viernes, 12 de mayo de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 13 DE MAYO – SÁBADO – 4ª - SEMANA DE PASCUA – A NUESTRA SEÑORA DE FATIMA




13 DE MAYO – SÁBADO –
4ª - SEMANA DE PASCUA – A

Evangelio según san Juan 14,7-14
    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
"Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto".
Felipe le dice:
"Señor, muéstranos al Padre y nos basta".
Jesús le replica:
"Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre.
¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre?
¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?
Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia.
El Padre, que permanece en mí, Él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre: y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré".

1.  Sin miedo a exagerar, se puede decir que este texto es central en el Nuevo Testamento. Más aún, hasta se puede asegurar que es el texto decisivo del N. T.   No nos acaba de entrar en la cabeza que, viendo a Jesús, vemos a Dios; oyendo a Jesús, oímos a Dios. Palpando a Jesús, es a Dios a quien palpamos. Se trata de que Dios, el "invisible" (Jn 1, 18), se hace "visible" en Jesús.
Lo cual no quiere decir que Jesús es idéntico a Dios. Lo que quiere decir es que Dios se nos ha revelado en Jesús. Es decir, lo que nosotros podemos conocer de Dios es lo que sabemos de Jesús.
De ahí que Jesús, con toda razón, le dijera a Felipe: "Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre".
¿Por qué?   Porque Jesús está en el Padre y el Padre está en Jesús.

2.  El Evangelio no se puede leer desde la "mentalidad metafísica" de la cultura griega. Porque, en ese caso, no tiene sentido.
El Evangelio solo se puede comprender desde la "mentalidad histórica" de la cultura hebrea.
La Biblia no es un tratado metafísico, sino un relato histórico (teniendo en cuenta los "géneros literarios" que caben en cualquier relato histórico).
El "ser" de Dios no se nos da a conocer en el "ser" de Jesús. Se trata de que, en el "acontecer"
(los hechos, las obras, de la conducta y el comportamiento) de la vida que llevó Jesús, conocemos lo que podemos conocer sobre Dios.
En la conducta de Jesús, se nos da a conocer lo que es Dios, cómo es Dios y lo que le agrada o desagrada a Dios.

3.  Es un hecho que la teología cristiana tomó, casi desde sus orígenes, el camino de la filosofía helenista y, por más que no haya cesado de citar textos de la Biblia, en realidad abandonó el camino del pensamiento histórico de la cultura bíblica. Por eso hoy tenemos una teología muy preocupada de la ortodoxia de las verdades de la fe, pero demasiado alejada de las peripecias de la historia y de la vida. Esto ha sido, y sigue siendo, terrible. Porque ha hecho posible un cristianismo y una Iglesia rigurosamente ortodoxa en sus dogmas, que, al mismo tiempo, tolera contradicciones, corrupciones y escándalos que nadie entiende.
Teniendo tan cerca a Jesús, nos pasa lo mismo que a Felipe: no conocemos a Jesús. Y por eso tampoco conocemos al Padre. Ni los designios
del Padre de todos los humanos.

Es sábado, 13 de mayo, centenario de las apariciones de la Virgen en Fátima, donde hoy 
el papa Francisco rinde homenaje a Nuestra 
Señora.
Salga de nuestros labios la alabanza que nos ofrece el salmista: "Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas".
Y resuena el cántico de María: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque hizo en mí maravillas".
Jesús nos revela su relación más íntima con su 
Padre: "Creedme: yo estoy en el Padre, y el 
Padre en mí". Y el ángel de Portugal enseñó a 
los pastorcillos de Fátima a rezar: "Santísima 
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te 
adoro profundamente...".
"¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo!
¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te aman!".

NUESTRA SEÑORA DE FATIMA

 
Llevando a su rebaño fuera de Aljustrel en la mañana del 13 de mayo, la fiesta de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, los tres niños pasaron Fátima, donde se encontraban la parroquia y el cementerio, y procedieron más o menos un kilómetro hacia el norte a las pendientes de Cova. Aquí dejaron que sus ovejas pastorearan mientras ellos jugaban en la pradera que llevaba uno que otro árbol de roble. Después de haber tomado su almuerzo alrededor del mediodía decidieron rezar el rosario, aunque de una manera un poco truncada, diciendo sólo las primeras palabras de cada oración. Al instante, ellos fueron sobresaltados por lo que después describieron como un "rayo en medio de un cielo azul". Pensando que una tormenta se acercaba se debatían si debían tomar las ovejas e irse a casa. Preparándose para hacerlo fueron nuevamente sorprendidos por una luz extraña.
Comenzamos a ir cuesta abajo llevando a las ovejas hacia el camino. Cuando estábamos en la mitad de la cuesta, cerca de un árbol de roble (el gran árbol que hoy en día está rodeado de una reja de hierro), vimos otro rayo, y después de da unos cuantos pasos más vimos en un árbol de roble (uno más pequeño más abajo en la colina) a una señora vestida de blanco, que brillaba más fuerte que el sol, irradiando unos rallos de luz clara e intensa, como una copa de cristal llena de pura agua cuando el sol radiante pasa por ella. Nos detuvimos asombrados por la aparición. Estábamos tan cerca que quedamos en la luz que la rodeaba, o que ella irradiaba, casi a un metro y medio.
Por favor no teman, no les voy a hacer daño

Lucía respondió por parte de los tres, como lo hizo durante todas las apariciones
¿De dónde eres?
Yo vengo del cielo.
La Señora vestía con un manto puramente blanco, con un borde de oro que caía hasta sus pies. En sus manos llevaba las cuentas del rosario que parecían estrellas, con un crucifijo que era la gema más radiante de todas. Quieta, Lucía no tenía miedo. La presencia de la Señora le producía solo felicidad y un gozo confiado.
"¿Qué quieres de mi?"
Quiero que regreses aquí los días trece de cada mes por los próximos seis meses a la misma hora. Lugo te diré quien soy, y qué es lo que más deseo. I volveré aquí una séptima vez.
" ¿Y yo iré al cielo?"
Sí, tu irás al cielo.
" ¿Y Jacinta?"
Ella también irá
"¿Y Francisco?"
El también, amor mío, pero primero debe decir muchos Rosarios
La Señora miró a Francisco con compasión por unos minutos, matizado con una pequeña tristeza. Lucía después se recordó de algunos amigos que habían fallecido.
"¿Y María Neves está en el cielo?
Si, ella esta en el cielo
"¿y Amelia?"
Ella está en el purgatorio.
¿Se ofrecerán a Dios y tomarán todos los sufrimientos que Él les envíe?
¿En reparación por todos los pecados que Le ofenden y por la conversión de los pecadores?
"Oh Sí, lo haremos"
Tendrán que sufrir mucho, pero la gracia de Dios estará con ustedes y los fortalecerá.
Lucía relata que mientras la Señora pronunciaba estas palabras, abría sus manos, y
Fuimos bañados por una luz celestial que parecía venir directamente de sus manos. La realidad de esta luz penetró nuestros corazones y nuestras almas, y sabíamos que de alguna forma esta luz era Dios, y podíamos vernos abrazada por ella. Por un impulso interior de gracias caímos de rodillas, repitiendo en nuestros corazones: "Oh Santísima Trinidad, te adoramos. Mi Dios, mi Dios, te amo en el Santísimo Sacramento"
Los niños permanecían de rodillas en el torrente de esta luz maravillosa, hasta que la Señora habló de nuevo, mencionando la guerra en Europa, de la que tenían poca ninguna noción.
Digan el Rosario todos los días, para traer la paz al mundo y el final de la guerra.
Después de esto ella se comenzó a elevar lentamente hacia el este, hasta que desapareció en la inmensa distancia. La luz que la rodeaba parecía que se adentraba entre las estrellas, es por eso que a veces decíamos que vimos a los cielos abrirse.
Los días siguientes fueron llenos de entusiasmo, aunque ellos no pretendían que fueran así. Lucía había prevenido a los otros de mantener a su visita en secreto, sabiendo correctamente las dificultades que ellos experimentarían si los eventos se sabrían. Sin embargo la felicidad de Jacinta no pudo ser contenida, cuando prontamente se olvidó de su promesa y se lo reveló todo a su madre, quien la escuchó pacientemente pero le dio poca credibilidad a los hechos. Sus hermanos y hermanas se metían con sus preguntas y chistes. Entre los interrogadores solo su padre, "Ti" Marto estuvo inclinado a aceptar la historia como verdad. El creía en la honestidad de sus hijos, y tenía una simple apreciación de las obras de Dios, de manera que él se convirtió en el primer creyente de las apariciones de Fátima.
La madre de Lucía, por otro lado, cuando finalmente escuchó lo que había ocurrido, creyó que su propia hija era la instigadora de un fraude, si no una blasfemia. Lucía comprendió rápidamente lo que la Señora quería decir cuando dijo que ellos sufrirían mucho. María Rosa no pudo hacer que Lucía se retractara, aún bajo amenazas. Finalmente la llevó a la fuerza donde el párroco, el padre Ferreira, sin tener éxito. Por otro lado, el padre de Lucía, quien no era muy religioso, estaba prácticamente indiferente, atribuyendo todo a los caprichos de mujeres. Las próximas semanas, mientras los niños esperaban su próxima visita de la Señora en Junio, les revelaron que tenían pocos creyentes, y muchos en contra en Aljustrel y Fátima.



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