29 de Abril ~ VIERNES ~
5ª ~ SEMANA DE PASCUA ~ C
Santa Catalina de Siena, patrona de Europa
Evangelio
según san Juan 15,12-17
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Este
es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie
tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo
os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su
Señor; a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo
he dado a conocer. No sois vosotros los
que me habéis elegido, soy yo quien os ha elegido, y os he destinado para que vayáis
y deis fruto, y vuestro fruto dure. De
modo que lo que le pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé.
Esto
os mando:
que
os améis unos a otros”.
1. Este
evangelio es la continuación inmediata del anterior. No solo porque está
(en el texto
de Juan) inmediatamente después. Sino sobre todo porque es la aplicación (y la
consecuencia) que el mismo Jesús deduce de lo que ha dicho antes.
En el evangelio de ayer veíamos que Jesús
afirma su cualidad, única e irrepetible, de ser, él mismo, el revelador de
Dios. Allí nos dice Jesús “cómo” es
Dios. Ahora nos explica “lo que” Dios
quiere de nosotros. Y lo que Dios quiere
—lo único que quiere— es que nos amemos, como Jesús nos amó.
Esta insistencia en el cariño mutuo es la
prueba más clara de la importancia central que Jesús le concede a este asunto.
Jesús no habló nunca de temas que han
cobrado una importancia enorme en la Iglesia: la obediencia al papa y a los
obispos, la observancia de los rituales y ceremonias, la ortodoxia en las
creencias y doctrinas teológicas, la honestidad en las buenas costumbres.
Todo eso es secundario. Lo central entre
los humanos es lo único que es central en Dios y en Jesús: el cariño mutuo, la
bondad sin límites, el respeto y la tolerancia con todos. Sin eso no puede haber amor.
2. Es
fácil, es incluso necesario, amar a quien nos quiere o simplemente a quien nos
cae bien y con quien sintonizamos espontáneamente.
Lo duro, lo difícil, es amar al “otro sin
más”. Es decir, querer al que me resulta indiferente y no digamos si me es
desagradable, insoportable.
Por no hablar de los casos límite en que
se trata de amar al que me odia y me ha hecho mucho daño.
En estos casos nos preguntamos: ¿qué es
amar a los demás? ¿Puedo yo querer al
que sé que no me quiere? ¿Puedo tener
amor al que sé que me tiene odio y habla mal de mí o me desprecia?
Este es el problema.
3. No
es fácil saber si esto tiene solución. Una solución que nos tranquilice en la
conciencia. Por lo menos, hay algunas
cosas que, en cualquier caso, se deberían tener muy claras. Y además nos pueden ayudar:
1) Nunca odiar a nadie. 2) Amar no es necesaria mente tener
sentimientos de sintonía, simpatía, complacencia en la otra persona. 3) Amar es respetar. 4) Amar es tolerar en los demás. 5) Amar es ser transparente, es decir, proceder
siempre con claridad. 6) Amar es
ayudar, si es que eso está a mi alcance.
7) Amar es actuar de forma que el otro pueda estar seguro de que yo
nunca le haré daño, de la forma que sea.
Estas siete cosas las podemos hacer
todos. Y con todos.
Santa Catalina de Siena, patrona de
Europa
Catalina
Benincasa nace en Siena, Italia, el 25 de Marzo de 1347, hija de Jacomo
Benincasa y Lapa Santa Catalina de SienaPiacenti, penúltima de veinticinco
hermanos. En 1364, a los diecisiete años, se incorpora a la Orden de
Predicadores abrazando la profesión de los consejos evangélicos en el mundo,
según el espíritu de Santo Domingo.
Toma conciencia de que la contemplación en soledad es estéril si
no se abre a Dios y al prójimo y opta por una soledad interior fecunda, guiada
por los pasos de la Pasión de Cristo. Cristo crucificado la esclarece los
caminos y la impulsa al amor a los pobres y enfermos. Así sirve con cariño y
constancia a dos mujeres, una leprosa y otra apestada que, en lugar de
agradecer a Dios los beneficios, se dedican a difamarla.
Crea un grupo de reflexión: "la bella brigata",
compuesto por amigos, laicos y hermanos predicadores. Entre ellos hay notables,
pintores, nobles. En el grupo se confrontan las grandes tendencias de la época
con el Evangelio de Jesucristo y se especifican compromisos; porque, según
Catalina, "el hombre no vive de flores, sino de frutos". Ella viene a
ser la guía espiritual y la "mamma".
Escribe al
Papa Gregorio XI, a eclesiásticos, religiosos, religiosas, y a muchos laicos,
entre ellos al rey de Francia, a la reina de Nápoles, a príncipes y a diversas
autoridades. Autora de importantes obras de espiritualidad, corona su
producción literaria con el "Diálogo", las "Oraciones" y
las "Cartas".
Su tiempo se caracteriza por rencores y convulsiones políticas.
Pero Catalina une a su contemplación en el mundo, una gran destreza para las
negociaciones políticas y un talento de hombre de estado.
En 1376, a sus 29 años, los florentinos la nombran embajadora ante
el Papa, y por eso emprende viaje a Avignón. Se entrevista con Gregorio XI y consigue
la reconciliación de la República de Florencia con la Santa Sede. En seguida
intenta persuadir al Papa para que retorne a Roma. Lo logra meses después , en
enero de 1377. Cuando el Papa entre en Roma, ella se encuentra en Siena.
Gregorio XI muere en 1378 y Catalina se establece en Roma. Allí se empeña en la
movilización de la ciudad eterna y de otras ciudades en apoyo al Papa de Roma,
Urbano VI, sucesor de Gregorio XI.
Catalina muere en Roma el 29 de abril de 1380, a la edad de
treinta y tres años. Pío II la canoniza en 1461, y el cuatro de noviembre de
1970 es declarada Doctora de la Iglesia por Pablo VI. Su magisterio carismático
es un don de Dios a la Iglesia y a la humanidad. Fue sepultada en la basílica
dominicana de Santa María sopra Minerva.
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