13 DE MAYO – SÁBADO –
4ª - SEMANA DE PASCUA – A
Evangelio según san Juan 14,7-14
En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos:
"Si me conocierais a mí, conoceríais
también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto".
Felipe le dice:
"Señor, muéstranos al Padre y nos
basta".
Jesús le replica:
"Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y
no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre.
¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre?
¿No crees que yo estoy en el Padre y el
Padre en mí?
Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia.
El Padre, que permanece en mí, Él mismo hace
las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las
obras.
Os lo aseguro: el que cree en mí, también él
hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre: y lo que
pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Si me pedís algo en mi nombre, yo lo
haré".
1. Sin
miedo a exagerar, se puede decir que este texto es central en el Nuevo Testamento.
Más aún, hasta se puede asegurar que es el texto decisivo del N. T. No nos acaba de entrar en la cabeza que,
viendo a Jesús, vemos a Dios; oyendo a Jesús, oímos a Dios. Palpando a Jesús,
es a Dios a quien palpamos. Se trata de que Dios, el "invisible" (Jn
1, 18), se hace "visible" en Jesús.
Lo cual no quiere decir que Jesús es idéntico a
Dios. Lo que quiere decir es que Dios se nos ha revelado en Jesús. Es decir, lo
que nosotros podemos conocer de Dios es lo que sabemos de Jesús.
De ahí que Jesús, con toda razón, le dijera a
Felipe: "Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre".
¿Por qué? Porque Jesús está en el Padre y el Padre está
en Jesús.
2. El Evangelio
no se puede leer desde la "mentalidad metafísica" de la cultura
griega. Porque, en ese caso, no tiene sentido.
El Evangelio solo se puede comprender desde la
"mentalidad histórica" de la cultura hebrea.
La Biblia no es un tratado metafísico, sino un
relato histórico (teniendo en cuenta los "géneros literarios" que
caben en cualquier relato histórico).
El "ser" de Dios no se nos da a
conocer en el "ser" de Jesús. Se trata de que, en el
"acontecer"
(los
hechos, las obras, de la conducta y el comportamiento) de la vida que llevó
Jesús, conocemos lo que podemos conocer sobre Dios.
En la conducta de Jesús, se nos da a conocer lo
que es Dios, cómo es Dios y lo que le agrada o desagrada a Dios.
3. Es un
hecho que la teología cristiana tomó, casi desde sus orígenes, el camino de la
filosofía helenista y, por más que no haya cesado de citar textos de la Biblia,
en realidad abandonó el camino del pensamiento histórico de la cultura bíblica.
Por eso hoy tenemos una teología muy preocupada de la ortodoxia de las verdades
de la fe, pero demasiado alejada de las peripecias de la historia y de la vida.
Esto ha sido, y sigue siendo, terrible. Porque ha hecho posible un cristianismo
y una Iglesia rigurosamente ortodoxa en sus dogmas, que, al mismo tiempo,
tolera contradicciones, corrupciones y escándalos que nadie entiende.
Teniendo tan cerca a Jesús, nos pasa lo mismo
que a Felipe: no conocemos a Jesús. Y por eso tampoco conocemos al Padre. Ni
los designios
del
Padre de todos los humanos.
Es sábado, 13 de mayo, centenario de las apariciones
de la Virgen en Fátima, donde hoy
el
papa Francisco rinde homenaje a Nuestra
Señora.
Salga de nuestros labios la alabanza que nos
ofrece el salmista: "Los confines de la tierra han contemplado la victoria
de nuestro Dios.
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha
hecho maravillas".
Y resuena el cántico de María: "Proclama
mi alma la grandeza del Señor, porque hizo en mí maravillas".
Jesús nos revela su relación más íntima con
su
Padre:
"Creedme: yo estoy en el Padre, y el
Padre
en mí". Y el ángel de Portugal enseñó a
los
pastorcillos de Fátima a rezar: "Santísima
Trinidad,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te
adoro
profundamente...".
"¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te
amo!
¡Te pido perdón por los que no creen, no
adoran, no esperan, no te aman!".
NUESTRA SEÑORA DE FATIMA
Llevando a
su rebaño fuera de Aljustrel en la mañana del 13 de mayo, la fiesta de Nuestra
Señora del Santísimo Sacramento, los tres niños pasaron Fátima, donde se
encontraban la parroquia y el cementerio, y procedieron más o menos un
kilómetro hacia el norte a las pendientes de Cova. Aquí dejaron que sus ovejas
pastorearan mientras ellos jugaban en la pradera que llevaba uno que otro árbol
de roble. Después de haber tomado su almuerzo alrededor del mediodía decidieron
rezar el rosario, aunque de una manera un poco truncada, diciendo sólo las primeras
palabras de cada oración. Al instante, ellos fueron sobresaltados por lo que
después describieron como un "rayo en medio de un cielo azul".
Pensando que una tormenta se acercaba se debatían si debían tomar las ovejas e
irse a casa. Preparándose para hacerlo fueron nuevamente sorprendidos por una
luz extraña.
Comenzamos
a ir cuesta abajo llevando a las ovejas hacia el camino. Cuando estábamos en la
mitad de la cuesta, cerca de un árbol de roble (el gran árbol que hoy en día
está rodeado de una reja de hierro), vimos otro rayo, y después de da unos
cuantos pasos más vimos en un árbol de roble (uno más pequeño más abajo en la
colina) a una señora vestida de blanco, que brillaba más fuerte que el sol,
irradiando unos rallos de luz clara e intensa, como una copa de cristal llena
de pura agua cuando el sol radiante pasa por ella. Nos detuvimos asombrados por
la aparición. Estábamos tan cerca que quedamos en la luz que la rodeaba, o que
ella irradiaba, casi a un metro y medio.
Por favor
no teman, no les voy a hacer daño
Lucía
respondió por parte de los tres, como lo hizo durante todas las apariciones
¿De dónde
eres?
Yo vengo
del cielo.
La Señora
vestía con un manto puramente blanco, con un borde de oro que caía hasta sus
pies. En sus manos llevaba las cuentas del rosario que parecían estrellas, con
un crucifijo que era la gema más radiante de todas. Quieta, Lucía no tenía
miedo. La presencia de la Señora le producía solo felicidad y un gozo confiado.
"¿Qué quieres de mi?"
Quiero que
regreses aquí los días trece de cada mes por los próximos seis meses a la misma
hora. Lugo te diré quien soy, y qué es lo que más deseo. I volveré aquí una
séptima vez.
" ¿Y yo iré al cielo?"
Sí, tu
irás al cielo.
" ¿Y Jacinta?"
Ella
también irá
"¿Y Francisco?"
El
también, amor mío, pero primero debe decir muchos Rosarios
La Señora
miró a Francisco con compasión por unos minutos, matizado con una pequeña
tristeza. Lucía después se recordó de algunos amigos que habían fallecido.
"¿Y María Neves está en el cielo?
Si, ella
esta en el cielo
"¿y Amelia?"
Ella está
en el purgatorio.
¿Se
ofrecerán a Dios y tomarán todos los sufrimientos que Él les envíe?
¿En
reparación por todos los pecados que Le ofenden y por la conversión de los
pecadores?
"Oh Sí, lo haremos"
Tendrán que
sufrir mucho, pero la gracia de Dios estará con ustedes y los fortalecerá.
Lucía
relata que mientras la Señora pronunciaba estas palabras, abría sus manos, y
Fuimos
bañados por una luz celestial que parecía venir directamente de sus manos. La
realidad de esta luz penetró nuestros corazones y nuestras almas, y sabíamos
que de alguna forma esta luz era Dios, y podíamos vernos abrazada por ella. Por
un impulso interior de gracias caímos de rodillas, repitiendo en nuestros
corazones: "Oh Santísima Trinidad, te adoramos. Mi Dios, mi Dios, te amo
en el Santísimo Sacramento"
Los niños
permanecían de rodillas en el torrente de esta luz maravillosa, hasta que la
Señora habló de nuevo, mencionando la guerra en Europa, de la que tenían poca
ninguna noción.
Digan el
Rosario todos los días, para traer la paz al mundo y el final de la guerra.
Después de
esto ella se comenzó a elevar lentamente hacia el este, hasta que desapareció
en la inmensa distancia. La luz que la rodeaba parecía que se adentraba entre
las estrellas, es por eso que a veces decíamos que vimos a los cielos abrirse.
Los días
siguientes fueron llenos de entusiasmo, aunque ellos no pretendían que fueran
así. Lucía había prevenido a los otros de mantener a su visita en secreto,
sabiendo correctamente las dificultades que ellos experimentarían si los
eventos se sabrían. Sin embargo la felicidad de Jacinta no pudo ser contenida,
cuando prontamente se olvidó de su promesa y se lo reveló todo a su madre,
quien la escuchó pacientemente pero le dio poca credibilidad a los hechos. Sus
hermanos y hermanas se metían con sus preguntas y chistes. Entre los
interrogadores solo su padre, "Ti" Marto estuvo inclinado a aceptar
la historia como verdad. El creía en la honestidad de sus hijos, y tenía una
simple apreciación de las obras de Dios, de manera que él se convirtió en el
primer creyente de las apariciones de Fátima.
La madre
de Lucía, por otro lado, cuando finalmente escuchó lo que había ocurrido, creyó
que su propia hija era la instigadora de un fraude, si no una blasfemia. Lucía
comprendió rápidamente lo que la Señora quería decir cuando dijo que ellos
sufrirían mucho. María Rosa no pudo hacer que Lucía se retractara, aún bajo
amenazas. Finalmente la llevó a la fuerza donde el párroco, el padre Ferreira,
sin tener éxito. Por otro lado, el padre de Lucía, quien no era muy religioso,
estaba prácticamente indiferente, atribuyendo todo a los caprichos de mujeres.
Las próximas semanas, mientras los niños esperaban su próxima visita de la
Señora en Junio, les revelaron que tenían pocos creyentes, y muchos en contra
en Aljustrel y Fátima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario