sábado, 28 de mayo de 2016

Párate un momento. El evangelio del día 30 DE MAYO – LUNES – 9ª- SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO San Fernando






30 DE MAYO – LUNES –
9ª- SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
San Fernando

       Evangelio según san Marcos 12, 1-12

       En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los
letrados y a los senadores:
        “Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. A su tiempo envió un criado a los labradores, para percibir su tanto del fruto de la viña.      Ellos lo agarraron, lo apalearon y lo despidieron con las manos vacías.
       Les envió otro criado: a este lo insultaron y lo descalabraron.
       Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos, los apalearon y los mataron.
       Le quedaba uno, su hijo querido, y lo envió el último, pensando que a su hijo lo respetarían.  
       Pero los labradores se dijeron:
       “Este es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia”.
       Y agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
       ¿Qué hará el dueño de la viña?
       Acabará con los labradores y arrendará la viña a otros.
       ¿No habéis leído aquel texto: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular?  ¿Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?   Intentaron echarle mano, porque veían que la parábola iba por ellos; pero temieron a la gente, y se marcharon.

       1.   Esta parábola ha tenido, desde sus orígenes, una importancia notable en la Iglesia. Prueba de ello es que la recogen los tres sinópticos y el Evangelio de Tomás, el más autorizado de los apócrifos (Mc 12, 1-12; Mt 21, 33-46; Lc 20, 9-19; Ev. Tom.65-66) Y está también en el Pastor de Hermas (Sim. V, 2, 1-8) (Kurt Aland, 379).
       Esto es elocuente por sí solo.
       Pero, ¿por qué interesó tanto esta parábola en los orígenes de la Iglesia?
       Posiblemente para dejar claro que el enfrentamiento de Jesús no fue con el Pueblo de Israel, sino con sus dirigentes, el Sanedrín.     Y también es posible que las primeras comunidades vieran ya algo de la pretensión de apoderarse de la Iglesia en los primitivos dirigentes.
       Su inclinación a gobernar como déspotas quedó recogida en la primera carta de Pedro (5, 1-7).

       2.   Llama la atención la peligrosa libertad que demuestra aquí Jesús.  Cuando más tensa era la situación —y él lo sabía muy bien, como consta por los tres anuncios de la pasión y muerte—, Jesús les dice, a quienes querían y podían matarlo, que eran unos ladrones y unos asesinos.  Se lo dice en su cara y en público.
       La Iglesia naciente vio en esto algo muy serio. ¿Por qué?

       3.   Lo que la parábola deja fuera de duda es que “los labradores” (que representan a las autoridades religiosas) se apropiaron de lo que no les pertenecía.
       Se apropiaron de lo ajeno con tal y tanta pasión, que persiguieron y asesinaron.
       Su codicia se tradujo en violencia brutal.   Pero es evidente que, desde la violencia, se hace imposible transmitir la memoria de Jesús y la ejemplaridad de su evangelio.
       Esto, por lo menos, tendría que palparse en cada parroquia, en cada diócesis, en la curia
Vaticana, en cualquier rincón del mundo donde esté —o pretenda estar presente la Iglesia.
       Y queda claro que esta lección es importante, no solo para sacerdotes y religiosos, sino para todos los que decimos que creemos en Jesús.

San Fernando
Fernando III de Castilla, llamado «el
Santo» (Peleas de Arriba, 1199 o 24 de junio de 12011 – Sevilla, 30 de mayo de 1252), fue rey de Castilla entre 1217 y 1252 y de Leóna entre 1230 y 1252. Hijo de Berenguela, reina de Castilla, y de Alfonso IX, rey de León, unificó definitivamente durante su reinado las coronas castellana y leonesa, que habían permanecido divididas desde la época de Alfonso VII «el Emperador», quien a su muerte las repartió entre sus hijos, los infantes Sancho y Fernando.

Durante su reinado fueron conquistados, en el marco de la Reconquista, el Reino de Jaén, el Reino de Córdoba, el Reino de Sevilla y Extremadura, obligando con ello a retroceder a los reinos musulmanes. Al finalizar el reinado de Fernando III, únicamente poseían en la Andalucía el Reino de Niebla, Tejada y el Reino de Granada, este último como feudo castellano. El infante Alfonso, futuro Alfonso X, sería enviado por Fernando a la conquista del Reino de Murcia, capitulando los moros, dejando la región como un señorío castellano, tras lo cual Alfonso conquistó las plazas de Mula y Cartagena. Cuando Fernando accedió al trono, en 1217, su reino no rebasaba apenas 150 000 kilómetros cuadrados; en 1230, al heredar León, añade otros 100 000 kilómetros cuadrados y, a base de conquistas ininterrumpidas, logrará hacerse con 120 000 kilómetros cuadrados más.1

Fue canonizado en 1671, siendo papa Clemente X, y reinando en España Carlos II.




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