lunes, 1 de mayo de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 2 DE MAYO - MARTES 3ª - SEMANA DE PASCUA – A SAN ATANASIO, Doctor de la Iglesia





2 DE MAYO - MARTES
3ª - SEMANA DE PASCUA – A

Evangelio según san Juan 6, 30-35
En aquel tiempo dijo la gente a Jesús: “¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti?  - ¿Cuál es tu obra?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo".
Jesús les replicó:
"Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo”.
Entonces le dijeron:
"Señor, danos siempre de este pan".
Jesús les contestó:
"Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed".

1. Lo que dice Jesús en este discurso, sobre el "pan de cielo" o "pan de la vida" Un 6, 22-40), no se refiere a la eucaristía propiamente, sino a la Torá, la Ley (Billerbeck, J. Bonsirven).
El judaísmo posterior al destierro de Babilonia, sobre todo por el influjo de Esdras, dejó de lado la profecía y puso en el centro de su vida la ley (J. Bright). Así, el pan del desierto (el maná), que fue fuerza de liberación y libertad, se espiritualizó completamente: el hombre no vive solo del alimento terreno, sino "de cuanto sale de la boca de Yavéh" (Deut 8, 3) (G.
von Rad).

2. Israel pasó, de ser un pueblo nómada y peregrino en la aridez (entre serpientes y escorpiones) del desierto, a vivir instalado como pueblo sedentario en los beneficios de la agricultura (cf. Deut 8, 15-18) (G. von Rad).
La búsqueda de la libertad fue sustituida por la instalación del bienestar. Mientras buscaron la libertad, necesitaron el pan del cielo (el maná). Cuando creían que habían obtenido la libertad, se hicieron esclavos del pan de la tierra.

3. Por eso Jesús les dice: "Yo soy el pan de vida". El ser humano necesita algo más importante que el pan de la tierra. El Gran Inquisidor lo dijo: "El pan te asegura el éxito: el hombre se inclina ante quien se lo da; pero si otro se adueña de su conciencia, el hombre desdeñará incluso tu pan para seguir al que ha cautivado su razón" (F. Dostoyevsky).
En esto radica el éxito de la Iglesia,
representada en la Sevilla del s. XVI por el Inquisidor: la Iglesia da seguridad a la conciencia inquieta. Y así, la religión, mediante el milagro del pan, satisface a los inseguros, pero a costa de apoderarse de su libertad. Frente a eso, Jesús proclama: "Es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo" (Jn 6, 32 b).
El Padre, el que nos da en Jesús el modelo de vida que debemos seguir en nuestras vidas, es el que nos da —y cómo nos da— el verdadero alimento que mantiene y da sentido a nuestras vidas.

SAN ATANASIO,
Doctor de la Iglesia

(297-373). Obispo de Alejandría (Egipto). Principal opositor al arrianismo. Padre de la Ortodoxia. Aclamado doctor el año 1568 por Pió V.

Atanasio: "inmortal"
Nació en Egipto, Alejandría, en el año 295. Estudió derecho y teología. Se retiró por algún tiempo a la vida solitaria, haciendo amistad con los ermitaños del desierto. Regresando a la ciudad, se dedicó totalmente al servicio de Dios.
En su tiempo, Arrio, clérigo de Alejandría, propagaba la herejía de que Cristo no era Dios por naturaleza. Para enfrentarlo se celebró el primero de los ecuménicos, en Nicea, ciudad del Asia Menor. Atanasio, que era entonces diácono, acompañó a este concilio a Alejandro, obispo de Alejandría. Con doctrina recta y gran valor sostuvo la verdad católica y refutó a los herejes. El concilió excomulgó a Arrio y condenó su doctrina arriana.
Pocos meses después de terminado el concilio murió san Alejandro y Atanasio fue elegido patriarca de Alejandría. Los arrianos no dejaron de perseguirlo hasta que lo desterraron de la ciudad e incluso de Oriente. Cuando la autoridad civil quiso obligarlo a que recibiera de nuevo a Arrio en la Iglesia a Arrio a pesar de que este se mantenía en la herejía, Atanasio, cumpliendo con gran valor su deber, rechazó tal propuesta y perseveró en su negativa, a pesar de que el emperador Constantino, en 336, lo desterró a Tréveris.
Durante dos años permaneció Atanasio en esta ciudad, al cabo de los cuales, al morir Constantino, pudo regresar a Alejandría entre el júbilo de la población. Inmediatamente renovó con energía la lucha contra los arrianos y por segunda vez, en 342, sufrió el destierro que lo condujo a Roma.
Ocho años más tarde se encontraba de nuevo en Alejandría con la satisfacción de haber mantenido en alto la verdad de la doctrina católica. Pero sus adversarios enviaron un batallón para prenderlo. Providencialmente, Atanasio logró escapar y refugiarse en el desierto de Egipto, donde le dieron asilo durante seis años los anacoretas, hasta que pudo volver a reintegrarse a su sede episcopal; pero a los cuatros meses tuvo que huir de nuevo. Después de un cuarto retorno, se vio obligado, en el año 362, a huir por quinta vez. Finalmente, pasada aquella furia, pudo vivir en paz en su sede.
Falleció el 2 de mayo del año 373. Escribió numerosas obras.







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