19 DE MAYO - VIERNES –
5a SEMANA DE
PASCUA – A
SAN FRANCISCO
COLL, presbítero
Evangelio
según san Juan 15, 12-17
En aquel tiempo dijo Jesús a
sus discípulos:
"Este es mi mandamiento: Que os améis unos a
otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida
por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os
mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor; a
vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a
conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy
yo quien os he elegido; y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y
vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé.
Esto os mando: que os améis unos a otros".
1. Jesús impone el mandamiento del amor. Pero, a la vista
de esto, la primera pregunta que surge es muy clara:
- ¿el amor se puede imponer por un mandato?
Si el amor, para que sea verdadero amor, tiene que ser
enteramente libre, - ¿qué sentido tiene que se imponga una obligación de amar,
sea a quien sea?
2. La palabra "amor" es un término "polisénnico",
es decir, que tiene muchos
significados.
No es lo mismo el amor de una madre que el amor de unos enamorados. Ni es lo mismo el amor a un amigo que el amor
a un enemigo.
A todas estas experiencias se les denomina amor, pero en
realidad son cosas distintas, ni se pueden analizar con el mismo criterio.
Jesús habla, en este evangelio, del amor de amistad. Ahora
bien, la amistad tiene una peculiaridad enteramente única: la amistad tiene su
consistencia en sí misma. Es decir, no se basa en ningún mandato, ni divino ni
humano.
En ningún texto de la Biblia se manda amar a los amigos.
Como tampoco, en los códigos de legislación humana, la amistad se contempla como agravante o eximente para tipificar un
delito. Esto es lo grande, lo genial y lo único que tiene la amistad: que es el
amor más libre que hay en este mundo, en cuanto que se basa en sí mismo, no en
nada exterior a él. De ahí que lo más sublime es que incluso las otras formas
de amor alcanzan su perfección en la medida en que se aproximan a la amistad
verdadera.
3. El evangelio de Juan, al hablar del "mandamiento"
del amor, utiliza el término griego "entolé", que en este evangelio
no significa precepto, sino "encargo", que el Padre da al Hijo (Jn
10, 18; 12, 49 s; 15, 10). Es el mismo encargo que Jesús
indica
a sus discípulos (Jn 13, 34; 14, 15. 21; 15, 10. 12) (M. Linnbeck).
El encargo que Jesús nos dejó es, no solo que amemos, sino
que nos hagamos amables, para merecer y generar la sintonía de la amistad.
Si yo me entero de que alguien me quiere, no por mí, sino
por obedecer a Dios, eso daña el cariño auténtico.
El amor es verdadero cuando se expresa como amabilidad, es
decir, como forma de ser y de vida que atrae, que seduce, que hace agradable la
convivencia. Esta forma de entender la relación con los demás es enteramente
capital.
SAN FRANCISCO
COLL, presbítero
1812. GOMBRÈN (Gerona).– Francisco Coll i Guitart
nace el 18 de mayo, en el seno de una sencilla familia de cardadores de lana.
Es el menor de once hermanos, a quienes la madre, viuda al poco de nacer
Francisco, educó en la sólida piedad cristiana.
SEMINARISTA
1823. VIC. – Desde sus primeros años se sentía
apóstol. Sus amigos acudían a oír sus predicaciones infantiles desde la fuente
en la plaza del pueblo, o subido a bancos y sillas. Todos veían en él un futuro
sacerdote. A los diez años dejó Gombrèn y marchó a estudiar al seminario de
Vic, alternando sus estudios con la enseñanza a los niños en la masía de
Puigseslloses. Piedad, estudio, enseñanza, apostolado: buenos cimientos para un
futuro predicador y fundador.
DOMINICO
1830. GERONA. – Cinco años clave en la vida de Francisco.
Decide ser fraile predicador, dominico. Y lo será en el convento de la
Anunciación de Girona. Sólida Formación teológica, intensa vida de oración: las
dos alas que le servirán para volar por toda Cataluña como apóstol del
Evangelio, enamorado de María. En 1835 todos los religiosos tuvieron que
abandonar sus conventos, que pasaban a manos del Estado. Fray Francisco seguirá
siendo dominico para siempre. No hubiera podido encontrar para su vida un
modelo mejor que Domingo de Guzmán.
SACERDOTE
1836. SOLSONA (Lérida). – Fray Francisco es
ordenado sacerdote. Desde entonces, su vida será un gastarse continuo en toda
la gama de servicios ministeriales y apostólicos: catequesis, confesiones,
dirección de almas, y sobre todo, predicación. Francisco Coll continuaría
siendo dominico toda su vida. Firmaría anteponiendo a su nombre “Fray”, y
posponiendo las siglas “OP”, que significan: de la Orden de Predicadores
(dominicos). Y llevaba muy dentro de su alma de apóstol la consigna de Cristo:
“Id y predicad”. Por eso, desligado de las cargas parroquiales, recorrerá toda
Cataluña, dando ejercicios espirituales a sacerdotes y religiosas y predicando
misiones populares, con tanto éxito, que su gran compañero, San Antonio María
Claret decía: “Cuando ha predicado el P. Coll en una población, ya no nos queda
nada que espigar a los demás”.
FUNDADOR
1856. VIC. – El mundo es pequeño para un corazón de
apóstol. El P. Coll veía que la mies era mucha. Su afán, inmenso. Sus
posibilidades, limitadas en el tiempo y en el espacio. ¿Por qué no ampliar su
espíritu y su misión? La respuesta a este interrogante es la obra maestra del
Padre Coll: la CONGREGACIÓN DE DOMINICAS DE LA ANUNCIATA. Sus hijas
continuarían cultivando los campos donde el Padre Coll iba sembrando la
Palabra, especialmente entre la juventud femenina.
Los Colegios de la Anunciata serán focos de irradiación
evangélica, junto con la formación humana, con el espíritu de sencillez. De
alegría, de servicio que caracterizó al fundador.
HACIA LA CASA DEL PADRE
1875. VIC, 2 DE ABRIL. – Hacía algo más de cinco
años que había quedado ciego repentinamente. Recobró algo la vista, pero desde
diciembre de 1869 no pudo volver a leer. Eran frecuentes los ataques
apopléticos. La vida austerísima, las correrías apostólicas, la lucha contra
las mil dificultades que encontraba su Congregación, habían acabado con sus
fuerzas. Santamente, como había vivido, pasó de este mundo a la Casa de Padre,
de la mano de María.
Atrás dejaba una prolongación de su vida y de su misión: más de
trescientas Hermanas, animadas de su mismo espíritu. Hoy más de mil Dominicas
de la Anunciata, sirven a Cristo en los hermanos: colegios, misiones,
hospitales, asilos, residencias, obras sociales, colaboración con parroquias y
Obras de Iglesia… todo un amplio abanico del servicio cristiano en Europa,
América, África y Asia.
Hace más de ciento treinta años que falleció el Padre Coll. Pero el
Padre Coll, ¡no ha muerto!
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