viernes, 19 de mayo de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 20 DE MAYO - SÁBADO – 5ª - SEMANA DE PASCUA - A SAN BERNARDINO DE SIENA, presbítero





20 DE MAYO   - SÁBADO –
5ª - SEMANA  DE  PASCUA - A

Evangelio según san Juan 15, 18-21
    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.
Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.
Recordad lo que os dije: No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.
    Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió".

1.  Jesús ha hablado inmediatamente antes del "amor de amistad". En eso ha consistido el "encargo" que Jesús dejó a sus seguidores. Ese tipo de amor tenía que ser su distintivo: "En esto conocerán todos que sois discípulos míos: en que os tenéis amor entre vosotros" (Jn 13, 35).
Después de decir estas palabras, Jesús mismo   concretó que el amor del que él habla es el "amor de amistad".
Ahora bien, el amor de amistad se basa en la "igualdad".  Cuando entre dos amigos, uno de ellos pretende situarse por encima del otro, la amistad se hace imposible. Y se rompe. Las rivalidades son la causa del fin de la amistad.

2.  El cristianismo es la religión que se basa en un hecho humano: la amistad. Pero eso, a su vez, supone y exige algo que la sociedad no tolera: la igualdad de todos. Igualdad no es negar las diferencias. La diferencia es un hecho. La igual-
dad es un derecho (L. Ferrajoli).
Jesús puso las bases de lo que ahora llamamos
los "Derechos Humanos".  Pero de sobra sabemos   que los Derechos Humanos se ven constantemente pisoteados, negados, perseguidos, atropellados.
3.  Por eso Jesús habla con tanta crudeza de odios y persecuciones. Una persona que hoy se pone, en serio, a trabajar y luchar por la puesta en práctica de los Derechos Humanos (igualdad de mujeres y hombres, igual dignidad para todos, las mismas libertades...), esa persona tiene asegurado el odio y la persecución.
La fuerza para afrontar este espantoso estado de cosas solamente puede venir de la fe en el Evangelio y del seguimiento de Jesús. Lo que ocurre es que, con frecuencia, las religiones, en lugar de fomentar la igualdad, hacen todo lo contrario.
Cuando las creencias religiosas no nos llevan a la armonía y el buen trato, sino al odio y las distancias, esas creencias son falsas. Y, además
nos engañan. Porque nos hacen creer que estamos en el buen camino, cuando en realidad nos estamos alejando, no solo de Dios, sino igualmente de nuestra propia humanidad.

SAN BERNARDINO DE SIENA, presbítero

(1380-1444)
San Bernardino nace en Siena en 1380. Hijo de noble familia, quedó muy pronto huérfano. Tuvo buenos maestros y una vasta formación. Pero fue la Virgen María la que sobre todo lo tomó desde niño bajo su protección.
Nací en el natalicio de Nuestra Señora. En la misma festividad entré en el convento, vestí el hábito franciscano, hice los votos, celebré la primera Misa y prediqué el primer sermón. Ella me llevará a la gloria".
Su ardiente devoción a María hace que, a pesar de tener un carácter dulce y sosegado, defienda su pureza con medios expeditivos. Un estudiante libertino se atreve a insinuarle un día una proposición vergonzosa. Y Bernardino, rápido, estampa en su rostro un sonoro bofetón.
Una tía monja le repite con frecuencia: - Ten cuidado. Tienes una cara demasiado guapa y un corazón demasiado tierno, que pueden perderte. - Llegas tarde, tía, le responde con gracia el mancebo. Estoy locamente enamorado de la doncella más noble y más hermosa de Siena. No hay otra igual. La tía se asusta, hasta que se entera que se refiere a la Virgen María.
A los veinte años deja los estudios para dedicarse a los apestados. Pasa unos meses enfermo. Cuando se recupera, entrega todos sus bienes a los pobres y toma el hábito franciscano.
Su ilusión era dedicarse a la predicación. Con San Vicente Ferrer y su discípulo San Juan de Capistrano, formarán el trío de los grandes predicadores de la primera mitad del siglo XV. Una pertinaz ronquera se lo dificultaba, pero -otra vez la mano de la Virgen- se siente curado totalmente.
Dios le había dotado de las mejores dotes para la predicación: amplia cultura, noble ademán, palabra de fuego, dulzura y firmeza, don de milagros, fama de santo. Las multitudes le siguen sin cansarse de oírle.
Empieza en Milán, luego toda Italia se lo disputa. Apacigua discordias, despierta amor a la oración, les arrastra a la penitencia y reforma de costumbres. "Toda Roma, escribe el futuro Pío II, acude a escucharle. El mismo Papa y los Cardenales son sus oyentes más asiduos".
Es el iniciador del culto al Santo Nombre de Jesús, cuyo anagrama extendió y popularizó en cartas, carteles, estampas, banderas, fachadas de edificios. No fue bien interpretada al principio esta devoción. Fue acusado de hereje ante Martín V, que lo manda recluirse en un convento. Esclarecida la verdad, el Papa le da la razón, y le ofrece el obispado de Siena, al que renuncia el Santo por humildad, como más tarde renunciará a los de Urbino y Ferrara. Lo suyo era recorrer pueblos y ciudades, levantando fervores y encendiendo los corazones en el amor a Jesús y a la Señora.
Le siguen llamando de todas partes y a todos los sitios acude sin tomarse descanso alguno. En esta vida peregrinante le sorprende la muerte, exhausto ya de fuerzas, en la ciudad de Aquila, camino de Nápoles. Era el 20 de mayo de 1444, víspera de la Ascensión del Señor a los cielos.
Acababa de revisar sus Discursos sobre las Bienaventuranzas. El buen operario ya podía descansar. Y la Virgen María acompañaría en el tránsito a su fiel amante. Nicolás V lo eleva a los altares el año 1450.



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