17 DE MAYO - MIÉRCOLES
5ª - SEMANA DE PASCUA - A
Evangelio según san Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
"Yo soy la verdadera vid y mi Padre es
el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto, lo arranca; y a todo el que
da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las
palabras que os he hablado: permaneced en mí y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí,
si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: el
que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis
hacer nada.
Al que no permanece en mí, lo tiran fuera
como el sarmiento, y se seca: luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecierais en mí, y mis palabras permanecieran
en vosotros, pediríais lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria
mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos".
1. En las culturas
agrarias de la antigüedad, el tema de los "frutos" y la cosecha era
de capital importancia. Ahora también lo es, sobre todo en lo
países
menos desarrollados y que por eso dependen más de la agricultura. De ahí, la
conexión que con frecuencia se establecía entre un acto determinad'
y
sus consecuencias, es decir, los "frutos" que se seguían de una
determinad conducta. Es un tema recurrente en la Biblia (Sal 1, 3; 58, 12; Is
3, 10; cf. Lev 2t 4. 20; Deut 7, 13; 28, 18).
2. Hijo de aquella
cultura, Jesús participaba de la misma mentalidad. En este sentido, se puede
afirmar que Jesús tuvo un enorme sentido práctico.
La calidad y autenticidad del árbol se conoce por la
calidad y autenticidad de los frutos que produce (Mt 7, 16 b; Lc 6, 44 b; Lc 6,
44 a; Mt 7, 21 ss). De ahí, la importancia decisiva que los frutos tienen para
el juicio que Dios hace de cada
uno
de nosotros (Mt 7, 19).
3. Por tanto, la
alegoría de la viña y sus frutos es una de las imágenes más bellas y expresivas
del "pragmatismo" ético: la bondad o la maldad de un,
conducta
se calcula y se mide por los resultados que produce.
Cuando un proceder tiene como consecuencia la paz, el bienestar, la concordia, la
felicidad de la gente, estamos ante el proceder correcto. Todo lo que no sea
eso, es puro engaño, por muy maquillado que esté ese engaño a fuerza de razones
o argumentos.
Richard Rorty nos hizo caer en la cuenta de algo, por lo demás es evidente:
del mismo modo que la ciencia moderna decidió en su momento
prescindir de cualquier fundamento metafísico de su proceder, así tienen qui comportarse
hoy la filosofía y la religión. De forma que la máxima expresión del hombre
civilizado, en este momento, sería "el hombre post-filosófico'
"irónico" y "solidario". Sobre todo, solidario: porque
espera contribuir a disminuir la violencia, el sufrimiento y la humillación que
soportan algunos seres humanos a causa
de otros seres humanos" (Carlo Sin).
4. Pero tenemos que
llegar hasta lo concreto de nuestra situación actual - ¿Damos los cristianos los frutos de vida
que quiso Jesús? - ¿Estamos dando esos frutos
en nuestras familias, en nuestros trabajos, en nuestra convivencia, en nuestros
ambientes?
SAN PASCUAL BAILON, religioso
Le pusieron por nombre Pascual, por haber nacido el día de Pascua
(del año 1540). Nació en Torre Hermosa, Aragón, España.
Es el patrono de los Congresos Eucarísticos y de la Adoración
Nocturna. Desde los 7 años hasta los 24, por 17 años fue pastor de ovejas.
Después por 28 será hermano religioso, franciscano.
Su más grande amor durante toda la vida fue la Sagrada
Eucaristía. Decía el dueño de la finca en el cual trabajaba como pastor, que el
mejor regalo que le podía ofrecer al niño Pascual era permitirle asistir algún
día entre semana a la Santa Misa. Desde los campos donde cuidaba las ovejas de
su amo, alcanzaba a ver la torre del pueblo y de vez en cuando se arrodillaba a
adorar el Santísimo Sacramento, desde esas lejanías. En esos tiempos se
acostumbraba que al elevar la Hostia el sacerdote en la Misa, se diera un toque
de campanas. Cuando el pastorcito Pascual oía la campana, se arrodillaba allá
en su campo, mirando hacia el templo y adoraba a Jesucristo presente en la
Santa Hostia. Un día otros pastores le oyeron gritar: "¡Ahí viene!, ¡allí
está!". Y cayó de rodillas. Después dijo que había visto a Jesús presente
en la Santa Hostia.
De niño siendo pastor, ya hacía sus mortificaciones. Por ej. la
de andar descalzo por caminos llenos de piedras y espinas. Y cuando alguna de
las ovejas se pasaba al potrero del vecino le pagaba al otro, con los escasos
dineros que le pagaban de sueldo, el pasto que la oveja se había comido.
A los 24 años pidió ser admitido como hermano religioso entre los
franciscanos. Al principio le negaron la aceptación por su poca instrucción,
pues apenas había aprendido a leer. Y el único libro que leía era el
devocionario, el cual llevaba siempre mientras pastoreaba sus ovejas y allí le
encantaba leer especialmente las oraciones a Jesús Sacramentado y a la Stma.
Virgen.
Como religioso franciscano sus oficios fueron siempre los más
humildes: portero, cocinero, mandadero, barrendero. Pero su gran especialidad
fue siempre un amor inmenso a Jesús en la Santa Hostia, en la Eucaristía.
Durante el día, cualquier rato que tuviera libre lo empleaba para estarse en la
capilla, de rodillas con los brazos en cruz adorando a Jesús Sacramentado. Por
las noches pasaba horas y horas ante el Santísimo Sacramento. Cuando los demás
se iban a dormir, él se quedaba rezando ante el altar. Y por la madrugada,
varias horas antes de que los demás religiosos llegaran a la capilla a orar, ya
estaba allí el hermano Pascual adorando a Nuestro Señor.
Ayudaba cada día el mayor número de misas que le era posible y
trataba de demostrar de cuantas maneras le fuera posible su gran amor a Jesús y
a María. Un día un humilde religioso se asomó por la ventana y vio a Pascual
danzando ante un cuadro de la Stma. Virgen y diciéndole: "Señora: no puedo
ofrecerte grandes cualidades, porque no las tengo, pero te ofrezco mi danza
campesina en tu honor". Pocos minutos después el religioso aquel se
encontró con el santo y lo vio tan lleno de alegría en el rostro como nunca
antes lo había visto así. Cuando los padres oyeron esto, unos se rieron, otros
se pusieron muy serios, pero nadie comentó nada.
Pascual compuso varias oraciones muy hermosas al Santísimo
Sacramento y el sabio Arzobispo San Luis de Rivera al leerlas exclamó admirado:
"Estas almas sencillas sí que se ganan los mejores puestos en el cielo.
Nuestras sabidurías humanas valen poco si se comparan con la sabiduría divina
que Dios concede a los humildes".
Sus superiores lo enviaron a Francia a llevar un mensaje. Tenía
que atravesar caminos llenos de protestantes. Un día un hereje le preguntó:
"¿Dónde está Dios?". Y él respondió: "Dios está en el
cielo", y el otro se fue. Pero enseguida el santo fraile se puso a pensar:
"¡Oh, me perdí la ocasión de haber muerto mártir por Nuestro Señor! Si le
hubiera dicho que Dios está en la Santa Hostia en la Eucaristía me habrían
matado y sería mártir. Pero no fui digno de ese honor". Llegado a Francia,
descalzo, con una túnica vieja y remendada, lo rodeó un grupo de protestantes y
lo desafiaron a que les probara que Jesús sí está en la Eucaristía. Y Pascual
que no había hecho estudios y apenas si sabía leer y escribir, habló de tal
manera bien de la presencia de Jesús en la Eucaristía, que los demás no fueron
capaces de contestarle. Lo único que hicieron fue apedrearlo. Y él sintió lo
que dice la S. Biblia que sintieron los apóstoles cuando los golpearon por
declararse amigos de Jesús: "Una gran alegría por tener el honor de sufrir
por proclamarse fiel seguidor de Jesús".
Lo primero que hacía al llegar a algún pueblo era dirigirse al
templo y allí se quedaba por un buen tiempo de rodillas adorando a Jesús
Sacramentado.
Hablaba poco, pero cuando se trataba de la Sagrada Eucaristía,
entonces sí se sentía inspirado por el Espíritu Santo y hablaba muy
hermosamente. Había recibido de Dios ese don especial: el de un inmenso amor
por Jesús Sacramentado.
Siempre estaba alegre, pero nunca se sentía tan contento como
cuando ayudaba a Misa o cuando podía estarse un rato orando ante el Sagrario
del altar.
Pascual nació en la Pascua de Pentecostés de 1540 y murió en la
fiesta de Pentecostés de 1592, el 17 de mayo (la Iglesia celebra tres pascuas:
Pascua de Navidad, Pascua de Resurrección y Pascua de Pentecostés. Pascua
significa: paso de la esclavitud a la libertad). Y parece que el regalo de
Pentecostés que el Espíritu Santo le concedió fue su inmenso y constante amor
por Jesús en la Eucaristía.
Cuando estaba moribundo, en aquel día de Pentecostés, oyó una
campana y preguntó: "¿De qué se trata?". "Es que están en la
elevación en la Santa Misa". "¡Ah que hermoso momento!", y quedó
muerto plácidamente.
Después durante su funeral, tenían el ataúd descubierto, y en el
momento de la elevación de la Santa Hostia en la misa, los presentes vieron con
admiración que abría y cerraba por dos veces sus ojos. Hasta su cadáver quería
adorar a Cristo en la Eucaristía. Los que lo querían ver eran tantos, que su
cadáver lo tuvieron expuesto a la veneración del público por tres días
seguidos.
Por 200 años muchísimas personas, al acercarse a la tumba de San
Pascual oyeron unos misteriosos golpecitos. Nadie supo explicar por qué pero
todos estaban convencidos de que eran señales de que este hombre tan sencillo
fue un gran santo. Y los milagros que hizo después de su muerte, fueron tantos,
que el Papa lo declaró santo en 1690.
El Sumo Pontífice nombró a San Pascual Bailón Patrono de los
Congresos Eucarísticos y de la Adoración Nocturna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario