6
DE MAYO - SÁBADO –
3ª
- SEMANA DE PASCUA – A –
Evangelio según san Juan
6, 60-69
En aquel tiempo, muchos
discípulos de Jesús al oírlo, dijeron:
"Este modo de hablar es duro, ¿quién
puede hacerle caso?
Adivinando Jesús que sus discípulos lo
criticaban les dijo:
"¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais
al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes?
El Espíritu es quien da vida; la carne no
sirve de nada.
Las palabras que os he dicho son espíritu y
vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen"
(Pues Jesús sabía desde el principio quiénes
no creían y quién lo iba a entregar).
Y dijo:
"Por eso os he dicho que nadie puede
venir a mí si el Padre no se lo concede".
Desde entonces, muchos discípulos suyos se
echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
"¿También vosotros queréis
marcharos?" Simón Pedro le contestó:
"Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú
tienes
palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el
Santo consagrado por Dios".
1. Este final
del capítulo sexto del evangelio de Juan contiene la clave que nos explica
muchas cosas. Nos explica que los hombres no estamos dispuestos a aceptar
nuestra propia humanidad. Porque la humanidad
es debilidad. Y no toleramos nuestra debilidad.
Cuando los discípulos de Jesús se dieron
cuenta
de que habían embarcado sus vidas en el proyecto de un Profeta que ponía la
salvación en la debilidad de la carne y de la sangre, no aguantaron semejante
discurso. Aquello era un modo de hablar demasiado duro.
¿Quién podía hacerle caso?
2. Pero, ¿por qué esta resistencia a la fragilidad de
la carne?
No es cuestión de vanidad, de orgullo o de ambición de
poder. Es algo mucho más profundo.
El Gran Inquisidor de Dostoyevsky lo supo formular con
precisión: lo que los hombres no soportan es el peso de la libertad. Por eso,
dice el Inquisidor, "solo hay tres fuerzas capaces de subyugar para siempre
la conciencia de esos débiles revoltosos: el milagro, el misterio y la
autoridad".
Y es así. La gente quiere y espera el milagro: el
milagro económico, que nos saque de la crisis y nos devuelva la abundancia del consumo
sin restricciones.
La gente se embelesa con todo lo misterioso que le
seduce: desde los niños con sus videojuegos de dragones, de extraterrestres y
fantasmas, hasta los adultos con sus libros de esoterismo, personajes de
misterio, estrellas de todas las pantallas, enigmas antiguos y modernos,
relatos y más relatos de fantasías que embelesan.
Y, por último, la gente anhela sobre todo una
autoridad que ponga orden, que sepa mandar,
que sea capaz de imponerse, ya sea por la derecha o por la izquierda, pero
que nos someta a todos en un orden
mundial.
3. ¿Qué explicación tiene todo esto?
El espantoso miedo que todos le tenemos a la libertad.
Lo dijo el Inquisidor: "no hay ni ha habido jamás
nada más intolerable para el hombre y la sociedad que ser libres".
Jesús optó y luchó por la libertad. Y al final se
quedó solo. Es duro. Pero fue así. Ni Pedro resistió. No soportó quedarse solo
ante la cruz.
4. Y estando,
así las cosas, una vez más necesitamos recordar la firmeza de Jesús, que estuvo
dispuesto a quedarse solo, sin sus seguidores, para ser constante, coherente y
firme hasta el final de lo que él había visto que tenía que decir y hacer.
Jesús no dio jamás ni un paso atrás.
SANTA MARÍA, MADRE DEL
BUEN PASTOR
La Virgen María vestida de “pastora” no es ninguna invención
nuestra. Vestida así se había aparecido a san Juan de Dios, padre de los
pobres, en los valles de Fuenterrabía, donde un brioso caballo lo lanzó al
suelo, lo confortó y le salvó la vida; a san Pedro de Alcántara, a santa María
de las Cinco Llagas, a la Venerable sor Mª Jesús de Ágreda, al Venerable Juan
Corvanni de Cordonviglio y a un humilde pastorcito que apacentaba su ganado en
los campos de Tarazona y que se dispersó un día de tempestad, pero María, en
traje de pastora, le salvó respondiendo así a las oraciones que cada día le
dirigía.
Fue, en cambio, obra del Capuchino, Fr. Isidoro de Sevilla, la obra
y la misión de darla a conocer en la Iglesia con el título de María, Madre del
Buen Pastor . Este hermano nuestro, gran devoto de la Virgen María, una noche
del mes de junio de 1703, tuvo no se sabe si “un sueño misterioso, un éxtasis,
una inspiración divina, o una simple idea”, así escribe su biógrafo el
P.Valencina, de representar la Virgen vestida de humilde Pastora, cosa que
llevó a cabo por encargo suyo el pintor D. Alfonso Tovar. En la pintura está la
santísima Virgen sentada sobre una roca bajo un frondoso árbol desde cuyas
verdes ramas le saludan las avecillas del bosque. Es encantadora su sonrisa y
mueve a devoción la piedad y ternura con que mira a una oveja blanca que
acaricia con su diestra. Una airosa toca cubre parte de sus rizados cabellos
que descansan sobre una pellica sujeta por un cinturón de piel. Todo su traje
es el de una Pastora humilde, pero hace su cuerpo tan hermoso y galán que
parece aquel que describiera el Cantar de los Cantares. Allá a lo lejos se ve
entre celajes a una oveja errante acometida por el lobo del infierno, que el
ángel del Señor, radiante de hermosura, defiende con su espada de fuego.
Así la contemplaron por primera vez los ojos atónitos de millares de
sevillanos en procesión por la ciudad hispalense el 8 de septiembre del año
1703.
Desde entonces la devoción a la Santísima Virgen bajo el título de
“María, Madre del Buen Pastor” se propaga por España y América en la segunda
mitad del siglo XVIII, bajo el impulso determinante del Beato Diego José de
Cádiz, también Capuchino, que mereció ser llamado “el segundo autor de la
devoción”.
Después del paréntesis de la supresión de las órdenes religiosas en
España, restaurada la Orden Capuchina y restablecidas sus misiones en América a
mediados del siglo XIX, la devoción a la Madre del Buen Pastor florece de nuevo
en España y se implanta en Italia y en otras naciones europeas y americanas por
mérito de ilustres misioneros, escritores y predicadores, entre los que merece
destacarse el Vble. P. Esteban de Adoáin, Capuchino.
El oficio
litúrgico
El 1 de agosto de 1795 Pío VI, a petición del definidor general
Nicolás de Bustillo en nombre de todos los religiosos de la Orden en España,
aprobó la celebración del oficio litúrgico en el segundo domingo después de
Pascua para todos los Capuchinos residentes en los dominios del rey Católico a
fin de rendir culto a la Madre del Divino Pastor como Patrona privilegiada de
sus sagradas misiones. El oficio y misa se extendió después, con Pío VIII, a
las diócesis de Etruria, Toscana, a los religiosos Alcantarinos y al reino de
las dos Sicilias. En 1870 la Sagrada Congregación de Ritos extendió la fiesta
de la Santísima Virgen María Madre del Divino Pastor, como patrona principal de
los misioneros capuchinos de América Central. Finalmente, el 19 de noviembre de
1885, a petición de los Capuchinos de España, los superiores generales
obtuvieron del papa León XIII que esta festividad se extendiese a toda la
Orden.
Patrona de las
misiones capuchinas
Con el voto del Capítulo general celebrado el año 1932, a propuesta
de los Padres Capitulares de lengua española, la Santísima Virgen María bajo el
título de “Madre del Buen Pastor” es declarada patrona universal de todas las
Misiones de la Orden. Era el 22 de mayo de 1932 ( cfr Analecta Ordinis, 1932,
pp. 140-141).
Por último, en nuestras actuales Constituciones, elaboradas por el
Capitulo general del 1982 y aprobadas por la Santa Sede el 25 de diciembre de
1986, en el capítulo XII, al hablar del compromiso misionero de la Orden, se
dice: “Encomendemos esta gran tarea a la intercesión de la bienaventurada
Virgen María, Madre del Buen Pastor, la cual engendró a Cristo, luz y salvación
de todas las gentes y presidió orando, la mañana de Pentecostés, los comienzos
de la evangelización, bajo la acción del Espíritu Santo “ (Const. 179, 2).
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