domingo, 3 de abril de 2016

Párate un momento: Evangelio del dia 4 de Abril – Lunes – Solemnidad de la Anunciación del Señor




4 de Abril – Lunes –
Solemnidad de la Anunciación del Señor

Primera lectura Isaías 7, 1O-14; 8,1O

       En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: “Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo”.  
       Respondió Acaz:
       “No la pido, no quiero tentar al Señor”.        Entonces dijo Dios:
       “Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios?  Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”.

Salmo 39

       Aquí estoy, Señor, para hacer tu  
       voluntad.  R/

•  Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído;
    no pides sacrificio expiatorio,
           entonces yo digo: “Aquí estoy”. R/

  “Como está escrito en mi libro
    para hacer tu voluntad”.
    Dios mío, lo quiero,
           y llevo en las entrañas.  R/

·     He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
           no he cerrado los labios: Señor, tú lo                                                                     sabes.  R/

·     No me he guardado en el pecho tu                                                                defensa,
no he negado tu misericordia
y tu lealtad ante la gran asamblea.

       Segunda Lectura: Hebreos, 10, 4-10

       Hermanos es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.  Por eso, cuando  Cristo entró en el mundo dijo:
       “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias.  Entonces yo dije lo que esta escrito en el libro: «Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad»”.   
       Primero dice:
       “No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni victimas expiatorias”, que se ofrecen según la Ley.  
       Después  añade:
       “Aquí estoy yo para hacer tu voluntad”.        Niega lo primero para afirmar lo segundo.
       Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

       Evangelio según san Lucas 1, 26-38

       A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
       El ángel, entrando en su presencia, dijo:
       “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”.
       Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
       El ángel le dijo:
       “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.
       Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.  Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.
       Y María dijo al ángel:
       “¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?”.
       El ángel le contestó:
       “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
       Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible”.
       María contestó:
       “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.
       Y la dejó el ángel.

1.   La “Anunciación del Señor” representa un misterio tan profundo, que no es comprensible si no se tiene en cuenta que Dios es Dios porque es el Trascendente.  Ahora bien, la trascendencia no significa simplemente que Dios es “infinitamente superior” al ser humano.  Significa propiamente que Dios es “incomunicable” a nosotros,  “de un orden absolutamente otro”  a todo cuanto los mortales podemos alcanzar (Sophie Nordmann).
       Esto supuesto, nosotros podemos conocer a Dios y relacionarnos con  Él porque Dios, al “encarnarse” (Jn 1, 14) en un ser humano, Jesús, se no ha dado a conocer. Esto es lo que nos enseña la “Anunciación del Señor”.

       2.   Todo esto significa que el hijo de María, Jesús, no es una mera “representación” de Dios, sino que en Jesús vemos, oímos y tocamos a Dios mismo, como les dijo Jesús a sus discípulos (Jn 14, 8-11).  Por eso Jesús pudo decir que su relación con el Padre es enteramente única y exclusiva (Mt 11, 27).      Desde este punto de vista, se puede asegurar que la presencia de Jesús es el hecho más profundo y revolucionario que los humanos podemos imaginar.  Jesús es la revelación de Dios y la presencia de Dios entre los humanos.

       3.   Pero todo esto nos viene a decir también que el Evangelio, y su presencia entre nosotros a lo largo de los siglos, no es propiamente hablando una religión más.  El Evangelio es el gran relato de la presencia de Dios y del encuentro con Dios, vivido en un ser humano y divino a la vez, en cuanto que su vida humana es, para nosotros, el encuentro con Dios.
       Lo que Jesús nos dejó no es una “religión”, sino que es un “proyecto de vida”.
       La vida que llevó Jesús es la vida que hemos de llevar nosotros, si es que queremos encontrar a Dios.



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