26 DE MAYO - VIERNES
6ª - SEMANA DE PASCUA – A
Evangelio según san Juan 16,20-23 - a
En aquel tiempo, dijo Jesús a
sus discípulos:
"Os
aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará
alegre y vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en
alegría.
La mujer,
cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora: pero en
cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al
mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza, pero
volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra
alegría. Ese día no me preguntaréis nada".
1. La felicidad de vivir y el gozo de la vida es
la aspiración más honda y más determinante que todo ser humano lleva inscrita
en la sangre de sus sentimientos más
queridos. Esta aspiración es tan fuerte, que en ella se funda, y a partir de
ella se construye, toda la estrategia del capital, la tecnología y el consumo.
Como en esto mismo se
fundamenta también la crisis de las religiones en las sociedades avanzadas y en
los países industrializados. Porque está bien demostrado que la aspiración
inmediata al bienestar material se ha revelado mucho más poderosa que las
promesas sociales o religiosas que pueden hacer los políticos o los hombres de
la religión (Susan George).
2. Las personas, que
tenemos creencias religiosas y (más en concreto) los profesionales de la
religión y la teología, se imaginan que sus explicaciones, de lo que dice Dios
y lo que quiere Dios, son tan sólidas, tan fuertes, tan contundentes, que
convencen a todo el mundo. Cuando en
realidad convencen a muy poca gente.
Lo que determina la
conducta de las personas es el poder seductor de lo que nos agrada, nos gratifica,
nos atrae. Pero no nos damos cuenta de que nuestras teologías seducen cada día a
menos gente.
De ahí, la gran
pregunta que tenemos que hacernos:
- ¿cómo presentar la
fe en Jesús de forma que atraiga y sea capaz de seducir a la gente, sobre todo
a las generaciones jóvenes, que son el futuro?
3. Por eso Jesús
promete y asegura a los suyos que van a ser tan plenamente felices que
"nadie les quitará la alegría". Y conste que será una dicha tal, que
no necesitará ni explicación, ni justificante.
La lucha y empeño por
hacer desaparecer el llanto o la sonrisa de un niño no necesita argumentos. Se
justifica por sí solo. Porque el Dios que nos enseñó Jesús es así.
4. Pero, tal como es
este mundo, el logro de la felicidad exige, con demasiada frecuencia, pasar por
dolores de parto.
Es decir, la
felicidad se alcanza sufriendo. No porque Dios lo haya dispuesto así, ya que
entonces Dios sería un ser sádico y perverso.
No se trata de eso.
Se trata de que el mundo es como es. Y los seres humanos somos también inhumanos. De ahí que la "felicidad", que es
igual a "humanidad" lograda, lleva en sí misma el lastre de una
auténtica "agonía", de "agón", "lucha",
"certamen" (cf. Lc 13, 24; Jn 18, 36 y en el "corpus
paulino" passim).
La sociedad está
organizada de manera que, para que en este mundo haya felicidad (y felicidad
para todos) es necesario enfrentarse a los poderes del mal, que son los
causantes de tanto sufrimiento.
El proyecto de la
felicidad es un proyecto agónico, en el sentido explicado.
SAN FELIPE NERI, presbítero
(1515-1595)
San Felipe Neri nació en Florencia en 1515. Es
uno de los santos más deliciosos del calendario. "El más italiano de los
santos". Sencillo, ingenioso, alegre, extático, imprevisible, músico,
poeta, extravagante.
Y humorista. El hermano Zaboni riñó un día a
Felipe porque reía a carcajadas leyendo Las bromas del cura Arlotto: - Los
sacerdotes no deben reír ruidosamente. - El Señor es bueno, contestó Felipe.
¿Cómo no va a alegrarse de que sus hijos nos riamos? La tristeza nos hace
doblar el cuello y no nos permite mirar el cielo. Debemos combatir la tristeza,
no la alegría.
Le llamaban desde niño Felipín el bueno, por su
piedad, dulzura y amabilidad. Un tío suyo quiso hacerlo comerciante, pero lo
daba todo, no valía para eso. "Yo se lo hubiera dejado todo, si no fuera
por esa manía de rezar".
En medio del paganismo que imperaba en el
ambiente renacentista romano, Felipe entrega todos sus haberes a los pobres,
mientras él ayuna a pan y agua. Pasa los días en obras de caridad, y las noches
en las catacumbas de San Sebastián, entregado a la oración y a la penitencia.
Alcanza altísima oración. Sus éxtasis duran
horas y a veces se le oye clamar: ¡Basta, Señor, basta! ¡Detén el torrente de
tu amor! Ante esta vida angelical poco podían hacer los asaltos del mal. Un par
de mujerzuelas acechan un día contra su castidad. Las pupilas de fuego del
Santo las hacen huir asustadas. Con todo, le gustaba rezar así: Señor, no te
fíes de mí. Señor, ten de tu mano a Felipe, que, si no, un día, como Judas, te
traicionará. (Cuentan que el P. Nieto, santo director espiritual de Comillas,
cuando se enteraba de la secularización de algún sacerdote, lloraba: ¡No
conocen a Dios, no conocen a Dios! ¿Cómo lo iban a cambiar por una mujer?).
Funda una cofradía para atender a pobres y
peregrinos. Visita cárceles y hospitales. Busca sobre todo a los niños y a los
jóvenes. En 1551 se ordena sacerdote por obediencia. Desea ir a las Indias,
como Javier. El P. Ghattino le dice de parte de Dios: Roma será tus Indias.
Y por toda Roma derrama sus caridades, sus
fervores, su alegría contagiosa, la certeza de que hay más alegría en la virtud
que en el pecado. Es proverbial su don de lágrimas, y de hacer milagros. Se le
atribuye haber resucitado al príncipe Paulo Máximo, para que confesase un
pecado.
En el tribunal de la penitencia conseguía
conversiones maravillosas. Cuando celebraba Misa con el pueblo tenía que leer
alguna historieta de humor, para que le distrajese un poco, y no caer en un
éxtasis de varias horas. Si la celebraba solo, el monaguillo se iba y volvía
dos horas después. Un éxtasis le produjo la dilatación del corazón y la deformación
de dos costillas. Una se conserva en el Oratorio de Nápoles.
Todos los Papas y Príncipes acudían a él.
También la Inquisición quiso prenderle por las procesiones que hacía a las
siete iglesias romanas. Pero todo se aclaró. Fue amigo de San Carlos, San
Ignacio, San Camilo y San Félix de Cantalicio. Su obra definitiva fue la
fundación del Oratorio, para instruir y entretener a niños y jóvenes. Sed
buenos... si podéis, les decía comprensivo. Con tal de no ofender a Dios,
podéis cortar leña sobre mis espaldas. Desde el Oratorio extendía el bien a
todas partes.
El Oratorio influyó mucho a través del Cardenal
Baronio y otros muchos. Murió Felipe en 1595. Era la noche del Corpus y se fue
a acabar la fiesta al cielo. Sus restos descansan en la Chiesa Nuova de Roma.
Fue canonizado por Gregorio XV el 1622 junto con cuatro santos españoles.
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