lunes, 7 de noviembre de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 8 de noviembre – martes 32ª - Semana del T.O.-C Beato Juan Duns Escoto



8 de noviembre – martes
32ª - Semana del T.O.-C
Beato Juan Duns Escoto

Evangelio según san Lucas 17, 7-10
    En aquel tiempo, dijo Jesús:
"Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: Enseguida, ven y ponte a la mesa? ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras cómo y bebo; y después comerás y beberás tú? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer".

1.  Jesús propone su  enseñanza  tomando    como tema de  referencia la relación, no  ya la relación entre el "patrono" y el "trabajador", sino el dominio (que existía en  las culturas de la Antigüedad) entre el "amo" y el "esclavo", que es el término ("doulos"), que utiliza el texto de Lucas. Es una relación que legalmente ya no está permitida, aunque bien sabemos que "esclavos de facto" existen muchos más de los que imaginamos.
Si aquí se habla de esclavos paganos, la situación de estos era tan dura como la de cualquier esclavo en el Imperio. Si se trataba de esclavos judíos, la situación era distinta. Porque un judío podía permanecer en estado de esclavitud solamente durante seis años. Además, sus derechos estaban reglamentados en la Ley bíblica (Lev 25, 40; Ex 21, 4).
Se les trataba mejor que a los esclavos paganos, aunque la realidad diaria era, a veces, bastante dura (J. Jeremías).

2.  Como es sabido, la esclavitud de entonces no era un contrato laboral actual. El
esclavo no tenía horas semanales de trabajo. Tenía que estar siempre disponible para cualquier cosa. Y tenía que hacer lo que le mandaban, sin rechistar ni quejarse de  nada, ni por nada. Ni podía exigir lo más mínimo.

3.  Jesús piensa que la disponibilidad del esclavo es la actitud interior que debe configurar al creyente. Lo que, dicho así, es una postura que nos resulta dura, inaceptable, degradante. Pero tendríamos que pensar en que, si las relaciones humanas se organizan sobre la base de esta disponibilidad constante, la convivencia sería indeciblemente más agradable y más llevadera de cuanto podemos imaginar. No solo porque esto supondría vivir de verdad "para los demás" siempre. Sino, además de eso, porque estamos hablando de disponibilidad al servicio del Evangelio. Lo que lleva consigo, entre otras cosas, la libertad para exigir el respeto que necesita y merece
todo ser humano.
El problema, que tenemos ahora, es que la codicia de los poderosos (empresarios, banqueros, políticos...) ha llegado a tales dimensiones, que han creado unas "leyes laborales" que convierten al trabajador en algo más humillante y duro que la antigua esclavitud.
Porque los que mandan han legislado de forma que lo más grave ya no es la sumisión, sino la inseguridad. El trabajador puede ser despedido cuando menos lo espera. Puede verse con un sueldo reducido, ser trasladado, quedarse sin casa y sin seguridad social, etc. De ahí, la brutal desigualdad entre ricos y pobres, que clama al cielo.

Beato Juan Duns Escoto



Vida de Beato Juan Duns Escoto
Juan Pablo II aprobó su culto el 20 de marzo de 1993.
Juan Escoto nació en Duns, en Escocia, hacia 1265, entró en la Orden de los Hermanos Menores hacia 1280 y fue ordenado sacerdote el 17 de abril de 1291. Completó los estudios entre 1291 y 1296 en París.
Luego enseñó en Cambridge, Oxford y París, como bachiller, comentaba las “Sentencias” de Pedro Lombardo.
Tuvo que abandonar la universidad, por no haber querido firmar una apelación al Concilio contra Bonifacio VIII, promovida por Felipe el Hermoso, rey de Francia.
Regresó allí el año siguiente para obtener el doctorado, con una carta de presentación del Ministro general de la Orden, Padre Gonzalo Hispánico, que había sido su maestro, en la cual lo recomendaba como plenamente docto “sea por la larga experiencia, sea por la fama que se había extendido por todas partes, de su vida laudable, de su ciencia excelente y del ingenio sutilísimo” del candidato.
A fines de 1307 Juan Duns Escoto estaba en Colonia, donde enseñó. Quizás no hay doctor medieval más sobresaliente que este franciscano escocés, que estudió en Oxford, enseñó en París, fue expulsado por Felipe el Hermoso porque no quiso firmar la apelación antipapal y murió en Colonia, a la edad en que los otros filósofos comienzan a producir, como si la llama del pensamiento le hubiese quemado la juventud.
El título de “Doctor Sutil” que le dieron, dice toda su sublimidad. Sus teorías sobre la Virgen y sobre la encarnación obtienen después de siglos la confirmación en el dogma de la Inmaculada Concepción y en el culto a la realeza de Cristo.
Elabora el misticismo pensante de San Buenaventura. Escoto es un metafísico y un teólogo.
Empleó su agudeza de ingenio en la sistematización de los grandes amores de San Francisco: Jesucristo y la Virgen Santísima. La posteridad también lo ha llamado “Doctor del Verbo Encarnado” y “Doctor Mariano”.
Tuvo numerosos discípulos y muy pronto llegó a ser y siguió siendo el jefe de la escuela franciscana, que se inició con el Beato Alejandro de Hales, se desarrolló con San Buenaventura, doctor Seráfico de la Iglesia, y llegó a su culminación en el Beato Juan Duns Escoto.

Su doctrina está en perfecta armonía con su espiritualidad.
Después de Jesús, la Virgen Santísima ocupó el primer puesto en su vida. Duns Escoto es el teólogo por excelencia de la Inmaculada Concepción.
El estudio de los privilegios de María ocupó un puesto importantísimo en su vida. En una disputa pública, permaneció silencioso hasta que unos 200 teólogos expusieron y probaron sus sentencias de que Dios no había querido libre de pecado original a la Madre de su Hijo.
Por último, después de todos, se levantó Juan Duns Escoto, tomó la palabra, y refutó uno por uno todos los argumentos aducidos contra el privilegio mariano; y demostró con la Sagrada Escritura, con los escritos de los Santos Padres y con agudísima dialéctica, que un tal privilegio era conforme con la fe y que por lo mismo se debía atribuir a la gran Madre de Dios. Fue el triunfo más clamoroso en la célebre Sorbona, sintetizado en el célebre axioma: “Potuit, decuit, ergo fecit (Podía, convenía, luego lo hizo)”.

En Colonia, donde enseñaba, murió el 8 de noviembre de 1308.

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