viernes, 5 de mayo de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 6 DE MAYO - SÁBADO – 3ª - SEMANA DE PASCUA – A – SANTA MARIA, MADRE DEL BUEN PASTOR




6 DE MAYO - SÁBADO –
3ª - SEMANA DE PASCUA – A –

Evangelio según san Juan 6, 60-69
   En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús al oírlo, dijeron:
"Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban les dijo:
"¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes?
El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada.
Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen"
(Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar).
Y dijo:
"Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede".
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
"¿También vosotros queréis marcharos?" Simón Pedro le contestó:
"Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes
palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios".

1.  Este final del capítulo sexto del evangelio de Juan contiene la clave que nos explica muchas cosas. Nos explica que los hombres no estamos dispuestos a aceptar nuestra propia humanidad.   Porque la humanidad es debilidad. Y no toleramos nuestra debilidad.
Cuando los discípulos de Jesús se dieron
cuenta de que habían embarcado sus vidas en el proyecto de un Profeta que ponía la salvación en la debilidad de la carne y de la sangre, no aguantaron semejante discurso. Aquello era un modo de hablar demasiado duro. 
¿Quién podía hacerle caso?

2. Pero, ¿por qué esta resistencia a la fragilidad de la carne?
No es cuestión de vanidad, de orgullo o de ambición de poder. Es algo mucho más profundo.
El Gran Inquisidor de Dostoyevsky lo supo formular con precisión: lo que los hombres no soportan es el peso de la libertad. Por eso, dice el Inquisidor, "solo hay tres fuerzas capaces de subyugar para siempre la conciencia de esos débiles revoltosos: el milagro, el misterio y la autoridad".
Y es así. La gente quiere y espera el milagro: el milagro económico, que nos saque de la crisis y nos devuelva la abundancia del consumo sin restricciones.
La gente se embelesa con todo lo misterioso que le seduce: desde los niños con sus videojuegos de dragones, de extraterrestres y fantasmas, hasta los adultos con sus libros de esoterismo, personajes de misterio, estrellas de todas las pantallas, enigmas antiguos y modernos, relatos y más relatos de fantasías que embelesan.
Y, por último, la gente anhela sobre todo una autoridad que ponga orden, que sepa mandar,  que sea capaz de imponerse, ya sea por la derecha o por la izquierda, pero que nos someta  a todos en un orden mundial.

3. ¿Qué explicación tiene todo esto?
El espantoso miedo que todos le tenemos a la libertad.
Lo dijo el Inquisidor: "no hay ni ha habido jamás nada más intolerable para el hombre y la sociedad que ser libres".
Jesús optó y luchó por la libertad. Y al final se quedó solo. Es duro. Pero fue así. Ni Pedro resistió. No soportó quedarse solo ante la cruz.

4.  Y estando, así las cosas, una vez más necesitamos recordar la firmeza de Jesús, que estuvo dispuesto a quedarse solo, sin sus seguidores, para ser constante, coherente y firme hasta el final de lo que él había visto que tenía que decir y hacer.
Jesús no dio jamás ni un paso atrás.

SANTA MARÍA, MADRE DEL BUEN PASTOR
La Virgen María vestida de “pastora” no es ninguna invención nuestra. Vestida así se había aparecido a san Juan de Dios, padre de los pobres, en los valles de Fuenterrabía, donde un brioso caballo lo lanzó al suelo, lo confortó y le salvó la vida; a san Pedro de Alcántara, a santa María de las Cinco Llagas, a la Venerable sor Mª Jesús de Ágreda, al Venerable Juan Corvanni de Cordonviglio y a un humilde pastorcito que apacentaba su ganado en los campos de Tarazona y que se dispersó un día de tempestad, pero María, en traje de pastora, le salvó respondiendo así a las oraciones que cada día le dirigía.
Fue, en cambio, obra del Capuchino, Fr. Isidoro de Sevilla, la obra y la misión de darla a conocer en la Iglesia con el título de María, Madre del Buen Pastor . Este hermano nuestro, gran devoto de la Virgen María, una noche del mes de junio de 1703, tuvo no se sabe si “un sueño misterioso, un éxtasis, una inspiración divina, o una simple idea”, así escribe su biógrafo el P.Valencina, de representar la Virgen vestida de humilde Pastora, cosa que llevó a cabo por encargo suyo el pintor D. Alfonso Tovar. En la pintura está la santísima Virgen sentada sobre una roca bajo un frondoso árbol desde cuyas verdes ramas le saludan las avecillas del bosque. Es encantadora su sonrisa y mueve a devoción la piedad y ternura con que mira a una oveja blanca que acaricia con su diestra. Una airosa toca cubre parte de sus rizados cabellos que descansan sobre una pellica sujeta por un cinturón de piel. Todo su traje es el de una Pastora humilde, pero hace su cuerpo tan hermoso y galán que parece aquel que describiera el Cantar de los Cantares. Allá a lo lejos se ve entre celajes a una oveja errante acometida por el lobo del infierno, que el ángel del Señor, radiante de hermosura, defiende con su espada de fuego.
Así la contemplaron por primera vez los ojos atónitos de millares de sevillanos en procesión por la ciudad hispalense el 8 de septiembre del año 1703.
Desde entonces la devoción a la Santísima Virgen bajo el título de “María, Madre del Buen Pastor” se propaga por España y América en la segunda mitad del siglo XVIII, bajo el impulso determinante del Beato Diego José de Cádiz, también Capuchino, que mereció ser llamado “el segundo autor de la devoción”.
Después del paréntesis de la supresión de las órdenes religiosas en España, restaurada la Orden Capuchina y restablecidas sus misiones en América a mediados del siglo XIX, la devoción a la Madre del Buen Pastor florece de nuevo en España y se implanta en Italia y en otras naciones europeas y americanas por mérito de ilustres misioneros, escritores y predicadores, entre los que merece destacarse el Vble. P. Esteban de Adoáin, Capuchino.

El oficio litúrgico
El 1 de agosto de 1795 Pío VI, a petición del definidor general Nicolás de Bustillo en nombre de todos los religiosos de la Orden en España, aprobó la celebración del oficio litúrgico en el segundo domingo después de Pascua para todos los Capuchinos residentes en los dominios del rey Católico a fin de rendir culto a la Madre del Divino Pastor como Patrona privilegiada de sus sagradas misiones. El oficio y misa se extendió después, con Pío VIII, a las diócesis de Etruria, Toscana, a los religiosos Alcantarinos y al reino de las dos Sicilias. En 1870 la Sagrada Congregación de Ritos extendió la fiesta de la Santísima Virgen María Madre del Divino Pastor, como patrona principal de los misioneros capuchinos de América Central. Finalmente, el 19 de noviembre de 1885, a petición de los Capuchinos de España, los superiores generales obtuvieron del papa León XIII que esta festividad se extendiese a toda la Orden.

Patrona de las misiones capuchinas
Con el voto del Capítulo general celebrado el año 1932, a propuesta de los Padres Capitulares de lengua española, la Santísima Virgen María bajo el título de “Madre del Buen Pastor” es declarada patrona universal de todas las Misiones de la Orden. Era el 22 de mayo de 1932 ( cfr Analecta Ordinis, 1932, pp. 140-141).
Por último, en nuestras actuales Constituciones, elaboradas por el Capitulo general del 1982 y aprobadas por la Santa Sede el 25 de diciembre de 1986, en el capítulo XII, al hablar del compromiso misionero de la Orden, se dice: “Encomendemos esta gran tarea a la intercesión de la bienaventurada Virgen María, Madre del Buen Pastor, la cual engendró a Cristo, luz y salvación de todas las gentes y presidió orando, la mañana de Pentecostés, los comienzos de la evangelización, bajo la acción del Espíritu Santo “ (Const. 179, 2).



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