miércoles, 23 de noviembre de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 24 DE NOVIEMBRE - JUEVES 34a SEMANA DEL T.O.-C Santa Flora y Santa María de Córdoba




24 DE NOVIEMBRE   -  JUEVES
34a SEMANA   DEL   T.O.-C
Santa Flora y Santa María de Córdoba

Evangelio según san Lucas 21, 20-28
    Dijo Jesús a sus discípulos:
"Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito.
    ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora. Habrá signos en el sol, la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje.
    Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.
Cuando empiece a suceder esto levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación".

1.  Jesús cuenta aquí la toma de Jerusalén por las legiones romanas, cosa que ocurrió el año 70, como es sabido. Lucas no sigue el relato anterior de Marcos. Y su relato tiene más semejanza con una especie de crónica militar que con un relato propiamente religioso (F. Bovon, G. Braumann, F. Flückiger).
El texto de Lucas se atiene a datos históricos, que el propio Lucas recogió, sobre la caída de Jerusalén.
Así expresa datos que el mismo Jesús había profetizado (Lc 21, 9-10). Y se inspira claramente, según parece, en el relato del historiador judío Flavio Josefo en su De Bello Judaico.

2.  De todas formas es bien sabido que los evangelios no recogen aquí datos muy   importantes de lo que realmente ocurrió en aquella contienda. Parece, pues, que esto, que se escribió antes de la destrucción de Jerusalén, lo que nos viene a decir es que Jesús habló del tema tal como aquí se indica, por más que lo hiciera con otras palabras.

3.  Por lo tanto, Jesús vio claramente que la ruina de Jerusalén, de su Templo, de aquella religión y de aquellas gentes, todo eso era inevitable. Era algo que se veía venir. Pero Jesús no termina ni se queda en una visión negativa y pesimista de tantas desgracias. Jesús ve en todo eso el comienzo de la liberación.
Es importante tener siempre una visión positiva de las cosas y del futuro, incluso cuando las previsiones razonables producen la impresión de que todo se hunde. El optimismo de Jesús tiene que alimentar nuestra visión positiva de la vida. Esto, ante todo.
Pero hay algo mucho más elocuente y significativo en lo que aquí dice Jesús, a saber: nuestra religión no tiene su centro en una ciudad o en un templo, sino en cada ser humano, en el que es donde tenemos que ver a Jesús y, en Jesús, a Dios.


           Santa Flora y Santa María de Córdoba
                            
En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santas Flora y María, vírgenes y mártires, que en la persecución llevada a cabo por los musulmanes fueron encarceladas con san Eulogio y después muertas a espada.
Los martirologios de Adón, Usuardo, Maurolico, del obispo Equilino y el Romano hacen memoria de estas dos vírgenes mártires de Córdoba lo que hace pensar en la repercusión que debió tener el doble martirio en toda la España del siglo IX y explicar la rápida difusión de su culto.
Flora es hija de madre cristiana y padre musulmán. Fue educada por su madre desde pequeña en el amor a Jesucristo y aprendió de sus labios el valor relativo de las cosas de este mundo. Tiene un hermano —musulmán fanático— que la denuncia como cristiana en la presencia del cadí. Allí es azotada cruelmente para hacerla renegar, pero se mantiene firme en la fe. El cadí la pone bajo la custodia de su hermano que ahora tiene el encargo de la autoridad para hacerla cambiar de actitud. Soporta todas las vejaciones y ultrajes a que la somete su hermano siempre con la intención de pervertirla.
María es hija de cristianos que han puesto a su hijo Walabonso bajo la custodia de un sacerdote con el encargo de educarlo en un monasterio; mientras ella entra en el cenobio de Cuteclara. Muerto mártir su hermano, se dirige ahora a la iglesia de san Acisclo después de haber tomado una firme resolución.
Las dos jóvenes coinciden a los pies de san Acisclo. El saludo de la paz les ha facilitado abrirse mutuamente las almas y se encuentran en comunión de sentimientos, deseos y resoluciones. Se juran amistad para siempre, una caridad que dura hasta el Cielo.
Se encaminan con valentía al palacio del cadí y hacen ante él pública profesión de fe cristiana.
Encarceladas junto con prostitutas y gente de mal vivir, son condenadas por los jueces a morir decapitadas, no sin el consuelo, ánimo y bendición de san Eulogio que las conoció. Hecha la señal de la cruz, primero será la cabeza de Flora la cortada por el alfanje, después rueda la de María. Sus cuerpos quedan expuestos, para disuasión de cristianos y demostración de poder musulmán, a las aves y los perros. Al día siguiente los arrojaron al Guadalquivir.
Sus cabezas se depositaron en la iglesia de san Acisclo.


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