17 DE NOVIEMBRE - JUEVES
33ª - SEMANA DEL T.O.-
C
Santa Isabel de Hungría
Evangelio
según san Lucas 19,41-44
En aquel tiempo, al acercarse
Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando:
"¡Si al menos tú
comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a
tus ojos.
Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te
sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán
piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida".
1. Hay autores que piensan que este relato no
corresponde a algo que realmente ocurrió al llegar Jesús a Jerusalén. Pero los
que dicen eso no parece que tengan razón. Jesús anuncia desgracias que
realmente ocurrieron. La guerra de los romanos contra los judíos es bien
conocida, sobre todo por la detallada descripción que de ella hace Flavio
Josefo en el De Bello Judaico. Pero resulta que los datos más importantes de
aquella guerra no quedan ni insinuados
en lo que dice el evangelio de Lucas. No parece, pues, que esto fuera un
"vaticinium ex eventu", contar como profecía lo que ya había
sucedido. Sin embargo, el fondo del "oráculo de desgracias", que
presenta Jesús, se produjo. Y sigue adelante en la historia. El pueblo judío
quedó disperso. Y en la dispersión sigue.
2. Jesús, al ver la ciudad, el magnífico
símbolo de Jerusalén como centro de la religiosidad de Israel, se emocionó
hasta el punto de echarse a llorar. Y llorar con la más profunda tristeza.
Jesús, además, sabía que allí le esperaba el
fin de sus días, de la forma más trágica posible. Jesús veía como inevitable,
no solo su dramático final, sino además la dispersión de su pueblo y las mil
persecuciones de que ese pueblo ha sido víctima y a costa de tantas víctimas
humanas. Jesús lloraba como ser humano amenazado de la más brutal de las torturas mortales. Y
como israelita, lloraba por el final desastroso de su patria y de una historia
que, a partir de entonces, quedó quebrada para siglos.
3. Es dramático, pero desgraciadamente real:
la ciudad más religiosa del mundo es también la ciudad que concentra y
simboliza tanta violencia y acumula tantos dramas humanos y religiosos.
¿Por qué se produce la contradictoria
relación —la casi constante relación— entre "religión" y
"violencia"?
Si hacemos de la religión la forma de
presencia, en el mundo, del "Dios Único", del "Absoluto"
sobre todos los demás "dioses" imaginables, es evidente que eso
conduce, sin más remedio, a la violencia.
Dos, tres, "dioses únicos y
absolutos" no pueden coexistir. Son excluyentes. Y sus adeptos lucharán
hasta destruirse. Esto se debe detener. Por ese camino no vamos a ninguna
parte. O, mejor dicho: vamos a la autodestrucción.
Decididamente, tenemos que entender la
religión de otra manera. La religión es siempre la "representación
inmanente” que los mortales nos hacemos del "Trascendente". Por
tanto, es y será siempre una representación "incompleta” (nadie puede
abarcar totalmente a Dios).
Por eso, la tarea de las religiones no debe
ser la "defensa" de la Verdad, sino la "búsqueda" del
Trascendente, al que nos iremos acercando en la medida en que nos vayamos
acercando nosotros, coincidiendo en Dios, aunque seamos diferentes en la
búsqueda.
Santa Isabel de
Hungría
Memoria de santa Isabel de
Hungría, que, siendo casi una niña, se casó con Luis, langradve de Turingia, a
quien dio tres hijos, y al quedar viuda, después de sufrir muchas calamidades y
siempre inclinada a la meditación de las cosas celestiales, se retiró a
Marburgo, en un hospital que ella misma había fundado, donde, abrazándose a la
pobreza, se dedicó al cuidado de los enfermos y de los pobres hasta el último
suspiro de su vida, que fue a los veinticinco años de edad.
Vida de Santa
Isabel de Hungría
Nació el año 1207. Era hija
de Andrés, rey de Hungría.
Se casó muy joven con Luis,
landgrave de Turinga, del que tuvo tres hijos.
Vivió como ejemplar esposa y
madre de familia, distinguiéndose por su intensa piedad y penitencia.
Después de la muerte de su
esposo, sufrió mucho al defender los derechos de su hijo mayor. Zanjados estos
asuntos, se dedicó por entero a servir con humildad a los más pobres y
necesitados. Erigió un hospital en el que ella misma servía a los enfermos.
Murió, todavía muy joven, en
Marburgo el año 1231.
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