2 DE MAYO - LUNES -
6ª ~ SEMANA DE PASCUA
San Atanasio, obispo y doctor de la Iglesia
Evangelio
según san Juan 15, 26-16, 4a
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
“Cuando
venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad,
que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis
testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Os he hablado de esto, para que no se tambalee
vuestra fe. Os excomulgarán de la
sinagoga, más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte, pensará
que da culto a Dios. Y esto lo harán
porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he hablado de esto para que cuando llegue
la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho”.
1. Jesús
llega aquí al límite. Porque seguro que, a los testigos del Evangelio, los excomulgarán
de las sinagogas. Es decir, esos
testigos de Jesús tendrán que pasar por la dura vergüenza de verse expulsados
de los centros propios de la religión. Y,
lo que es más inconcebible, llegará el día en que a los testigos de Jesús se
les matará, se les quitará la vida, “pensando que así es cómo se le da culto a
Dios”.
Es, literalmente, la ofrenda cultual a
Dios, convertida en “culto asesino”. E l día del Corpus de 1534, el emperador
Francisco 1, presidió la procesión del Santísimo por las calles de París; y con
su propia mano fue prendiendo fuego a 25 hogueras en las que ardieron 25
herejes, para honrar así a su Divina Majestad.
Semejante perversión brutal, se da a
diario en pequeñas cosas cotidianas, con más frecuencia de lo que imaginamos.
2. La
pregunta que hay que hacerse, delante de Dios, es cómo se explica que el culto
a la divinidad se pueda convertir en un culto asesino contra la humanidad.
Esta perversión puede llegar a matar. Y ha llegado —y sigue llegando— a eso. Pero no hay que ir tan lejos. Con frecuencia, en ambientes religiosos se
cometen continuas agresiones contra las personas precisamente en nombre de
Dios, con la presunta autoridad que viene de Dios, y para honrar a Dios. ¿Qué explicación tiene eso? Por definición, “lo divino” es indeciblemente
superior a “lo humano”. Por eso, nada
tiene de extraño que nuestros intereses humanos, se camuflen bajo apariencia de
una pretendida o presunta condición divina, para justificar lo que no nos
atrevemos a reconocer en su auténtica realidad.
3. Estas
conductas camufladas son las que provocan que mucha gente se sienta insegura en
su fe, en su religiosidad o en su espiritualidad. Para eso necesitamos el
“Paraklétos”,
un término que el evangelio de Juan
utiliza para designar al Espíritu de Dios (14, 26; cf. 14, 16; 15, 26; 16,
7-11) (F. Porsch). Y que significa el “defensor”, el uabogado”.
El Espíritu no viene a este mundo para
elegir papas, designar cardenales, iluminar conductas turbias, etc. Nada de eso. El Espíritu viene al mundo como defensor de
los que buscan a Dios. Para defenderlos
de los engaños que el hecho religioso, en sí y por su propia condición, nos
inocula, como si se tratase de un virus que pervierte nuestras conductas, sin
que nos demos cuenta de las barbaridades que hacemos “en nombre de Dios”.
San Atanasio, obispo y doctor de la
Iglesia
Nació en
Egipto, Alejandría, en el año 295. Estudió derecho y teología. Se retiró por
algún tiempo a la vida solitaria, haciendo amistad con los ermitaños del
desierto. Regresando a la ciudad, se dedicó totalmente al servicio de Dios.
En su tiempo, Arrio, clérigo de Alejandría, propagaba la herejía
de que Cristo no era Dios por naturaleza. Para enfrentarlo se celebró el
primero de los ecuménicos, en Nicea, ciudad del Asia Menor. Atanasio, que era
entonces diácono, acompañó a este concilio a Alejandro, obispo de Alejandría.
Con doctrina recta y gran valor sostuvo la verdad católica y refutó a los
herejes. El concilió excomulgó a Arrio y condenó su doctrina arriana.
Pocos meses después de terminado el concilio murió san Alejandro
y Atanasio fue elegido patriarca de Alejandría. Los arrianos no dejaron de
perseguirlo hasta que lo desterraron de la ciudad e incluso de Oriente. Cuando
la autoridad civil quiso obligarlo a que recibiera de nuevo a Arrio en la
Iglesia a Arrio a pesar de que este se mantenía en la herejía, Atanasio,
cumpliendo con gran valor su deber, rechazó tal propuesta y perseveró en su
negativa, a pesar de que el emperador Constantino, en 336, lo desterró a
Tréveris.
Durante dos años permaneció Atanasio en esta ciudad, al cabo de
los cuales, al morir Constantino, pudo regresar a Alejandría entre el júbilo de
la población. Inmediatamente renovó con energía la lucha contra los arrianos y
por segunda vez, en 342, sufrió el destierro que lo condujo a Roma.
Ocho años más tarde se encontraba de nuevo en Alejandría con la
satisfacción de haber mantenido en alto la verdad de la doctrina católica. Pero
sus adversarios enviaron un batallón para prenderlo. Providencialmente, Atanasio
logró escapar y refugiarse en el desierto de Egipto, donde le dieron asilo
durante seis años los anacoretas, hasta que pudo volver a reintegrarse a su
sede episcopal; pero a los cuatros meses tuvo que huir de nuevo. Después de un
cuarto retorno, se vio obligado, en el año 362, a huir por quinta vez.
Finalmente, pasada aquella furia, pudo vivir en paz en su sede.
Falleció el
2 de mayo del año 373. Escribió numerosas obras.