jueves, 11 de mayo de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 12 DE MAYO - VIERNES 4ª - SEMANA DE PASCUA SAN PANCRACIO





12 DE MAYO - VIERNES
4ª - SEMANA DE PASCUA

   Evangelio según san Juan 14, 1-6
    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
"Que no tiemble vuestro corazón: creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y donde yo voy, ya sabéis el camino".
Tomás le dice:
"Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?"
Jesús le respondió:
"Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí".

1.  La frase capital de este texto es la afirmación final: Jesús "camino, verdad y vida".
- ¿De qué?   - ¿Para qué?
Jesús quiere decir que "él es la única fuente de
conocimiento que tenemos sobre el Padre (Dios)" (R. E. Brown).
Los discípulos tenían miedo.  Se mascaba la tragedia. Y, más que miedo, lo que tenían era terror. Hasta el punto de que su corazón estaba temblando, en estado de verdadera conmoción.   Por eso Jesús los tranquiliza. Y los tranquiliza recurriendo a la fe en Dios y en él. Con lo que Jesús les viene a decir: de la misma manera que yo estoy con vosotros, igual está Dios con vosotros. O sea, si yo no os puedo defraudar, tampoco Dios os puede defraudar. La seguridad que nos da Jesús es exactamente la misma que nos tiene que dar Dios.

2.  En este ambiente de ideas y sentimientos, se menciona tres veces el "camino".
No es el camino hacia el triunfo, el éxito, la fama o el poder. Nada de eso.
Es el camino para ir al Padre. O sea, se trata del camino para encontrar a Dios, para unirse a Dios.
Es, en el fondo, el camino que nos puede llevar al logro de nuestros anhelos más hondos.
El camino que marca el itinerario, la hoja de
ruta, para dar sentido a nuestras vidas. El camino en el que quizá nos jugamos la felicidad de una vida que se logra o, por el contrario, la desdicha de una vida que se quiebra y fracasa.
Nada menos que eso.

3.  Ese camino es Jesús. Que es el camino de la humanización, de la humanidad común a todos  los humanos. El camino que nos lleva al centro de la existencia humana.
 Ese centro en el que todos coincidimos y que, por tanto, nos une.  Porque es el centro que es el mismo para todos. Todos nos componemos de  "carnalidad" (todos  somos de carne y hueso) y de "alteridad" (todos nos necesitamos  y necesitamos al otro y a los otros).
Esto es previo a toda cultura, a toda religión, a toda ideología, a todo interés o a todo miedo.
Coincidir en eso y andar ese camino, exactamente eso es andar el camino que es Jesús mismo.
En definitiva: viviendo como vivió Jesús, así y solamente así, encontramos a Dios. Y así nos encontramos todos, se borran las fronteras, las líneas rojas que nos separan y dividen, las distancias que nos separan.
En Jesús, todos nos unimos.

SAN PANCRACIO


Huérfano de 14 años traído a Roma por su tío. Se convirtió a la fe y fue martirizado al día siguiente de su bautismo, rechazando premios y ayudas para el futuro si renegaba de su fe. Luego de dar las gracias a sus verdugos, no dudó en sacrificar su juventud para mantenerse fiel a Cristo. El mismo día fueron martirizados S. Nereus, S. Aquileo.
Murió mártir, decapitado c. 304 en Roma a los quince años (aprox)
Nacido en Frigia, provincia romana del Asia Menor. Su padre era un noble pagano llamado Cleonio que falleció cuando el niño tenía siete años. Pancracio fue a vivir con su tío paterno, Dionisio, quien fue un excelente modelo. Se trasladaron a Roma cuando el niño tenía diez años.
Dionisio y Pancracio tienen un criado cristiano que los evangeliza y los pone en contacto con el Papa. Así conocen a fondo el cristianismo y se convierten. Fueron bautizados y recibieron la comunión. Enseguida se despojaron de muchas posesiones en favor de los pobres.
El emperador Diocleciano, decretó una persecución (la última del imperio romano) contra el Cristianismo. Al poco tiempo Pancracio fue denunciado al emperador, quien conocía a su difunto padre.  Le dijeron "El hijo de Cleonio de Frigia se ha hecho cristiano y está distribuyendo sus haciendas entre viles personas; además, blasfema horriblemente contra nuestros dioses".
Diocleciano mando llamar a Pancracio y conversó largo tiempo con él, tratando de persuadirlo a que renunciase a Jesucristo. Al no lograrlo le condenó a muerte. En el lugar del martirio Pancracio se arrodilló, levantó los ojos y las manos al cielo, dando gracias al Señor porque había llegado a ese momento. Le cortaron la cabeza. Por la noche una noble señora, llamada Octavila, hizo recoger su cuerpo, lo embalsamó, lo amortajó con un lienzo precioso e hizo que lo entierren en un sepulcro nuevo, cerca del lugar del martirio.
El Papa Vitaliano envió sus reliquias desde el cementerio de Calepodius en Roma a Inglaterra para evangelizar y para instalar en los altares. San Agustín de Canterbury dedicó la primera Iglesia de Inglaterra a San Pancracio.
Es titular de una Basílica romana. Aquí los que habían sido bautizados el Sábado de Gloria dejaban sus vestidos blancos en el domingo octava de la Resurrección (llamado Dominica in Albis). Era un acto conclusivo de la Pascua. Sobre la tumba de San Pancracio renovaban el juramento de fidelidad a Jesucristo.  Desde entonces ha sido un santo muy amado, protector de inocentes y de las víctimas del perjurio.



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