jueves, 10 de noviembre de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 11 de noviembre – viernes 32ª . semana del T.O.-C SAN MARTIN DE TOUR, obispo




11 de noviembre – viernes
32ª . semana del T.O.-C
SAN MARTIN DE TOUR, obispo

Evangelio según san Lucas 17, 26-37
      En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del Hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos.
Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos.
      Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del Hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en la casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot.
El que pretenda guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará.
Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán; estarán dos en el campo: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán'.
Ellos le preguntaron:
"¿Dónde, Señor?"
Él contestó:
"Donde está el cadáver se reunirán los buitres'.

1. ¿Dijo realmente Jesús estas cosas tal y como aquí han quedado recogidas?
Para comprender   su significado más elemental, hay que empezar recordando lo que el mismo Jesús ha dicho inmediatamente   antes: "es preciso primero que sufra   mucho
y que sea rechazado por esta generación" (Lc 17, 25).
Por eso se ha dicho: "no habrá parusía sin crucifixión, no habrá futuro sin pasado, ni gloria sin humildad" (F. Bovon).
O sea, donde hay "pasión", después  se logra "lo que todos anhelamos".   La paz y la
esperanza.
Así, lo que viene a continuación son dos ejemplos que confirman el principio que Jesús ha establecido. Y que realizó con su vida y con su muerte.

2.  Un problema   importante, que se le planteó a la Iglesia naciente, sobre todo en los últimos años del s. I, fue la inminente expectativa del fin de los tiempos, la llamada “parusía" o venida definitiva de Cristo el Señor.
Lo que sería la realización de la salvación definitiva. Esta convicción estuvo muy presente en algunas    comunidades de la tradición de Pablo (Ef 4, 30; Col 3, 4) (J. Gnilka).
Lucas quiso dar algún tipo de respuesta a los creyentes que vivían esta experiencia de espera, que apremiaba, pero que no llegaba. Y la respuesta fue el criterio establecido antes: Lo mismo en el mito de Noé que en el "pintoresco-dramático" relato del Lot, al sufrimiento de la atroz desgracia, le sigue la consecución de la paz y la felicidad de la vida (Lc 17, 26-27).

3.  Estas situaciones de espera inminente, a la que sigue el bienestar de la vida normal, han sido relativamente frecuentes en la historia de la Iglesia. Y es que la experiencia religiosa se manifiesta, entre otras formas, en la secuencia (sea real o imaginaria) de fenómenos   y situaciones de sufrimiento, que rompen la   normalidad de lo cotidiano. Sin embargo, si algo queda   en pie en este texto del evangelio de hoy, es la insistencia de Jesús en que el Reino de Dios se hace presente en lo diario, en lo cotidiano, en la normalidad de la vida en su conjunto: la convivencia, el trabajo, el descanso, el ejercicio de la propia profesión, el descanso.
Vivir de tal forma que la propia vida sea el reflejo de cómo fue la presencia de Jesús entre nosotros.

SAN MARTIN DE TOUR, obispo



Martín significa: "el batallador".
(De Mart = batalla).
San Martín es un gran santo queridísimo para los franceses, y muy popular en todo el mundo.
Nació en Hungría, pero sus padres se fueron a vivir a Italia. Era hijo de un veterano del ejército y a los 15 años ya vestía el uniforme militar.
Durante más de 15 siglos ha sido recordado nuestro santo por el hecho que le sucedió siendo joven y estando de militar en Amiens (Francia). Un día de invierno muy frío se encontró por el camino con un pobre hombre que estaba tiritando de frío y a medio vestir. Martín, como no llevaba nada más para regalarle, sacó la espada y dividió en dos partes su manto, y le dio la mitad al pobre. Esa noche vio en sueños que Jesucristo se le presentaba vestido con el medio manto que él había regalado al pobre y oyó que le decía: "Martín, hoy me cubriste con tu manto".
Sulpicio Severo, discípulo y biógrafo del santo, cuenta que tan pronto Martín tuvo esta visión se hizo bautizar (era catecúmeno, o sea estaba preparándose para el bautismo). Luego se presentó a su general que estaba repartiendo regalos a los militares y le dijo: "Hasta ahora te he servido como soldado. Déjame de ahora en adelante servir a Jesucristo propagando su santa religión". El general quiso darle varios premios, pero él le dijo: "Estos regalos repártelos entre los que van a seguir luchando en tu ejército. Yo me voy a luchar en el ejército de Jesucristo, y mis premios serán espirituales".
En seguida se fue a Poitiers donde era obispo el gran sabio San Hilario, el cual lo recibió como discípulo y se encargó de instruirlo.
Como Martín sentía un gran deseo de dedicarse a la oración y a la meditación, San Hilario le cedió unas tierras en sitio solitario y allá fue con varios amigos, y fundó el primer convento o monasterio que hubo en Francia. En esa soledad estuvo diez años dedicado a orar, a hacer sacrificios y a estudiar las Sagradas Escrituras. Los habitantes de los alrededores consiguieron por sus oraciones y bendiciones, muchas curaciones y varios prodigios. Cuando después le preguntaban qué profesiones había ejercido respondía: "fui soldado por obligación y por deber, y monje por inclinación y para salvar mi alma".
Un día en el año 371 fue invitado a Tours con el pretexto de que lo necesitaba un enfermo grave, pero era que el pueblo quería elegirlo obispo. Apenas estuvo en la catedral toda la multitud lo aclamó como obispo de Tours, y por más que él se declarara indigno de recibir ese cargo, lo obligaron a aceptar.
En Tours fundó otro convento y pronto tenía ya 80 mojes. Y los milagros, la predicación, y la piedad del nuevo obispo hicieron desaparecer prontamente el paganismo de esa región, y las conversiones al cristianismo eran de todos los días. A los primeros que convirtió fue a su madre y a sus hermanos que eran paganos.
Un día un antiguo compañero de armas lo criticó diciéndole que era un cobarde por haberse retirado del ejército. Él le contestó: "Con la espada podía vencer a los enemigos materiales. Con la cruz estoy derrotando a los enemigos espirituales".
Recorrió todo el territorio de su diócesis dejando en cada pueblo un sacerdote. Él fue fundador de las parroquias rurales en Francia.
Dice su biógrafo y discípulo, que la gente se admiraba al ver a Martín siempre de buen genio, alegre y amable. Que en su trato empleaba la más exquisita bondad con todos.
Un día en un banquete San Martín tuvo que ofrecer una copa de vino, y la pasó primero a un sacerdote y después sí al emperador, que estaba allí a su lado. Y explicó el por qué: "Es que el emperador tiene potestad sobre lo material, pero al sacerdote Dios le concedió la potestad sobre lo espiritual". Al emperador le agradó aquella explicación.
En los 27 años que fue obispo se ganó el cariño de todo su pueblo, y su caridad era inagotable con los necesitados. Los únicos que no lo querían eran ciertos tipos que querían vivir en paz con sus vicios, pero el santo no los dejaba. De uno de ellos, que inventaba toda clase de cuentos contra San Martín, porque éste le criticaba sus malas costumbres, dijo el santo cuando le aconsejaron que lo debía hacer castigar: "Si Cristo soportó a Judas, ¿por qué no he de soportar yo a este que me traiciona?".
Con varios empleados oficiales tuvo fuertes discusiones, porque en ese tiempo se acostumbraba torturar a los prisioneros para que declararan sus delitos. Nuestro santo se oponía totalmente a esto, y aunque por ello se ganó la enemistad de altos funcionarios, no permitía la tortura.
Supo por revelación cuándo le iba a llegar la muerte y comunicó la noticia a sus numerosos discípulos. Estos se reunieron junto a su lecho de enfermo y le suplicaban llorando: "¿Te alejas padre de nosotros, y nos dejas huérfanos y solos y desamparados?". El santo respondió con una frase que se ha hecho famosa: "Señor, si en algo puedo ser útil todavía, no rehúso ni rechazo cualquier trabajo y ocupación que me quieras mandar".
Pero Dios vio que ya había trabajado y sufrido bastante y se lo llevó a que recibiera en el cielo el premio por sus grandes labores en la tierra.
El medio manto de San Martín (el que cortó con la espada para dar al pobre) fue guardado en una urna y se le construyó un pequeño santuario para guardar esa reliquia. Como en latín para decir "medio manto" se dice "capilla", la gente decía: "Vamos a orar donde está la capilla". Y de ahí viene el nombre de capilla, que se da a los pequeños salones que se hacen para orar.




No hay comentarios:

Publicar un comentario