lunes, 4 de abril de 2016

PÁRATE UN MOMENTO: EVANGELIO DEL DÍA 5 DE ABRIL - MARTES - San Vicente Ferrer, presbítero





5 DE ABRIL  - MARTES -
2ª ~ SEMANA DE PASCUA
San Vicente Ferrer, presbítero

       Evangelio según san Juan, 3, 5a-7b-15
            
       En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:        “Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.
       Nicodemo le preguntó:
       “¿Cómo puede suceder eso?”.
        Le contestó Jesús:
       “Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes?  Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos, de lo que hemos visto damos testimonio.  Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo?  Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre”.

       1.   Nicodemo era un fariseo y dirigente de la religión de Israel.  Sin duda, era un hombre de buena voluntad, que buscaba el bien.  Y por eso, porque era, al mismo tiempo, dirigente religioso y hombre que quería ir por la vida haciendo el bien, lo más probable es que se veía a sí mismo como un hombre contradictorio.  Un hombre que predicaba una cosa y hacía en su vida lo contrario.  En las altas esferas del poder religioso, armonizar el “poder” y la “bondad” no debe ser cosa fácil.

       2.   Y lo más complicado de todo sería seguramente vivir en libertad y hacer lo que uno piensa que puede y debe hacer.  De ahí que Nicodemo no fuera un hombre libre.  Por eso fue en busca de Jesús.  Pero fue a ver a Jesús cuando era de noche (Jn3, 2).
       Ir a ver a alguien en la oscuridad de la noche significa hacer eso en la clandestinidad, ocultamente, como el que hace algo malo.
       ¡Qué distinto este encuentro con Jesús de los numerosos encuentros de la gente sencilla, que buscaba a Jesús!  Los enfermos, los pobres, los pecadores… , estas gentes no acudían de noche a ver a Jesús.  Lo buscaban incluso cuando estaba prohibidos como cuenta el evangelio de Lucas a propósito de los enfermos que le buscaban hasta en sábado (Lc 13, 14).

       3.   Por eso Jesús le dice a Nicodemo que tiene que nacer otra vez, nacer “de nuevo”.
O sea, tiene que romper con todo el lastre de miedos y esclavitudes, que le ha impuesto la religión y el cargo que tiene en ella.  Y tiene que dejarse llevar por “el viento”, que es el “espíritu”, el pneuma, que es libertad.  
       ¿Quién puede atar el viento? ¿Quién puede dirigirlo?  ¿Quién le puede poner puertas, no al campo, sino al viento del cielo?  Así tiene que ser el que “nace de lo alto”. ¿Por qué nos da tanta seguridad, tanta tranquilidad y tanta confianza la cadena que nos ata a la norma, a la costumbre, a lo que hacen los que mandan...?
        Mientras andemos en esas y con esas, ni nos enteramos de lo que nos dice el Evangelio, ni conocemos a Jesús, ni sabemos a dónde vamos por la vida.  Jesús nos quiere libres como el viento.  Así, solamente así, seremos “hombres y mujeres de espíritu”.

San Vicente Ferrer, presbítero


Nació en 1350 en Valencia, España. Sus padres le inculcaron desde muy pequeñito una fervorosa devoción hacia Jesucristo y a la Virgen María y un gran amor por los pobres, a quienes repartía significativas limosnas que la familia acostumbraba dar.
Ingresó a la comunidad de Padres Dominicos y, por su gran inteligencia, a los 21 años ya era profesor de filosofía en la universidad. Siendo diácono lo mandaron a predicar a Barcelona, ciudad que estaba atravesando por un período de hambre ya que los barcos con alimentos no llegaban desde hace varias semanas.
San Vicente estaba muy angustiado porque la Iglesia Católica estaba dividida entre dos Papas y existía mucha desunión. Estas constantes preocupaciones mortificaron y enfermaron peligrosamente al santo; pero una noche, por revelación divina, descubrió que su misión era la de predicar el Evangelio por ciudades, pueblos, campos y países. El santo recuperó inmediatamente la salud, y durante 30 años recorrió el norte de España, el sur de Francia, el norte de Italia, y Suiza, predicando incansablemente, con enormes frutos espirituales, ya que los primeros en convertirse fueron judíos y moros.
San Vicente fustigaba sin miedo las malas costumbres, que son la causa de tantos males e invitaba incesantemente a recibir los santos sacramentos de la confesión y de la comunión.
Los milagros acompañaron a San Vicente en toda su predicación, siendo el don de las lenguas el primordial y básico para su misión de evangelizar las ciudades y pueblos. El santo se mantuvo humilde y sencillo a pesar de la gran fama y popularidad alcanzada por sus predicaciones en varios países. Los últimos años, acechado por varias dolencias y enfermedades, sus predicaciones mantenían esa fuerza, vigor y entusiasmo que lo caracterizaron en el anuncio del Evangelio.
Murió en plena actividad misionera, el Miércoles de Ceniza, 5 de abril del año 1419. Fue canonizado en 1455.




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