viernes, 6 de mayo de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 7 DE MAYO - SÁBADO 6ª ~ SEMANA DE PASCUA Santa Flavia Domitila, mártir




7 DE MAYO - SÁBADO
6ª ~ SEMANA DE PASCUA
Santa Flavia Domitila, mártir

       Evangelio según san Juan 16, 23b-28

       En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
       “Yo os aseguro: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará.  Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa.
        Os he hablado de esto en comparaciones: viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente.  Aquel día pediréis en mi nombre y no digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios.  
       Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy
Al Padre”.

       1.   Como es bien sabido, en las culturas orientales antiguas, el nombre representaba a la persona que lo tenía.   De ahí que “pedir en nombre de Jesús” equivale a solicitar algo en cuanto que el que ora, pide algo “como si fuera el mismo Jesús” el que hace la demanda.  Esto significa que la petición en nombre de Jesús se fundamenta sobre la base de que se pide, se desea, se quiere solamente aquello que coincide exactamente con lo que desea y quiere el mismo Jesús.  Es decir, la oración “en nombre de Jesús” presupone una identificación cabal con los criterios, deseos y apetencias del propio Jesús.

       2.   Por eso, semejante oración es infalible. Porque, en esa plegaria, es el mismo Jesús el que pide.  Por boca del orante, mediante los deseos del que hace la petición.  Lo que supone una identificación exacta de lo que uno quiere con lo que siempre quiso y pidió Jesús mientras vivió en esta tierra.

       3.   En el fondo, esto nos viene a decir que la oración perfecta es la que identifica los propios deseos con los deseos de Jesús.  Y uno siente como necesidades propias las mismas cosas que Jesús vio y vivió como las más urgentes y necesarias.   Cuando dos personas se quieren tanto que llegan a identificar lo que les gusta, lo que les preocupa, lo que les interesa, lo que anhelan, no cabe la menor duda de que ese cariño mutuo es muy fuerte. Porque, si ya es difícil en la vida “respetar” los deseos de los otros, ¡cuánto más difícil y exigente tiene que ser “identificar” los propios con los deseos del otro!

Santa Flavia Domitila, mártir


En Roma, conmemoración de santa Domitila, mártir, que, siendo hija de la hermana del cónsul Flavio Clemente, fue acusada durante la persecución bajo el emperador Domiciano de haber renegado de los dioses paganos y, por ello, por su fe en Cristo, junto con otros muchos cristianos fue desterrada a la isla de Ponza, en el Lacio, en la que padeció un prolongado martirio (s. I/II).

El emperador es Vespasiano. Flavio Clemente es su sobrino, está casado con Flavia Domitila, se han hecho cristianos y es cónsul en el año 95. Tiene dos primos carnales que son Tito y Domiciano que, al no tener descendencia directa masculina, deberían dejar su puesto a uno de los hijos de Flavio Clemente según el derecho romano; poco faltó para que la Iglesia tuviera en el primer siglo un emperador cristiano, pero no sólo no fue así, sino que el emperador Domiciano desató una violenta persecución.

No distinguían muy bien por aquel entonces los que mandaban en Roma entre judíos y cristianos; los llaman simplemente paganos porque ni unos ni otros adoraban imágenes por seguir los Libros Santos. Vespasiano y Tito habían hecho la guerra y destruido la Ciudad Santa; los judíos y cristianos -que para ellos es igual- deben pagar impuestos. Como las cuentas cantan, Domiciano advierte por el monto de la recaudación el gran número de paganos que hay en el Imperio y ve que están presentes en todos los estamentos. Piensa que la depuración étnica se impone y Flavio Clemente, entre muchos, es denunciado -dice Suetonio «con acusaciones muy endebles»- y martirizado junto con su mujer o quizá ésta fuera mandada al destierro a la isla de Pandataria, como era costumbre entre los romanos para la gente noble. Así se concluyen los datos que proporciona la historia bien documentada.

Pero así como la historia ofrece unos datos seguros y fiables, la leyenda marca el paso de la historia a la ficción en la historia novelada para gusto y edificación de los cristianos cuando se habla de Flavia Domitila. Más que admitir la existencia de dos Flavias en el mismo tiempo y lugar, según los datos que se tienen, parece lo más probable y sensato aceptar la lectura en novela de la mártir Flavia Domitila, desdoblada.

Así nos encontramos con una novela de altos vuelos literarios en la que, con la base firme de la existencia de una mártir perteneciente a la más alta nobleza, se narra el destierro de Flavia, joven prometida de un joven pagano llamado Aureliano; los soldados Nereo y Aquileo, terminan por convencer a la novia para que acepte la virginidad rechazando la boda prevista. Se anota la esperada reacción violenta del joven pagano despreciado: denuncia como cristiana a la novia y la destierran a la isla de Poncia. La imaginación del autor hace intervenir al papa Clemente consagrando la virginidad de Flavia Domitila. Hay enredos entre amigos de la magia y adivinación por una parte y testigos que narran lo que pasó entre Pedro y Simón, el mago, por otra.

La protagonista que ocupa el centro del relato es un ejemplo de pulcritud y sensatez, mantiene el nervio de la historia con la valentía del seguimiento a Jesús ante la autoridad constituida, apareciendo también momentos de dudas que mantienen el suspense sobre los inciertos resultados de su elección, y ¡cómo no! su apostolado. Se desarrolla abundante doctrina para proclamar -en demasía- la excelencia de la virginidad sobre el matrimonio. El guion no está exento de elementos dramáticos que mantienen la atención de los lectores y oyentes con los enredos de seducción por parte de Aureliano, que acaba dramáticamente muerto por la decepción y el rechazo. También se condenan las orgías propias del tiempo y la vanagloria de quien no tiene más perspectiva que la vida presente. La vuelta del destierro, además de poner fin a la preciosa novela ejemplar, sirve para describir el martirio con formas adecuadas al estilo del relato: Flavia Domilitila y sus dos sirvientas neoconversas por su ejemplo y palabras -también vírgenes cristianas- acaban quemadas vivas en su propia casa de Terracina por denuncia de paganos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario