lunes, 16 de mayo de 2016

Párate un momento: El evangelio del día 17 DE MAYO – MARTES – 7ª - SEMANA DEL T. O. San Pascual Bailón, religioso





17 DE MAYO – MARTES –
7ª - SEMANA DEL T. O.
San Pascual Bailón, religioso

       Evangelio según san Marcos 9,29-36

       En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon del monte y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía:
       “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y
después de muerto, a los tres días resucitará”.
        Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.  
       Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó:
       “¿De qué discutíais por el camino?”
       Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
       Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
       “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.
       Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
       “El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”.

       1.   Es patente el contraste entre lo que sentía y vivía Jesús, por una parte; y lo que sentían y vivían los apóstoles, por otra.  No eran simplemente pensamientos y sentimientos “distintos”, sino que eran pensamientos y sentimientos “contradictorios”.
       Jesús piensa y siente lo que piensan y sienten “los que están abajo” en la sociedad.
Los apóstoles pensaban y sentían lo que piensan y sienten “los que están arriba” en la sociedad.

       2.   ¿Por qué este contraste? Los apóstoles estaban convencidos de que “desde arriba” se arregla el mundo. Jesús pensaba al revés: “desde abajo” solamente se puede arreglar el mundo.  Lo que estaba en juego no era una cuestión ascética o moral. Era (y sigue siendo) un problema profundamente humano. El que está arriba tiene poder y fama (dinero, potestad. honores...).  El que está abajo no tiene nada más que el poder de sus propias convicciones.  Sobre todo, la convicción capital: hay que salir del fondo del pozo de la miseria.  
       Por supuesto, los que están arriba tienen más medios “para hacer el bien”.  Pero también tienen más fácil acumular dinero, poder y fama. Y casi siempre se quedan con el dinero, el poder y la fama.
       Por el contrario, los que están abajo solo aspiran a una cosa: ser como los demás, o sea la igualdad de todos. Por eso Jesús luchó por los últimos, por los nadies, por los que no tienen nada. Y esa convicción es la que lo llevó a la cruz.

       3.   Los Doce tenían el convencimiento de que el poder y la fama son lo decisivo en este mundo.  No es imaginable que aquellos hombres fueran más orgullosos que los demás mortales.  Eran hombres de su tiempo. Y en aquel tiempo, el valor supremo era el poder y la fama.
       De la misma manera que, en nuestro tiempo, el valor más apreciado es el dinero y la riqueza.  Jesús estaba convencido de que donde hay poder y fama, los poderosos y los famosos se quedan con sus privilegios y los acumulan, si pueden.
       Por eso, el poder de renovación y cambio está siempre abajo, en los últimos.  En eso se centra el proyecto de Jesús.
       En la Iglesia, ¡qué lejos vivimos del Evangelio!  
       Pensamos como los apóstoles, no como Jesús.

San Pascual Bailón, religioso


Pascual Bailón Yubero (Torrehermosa, Aragón, España, 16 de mayo de 1540 - Villarreal, Valencia, España, 17 de mayo de 1592) fue un fraile franciscano.
Pascual nació en Torrehermosa el día de la Pascua de Pentecostés, de ahí su nombre. Hijo de Martín Bailón e Isabel Jubera labradores del lugar.1 Hasta los siete años permaneció en su localidad natal, a partir de los siete hasta los veinte vivió en Alconchel de Ariza, viviendo con Martín García, un vecino del pueblo. Pascual se dedicó al pastoreo de las ovejas. En Alconchel de Ariza aprendió a leer y a escribir de manera autodidacta con la ayuda de devocionarios.

Posteriormente emigró al Reino de Valencia para trabajar a cargo de don Aparicio Martínez en Monforte del Cid (Alicante). Tras el suceso conocido como "milagro de la aparición", pidió ingresar en la orden franciscana, en el convento de Nuestra Señora Orito, en Orito, una pedanía de Monforte del Cid, famosa por la sencillez de los religiosos franciscanos alcantarinos que lo habitaban. Vistió los hábitos en 1564, en el convento ilicitano de San José y profesó en Orito el 2 de febrero de 1565.

El milagro de la aparición de la Eucaristía

San Pascual vivió en Monforte en lo que es hoy la Ermita de San Pascual, a escasos metros del ayuntamiento.
En la pedanía de Orito (Monforte del Cid), se encuentra la conocida "Ermita de la Aparición" donde san Pascual tuvo una visión de Jesucristo en la Eucaristía. Este hecho sirvió para que la Iglesia católica nombrara a san Pascual patrón de los congresos eucarísticos. En toda la zona alicantina, principalmente en Orito, Monforte del Cid, Elche, Alicante, Novelda, Aspe, Crevillente y la Vega Baja se guarda una gran veneración a san Pascual, destacando el pueblo de Albatera, donde se celebra una gran fiesta en su honor.

Profesión de fe eucarística
Con una personalidad de asceta y místico, desarrolló su fe a través de la caridad fraterna, y defendió la presencia de Cristo en la Eucaristía de los ataques de los protestantes hugonotes cuando cruza Francia como mensajero del provincial de su orden.

Milagros
Entre los milagros que se le atribuyen destacan la multiplicación del pan para los pobres, la curación de enfermos, el don de profecía y el que narra cómo de una piedra salió agua para unos pobres. La tradición popular afirma que muchas veces orando experimentaba tanta alegría que se ponía a bailar (por eso algunos creen que su apellido es un apodo por esta reacción característica).

Tras una vida durante la que cultiva su espíritu con la oración, la escritura y realizando los más modestos trabajos de lego en varios conventos de la zona -llamada Provincia de San Juan Bautista-, murió en el convento alcantarino del Rosario en Villarreal, en donde fue refitolero y limosnero, el 17 de mayo de 1592, también Pascua de Pentecostés. La leyenda dice que, tras su muerte, sucedió que, durante la Misa de réquiem, en el momento de la consagración, sus ojos se abrieron para adorar al Santísimo Sacramento.



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