8 DE MAYO – LUNES –
4ª - SEMANA DE
PASCUA
Evangelio según san Juan 10, 11-18
En aquel tiempo, dijo Jesús:
"Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor
da la vida por las ovejas: el asalariado, que no es pastor ni dueño de las
ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y
las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las
mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre;
yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de
este redil: también a esas las tengo que traer; y escucharán mi voz y habrá un
solo rebaño y un solo Pastor.
Por esto me ama el Padre: porque yo entrego
mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego
libremente.
Tengo poder para entregarla y tengo poder
para recuperarla. Este mandato he recibido de mi Padre".
1. En el pueblo
itinerante —no instalado—, que es la Iglesia, son determinantes los pastores
que guían el rebaño y cuidan de él. Un rebaño caminante, siempre en búsqueda de
lo que necesita para seguir viviendo, si no es guiado,
acompañado,
protegido y orientado, ese rebaño se pierde, se desorienta, se extravía y se
precipita en la ruina y en la descomposición.
Un rebaño itinerante es siempre un rebaño amenazado. Su protección está en los
pastores que acompañan y dirigen al rebaño.
2. Esto nos
viene a decir que, para cumplir con una tarea así, hacen falta pastores que han
de tener las ideas muy claras. Es decir, si faltan los pastores o esos pastores
no tienen clara la visión de lo que tienen que hacer, la Iglesia se desorienta,
se extravía, no enseña lo que tiene que enseñar, ni cumple con la tarea que
tiene que cumplir en la sociedad y en la historia.
Por ejemplo, cuando los pastores se dedican meramente
a repetir lo que siempre se hizo y
se
dijo, la Iglesia pierde credibilidad, autoridad, presencia.
3. Por eso, en
este momento, los cristianos tenemos que preguntarnos:
¿Está cumpliendo la Iglesia, ahora mismo, con la
misión que tiene que desempeñar en el mundo y en la sociedad actual?
Ocurre que, con frecuencia y para no tener problemas
en el Vaticano, se nombran como obispos a sacerdotes muy sumisos a la
tradición, pero poco evangélicos, poco libres, poco audaces, poco lúcidos...
Hombres de palacio episcopal y de función
catedralicia, pero poco evangélicos, que dan la impresión de alejados del
pueblo, desorientados o
asustados.
¿A dónde puede ir la Iglesia con hombres así?
Hay que estar muy unidos a los obispos, ser muy
sinceros con ellos, quererlos de verdad, ayudarles siempre, ser claros y no
tenerles miedo.
Eso será amar a la Iglesia. Y será cumplir con la
tarea de "ovejas fieles al pastor".
SAN VICTOR, Mártir
Martirologio Romano. En Marsella, ciudad de la
Provenza, en la Galia, san Víctor, mártir (c. 292).
Etimología: Víctor = vencedor, del latín
Al poco tiempo de haber mandado degollar a toda
la legión Tebea, fue el emperador Maximiano a Marsella, donde había una iglesia
numerosa y floreciente. A su llegada temblaron por su vida todos los fieles de la
ciudad y se prepararon para el martirio.
Durante esta general consternación un oficial
cristiano, llamado Víctor, iba todas las noches de casa en casa a visitar a sus
hermanos en Jesucristo para exhortarles al desprecio de la muerte, e
inspirarles el deseo de la vida eterna.
Habiendo sido sorprendido en una acción tan digna
de un soldado de Cristo, fue conducido al tribunal de los prefectos Asterio y
Eutiquio, que le representaron el peligro que corría, y cuán loco era de
exponerse a perder el fruto de sus servicios y el favor del príncipe, por
querer adorar a un hombre muerto. Contestó Víctor que renunciaba a todas las
ventajas, que no podía servir más que a Jesucristo, Hijo eterno de Dios, que se
había dignado hacerse hombre y que había resucitado después de muerto.
Semejante respuesta excitó furiosos gritos de indignación, pero como el
prisionero era persona ilustre, lo enviaron al emperador Maximiano, el cual,
para torcer la constancia de Víctor lo hizo atar de pies y manos y mandó que lo
paseasen por todas las calles de la ciudad, exponiéndolo así a los insultos del
populacho.
A la vuelta de este público desprecio, lo
presentaron todo cubierto de sangre a los prefectos, y Asterio: mandó que lo
extendiesen sobre el caballete, donde los verdugos le atormentaron por largo
espacio. Encerrándole después en una lóbrega prisión, en la cual, a media
noche, le visitó el Señor por el ministerio de sus ángeles. La cárcel se llenó
de admirable claridad.
El santo mártir cantaba con los espíritus
celestiales las alabanzas del Señor. Tres soldados encargados de custodiar le
quedaron tan asombrados de lo que pasaba, que, arrojándose a los pies de
Víctor, le pidieron perdón y la gracia del bautismo. Llamábanse Longinos,
Alejandro y Feliciano, los cuales fueron bautizados aquel día, y Víctor les
sirvió de padrino.
Al día siguiente, supo todo esto el emperador, y
montado en cólera hizo trasladar los cuatro santos a la plaza pública, donde
fueron cargados de injurias por la plebe soez y cortadas las cabezas de los tres
centinelas.
Tres días después llamó de nuevo el emperador a
Víctor a su tribunal y le mandó adorar una estatua de Júpiter puesta sobre un
altar, pero Víctor, lleno de fe en Jesucristo, dio un puntapié al altar, y lo
derribó juntamente con el ídolo hecho pedazos.
El tirano, para vengar a sus dioses, le hizo
cortar el pie ordenando luego que metiesen al mártir debajo de la rueda de un
molino. Como a la primera vuelta el molino se descompusiese, sacaron de allí al
santo y le cortaron la cabeza. Su cuerpo, junto con los cadáveres de Longinos,
Alejandro y Feliciano, fueron arrojados al mar, pero los cristianos los
encontraron sobre la orilla y les dieron honrosa sepultura.
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