viernes, 15 de abril de 2016

Párate un momento: Evangelio del día 16 DE ABRIL – SÁBADO – Santa Engracia y compañeros mártires.




16 DE ABRIL – SÁBADO –
3ª – SEMANA DE PASCUA –
Santa Engracia y compañeros mártires.

       Evangelio según san Juan 6,60-69

       En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús al oírlo, dijeron:
       “Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?”
       Advirtiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban les dijo:
       “¿Esto os hace vacilar?  ¿Y si vierais al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes?  El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada.  Las palabras que os he dicho son espíritu y vida.  Y con todo, algunos de vosotros no creen”.
       (Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar).  Y dijo:
       “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede”.        Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.  Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?”
       Simón Pedro le contestó:
       “Señor, ¿a quién vamos a acudir?  Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”.

       1.   Quizá lo más iluminador, para entender este evangelio, es tener presente que una cosa es “el hecho” de la presencia de Jesús en la eucaristía; y otra cosa es “la explicación” de ese hecho que se ha intentado dar en la historia de la Iglesia.
       El hecho de la presencia no se ha puesto nunca en duda entre los cristianos.  Es decir, nunca se ha cuestionado que, en el pan de la eucaristía, está presente Jesús.
       Otra cosa es explicar cómo se debe entender esa presencia.  
       Esta presencia se ha explicado desde diversos puntos de visto.  Y aquí es donde se han presentado las dificultades y las discusiones teológicas.
      
       2.   parece lógico afirmar que muchos de los oyentes de Jesús, en la sinagoga de Cafarnaúm, pensaron que Jesús estaba diciendo que “se lo tenían que comer”, en el sentido más material y burdo de esa expresión.
       Es evidente que Jesús no quiso decir eso. Además, es importante saber que, en la larga historia de los diez primeros siglos de la Iglesia, no hubo ni una controversia seria sobre este asunto.  Y eso que, como sabemos, en aquellos siglos existió una gran diversidad y libertad entre los autores cristianos más reconocidos cuando explican al pueblo cómo está Jesús en el pan eucarístico.
       Por ejemplo, es seguro que, hoy en día, la Congregación de la Doctrina de la Fe pondría muy serios reparos para admitir las explicaciones que san Agustín daba, en sus catequesis o al comentar el evangelio de Juan, sobre la eucaristía.  Hoy, el lenguaje de san Agustín sobre la presencia de Cristo en la eucaristía sería un escándalo.

       3.   Y es que los autores de aquellos tiempos utilizaban el lenguaje “simbólico” de
Platón.  Mientras que, a partir del s. XI, se empezó a utilizar el pensamiento metafísico de Aristóteles.  De ahí que, ya en el s. IX, cuando un monje de las Galias, Pascasio Radberto, se puso a decir que, al comulgar, nos comemos la misma carne que nació de María o que murió en la cruz, aquello fue motivo de escándalo.
El obispo de Maguncia, al enterarse, dijo que jamás había oído semejante disparate.  Estas discusiones arreciaron en el s. Xl, con Berengario de Tours. Hasta que el concilio de
Trento, al rechazar la doctrina de Lutero, definió que la presencia de Cristo en la eucaristía es verdadera, real y sustancial.  En definitiva, Jesús está en la eucaristía. Y, al comulgar, nos unimos a él.  A su vida y su proyecto.  Esto es lo fundamental.

Santa Engracia y compañeros mártires.

Portuguesa, nació en Braga, hacia el año 284. De familia noble, la fama de su belleza y virtud, llegó hasta la Galia Narbonense, cuyo jefe militar la solicitó por esposa. Emprendió el camino hacia la Galia, pero se detuvo en Zaragoza en los días en que el gobernador Daciano se ensañaba con los cristianos.
Engracia osó presentarse ante él para reprocharle su crueldad. Daciano dio orden de prenderla y la sometió a un martirio muy cruel, en el año †304. patrona de Zaragoza- y sus compañeros fueron al martirio en el año 304. Era ella una noble joven que visitaba a Zaragoza procedente de otras tierras. Por su fidelidad a Cristo sufrió grandes torturas.
La azotaron asida a una columna, fue arrastrada por la ciudad atada a la cola de un caballo y por fin le hincaron un garfio de hierro en la frente. El cuerpo de la Santa fue sepultado honrosamente en una urna de mármol y los dieciocho compañeros fueron puestos en un sepulcro contiguo. Junto a la basílica que se construyó en este lugar para honrar a los mártires, se fundó un monasterio en el 592 A.D.
Aquí estudió San Eugenio y San Braulio fundó su "escuela episcopal". El rey de Aragón, Juan II agradeció a la santa por su exitosa operación de cataratas y como agradecimiento construyó el Monasterio de Santa María de las Santas Masas. Esta es la segunda iglesia de Zaragoza, después de la Basílica del Pilar.

En ella se conservó el culto a pesar de la dominación musulmana.  En 1389, al excavar una zanja, se descubrieron nuevamente los sagrados enterramientos con los restos de los santos mencionados y muchos otros. Los ejércitos de Napoleón invadieron desde Francia causando la destrucción del monasterio, pero no pudo destruir la veneración a los mártires que siguen victoriosos su misión de ser testigos ejemplares de la vida cristiana.

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