8 de noviembre – martes
32ª - Semana del T.O.-C
Beato Juan Duns Escoto
Evangelio según san Lucas 17, 7-10
En
aquel tiempo, dijo Jesús:
"Suponed que un criado vuestro trabaja como
labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice:
Enseguida, ven y ponte a la mesa? ¿No le diréis: "Prepárame de cenar,
cíñete y sírveme mientras cómo y bebo; y después comerás y beberás tú? Lo mismo
vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres
siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer".
1. Jesús propone su enseñanza
tomando como tema de referencia la relación, no ya la relación entre el "patrono" y
el "trabajador", sino el dominio (que existía en las culturas de la Antigüedad) entre el
"amo" y el "esclavo", que es el término
("doulos"), que utiliza el texto de Lucas. Es una relación que
legalmente ya no está permitida, aunque bien sabemos que "esclavos de
facto" existen muchos más de los que imaginamos.
Si aquí se habla de
esclavos paganos, la situación de estos era tan dura como la de cualquier
esclavo en el Imperio. Si se trataba de esclavos judíos, la situación era
distinta. Porque un judío podía permanecer en estado de esclavitud solamente durante
seis años. Además, sus derechos estaban reglamentados en la Ley bíblica (Lev
25, 40; Ex 21, 4).
Se les trataba
mejor que a los esclavos paganos, aunque la realidad diaria era, a veces,
bastante dura (J. Jeremías).
2. Como es sabido, la esclavitud de entonces no
era un contrato laboral actual. El
esclavo no tenía horas semanales de trabajo. Tenía
que estar siempre disponible para cualquier cosa. Y tenía que hacer lo que le
mandaban, sin rechistar ni quejarse de
nada, ni por nada. Ni podía exigir lo más mínimo.
3. Jesús piensa que la disponibilidad del
esclavo es la actitud interior que debe configurar al creyente. Lo que, dicho
así, es una postura que nos resulta dura, inaceptable, degradante. Pero
tendríamos que pensar en que, si las relaciones humanas se organizan sobre la
base de esta disponibilidad constante, la convivencia sería indeciblemente más agradable
y más llevadera de cuanto podemos imaginar. No solo porque esto supondría vivir
de verdad "para los demás" siempre. Sino, además de eso, porque estamos
hablando de disponibilidad al servicio del Evangelio. Lo que lleva consigo,
entre otras cosas, la libertad para exigir el respeto que necesita y merece
todo ser humano.
El problema, que
tenemos ahora, es que la codicia de los poderosos (empresarios, banqueros, políticos...)
ha llegado a tales dimensiones, que han creado unas "leyes laborales"
que convierten al trabajador en algo más humillante y duro que la antigua
esclavitud.
Porque los que
mandan han legislado de forma que lo más grave ya no es la sumisión, sino la
inseguridad. El trabajador puede ser despedido cuando menos lo espera. Puede verse
con un sueldo reducido, ser trasladado, quedarse sin casa y sin seguridad
social, etc. De ahí, la brutal desigualdad entre ricos y pobres, que clama al
cielo.
Beato Juan Duns Escoto
Vida de Beato Juan Duns Escoto
Juan
Pablo II aprobó su culto el 20 de marzo de 1993.
Juan
Escoto nació en Duns, en Escocia, hacia 1265, entró en la Orden de los Hermanos
Menores hacia 1280 y fue ordenado sacerdote el 17 de abril de 1291. Completó
los estudios entre 1291 y 1296 en París.
Luego
enseñó en Cambridge, Oxford y París, como bachiller, comentaba las “Sentencias”
de Pedro Lombardo.
Tuvo
que abandonar la universidad, por no haber querido firmar una apelación al
Concilio contra Bonifacio VIII, promovida por Felipe el Hermoso, rey de
Francia.
Regresó
allí el año siguiente para obtener el doctorado, con una carta de presentación
del Ministro general de la Orden, Padre Gonzalo Hispánico, que había sido su
maestro, en la cual lo recomendaba como plenamente docto “sea por la larga
experiencia, sea por la fama que se había extendido por todas partes, de su
vida laudable, de su ciencia excelente y del ingenio sutilísimo” del candidato.
A
fines de 1307 Juan Duns Escoto estaba en Colonia, donde enseñó. Quizás no hay
doctor medieval más sobresaliente que este franciscano escocés, que estudió en
Oxford, enseñó en París, fue expulsado por Felipe el Hermoso porque no quiso
firmar la apelación antipapal y murió en Colonia, a la edad en que los otros
filósofos comienzan a producir, como si la llama del pensamiento le hubiese
quemado la juventud.
El
título de “Doctor Sutil” que le dieron, dice toda su sublimidad. Sus teorías
sobre la Virgen y sobre la encarnación obtienen después de siglos la
confirmación en el dogma de la Inmaculada Concepción y en el culto a la realeza
de Cristo.
Elabora el misticismo pensante de San Buenaventura.
Escoto es un metafísico y un teólogo.
Empleó
su agudeza de ingenio en la sistematización de los grandes amores de San
Francisco: Jesucristo y la Virgen Santísima. La posteridad también lo ha
llamado “Doctor del Verbo Encarnado” y “Doctor Mariano”.
Tuvo
numerosos discípulos y muy pronto llegó a ser y siguió siendo el jefe de la
escuela franciscana, que se inició con el Beato Alejandro de Hales, se
desarrolló con San Buenaventura, doctor Seráfico de la Iglesia, y llegó a su
culminación en el Beato Juan Duns Escoto.
Su doctrina está en perfecta armonía con su
espiritualidad.
Después
de Jesús, la Virgen Santísima ocupó el primer puesto en su vida. Duns Escoto es
el teólogo por excelencia de la Inmaculada Concepción.
El
estudio de los privilegios de María ocupó un puesto importantísimo en su vida.
En una disputa pública, permaneció silencioso hasta que unos 200 teólogos
expusieron y probaron sus sentencias de que Dios no había querido libre de
pecado original a la Madre de su Hijo.
Por
último, después de todos, se levantó Juan Duns Escoto, tomó la palabra, y
refutó uno por uno todos los argumentos aducidos contra el privilegio mariano;
y demostró con la Sagrada Escritura, con los escritos de los Santos Padres y
con agudísima dialéctica, que un tal privilegio era conforme con la fe y que
por lo mismo se debía atribuir a la gran Madre de Dios. Fue el triunfo más
clamoroso en la célebre Sorbona, sintetizado en el célebre axioma: “Potuit,
decuit, ergo fecit (Podía, convenía, luego lo hizo)”.
En
Colonia, donde enseñaba, murió el 8 de noviembre de 1308.
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