tiempo de referir la historia de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas; estos, por fe, conquistaron reinos, administraron justicia, vieron promesas cumplidas, cerraron fauces de leones, apagaron hogueras voraces, esquivaron el filo de la espada, se curaron de enfermedades, fueron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros; hubo mujeres que recobraron resucitados a sus muertos.
        Pero otros fueron torturados hasta la muerte, rechazando el rescate, para obtener una resurrección mejor. Otros pasaron por la prueba de las burlas y los azotes, de las cadenas y la cárcel; los apedrearon, los aserraron, murieron a espada, rodaron por el mundo vestidos con pieles de oveja y de cabra, faltos de todo, oprimidos, maltratados —el mundo no era digno de ellos—, vagabundos por desiertos y montañas, por grutas y cavernas de la tierra.
       Y todos estos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido, porque Dios tenía preparado algo mejor a favor nuestro, para que ellos no llegaran sin nosotros a la perfección.

Palabra de Dios

 

         Salmo: 30,20.21.22.23.24

         R/. Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en en Señor.
    

        V/. Qué bondad tan grande, Señor, reservas para los que te temen, y concedes a los que a ti se acogen a la vista de todos. R/

       V/. En el asilo de tu presencia los escondes de las conjuras humanas; los ocultas en tu tabernáculo, frente a las lenguas pendencieras. R/.

       V/. Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia en la ciudad amurallada. R/.

       V/. Yo decía en mi ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante cuando yo te gritaba. 
R/.

         V/. Amad al Señor, fieles suyos; el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios los paga con creces. 
R/.

 

        Evangelio según san Marcos 5, 1-20

         En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago en la región de los Gerasenos.   

        Apenas desembarcaron, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en las tumbas, un hombre poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo.

  Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello:

  "¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes".

  Porque Jesús le estaba diciendo:

  "Espíritu inmundo, sal de este hombre".

   Jesús le preguntó: 

  "¿Cómo te llamas?".

  Él respondió:

  "Me llamo Legión, porque somos muchos".

  Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.

  Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte. Los espíritus le rogaron:

  "Déjanos ir a meternos en los cerdos".

   Él se lo permitió.

         Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago.

    Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en el campo. Y la gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio.

         Se quedaron espantados.

   Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país. Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo:

   "Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia".

   El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban".

 

Palabra del Señor

 

    1.-  El Antiguo Testamento está repleto de testimonios colectivos de esta fe ejemplar de los antepasados.  "Recibieron aprobación divina por su fe". Fe que ha sido y es un rasgo distintivo del pueblo de Dios de todos los tiempos.

    Por fe, los antepasados; dominaron males de la naturaleza, practicaron la justicia, se curaron de enfermedades, pasaron por todo tipo de pruebas, penas en la cárcel… no consiguieron lo prometido. Dios tenía preparado algo mejor para nosotros, para que no llegaran sin nosotros a la perfección. No podrían ser hechos “perfectos-completos” hasta la muerte de Jesús.

 

   2.- El mundo no los merecía; el mundo no era digno de ellos: El mundo no es amigable con la gente de fe.

    Nosotros creyentes en Cristo queremos valorar el tiempo presente de gracia y salvación; ser testigos de manera colectiva, en comunidad sinodal, de la fe gozosa en Cristo resucitado.

    Testigos creíbles del Evangelio en la celebración comunitaria y festiva de la Eucaristía, en el testimonio de vida fraterna, especialmente con los más necesitados, en la formación continua de la fe; en la fidelidad a Cristo y a su Iglesia.

   Testigos en la misión de anunciar la alegría de vivir: amando la vida, cuidándola, apoyándola en cada persona porque Cristo ha resucitado.

 

    3.- El Evangelio describe a un hombre con un espíritu inmundo, que tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas. Andaba desnudo dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras.

    Ambiente de muerte y destrucción de violencia y de tormento; de autolesión y autodestrucción, enfrentándose a fuerzas físicas y poderes espirituales que buscan la destrucción de la persona. Esto nos muestra la profunda angustia, el dolor y tormento interior que aquel hombre sentía… vivía entre los muertos; presentaba claras tendencias suicidas; situación de opresión y muerte.

    El hombre pregunta: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? (conoce quien es Jesús)

   Jesús pregunta ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo. Es como si Jesús le dijera; cae en la cuenta de que tú no eres eso… eso es la ideología (de la legión de destrucción y muerte) y la sola presencia de Jesús lo saca de un mundo impuro (cerdos) y su pregunta hace que el espíritu salga y el sanado empiece a experimentar una vida nueva restaurada su libertad y dignidad (vestido) y en su sano juicio.

 

    4.- Cristo no es bienvenido por las ideologías de destrucción, locura y muerte, de injusticia y ceguera materialista. Le piden que se vaya.

    Y ahora es Jesús el que le pide al que ha sanado: Vete a tu casa, a los tuyos y anuncia lo que Dios ha hecho contigo por su misericordia.

    Cristo deseaba restaurar a este hombre social y familiarmente. El hogar debe ser el primer lugar donde el creyente debe dar evidencias de su nueva vida.

   Sigue el camino de Jesús; lucha contra ideologías de deshumanización, injusticia y locura, y colabora en todo lo que sea devolver la dignidad a las personas, hacer la vida más humana y anuncia el poder de la fe que es un gran camino para destruir ideologías, humanizar y dignificar la vida.

 

SAN BLAS, obispo y mártir



 

  Nació en Francia a principios del siglo IX y fue educado en el monasterio de Corbie. En el año 826 marchó a Dinamarca a predicar la fe cristiana, pero sin mucho fruto; en Suecia, en cambio, obtuvo mejores resultados. Fue elegido obispo de Hamburgo, y el papa Gregorio IV, después de confirmar su nombramiento, lo designó legado pontificio para Dinamarca y Suecia.

   Tuvo que enfrentarse a una serie de dificultades en su obra evangelizadora, pero todas las superó su fortaleza de ánimo. Murió en el año 865.

  Blas significa: "arma de la divinidad". (año 316) San Blas fue obispo de Sebaste, Armenia (al sur de Rusia).

  Al principio ejercía la medicina, y aprovechaba de la gran influencia que le daba su calidad de excelente médico, para hablarles a sus pacientes en favor de Jesucristo y de su santa religión, y conseguir así muchos adeptos para el cristianismo.

  Al conocer su gran santidad, el pueblo lo eligió obispo.

  Cuando estalló la persecución de Diocleciano, se fue San Blas a esconderse en una cueva de la montaña, y desde allí dirigía y animaba a los cristianos perseguidos y por la noche bajaba a escondidas a la ciudad a ayudarles y a socorrer y consolar a los que estaban en las cárceles, y a llevarles la Sagrada Eucaristía.

  Cuenta la tradición que a la cueva donde estaba escondido el santo, llegaban las fieras heridas o enfermas y él las curaba. Y que estos animales venían en gran cantidad a visitarlo cariñosamente. Pero un día él vio que por la cuesta arriba llegaban los cazadores del gobierno y entonces espantó a las fieras y las alejó y así las libró de ser víctimas de la cacería.

  Entonces los cazadores, en venganza, se lo llevaron preso. Su llegada a la ciudad fue una verdadera apoteosis, o paseo triunfal, pues todas las gentes, aun las que no pertenecían a nuestra religión, salieron a aclamarlo como un verdadero santo y un gran benefactor y amigo de todos.

  El gobernador le ofreció muchos regalos y ventajas temporales si dejaba la religión de Jesucristo y si se pasaba a la religión pagana, pero San Blas proclamó que él sería amigo de Jesús y de su santa religión hasta el último momento de su vida.

  Entonces fue apaleado brutalmente y le desgarraron con garfios su espalda. Pero durante todo este feroz martirio, el santo no profirió ni una sola queja. El rezaba por sus verdugos y para que todos los cristianos perseveraran en la fe.

  El gobernador, al ver que el santo no dejaba de proclamar su fe en Dios, decretó que le cortaran la cabeza. Y cuando lo llevaban hacia el sitio de su martirio iba bendiciendo por el camino a la inmensa multitud que lo miraba llena de admiración y su bendición obtenía la curación de muchos.

  Pero hubo una curación que entusiasmó mucho a todos. Una pobre mujer tenía a su hijito agonizando porque se le había atravesado una espina de pescado en la garganta. Corrió hacia un sitio por donde debía pasar el santo. Se arrodilló y le presentó al enfermito que se ahogaba. San Blas le colocó sus manos sobre la cabeza al niño y rezó por él. Inmediatamente la espina desapareció y el niñito recobró su salud. El pueblo lo aclamó entusiasmado.

  Le cortaron la cabeza (era el año 316). Y después de su muerte empezó a obtener muchos milagros de Dios en favor de los que le rezaban. Se hizo tan popular que en sólo Italia llegó a tener 35 templos dedicados a él. Su país, Armenia, se hizo cristiano pocos años después de su martirio.

    En la Edad Antigua era invocado como Patrono de los cazadores, y las gentes le tenían gran fe como eficaz protector contra las enfermedades de la garganta. El 3 de febrero bendecían dos velas en honor de San Blas y las colocaban en la garganta de las personas diciendo: "Por intercesión de San Blas, te libre Dios de los males de garganta". Cuando los niños se enfermaban de la garganta, las mamás repetían: "San Blas bendito, que se ahoga el angelito".

   A San Blas, tan amable y generoso, pidámosle que nos consiga de Dios la curación de las enfermedades corporales de la garganta, pero sobre todo que nos cure de aquella enfermedad espiritual de la garganta que consiste en hablar de todo lo que no se debe de hablar y en sentir miedo de hablar de nuestra santa religión y de nuestro amable Redentor, Jesucristo.

 

 

 

 

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