9 DE ABRIL - SÁBADO -
2ª ~ SEMANA DE PASCUA
Stª Casilda, virgen
Evangelio
según san Juan 6, 16-21
Al
oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al lago, embarcaron y empezaron a
atravesar hacia Cafarnaúm. Era ya noche
cerrada y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte y el lago se iba
encrespando. Habían remado unos cinco o seis
kilómetros, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el
lago, y se asustaron. Pero él les dijo:
“Soy
yo, no temáis”.
Querían
recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra enseguida, en el sitio a donde
iban.
1. El
relato de la multiplicación de los panes, tal como lo cuenta Juan, termina diciendo
que la multitud, al ver el prodigio que había hecho Jesús (saciar el hambre de
tanta gente), quisieron proclamarlo rey inmediatamente. La respuesta de Jesús fue despedir a la gente
y quitarse de en medio, para irse a rezar solo. Jesús no quería poder político. Porque la solución radical no viene de los
“cargos de arriba”, sino de las “convicciones de abajo”.
2. Lo
que cambia el mundo no es la ciencia, no es la técnica, no es la economía...
Lo que
cambia el mundo son las convicciones de la gente. El que está convencido de una
cosa, la hace. Y si no la hace, es que
no está convencido. La ciencia, la tecnología,
la economía son fundamentales. Pero no
son lo determinante. Lo que cambia la
vida son las convicciones que tiene la gente. Porque “una convicción es una
regla de comportamiento; pero no el comportamiento determinado por la
costumbre” (Habermas).
Es el comportamiento que supera incluso
el fracaso ante la realidad (Ch. Peirce) y así se impone y muestra su
autenticidad. Aquí está el nudo y el
meollo del Evangelio. Y por eso el Evangelio
es más fuerte que todo lo demás.
3. Esto
no se hace sino por la fuerza de Jesús como “forma de vida” que determina nuestras
convicciones. Por eso Jesús, en la
oscuridad de la noche, tranquiliza a los asustados apóstoles con una afirmación
estremecedora: “Soy yo. No temáis”.
En la Iglesia se le teme a Jesús. Se prefiere al Señor de la Gloria. Por supuesto, Jesús asegura que nunca le
tengamos miedo a él. Pero esa afirmación va indeciblemente más lejos. En el evangelio de Juan, se repite, por lo
menos, 23 veces la afirmación de Jesús: “YO
SOY” (Jn 4,
26; 6, 20. 35.41.48. 51; 8, 12. 18.24. 28. 58; 9,7.9. 14; 11, 25; 13, 13; 14,
6; 15,
1. 5; 18, 5.
6. 8. 37 b). Esta afirmación es el
nombre de Dios revelado a Moisés (Ex 3,
14) (R. E. Brown). Pero no es una definición ontológica de Dios
(G. Von Rad). Expresa “cómo actúa” Dios, qué convicciones tiene Dios. Es el Dios que actúa liberando a su pueblo de
la esclavitud (Ex 3, 7-10). Eso es creer
en el Evangelio: actuar desde la convicción de que podemos liberar a los
esclavos. “No tengáis miedo”, nos dice
Jesús.
Vivid convencidos de que podéis liberar a
los hambrientos, a los que nadie quiere.
Stª Casilda, virgen
En el
cerro que domina el valle, en el santuario actual, descansan desde el 1750 las
reliquias de Santa Casilda, -"la virgen mora que vino de Toledo", muy
venerada en Burgos, en la urna, obra de Diego de Siloé, rematada por su propia
imagen yacente. El lugar ha sido centro de peregrinación durante siglos y no
deja de frecuentarlo la piedad de nuestros contemporáneos.
En torno a
santa Casilda todo lo que encontramos es incierto, confuso y contradictorio.
Pero su figura tiene el encanto de la sencillez y el sabor de lo heroico en el
amor. Cautivó al pueblo cristiano medieval y le animó a la fidelidad. Su propio
nombre -casida en árabe significa cantar- es como un verso con alas de canción.
Ni
siquiera se conoce con exactitud el nombre de su padre, rey moro de Toledo, al
que se nombra como Almacrin o Almamún. Sobre su condición, unos lo describen
como un sanguinario perseguidor de los cristianos, mientras que otros lo
presentan como apacible y bondadoso.
La
princesita mora tiene un natural abundante en clemencia y ternura. Rodeada de
todo tipo de comodidades y atenciones en la fastuosidad de la corte, no soporta
la aflicción de los desafortunados que están en las mazmorras. Siente una
especial piedad con los cautivos pobres y los intenta consolar llevándoles
viandas en el hondón de su falda. Un día, cuando realizaba esta labor
misericordiosa, fue sorprendida por su padre que le preguntó por lo que
transportaba, contestando ella que "rosas" y ¡rosas aparecieron al
extender la falda!
Quizá
fueron los mismos cautivos cristianos quienes, viendo lo recto de su conducta,
le hablaron de Cristo; posiblemente correspondieron a sus múltiples delicadezas
y dádivas de la mejor manera que podían, instruyéndola en la fe cristiana.
Pero,
aunque en su corazón era ya de Cristo, ¿cómo podría recibir ella el Bautismo
con los lazos tan fuertes del Islam que la rodeaban?
Comienza
una grave dolencia. El flujo de sangre aumenta y la ciencia médica de palacio
es incapaz de curarla. El Cielo le revela que encontrará remedio en las aguas
milagrosas de San Vicente, allá por la Castilla cristiana. Almamún prepara el
viaje de su hija con comitiva real. En Burgos recibe Casilda el Bautismo y
marcha luego a los lagos de San Vicente, junto al Buezo, cerca de Briviesca.
Recuperada la salud según se le dijo, decide consagrar a Cristo la virginidad
de su cuerpo milagrosamente curado y resuelve pasar el resto de sus días en la
soledad, dedicada a la oración y a la penitencia.
Murió de
muy avanzada edad, siendo sepultada en la misma ermita que ella mandó
construir. Pronto se convirtió en lugar de peregrinación. Cuentan que los
caminantes sintieron desde entonces su especial protección y las mujeres la
invocan contra el flujo de sangre, y hasta dicen que basta que una mujer pruebe
las aguas y eche una piedra al lago para tener asegurada la descendencia.
Se juntan la historia, la
imaginación del pueblo sencillo y la bruma del misterio en torno a la santa.
Resta aprender la lección del ejemplo. El amor a Cristo hace posible el trueque
del regalo propio de la corte morisca por la aspereza de una vida austera y
penitente.
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