16 DE MAYO – MARTES –
5ª - SEMANA DE PASCUA -A
SANTA GEMA GALGANI, virgen
Evangelio según san Juan 14,
27-31 a
En aquel tiempo dijo
Jesús a sus discípulos:
"La Paz os dejo, mi Paz o doy: no os la
doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me
habéis oído decir: Me voy y vuelvo a vuestro lado. Si me amarais, os alegraríais
de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo.
Os lo he dicho ahora, antes de que suceda,
para que cuando suceda, sigáis creyendo. Ya no hablaré mucho con vosotros, pues
se acerca el Príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es
necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me
manda, yo lo hago".
1. Necesitamos paz.
La necesitamos más que nunca. Porque nunca la violencia fue tan devastadora
como lo es en este momento.
Cuando Jesús se despide de los suyos, lo último que les
deja y les desea es "la Paz", en hebreo "sálóm", el bien
por excelencia que han anhelado los seres humanos de todos los tiempos. Y el
bien más escaso y más necesario para todos en este momento. Sin duda, esto es
lo primero que deberíamos tener presente cuando nos preguntamos por la verdad
de la religión. Y por la presencia de la religión en la cultura, en la
sociedad, en las relaciones entre los pueblos, los grupos humanos y las
personas.
Cuando una religión o una institución no es un factor determinante
de paz, sino de enfrentamientos, divisiones y conflictos, ahí no
puede
estar Dios, ni tampoco Jesús.
2. Jesús no da la
paz como la da el mundo. La paz de este mundo consiste en el equilibrio de
fuerzas, que, al estar equilibradas, por eso precisamente no se atreven a
enfrentarse. Se trata de una paz basada en el miedo a ser derrotado por el
adversario.
Por el contrario, la paz de Jesús es la experiencia de
aquellos que han dejado de ser cobardes y han perdido el miedo. No han dejado la
cobardía, ni han perdido el miedo, porque se han convertido en violentos insensatos
que van por la vida causando terror.
Todo lo contrario: se trata de los que han perdido el miedo
ante las agresiones o amenazas de los otros. Han perdido el miedo a caer en
desgracia. Han perdido el miedo a pasar la vida en el anonimato. Una persona
así, es una persona libre. Y al mismo tiempo, una persona que siembra paz y
destila sosiego, bienestar, felicidad.
3. Jesús afirma:
"El Padre es más que yo". Establecer la "identidad del ser"
entre el Padre y Jesús no se corresponde con lo que dijo Jesús. El Padre es Dios.
Jesús es la "representación" de Dios en el mundo, la
"imagen" de Dios entre nosotros. Pero, cuando hablamos de Dios, lo
que importa no es precisar quién es más o quién es menos, sino saber cómo hay
que portarse para encontrar a Dios.
El orden del saber responde a la curiosidad. El orden de la
conducta responde a la realidad de la vida. Y lo que importa es la vida que cada
cual lleva, no los saberes que cada uno tiene o enseña.
4. En todo caso,
necesitamos de manera urgente tomar conciencia de que, en estos últimos
tiempos, ocurre que la equivocada y perversa idea de la “otra vida", que
algunos se imaginan y propagan, es un argumento decisivo para motivar a los
terroristas más violentos, que no dudan en quitarse la vida (matando a otros
seres humanos) con la idea de que así se van seguros a no se sabe qué
"extraño paraíso"... Si es así lo que se enseña, esa "maldita religión"
es parte de la metralla que causa tanto dolor, tanto destrozo y tanta
muerte.
SANTA GEMA GALGANI, virgen
(1878-1903)
Nos encontramos ante una de estas santas que
tienen mucho digno de ser admiradas más que imitadas. Y no se trata de una
santa antigua sino de nuestros días. De hecho nace en una familia pobre el año
1878.
Dios lleva a Gema casi desde poco de nacer por
unos caminos que muy pronto llamarán la atención. La vida de Gema será una de
esas vidas que casi desde que tuvo uso de razón hasta su muerte, y aún más allá
de su muerte, tendrá fanáticos seguidores que todo lo verán en ella de orden
sobrenatural y santo, y otros empedernidos detractores que no verán en ella
sino histerismos físicos y morales y hasta influencias diabólicas.
A Gema Galgani hay que juzgarla con los
adelantos de la ciencia de nuestros días y hay que aceptar que el Señor igual
puede elegir para ser sus amigos -que nosotros llamamos santos- a personas
sanas como a personas enfermas. Gema, nuestra -protagonista, perteneció a las
segundas y mediante sus enfermedades, llevadas con gran heroísmo, llegó hasta
la santidad reconocida por sus conciudadanos primero y después por la misma
Iglesia.
Desde que tuvo uso de razón se vio que Gema era
lista, inteligente, despierta, más que los niños de su edad, aunque no era un
prodigio como suele a veces decirse. Quedó huérfana de muy niña y fue admitida
a formar parte de una familia que siempre la tuvo como hija más que como
criada.
A Gema le importó siempre conocer cuál era la
verdadera voluntad de Dios y ella quiso cumplirla a raja tabla como medio de
darle gloria a Él y mediante esto conseguir su propia santificación por la que
luchó con toda su alma.
Si hubiera que señalar en Gema alguna virtud
habría que recordar, sobre todo, éstas: la caridad, en la que descolló de modo
admirable pues a ella parece que sólo le importaba cómo servir y atender a los
demás olvidándose de sí misma. La obediencia ciega y sin límites a sus
superiores. Para ella representaban a Dios y por ello estaba cierta que
obedeciéndoles a ellos no podía equivocarse. La sencillez y humildad, pues se
sentía siempre muy poca cosa e incluso la última de todos, y no por llamar la
atención, sino porque tenía de sí misma ese juicio de tan poca valía. La
pureza, en cuya materia era como un ángel. No permitía que en esta virtud nada
ni nadie mancillase la blancura de su alma y de su cuerpo.
Si cuanto se cuenta en su vida se tratase de una
santa de la antigüedad se pensaría que eran cosas curiosas inventadas por el
autor de su vida. Pero en Gema se sabe que pasó por una serie de enfermedades
tan raras que parecen casi imposibles de explicar para la ciencia de hoy.
Pasaba de un momento de gravedad a quedar sana por completo. Desde su cuna
hasta su muerte fue atacada por toda clase de enfermedades que se puede
imaginar. Los médicos no lo sabían explicar.
Parecían gracias sobrenaturales o posesiones
diabólicas. Su confesor, el obispo Volpi, atribuía a histeria los fenómenos que
le sucedían mientras que su director espiritual, el pasionista Padre Germán de
San Estanislao, aseguraba que era de origen sobrenatural cuanto le sucedía a
Gema.
Mientras, ella clavaba su mirada en el Crucifijo
y a él entregaba todo su ser. Hasta los mismos familiares se burlaban de ella y
creían que todo era falso o invenciones de Gema, que era muy sensible y
emotiva. Ella se refugiaba en la meditación de la Pasión del Señor, cuyas
llagas o estigmas recibió en su cuerpo cuando tenía 22 años. Esta niña que
nació tan enfermiza, de familia toda enferma y muerta prematuramente, es un
buen modelo también para cuantas personas son probadas con la cruz de la
enfermedad. Gema supo abrazarse a ella y caminar con ella. Tuvo muchas gracias
místicas, pero fueron mucho más importantes las virtudes que siempre practicó.
Murió el 1903 llena de méritos sobrenaturales.
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