27 DE MAYO-VIERNES –
8ª ~ SEMANA DEL T. O.-C
San Agustín de Canterbury
Evangelio según san Marcos 11, 11-26
Después que la muchedumbre lo hubo aclamado, entró Jesús
en Jerusalén, en el templo, lo estuvo observando todo y, como era ya tarde, se
marchó a Betania con los Doce.
Al día siguiente, cuando salió
de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas, porque no era
tiempo de higos. Entonces le dijo:
“Nunca jamás coma nadie de ti”.
Los discípulos lo oyeron. Llegaron a Jerusalén, entró en el
templo, se puso a echar a los que traficaban allí, volcando las mesas de los
cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no consentía a nadie
transportar objetos por el templo. Y los
instruía diciendo:
“¿No está escrito: Mi casa se llama casa de oración para todos
los pueblos? Vosotros, en cambio, la
habéis convertido en cueva de bandidos”.
Se enteraron los sumos sacerdotes y los letrados, y como le
tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de su enseñanza, buscaban
una manera de acabar con él. Cuando atardeció, salieron de la ciudad.
A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz.
Pedro cayó en la cuenta y dijo a Jesús:
“Maestro, mira la higuera que maldijiste se ha secado”.
Jesús contestó:
“Tened fe en Dios. Os aseguro que si uno dice a ese monte: “Quítate
de ahí y tírate al mar”, no con dudas, sino con fe en que sucederá lo que dice,
lo obtendrá. Por eso os digo: Cualquier
cosa que pidáis en la oración, creed que os la ha concedido y lo obtendréis. Y
cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que
también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas”.
1. El
evangelio de Marcos relata la expulsión de los mercaderes del templo enmarcado
en el extraño episodio de la higuera estéril que quedó seca por la maldición de
Jesús. No comprenderemos la hondura de
estos hechos, si no los situamos en el contexto de lo que significaba, en las
culturas de la Antigüedad, la construcción de templos y los cultos rituales de
los sacerdotes. Todo esto tenía su
explicación en el hecho de que la gente vivía las desgracias, los desastres y
“la insensatez de los acontecimientos” (M. P. Nilsson) como consecuencias de
los sentimientos de culpa a los que los humanos somos tan propensos.
Los sacrificios rituales y las plegarias restablecían
el orden y recuperaban la paz de las conciencias (W. Burkert).
2. Esto
era central en la significación y en la importancia capital del templo. La higuera,
que se seca, y el templo convertido en “cueva de bandidos”, eran —más allá de
las informaciones que proporciona la Biblia—, tanto en “lo profano” (la
higuera) como en “lo sagrado” (el templo), la protesta más radical de Jesús
contra aquella forma de engañarse a sí mismos, que tenían los hombres de entonces
y se sigue teniendo ahora. ¿Por qué?
3. Porque
los templos, con sus sacerdotes y sus rituales sagrados, por mucho que se
repitan y se respeten, no modifican las conductas de las personas. Lo que
modifica la conducta son las “convicciones” que se fundamentan en nuestros
sentimientos más auténticos y más profundos. Y se expresan, sobre todo, en el respeto, la
honradez, la tolerancia, la bondad y el buen corazón.
Pero el hecho es que seguimos centrados
en nuestros templos. Nos duele más que se profane un templo que la muerte de un
niño, de los 30.000 que mueren de hambre cada día.
San Agustín de Canterbury
Fundador de la Iglesia
en Inglaterra
Año 605
San Agustín: apóstol de Inglaterra:
te rogamos por la Iglesia Católica en esa nación y en todas las naciones del mundo.
Pídele a Dios que nos envíe muchos
evangelizadores que sean como tú.
Amén.
San
Agustín de Canterbury es considerado uno de los más grandes evangelizadores, al
lado de San Patricio de Irlanda y San Bonifacio en Alemania. Tiene el gran
mérito de haber dirigido la evangelización de Inglaterra.
Era
superior del convento benedictino de Roma, cuando el Sumo Pontífice San
Gregorio Magno se le ocurrió en el año 596 tratar de evangelizar a la isla de
Inglaterra que era pagana. Conociendo el espíritu generoso y emprendedor de
Agustín, que no se acobardaba ante ninguna dificultad, y además sus grandes
virtudes, el Papa lo envió con 39 monjes más a tratar de convertir a esos
paganos sajones.
Y sucedió que,
al llegar Agustín y sus 39 compañeros a la costa, donde se tomaba la
embarcación para llegar a Inglaterra, allí les contaron terribles barbaridades
acerca de los habitantes de esa isla, y los otros misioneros sintieron mucho
miedo y enviaron al santo a que fuera a Roma a contarle al Pontífice lo
peligroso que era esto que iban a emprender. Agustín fue a hablar con el Papa,
pero san Gregorio lo animó de tal manera, recordándole que Dios les concedería
la buena voluntad de aquellas gentes, que ya desde entonces Agustín no se dejó
desanimar por los temores.
En
Inglaterra mandaba el rey Etelberto que tenía una esposa muy santa (que después
se llamó Santa Berta) y el primer regalo que Dios les concedió a los nuevos
misioneros fue darles la buena voluntad del rey. Este los recibió muy cariñosamente
y les pidió que le enseñaran la religión, y tanto le agradó que pronto se hizo
bautizar y les regaló su palacio real para que les sirviera de convento a los
misioneros y les dio un templo en Canterbury para que allí enseñaran. Y en ese
sitio está ahora la más famosa catedral de Inglaterra: la Catedral de
Canterbury.
El rey
dejó en libertad a los súbditos para que escogieran la religión que quisieran,
pero les recomendó que se instruyeran en la religión de Jesucristo y tanto les
agradaron a aquellas gentes las enseñanzas de Agustín y sus monjes, que en la
Navidad del año 597 se hicieron bautizar 10,000 ingleses y entre los nuevos
bautizados estaban los que ocupaban los cargos más importantes de la nación.
Agustín envió a dos de sus mejores monjes a
Roma a contarle al Sumo Pontífice tan hermosas noticias, y el Papa en cambió le
envió el nombramiento de arzobispo, y otro buen grupo de misioneros, y cálices
y libros para las celebraciones y muchas imágenes religiosas que a esas gentes
recién convertidas les agradaban en extremo. San Gregorio se alegró muchísimo
ante noticias tan consoladoras, y le recomendó a San Agustín un simpático plan
de trabajo.
San
Gregorio, sabiendo que la principal virtud del obispo Agustín era la docilidad
a sus superiores, le envió las siguientes recomendaciones 1º. No destruir los
templos de los paganos, sino convertirlos en templos cristianos. 2º. No acabar
con todas las fiestas de los paganos, sino convertirlas en fiestas cristianas.
Por ejemplo, ellos celebraban las fiestas de sus ídolos con grandes banquetes
en los cuales participaban todos. Pues hacer esos banquetes, pero en honor de
los mártires y santos. 3º. Dividir el país en tres diócesis: Canterbury,
Londres y York.
Nuestro
santo cumplió exactamente estas recomendaciones, que le produjeron muy buenos
resultados. Y fue nombrado por el Papa, jefe de toda la Iglesia Católica de
Inglaterra (Arzobispo Primado). En las reuniones sobresalía entre todos por su
gran estatura y por su presencia muy venerable que infundía respeto y
admiración.
San
Agustín escribía frecuentemente desde Inglaterra al Papa San Gregorio a Roma
pidiéndole consejos en muchos casos importantes, y el Sumo Pontífice le
escribía ciertas advertencias muy prácticas como estas: "Dios le ha
concedido el don de hacer milagros, y le ha dejado el inmenso honor de
convertir a muchísimos paganos al cristianismo, y de que las gentes lo quieran
y lo estimen mucho. Pero cuidado, mi amigo, que esto no le vaya a producir
orgullo. Alégrese de haber recibido estos regalos del buen Dios, pero tenga
temor de no aprovecharlos debidamente. Consuélese al ver que con los milagros y
la predicación logra que tantos paganos se vuelvan cristianos católicos, pero
no vaya a creerse mejor que los demás, porque entonces le estaría robando a
Dios el honor y la gloria que sólo El se merece. Hay muchos que son muy santos
y no hacen milagros ni hablan hermosamente. Así que no hay que llenarse de
orgullo por haber recibido estas cualidades, sino alegrarse mucho al ver que
Dios es más amado y más glorificado por las gentes". Mucho le sirvieron a
Agustín estos consejos para mantenerse humilde.
Después de
haber trabajado por varios años con todas las fuerzas de su alma por convertir
al cristianismo el mayor número posible de ingleses, y por organizar de la
mejor manera que pudo, la Iglesia Católica en Inglaterra, San Agustín de
Canterbury murió santamente el 26 de mayo del año 605. Y un día como hoy fue su
entierro y funeral. Desde entonces ha gozado de gran fama de santidad en esa
nación y en muchas partes más.
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