domingo, 7 de mayo de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 8 DE MAYO – LUNES – 4ª - SEMANA DE PASCUA SAN VICTOR, Mártir




8 DE MAYO – LUNES –
4ª - SEMANA DE    PASCUA

Evangelio según san Juan 10, 11-18

    En aquel tiempo, dijo Jesús:
"Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da la vida por las ovejas: el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil: también a esas las tengo que traer; y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo Pastor.
Por esto me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente.
Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he recibido de mi Padre".

1.  En el pueblo itinerante —no instalado—, que es la Iglesia, son determinantes los pastores que guían el rebaño y cuidan de él. Un rebaño caminante, siempre en búsqueda de lo que necesita para seguir viviendo, si no es guiado,
acompañado, protegido y orientado, ese rebaño se pierde, se desorienta, se extravía y se precipita en la ruina y en la descomposición.
Un rebaño itinerante es siempre un rebaño   amenazado. Su protección está en los pastores que acompañan y dirigen al rebaño.

2.  Esto nos viene a decir que, para cumplir con una tarea así, hacen falta pastores que han de tener las ideas muy claras. Es decir, si faltan los pastores o esos pastores no tienen clara la visión de lo que tienen que hacer, la Iglesia se desorienta, se extravía, no enseña lo que tiene que enseñar, ni cumple con la tarea que tiene que cumplir en la sociedad y en la historia.
Por ejemplo, cuando los pastores se dedican meramente a repetir lo que siempre se hizo y
se dijo, la Iglesia pierde credibilidad, autoridad, presencia.

3.  Por eso, en este momento, los cristianos tenemos que preguntarnos:
¿Está cumpliendo la Iglesia, ahora mismo, con la misión que tiene que desempeñar en el mundo y en la sociedad actual?
Ocurre que, con frecuencia y para no tener problemas en el Vaticano, se nombran como obispos a sacerdotes muy sumisos a la tradición, pero poco evangélicos, poco libres, poco audaces, poco lúcidos...
Hombres de palacio episcopal y de función catedralicia, pero poco evangélicos, que dan la impresión de alejados del pueblo, desorientados o
asustados.
¿A dónde puede ir la Iglesia con hombres así?
Hay que estar muy unidos a los obispos, ser muy sinceros con ellos, quererlos de verdad, ayudarles siempre, ser claros y no tenerles miedo.
Eso será amar a la Iglesia. Y será cumplir con la tarea de "ovejas fieles al pastor".

SAN VICTOR, Mártir


Martirologio Romano. En Marsella, ciudad de la Provenza, en la Galia, san Víctor, mártir (c. 292).

Etimología: Víctor = vencedor, del latín
Al poco tiempo de haber mandado degollar a toda la legión Tebea, fue el emperador Maximiano a Marsella, donde había una iglesia numerosa y floreciente. A su llegada temblaron por su vida todos los fieles de la ciudad y se prepararon para el martirio.
Durante esta general consternación un oficial cristiano, llamado Víctor, iba todas las noches de casa en casa a visitar a sus hermanos en Jesucristo para exhortarles al desprecio de la muerte, e inspirarles el deseo de la vida eterna.
Habiendo sido sorprendido en una acción tan digna de un soldado de Cristo, fue conducido al tribunal de los prefectos Asterio y Eutiquio, que le representaron el peligro que corría, y cuán loco era de exponerse a perder el fruto de sus servicios y el favor del príncipe, por querer adorar a un hombre muerto. Contestó Víctor que renunciaba a todas las ventajas, que no podía servir más que a Jesucristo, Hijo eterno de Dios, que se había dignado hacerse hombre y que había resucitado después de muerto. Semejante respuesta excitó furiosos gritos de indignación, pero como el prisionero era persona ilustre, lo enviaron al emperador Maximiano, el cual, para torcer la constancia de Víctor lo hizo atar de pies y manos y mandó que lo paseasen por todas las calles de la ciudad, exponiéndolo así a los insultos del populacho.
A la vuelta de este público desprecio, lo presentaron todo cubierto de sangre a los prefectos, y Asterio: mandó que lo extendiesen sobre el caballete, donde los verdugos le atormentaron por largo espacio. Encerrándole después en una lóbrega prisión, en la cual, a media noche, le visitó el Señor por el ministerio de sus ángeles. La cárcel se llenó de admirable claridad.
El santo mártir cantaba con los espíritus celestiales las alabanzas del Señor. Tres soldados encargados de custodiar le quedaron tan asombrados de lo que pasaba, que, arrojándose a los pies de Víctor, le pidieron perdón y la gracia del bautismo. Llamábanse Longinos, Alejandro y Feliciano, los cuales fueron bautizados aquel día, y Víctor les sirvió de padrino.
Al día siguiente, supo todo esto el emperador, y montado en cólera hizo trasladar los cuatro santos a la plaza pública, donde fueron cargados de injurias por la plebe soez y cortadas las cabezas de los tres centinelas.
Tres días después llamó de nuevo el emperador a Víctor a su tribunal y le mandó adorar una estatua de Júpiter puesta sobre un altar, pero Víctor, lleno de fe en Jesucristo, dio un puntapié al altar, y lo derribó juntamente con el ídolo hecho pedazos.
El tirano, para vengar a sus dioses, le hizo cortar el pie ordenando luego que metiesen al mártir debajo de la rueda de un molino. Como a la primera vuelta el molino se descompusiese, sacaron de allí al santo y le cortaron la cabeza. Su cuerpo, junto con los cadáveres de Longinos, Alejandro y Feliciano, fueron arrojados al mar, pero los cristianos los encontraron sobre la orilla y les dieron honrosa sepultura.




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