miércoles, 13 de abril de 2016

Párate un momento: Evangelio del día 14 DE ABRIL – JUEVES – San Lamberto, obispo





14 DE ABRIL – JUEVES –
3ª - SEMANA DE PASCUA
San Lamberto, obispo

       Evangelio según san Juan 6, 44-51

       En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:        “Nadie puede venir a mi, sino lo trae el Padre que me ha enviado.  Y yo lo resucitaré el último día.  Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”.      Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí.  No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que viene de Dios: ese ha visto al Padre.
       Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.  Yo soy el pan de la vida.  Vuestros padres comieron en el desierto el maná, y murieron: este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre.  Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”.

       1.   Para empezar a entender este texto, se ha de tener en cuenta, ante todo, la diferencia radical que Jesús establece entre “lo trascendente” (Dios)  y “lo inmanente” (el ser humano).  
       Pero “lo trascendente” no es “lo infinitamente superior”, sino simplemente “lo incomunicable”, lo que es y pertenece a un orden de realidad absolutamente distinto (S. Nordmann).  Por eso Jesús afirma que “nadie ha visto a Dios”(Jn 6, 46; 1, 18).
       0 sea, Dios no es, ni puede ser, objeto de nuestro conocimiento.  Los humanos no podemos conocer si no es “objetivando” o (utilizando otra palabra) “tematizando”.
       Lo que puede ser objeto o tema de nuestro conocimiento, eso es lo que podemos conocer. Lo que no es “objetivable” o “tematizable”, no puede entrar en nuestra cabeza, en nuestro entendimiento.  Pero Dios no es ni un “objeto”, ni un “tema” que puede caber en nuestra cabeza.  Es decir, Dios “solo puede ser intuido y simbólicamente afirmado” (Juan A. Estrada; J. L. Morrison; J. D. Caputo; 1. y. Dalferth).
       2.   Lo que nosotros podemos conocer de Dios son las “representaciones” de él que nos presentan las religiones.
       Dios se ha representado en los Cielos, los montes, los árboles, los mitos...  En el cristianismo, la “imagen de Dios” (Col 1, 15), la “representación de Dios” (1-leb 1, 3), el “conocimiento de Dios” (Mt 11, 27) es en Jesús.    Sabemos de Dios y encontramos a Dios en Jesús.  Por eso, solo el Padre es quien puede “traer” a los humanos a Jesús (Jn 6, 44).

       3.   Pero lo sorprendente y lo genial está en que esa “representación”, esa “imagen” y ese “conocimiento” de Dios lo encontramos en un ser humano, Jesús.  Y, en cuanto que Jesús es la realización plena de lo humano, resulta que es en lo verdaderamente humano donde vemos a Dios y encontramos a Dios.
       Así, se entiende la extraña afirmación: “El pan que yo daré es mi carne”.  En “lo más humano” de Jesús encontramos “lo más divino”, el Templo de Dios, la Ley de Dios, a Dios mismo.  Y, por eso, en Jesús encontramos lo que Dios quiere de nosotros.

San Lamberto, obispo

San Lamberto Nació en Maastrich, Holanda, y llegó a brillar en los campos de batalla, pero luego siguió la vocación que el Señor le inspiró y se ordenó sacerdote.
         Más tarde fue obispo de su ciudad natal. Gozó de estrecha amistad con el rey Childerico II, rey de Austrasia; pero, asesinado este monarca en 673, San Lamberto fue depuesto y expulsado de la sede por su sucesor, quien puso en el obispado a un hombre malvado e ignorante, Faramondo. Se retiró entonces a la abadía de Stavelot, en Bélgica. Allí vivió durante siete años tan humilde, obediente y fervoroso como un joven novicio.
        A la muerte de Ebronio Pepino de Heristal le fue a buscar para volverle a su sede. Este príncipe débil se amancebó con Alpayda y el obispo le reprendió su pecado. La depravada hembra se deshizo del santo valiéndose de Dodón, que asesinó al obispo de Maestricht en 696.
        En el lugar de su martirio se construyó una iglesia, y Leija, que no era más que una aldea, se convirtió en una ciudad importante por el influjo de peregrinos. Hoy día, ciento cuarenta iglesias belgas llevan su nombre



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