19 DE ABRIL – MARTES -
4ª ~ SEMANA DE PASCUA
San León, IX, papa
Evangelio según san Juan 10, 22-30
En
aquel tiempo, se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del Templo.
Era
invierno y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos rodeándolo, le preguntaban:
“¿Hasta
cuándo nos vas a tener en suspenso? Si
tú eres el Mesías, dínoslo francamente”.
Jesús
les respondió:
“Os
lo he dicho y no creéis: las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan
testimonio de mi. Pero vosotros no
creéis, porque no sois ovejas mías. Mis
ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la
vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y
nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno”.
1. La
fiesta de la Dedicación del Templo, llamada fiesta de Hanukkah, que caía aproximadamente
en las fechas en que nosotros celebramos la Navidad, era el tiempo de más frío
en Jerusalén (cf. R. A. Brown). Lo que
se conmemoraba en esta fiesta era la consagración del altar y la nueva consagración
del Templo, que se hizo en tiempo de los Macabeos, en el 164 antes de Cristo. Era, pues, la fiesta del reconocimiento y
exaltación de “lo sagrado”, en contraposición a “lo profano”. Y era por eso el “punto de encuentro” de “lo
humano” con “lo divino”.
2. Jesús,
en este evangelio, establece el contraste, que marca la diferencia radical entre
el Evangelio y la religión. El centro de
la religión es el Templo (con el altar y lo sagrado, que lo determinan). El centro del Evangelio son “las obras” que
hacía Jesús.
¿De qué
“obras” se trataba?
3. El
término griego “ergon” (“obra”) significa, tanto en el N. T. como en el griego profano
(Aristófanes, Jenofonte, Epicteto), trabajo, tarea, de forma que la coordinación
entre “ergon” y “lógos” (“palabra”) (Josefo, Ant. XVII, 220) entraña la unidad
del comportamiento humano (2 Cor 10, 11; Col 3, 17; 1 Jn 3, 18).
Es la armonía de “lo que se dice” con “lo
que se hace”. Cuando “predicar” y “dar
trigo” coinciden y vienen a ser la misma cosa, entonces es cuando nuestra vida
es exactamente como la de Jesús. Esto ya
es importante. Pero lo más fuerte, que
hay en este relato, es que Jesús afirmó
allí, en el mismo lugar santo, que el centro de la religión ya no es el Templo (con
su altar y sus ceremonias), sino la vida, toda nuestra vida. Pero a condición
de que en nuestra vida coincidan las palabras con los hechos, lo que decimos y
lo que hacemos. De ahí, la gran pregunta: ¿cuándo nos atreveremos a decir y predicar
sola y únicamente, aquello que hacemos, lo que vivimos y cómo vivimos? Ese día sobrarán los templos. Porque toda la
vida será la imponente catedral de la bondad, la justicia, la honradez. La
armonía, la felicidad. El sueño de nuestros anhelos hecho realidad.
San León, IX, papa
San León
IX nació en 1002 en Alsacia, que formaba entonces parte del Sacro Romano
Imperio. A los cinco años, Bruno, como se llamaba el futuro León IX, fue a
estudiar a la escuela de Bertoldo, Obispo de Toul. En ella empezó a mostrar su
talento excepcional. Terminados sus estudios, fue nombrado canónigo de la
iglesia de San Esteban de Toul. Cuando el obispo de Toul murió fue elegido por
el pueblo para que le sucediese. El día de la Ascención en 1027, Bruno fue
consagrado y gobernó la diócesis durante veinte años, introduciendo una
disciplina más estricta entre su clero tanto secular como regular, logrando así
reavivar la disciplina y el fervor de los grandes monasterios de su diócesis e
introdujo en ella la reforma de Cluny. En 1048 fue nombrado sucesor del Papa
Dámaso II, tomando el nombre de León IX. Durante su pontificado luchó
fuertemente contra la simonía y lanzó severos decretos contra la decadencia del
celibato eclesiástico. Asimismo, ayudó a promover entre el clero de Roma la
vida comunitaria, así como la predicación y el canto sagrado. Murió el 19 de
abril de 1054.
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