martes, 26 de abril de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 27 DE ABRIL - MIÉRCOLES –C 5ª ~ SEMANA DE PASCUA Santa Zita, virgen




27 DE ABRIL - MIÉRCOLES –C
5ª ~ SEMANA DE PASCUA
Santa Zita, virgen


       
        Evangelio según san Juan 15, 1-8

       En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
       “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador.  A todo sarmiento mío que no da fruto, lo arranca y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.  Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros.  Como el sarmiento no puede dar fruto por si,  si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.      Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante porque sin mí no podéis hacer nada.  Al que no permanece en mi, lo tiran fuera como el sarmiento, y se seca: luego los recogen y los echan al fuego, y arden.  Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseáis, y se realizará.  Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos”.

       1.   La vida se mantiene y subsiste porque la tierra produce “frutos”. Por eso hay una correlación necesaria, indispensable, entre los “frutos” y la “vida”.  De manera que, como explica Jesús en el sermón del monte, por el fruto se ve la autenticidad del árbol o de la planta (Mt 7, 16 par; Lc 6, 44; Mt 7, 17...), lo que es acentuado por el mismo Jesús, en Mt 7, 21 ss.  
       La calidad de cada persona se ve por los resultados que produce en su vida.  Hay gente que se pasa la vida consumiendo los frutos que otros producen.  Como hay personas que rinden más de lo que uno se puede imaginar. La insistencia del N. T. en el tema de los “frutos” es la prueba más clara de que el centro del cristianismo está en la vida, ante todo, en “esta vida”.

       2.   Con frecuencia, lo que dice Jesús sobre la vid y los sarmientos, con el fruto que se ha de esperar, se aplica a la vida espiritual, la gracia santificante o a otros temas teológicos, que son sin duda importantes y a los que nunca prestaremos la debida atención.  Pero hay algo previo a todo eso que nunca deberíamos olvidar.  Se trata de la “productividad” en el trabajo, en la vida en general.  Es conocido el tema de Max Weber cuando explica cómo la propia “profesión” se debe vivir como la “vocación” a la que Dios llama a cada cual.  Está fuera de duda que los países del Norte de Europa, de matriz protestante, han fomentado una religiosidad que les ha llevado a entender la propia profesión como la vocación, mientras que los países del Sur de Europa, más condicionados por la tradición católica, han derivado la religiosidad hacia las prácticas de piedad y ritos sacramentales.  El resultado ha sido el contraste entre la riqueza de los países del Norte y la pobreza de los países del Sur.  Las consecuencias que estamos palpando en la actual crisis económica están a la vista de todos.
      
       3.   Sin duda alguna, tenemos que repensar cómo y hasta qué punto nuestra fe cristiana influye en nuestra productividad, en los frutos que damos, para que este mundo sea más habitable y en él haya menos sufrimiento.
        La responsabilidad laboral, profesional, ciudadana, hasta en la honradez de nuestra ética económica, todo eso, entra de lleno en la meditación de la vid y los sarmientos.  Una persona que no se afana por hacer este mundo más habitable, más rico para todos, más igualitario, más abundante, no puede ser un creyente en Jesús.

Santa Zita, virgen

                                     Patrona de las sirvientas domésticas.

Santa Zita nació en Lucca, Italia, en 1218, de una familia campesina pobre, pero muy piadosa.
A los 12 años, a causa de la pobreza de la familia tuvo que emplearse de sirvienta en una familia rica. Para mantener a su familia, a los doce años de edad se hizo sirvienta de los Fatinelli, una familia rica de Lucca, y les sirvió el resto de su vida, por 48 años.
Desde pequeña demostró un gran amor para con todos, especialmente los pobres y abandonados. Esto no agradaba mucho a la familia Fatinelli. Pero el Señor intervino. En una ocasión, Zita fue a servir a un necesitado dejando momentáneamente su trabajo en la cocina. Otros sirvientes se lo dijeron a la familia Fatinelli, pero cuando ésta fue a la cocina a investigar encontró a ángeles haciendo su trabajo. Desde aquel día le permitieron más libertad para servir a los pobres. No por eso cesaron las burlas y los ataques de los otros sirvientes.
Una vez que el hambre azotó la ciudad, Zita tenía la costumbre de repartir todo lo suyo, incluso su comida, con los pobres. Pero la necesidad era muy grande, por lo que repartió la despensa de granos de la familia con los pobres. Cuando la familia fue a investigar encontró la despensa repleta. Fueron muchos los incidentes milagrosos de su vida. Cuando le quedaba un día libre, lo empleaba en visitar pobres, enfermos y presos, en ayudar a los condenados a muerte.
Estuvo 48 años de sirvienta, demostrando que en cualquier oficio y profesión que sea del agrado de Dios, se puede llegar a una gran santidad.
Zita tenía particular devoción por los prisioneros condenados a muerte.
Murió el 27 de abril de 1278, a los 60 años, e inmediatamente su culto se propagó especialmente en Palermo, Sicilia, otras partes de Italia e Inglaterra.
Fueron tantos los milagros que se obraron por su intercesión que el Papa Inocencio XII la declaró santa en 1696.



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