18 DE NOVIEMBRE - VIERNES
33ª - SEMANA DEL T. O.- C
Dedicación de las basílicas de San Pedro y San Pablo
Evangelio
según san Lucas 19, 45-48
En aquel tiempo, entró Jesús en
el Templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles:
"Está escrito: "Mi casa es casa de oración"; pero
vosotros la habéis convertido en una "cueva de ladrones'.
Todos los días enseñaba
en el Templo.
Los sumos sacerdotes, los
letrados y los senadores del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se
dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente
de sus labios.
1. Estamos
ante uno de los relatos más elocuentes del Evangelio. Lo que hizo Jesús, en
este caso, y cómo lo hizo, resume en gran medida una parte determinante de todo lo que Jesús quiso enseñar.
Dicho esto, debe quedar claro que este episodio,
en su contenido central, sucedió tal y como lo relatan los cuatro evangelios.
Así lo reconocen los más autorizados exegetas
de los evangelios.
¿Qué es lo que pretendió Jesús mediante este
gesto tan violento?
2. Hay
datos que hacen pensar que quienes
sabían bien lo que allí sucedió, enseguida se dieron cuenta de que lo que estaba en peligro era la existencia
misma del Templo. En el juicio religioso, a Jesús lo acusaron de que podía
"echar abajo el santuario" (Mt 26, 61) o que había dicho: "yo
derribaré este santuario" (Mc 14, 58). Acusaciones que le echan en cara al
mismo Jesús en la cruz (Mt 27, 40; Mc 15, 29).
Y después de la resurrección, Esteban
aseguraba que Jesús había dicho: "yo destruiré
este lugar" (Hech 6, 14). En todos estos
casos, no se habla de "purificación", sino de "destrucción".
Y ese es el peligro o amenaza que el Sanedrín en pleno temió que se le venía
encima, si no liquidaban ellos a Jesús (Jn 11, 48).
Por tanto, los dirigentes judíos vieron en
Jesús una amenaza directa para la existencia misma del Templo.
Que, en el fondo, es lo que Jesús había
anunciado a la mujer samaritana: se acababa la adoración a Dios en "un
lugar" determinado ("ni en este monte ni en Jerusalén") (Jn 4,
21). ¿Qué nos dice todo esto?
3.
Jesús se dio cuenta de una cosa enteramente fundamental en el hecho
religioso.
El "templo" es el "espacio
sagrado", que se contrapone y es distinto del "espacio profano".
El templo, expresión de "lo sagrado" en cuanto separado de "lo
profano", rompe la uniformidad y la homogeneidad de la realidad existente a nuestro alcance (M.
Eliade). Esto supone que hay espacios (edificios, locales, sitios...) que
tienen una "dignidad" y
merecen unos
"privilegios" que no tienen las demás realidades humanas.
Ahora bien, desde el momento en que se
introduce este elemento extraño a la realidad de la vida en su conjunto, desde
ese mismo momento se rompen la armonía y la igualdad en la convivencia humana.
Y se introduce en el mundo un principio de confrontación, que, de una forma u
otra, genera violencia, divisiones, enfrentamientos. Esto es lo que vio Jesús.
Y con esto es con lo que Jesús quiso acabar. Pero, por desgracia, la Iglesia
evolucionó en los siglos siguientes, de forma que paulatinamente se fue
alejando del Evangelio y se fue identificando con el Imperio y sus prácticas
religiosas.
Jesús puso "lo sagrado" en las
personas. El clero lo ha metido, de nuevo, en los templos. Con todo lo que eso
lleva consigo.
Dedicación de las basílicas de San Pedro y San Pablo
La actual Basílica de San Pedro en Roma fue
consagrada por el Papa Urbano Octavo el 18 de noviembre de 1626, aniversario de
la consagración de la Basílica antigua.
La construcción de este grandioso templo duró 170
años, bajo la dirección de 20 Sumos Pontífices. Está construida en la colina
llamada Vaticano, sobre la tumba de San Pedro.
Allí en el Vaticano fue martirizado San Pedro (crucificándolo
cabeza abajo) y ahí mismo fue sepultado. Sobre su sepulcro hizo construir el
emperador Constantino una Basílica, en el año 323, y esa magnífica iglesia
permaneció sin cambios durante dos siglos. Junto a ella en la colina llamada
Vaticano fueron construyéndose varios edificios que pertenecían a los Sumos
Pontífices. Durante siglos fueron hermoseando cada vez más la Basílica.
Cuando los Sumos Pontífices volvieron del destierro
de Avignon el Papa empezó a vivir en el Vaticano, junto a la Basílica de San
Pedro (hasta entonces los Pontífices habían vivido en el Palacio, junto a la
Basílica de Letrán) y desde entonces la Basílica de San Pedro ha sido siempre
el templo más famoso del mundo.
La Basílica de San Pedro mide 212 metros de largo,
140 de ancho, y 133 metros de altura en su cúpula. Ocupa 15,000 metros
cuadrados. No hay otro templo en el mundo que le iguale en extensión.
Su construcción la empezó el Papa Nicolás V en 1454,
y la terminó y consagró el Papa Urbano VIII en 1626 (170 años construyéndola).
Trabajaron en ella los más famosos artistas como Bramante, Rafael, Miguel Ángel
y Bernini. Su hermosura es impresionante.
Hoy recordamos también la consagración de la Basílica
de San Pablo, que está al otro lado de Roma, a 11 kilómetros de San Pedro, en
un sitio llamado "Las tres fontanas", porque la tradición cuenta que
allí le fue cortada la cabeza a San Pablo y que al cortársela cayó al suelo y
dio tres golpes y en cada golpe salió una fuente de agua (y allí están las
tales tres fontantas).
La antigua Basílica de San Pablo la habían construido
el Papa San León Magno y el emperador Teodosio, pero en 1823 fue destruida por
un incendio, y entonces, con limosnas que los católicos enviaron desde todos
los países del mundo se construyó la nueva, sobre el modelo de la antigua, pero
más grande y más hermosa, la cual fue consagrada por el Papa Pío Nono en 1854.
En los trabajos de reconstrucción se encontró un sepulcro sumamente antiguo (de
antes del siglo IV) con esta inscripción: "A San Pablo, Apóstol y
Mártir".
Estas Basílicas nos recuerdan lo generosos que han
sido los católicos de todos los tiempos para que nuestros templos sean lo más
hermoso posible, y cómo nosotros debemos contribuir generosamente para mantener
bello y elegante el templo de nuestro barrio o de nuestra parroquia.
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