11 de noviembre – viernes
32ª . semana del T.O.-C
SAN MARTIN DE TOUR, obispo
Evangelio según san Lucas 17, 26-37
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Como sucedió en los días
de Noé, así será también en los días del Hijo del Hombre: comían, bebían y se
casaban, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y
acabó con todos.
Lo mismo sucedió en
tiempos de Lot: comían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día
que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos.
Así
sucederá el día que se manifieste el Hijo del Hombre. Aquel día, si uno está en
la azotea y tiene sus cosas en la casa, que no baje por ellas; si uno está en
el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot.
El que pretenda guardarse
su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará.
Os digo esto: aquella
noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán;
estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán;
estarán dos en el campo: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán'.
Ellos le preguntaron:
"¿Dónde, Señor?"
Él contestó:
"Donde está el
cadáver se reunirán los buitres'.
1. ¿Dijo
realmente Jesús estas cosas tal y como aquí han quedado recogidas?
Para comprender su significado más elemental, hay que
empezar recordando lo que el mismo Jesús ha dicho inmediatamente antes: "es preciso primero que
sufra mucho
y que sea rechazado
por esta generación" (Lc 17, 25).
Por eso
se ha dicho: "no habrá parusía sin crucifixión, no habrá futuro sin
pasado, ni gloria sin humildad" (F. Bovon).
O sea,
donde hay "pasión", después se
logra "lo que todos anhelamos".
La paz y la
esperanza.
Así, lo
que viene a continuación son dos ejemplos que confirman el principio que Jesús
ha establecido. Y que realizó con su vida y con su muerte.
2. Un problema
importante, que se le planteó a la Iglesia naciente, sobre todo en los
últimos años del s. I, fue la inminente expectativa del fin de los tiempos, la
llamada “parusía" o venida definitiva de Cristo el Señor.
Lo que
sería la realización de la salvación definitiva. Esta convicción estuvo muy presente
en algunas comunidades de la tradición
de Pablo (Ef 4, 30; Col 3, 4) (J. Gnilka).
Lucas
quiso dar algún tipo de respuesta a los creyentes que vivían esta experiencia
de espera, que apremiaba, pero que no llegaba. Y la respuesta fue el criterio
establecido antes: Lo mismo en el mito de Noé que en el
"pintoresco-dramático" relato del Lot, al sufrimiento de la atroz
desgracia, le sigue la consecución de la paz y la felicidad de la vida (Lc 17,
26-27).
3. Estas situaciones de espera inminente, a la que
sigue el bienestar de la vida normal, han sido relativamente frecuentes en la
historia de la Iglesia. Y es que la experiencia religiosa se manifiesta, entre
otras formas, en la secuencia (sea real o imaginaria) de fenómenos y situaciones de sufrimiento, que rompen la normalidad de lo cotidiano. Sin embargo, si
algo queda en pie en este texto del evangelio
de hoy, es la insistencia de Jesús en que el Reino de Dios se hace presente en
lo diario, en lo cotidiano, en la normalidad de la vida en su conjunto: la
convivencia, el trabajo, el descanso, el ejercicio de la propia profesión, el
descanso.
Vivir
de tal forma que la propia vida sea el reflejo de cómo fue la presencia de
Jesús entre nosotros.
SAN MARTIN DE TOUR, obispo
Martín
significa: "el batallador".
(De
Mart = batalla).
San
Martín es un gran santo queridísimo para los franceses, y muy popular en todo
el mundo.
Nació
en Hungría, pero sus padres se fueron a vivir a Italia. Era hijo de un veterano
del ejército y a los 15 años ya vestía el uniforme militar.
Durante
más de 15 siglos ha sido recordado nuestro santo por el hecho que le sucedió
siendo joven y estando de militar en Amiens (Francia). Un día de invierno muy
frío se encontró por el camino con un pobre hombre que estaba tiritando de frío
y a medio vestir. Martín, como no llevaba nada más para regalarle, sacó la espada
y dividió en dos partes su manto, y le dio la mitad al pobre. Esa noche vio en
sueños que Jesucristo se le presentaba vestido con el medio manto que él había
regalado al pobre y oyó que le decía: "Martín, hoy me cubriste con tu
manto".
Sulpicio
Severo, discípulo y biógrafo del santo, cuenta que tan pronto Martín tuvo esta
visión se hizo bautizar (era catecúmeno, o sea estaba preparándose para el
bautismo). Luego se presentó a su general que estaba repartiendo regalos a los
militares y le dijo: "Hasta ahora te he servido como soldado. Déjame de
ahora en adelante servir a Jesucristo propagando su santa religión". El
general quiso darle varios premios, pero él le dijo: "Estos regalos
repártelos entre los que van a seguir luchando en tu ejército. Yo me voy a
luchar en el ejército de Jesucristo, y mis premios serán espirituales".
En
seguida se fue a Poitiers donde era obispo el gran sabio San Hilario, el cual
lo recibió como discípulo y se encargó de instruirlo.
Como
Martín sentía un gran deseo de dedicarse a la oración y a la meditación, San
Hilario le cedió unas tierras en sitio solitario y allá fue con varios amigos,
y fundó el primer convento o monasterio que hubo en Francia. En esa soledad
estuvo diez años dedicado a orar, a hacer sacrificios y a estudiar las Sagradas
Escrituras. Los habitantes de los alrededores consiguieron por sus oraciones y
bendiciones, muchas curaciones y varios prodigios. Cuando después le
preguntaban qué profesiones había ejercido respondía: "fui soldado por obligación
y por deber, y monje por inclinación y para salvar mi alma".
Un
día en el año 371 fue invitado a Tours con el pretexto de que lo necesitaba un
enfermo grave, pero era que el pueblo quería elegirlo obispo. Apenas estuvo en
la catedral toda la multitud lo aclamó como obispo de Tours, y por más que él
se declarara indigno de recibir ese cargo, lo obligaron a aceptar.
En
Tours fundó otro convento y pronto tenía ya 80 mojes. Y los milagros, la
predicación, y la piedad del nuevo obispo hicieron desaparecer prontamente el
paganismo de esa región, y las conversiones al cristianismo eran de todos los
días. A los primeros que convirtió fue a su madre y a sus hermanos que eran
paganos.
Un
día un antiguo compañero de armas lo criticó diciéndole que era un cobarde por haberse
retirado del ejército. Él le contestó: "Con la espada podía vencer a los
enemigos materiales. Con la cruz estoy derrotando a los enemigos
espirituales".
Recorrió
todo el territorio de su diócesis dejando en cada pueblo un sacerdote. Él fue
fundador de las parroquias rurales en Francia.
Dice
su biógrafo y discípulo, que la gente se admiraba al ver a Martín siempre de
buen genio, alegre y amable. Que en su trato empleaba la más exquisita bondad
con todos.
Un
día en un banquete San Martín tuvo que ofrecer una copa de vino, y la pasó
primero a un sacerdote y después sí al emperador, que estaba allí a su lado. Y
explicó el por qué: "Es que el emperador tiene potestad sobre lo material,
pero al sacerdote Dios le concedió la potestad sobre lo espiritual". Al
emperador le agradó aquella explicación.
En
los 27 años que fue obispo se ganó el cariño de todo su pueblo, y su caridad
era inagotable con los necesitados. Los únicos que no lo querían eran ciertos
tipos que querían vivir en paz con sus vicios, pero el santo no los dejaba. De
uno de ellos, que inventaba toda clase de cuentos contra San Martín, porque
éste le criticaba sus malas costumbres, dijo el santo cuando le aconsejaron que
lo debía hacer castigar: "Si Cristo soportó a Judas, ¿por qué no he de
soportar yo a este que me traiciona?".
Con
varios empleados oficiales tuvo fuertes discusiones, porque en ese tiempo se
acostumbraba torturar a los prisioneros para que declararan sus delitos.
Nuestro santo se oponía totalmente a esto, y aunque por ello se ganó la
enemistad de altos funcionarios, no permitía la tortura.
Supo
por revelación cuándo le iba a llegar la muerte y comunicó la noticia a sus
numerosos discípulos. Estos se reunieron junto a su lecho de enfermo y le
suplicaban llorando: "¿Te alejas padre de nosotros, y nos dejas huérfanos
y solos y desamparados?". El santo respondió con una frase que se ha hecho
famosa: "Señor, si en algo puedo ser útil todavía, no rehúso ni rechazo
cualquier trabajo y ocupación que me quieras mandar".
Pero
Dios vio que ya había trabajado y sufrido bastante y se lo llevó a que
recibiera en el cielo el premio por sus grandes labores en la tierra.
El
medio manto de San Martín (el que cortó con la espada para dar al pobre) fue
guardado en una urna y se le construyó un pequeño santuario para guardar esa
reliquia. Como en latín para decir "medio manto" se dice
"capilla", la gente decía: "Vamos a orar donde está la
capilla". Y de ahí viene el nombre de capilla, que se da a los pequeños
salones que se hacen para orar.
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