27 DE ABRIL - MIÉRCOLES –C
5ª ~ SEMANA DE PASCUA
Santa Zita, virgen
Evangelio
según san Juan 15, 1-8
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
“Yo
soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto, lo arranca
y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras
que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por si, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros
si no permanecéis en mí. Yo soy la
vid, vosotros los sarmientos: el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante
porque sin mí no podéis hacer nada. Al que
no permanece en mi, lo tiran fuera como el sarmiento, y se seca: luego los
recogen y los echan al fuego, y arden. Si
permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que
deseáis, y se realizará. Con esto recibe
gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos”.
1. La
vida se mantiene y subsiste porque la tierra produce “frutos”. Por eso hay una correlación
necesaria, indispensable, entre los “frutos” y la “vida”. De manera que, como explica Jesús en el sermón
del monte, por el fruto se ve la autenticidad del árbol o de la planta (Mt 7, 16
par; Lc 6, 44; Mt 7, 17...), lo que es acentuado por el mismo Jesús, en Mt 7,
21 ss.
La calidad de cada persona se ve por los
resultados que produce en su vida. Hay
gente que se pasa la vida consumiendo los frutos que otros producen. Como hay personas que rinden más de lo que
uno se puede imaginar. La insistencia del N. T. en el tema de los “frutos” es
la prueba más clara de que el centro del cristianismo está en la vida, ante
todo, en “esta vida”.
2. Con
frecuencia, lo que dice Jesús sobre la vid y los sarmientos, con el fruto que se
ha de esperar, se aplica a la vida espiritual, la gracia santificante o a otros
temas teológicos, que son sin duda importantes y a los que nunca prestaremos la
debida atención. Pero hay algo previo a
todo eso que nunca deberíamos olvidar. Se
trata de la “productividad” en el trabajo, en la vida en general. Es conocido el tema de Max Weber cuando
explica cómo la propia “profesión” se debe vivir como la “vocación” a la que
Dios llama a cada cual. Está fuera de
duda que los países del Norte de Europa, de matriz protestante, han fomentado
una religiosidad que les ha llevado a entender la propia profesión como la
vocación, mientras que los países del Sur de Europa, más condicionados por la
tradición católica, han derivado la religiosidad hacia las prácticas de piedad
y ritos sacramentales. El resultado ha
sido el contraste entre la riqueza de los países del Norte y la pobreza de los
países del Sur. Las consecuencias que
estamos palpando en la actual crisis económica están a la vista de todos.
3. Sin
duda alguna, tenemos que repensar cómo y hasta qué punto nuestra fe cristiana
influye en nuestra productividad, en los frutos que damos, para que este mundo
sea más habitable y en él haya menos sufrimiento.
La
responsabilidad laboral, profesional, ciudadana, hasta en la honradez de
nuestra ética económica, todo eso, entra de lleno en la meditación de la vid y
los sarmientos. Una persona que no se
afana por hacer este mundo más habitable, más rico para todos, más igualitario,
más abundante, no puede ser un creyente en Jesús.
Santa Zita, virgen
Patrona de
las sirvientas domésticas.
Santa Zita nació en Lucca, Italia, en 1218, de una familia
campesina pobre, pero muy piadosa.
A los 12 años, a causa de la pobreza de la familia tuvo que
emplearse de sirvienta en una familia rica. Para mantener a su familia, a los
doce años de edad se hizo sirvienta de los Fatinelli, una familia rica de
Lucca, y les sirvió el resto de su vida, por 48 años.
Desde pequeña demostró un gran amor para con todos, especialmente
los pobres y abandonados. Esto no agradaba mucho a la familia Fatinelli. Pero
el Señor intervino. En una ocasión, Zita fue a servir a un necesitado dejando
momentáneamente su trabajo en la cocina. Otros sirvientes se lo dijeron a la
familia Fatinelli, pero cuando ésta fue a la cocina a investigar encontró a
ángeles haciendo su trabajo. Desde aquel día le permitieron más libertad para
servir a los pobres. No por eso cesaron las burlas y los ataques de los otros
sirvientes.
Una vez que el hambre azotó la ciudad, Zita tenía la costumbre de
repartir todo lo suyo, incluso su comida, con los pobres. Pero la necesidad era
muy grande, por lo que repartió la despensa de granos de la familia con los
pobres. Cuando la familia fue a investigar encontró la despensa repleta. Fueron
muchos los incidentes milagrosos de su vida. Cuando le quedaba un día libre, lo
empleaba en visitar pobres, enfermos y presos, en ayudar a los condenados a
muerte.
Estuvo 48 años de sirvienta, demostrando que en cualquier oficio y
profesión que sea del agrado de Dios, se puede llegar a una gran santidad.
Zita tenía particular devoción por los prisioneros condenados a
muerte.
Murió el 27 de abril de 1278, a los 60 años, e inmediatamente su
culto se propagó especialmente en Palermo, Sicilia, otras partes de Italia e
Inglaterra.
Fueron tantos los milagros que se obraron por su intercesión que
el Papa Inocencio XII la declaró santa en 1696.
No hay comentarios:
Publicar un comentario