24 DE NOVIEMBRE - JUEVES
34a SEMANA DEL T.O.-C
Santa Flora y Santa María de Córdoba
Evangelio
según san Lucas 21, 20-28
Dijo Jesús a sus discípulos:
"Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que
está cerca su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la
sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo,
que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá
todo lo que está escrito.
¡Ay de las que estén encinta
o criando en aquellos días! Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un
castigo para este pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a
todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los
gentiles les llegue su hora. Habrá signos en el sol, la luna y las estrellas, y
en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el
oleaje.
Los hombres quedarán
sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo,
pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una
nube, con gran poder y majestad.
Cuando empiece a suceder esto levantaos, alzad la cabeza: se
acerca vuestra liberación".
1.
Jesús cuenta aquí la toma de Jerusalén por las legiones romanas, cosa
que ocurrió el año 70, como es sabido. Lucas no sigue el relato anterior de
Marcos. Y su relato tiene más semejanza con una especie de crónica militar que
con un relato propiamente religioso (F. Bovon, G. Braumann, F. Flückiger).
El texto de Lucas se atiene a datos
históricos, que el propio Lucas recogió, sobre la caída de Jerusalén.
Así expresa datos que el mismo Jesús había
profetizado (Lc 21, 9-10). Y se inspira claramente, según parece, en el relato
del historiador judío Flavio Josefo en su De Bello Judaico.
2. De
todas formas es bien sabido que los evangelios no recogen aquí datos muy importantes de lo que realmente ocurrió en
aquella contienda. Parece, pues, que esto, que se escribió antes de la
destrucción de Jerusalén, lo que nos viene a decir es que Jesús habló del tema
tal como aquí se indica, por más que lo hiciera con otras palabras.
3. Por
lo tanto, Jesús vio claramente que la ruina de Jerusalén, de su Templo, de
aquella religión y de aquellas gentes, todo eso era inevitable. Era algo que se
veía venir. Pero Jesús no termina ni se queda en una visión negativa y
pesimista de tantas desgracias. Jesús ve en todo eso el comienzo de la
liberación.
Es importante tener siempre una visión
positiva de las cosas y del futuro, incluso cuando las previsiones razonables
producen la impresión de que todo se hunde. El optimismo de Jesús tiene que alimentar
nuestra visión positiva de la vida. Esto, ante todo.
Pero hay algo mucho más elocuente y
significativo en lo que aquí dice Jesús, a saber: nuestra religión no tiene su
centro en una ciudad o en un templo, sino en cada ser humano, en el que es donde
tenemos que ver a Jesús y, en Jesús, a Dios.
Santa Flora y Santa María de Córdoba
En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santas Flora y
María, vírgenes y mártires, que en la persecución llevada a cabo por los
musulmanes fueron encarceladas con san Eulogio y después muertas a espada.
Los martirologios de Adón, Usuardo, Maurolico, del obispo Equilino y
el Romano hacen memoria de estas dos vírgenes mártires de Córdoba lo que hace
pensar en la repercusión que debió tener el doble martirio en toda la España
del siglo IX y explicar la rápida difusión de su culto.
Flora es hija de madre cristiana y padre musulmán. Fue educada por su
madre desde pequeña en el amor a Jesucristo y aprendió de sus labios el valor
relativo de las cosas de este mundo. Tiene un hermano —musulmán fanático— que
la denuncia como cristiana en la presencia del cadí. Allí es azotada cruelmente
para hacerla renegar, pero se mantiene firme en la fe. El cadí la pone bajo la
custodia de su hermano que ahora tiene el encargo de la autoridad para hacerla
cambiar de actitud. Soporta todas las vejaciones y ultrajes a que la somete su
hermano siempre con la intención de pervertirla.
María es hija de cristianos que han puesto a su hijo Walabonso bajo
la custodia de un sacerdote con el encargo de educarlo en un monasterio;
mientras ella entra en el cenobio de Cuteclara. Muerto mártir su hermano, se
dirige ahora a la iglesia de san Acisclo después de haber tomado una firme
resolución.
Las dos jóvenes coinciden a los pies de san Acisclo. El saludo de la
paz les ha facilitado abrirse mutuamente las almas y se encuentran en comunión
de sentimientos, deseos y resoluciones. Se juran amistad para siempre, una caridad
que dura hasta el Cielo.
Se encaminan con valentía al palacio del cadí y hacen ante él pública
profesión de fe cristiana.
Encarceladas junto con prostitutas y gente de mal vivir, son
condenadas por los jueces a morir decapitadas, no sin el consuelo, ánimo y
bendición de san Eulogio que las conoció. Hecha la señal de la cruz, primero
será la cabeza de Flora la cortada por el alfanje, después rueda la de María.
Sus cuerpos quedan expuestos, para disuasión de cristianos y demostración de
poder musulmán, a las aves y los perros. Al día siguiente los arrojaron al
Guadalquivir.
Sus cabezas se depositaron en la iglesia de san Acisclo.
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