5 DE MAYO – JUEVES –
6ª ~ SEMANA DE PASCUA –C
San Ángel de Sicilia, presbítero y mártir
Evangelio
según san Juan 16, 16-20
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
“Dentro
de poco no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver”.
Comentaron entonces algunos discípulos:
“¿Qué
significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me
volveréis a ver” y eso de “me voy con el Padre?”.
Y
se preguntaban:
“¿Qué
significa ese ‘poco”?
No
entendemos lo que dice”. Comprendió Jesús
que querían preguntarle y les dijo:
“¿Estáis
discutiendo de eso que os he dicho: “Dentro de poco ya no me veréis, pero poco
más tarde me volveréis a ver”? Pues si os aseguro que lloraréis y os
lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis
tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría”.
1. En
el conjunto de las palabras, que aquí pronuncia Jesús, se destacan dos experiencias,
que tendrán los seguidores del Evangelio a lo largo de la historia. Se trata de la dura experiencia de la tristeza
(cf. Jn 14, 18) y de la no menos dura experiencia del rechazo por parte del
mundo, el “orden presente” (cf. Jn 14, 19) (R. E. Brown).
Pero Jesús añade a esas experiencias fuertes
algo que es más determinante: la alegría, que será la experiencia definitiva.
2. Jesús
sabía de tristeza. Es la tristeza que
sintió él mismo, “profundamente afligido” (“perilypos”), en la oración de
Getsemaní (Mc 14, 34; Mt 26, 38): “Mi alma está afligida con tristeza mortal”
(cf. Sal 41, 6. 12) (J. Beutler). La
tristeza que Jesús vivió “a gritos y con lágrimas”, en la oración de la
“angustia” antes de la muerte (Heb 5, 7).
Se trata de la tristeza del que se ve amenazado
de muerte. Y del que ve el mundo de
violencia y muerte en que vivimos. Además, junto a la tristeza, el rechazo. En
este
sentido, la utilización que los evangelios hacen del verbo griego “arneomai” resulta
elocuente. Jesús, en efecto, se sintió
“rechazado” (cf. la utilización del verbo “arneomai” en la negaciones de Pedro:
Mc 14, 30. 66-72; Mt 26, 33) (D. Dormeyer, W.
Schenk) en
la dura experiencia de la pasión, cuando se vio solo y abandonado por
todos.
3. Pero
sabemos que la tristeza y el rechazo se soportan y se superan cuando todo lo
negativo, que acarrea la vida de quienes toman el camino del profeta y el
místico —aunque se dediquen a cualquier tipo de actividad, tarea o trabajo—, se
afronta con la fuerza que nos da verle sentido a la vida que llevamos. Y verle
sentido, hasta el extremo de vivir con alegría las situaciones más duras que se
nos puedan presentar. Así, Jesús apela a
experiencias humanas, profundamente humanas, para darle una nueva orientación a
nuestras vidas. Una vida que solo acepta
el bienestar y el disfrute, y no tolera la contradicción y el rechazo, será
todo lo que se quiera, pero será una vida “sin sentido”. El empeño por hacer felices a otros, nos trae
complicaciones, quizá complicaciones muy serias. Pero todo el sufrimiento del mundo vale la
pena, cuando ese sufrimiento es fuente de felicidad para alguien. Y, sobre todo, si lo es para muchos.
San Ángel de Sicilia, presbítero y mártir
Nació en Jerusalén, en el seno de una familia de
judíos conversos.
A la temprana muerte de su hermano gemelo, San Ángel
decide ingresar a la Orden Carmelita, y es admitido en el monasterio en el
Monte Carmelo, en Palestina.
En el siglo trece, los Carmelitas pasaron de ser una
orden contemplativa a ser una orden de mendicantes; recordemos que era el siglo
de la revolución espiritual de San Francisco de Asís y de Santo Domingo de
Guzmán.
San Ángel es enviado eventualmente a Roma, para
llevar un mensaje al papa Honorio III. A continuación, recibe la encomienda de
dirigirse a Sicilia, para ayudar a predicar contra la herejía de los cátaros,
que habían tomado control de la isla.
Sin embargo, a poco de haber desembarcado en
Sicilia, San Ángel fue asesinado a traición con cinco puñaladas por la espalda,
ordenadas por el líder de los herejes. En el sitio donde murió se edificó una
iglesia, y su sepulcro se convirtió muy pronto en sitio de peregrinación.
La Orden Carmelita venera a San Ángel como santo por
lo menos desde 1456. En 1459, el papa Pío II aprobó su culto.
Ángel se cuenta entre los primeros Carmelitas que
vinieron del Monte Carmelo a Sicilia, donde, según las fuentes tradicionales
dignas de fe, murió apuñalado a muerte en Licata a manos de hombres impíos, en
la primera mitad del siglo XIII.
Venerado como mártir, muy pronto se edificó una
iglesia sobre el lugar de su martirio, y allí fue colocado su cuerpo.
Sólo en 1662 sus restos mortales fueron trasladados
a la iglesia de los Carmelitas de Licata.
El culto a san Ángel se difundió por toda la Orden y
también entre el pueblo. Él y san Alberto de Trápani son considerados los
"padres" de la Orden por ser los dos primeros santos que recibieron
culto en la Orden, y por esto fueron representados muchas veces en la
iconografía medieval al lado de la Virgen María.
En Sicilia existen muchos lugares que tienen a san
Ángel como patrono, y el pueblo lo invoca en las necesidades, dirigiéndose a él
con mucho afecto y cariño.
SAN ÁNGEL nos ofrece un ejemplo de misticismo y de
obediencia debida.
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