7 de Mayo – DOMINGO –
4ª – SEMANA DE PASCUA – A
Lectura del libro de los Hechos de los
apóstoles (2,14a.36-41)
EL día de Pentecostés Pedro, poniéndose en pie
junto a los Once, levantó su voz y declaró:
«Con toda seguridad conozca toda la casa de
Israel que, al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha
constituido Señor y Mesías».
Al oír esto, se les traspasó el corazón, y
preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:
«¿Qué tenemos que hacer, hermanos?»
Pedro les contestó:
«Convertíos y sea bautizado cada uno de
vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y
recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y
para vuestros hijos, y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el
Señor Dios nuestro».
Con estas y otras muchas razones dio testimonio
y los exhortaba diciendo:
«Salvaos de esta generación perversa».
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y
aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.
Sal 22,1-3a.3b-4.5
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mi,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.
Lectura de la primera carta del apóstol san
Pedro (2,20-25):
Queridos hermanos:
Que aguantéis cuando sufrís por hacer el bien, eso
es una gracia de parte de Dios. Pues para esto habéis sido llamados, porque
también Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus
huellas.
Él no cometió pecado ni encontraron engaño en
su boca.
Él no devolvía el insulto cuando lo
insultaban;sufriendo no profería amenazas;
sino que se entregaba al que juzga rectamente.
Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el
leño, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia.
Con sus heridas fuisteis curados. Pues andabais
errantes como ovejas, pero ahora os habéis convertido al pastor y guardián de
vuestras almas.
Lectura del santo evangelio según san Juan
(10,1-10):
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra
por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese
es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A
este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el
nombre a sus ovejas y las saca fuera.
Cuando ha sacado todas las suyas camina delante
de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo
seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no
entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta
de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos;
pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará
y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y
hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».
Señor, Mesías, modelo, puerta del aprisco.
Estos cuatro títulos
resumen lo que afirman de Jesús las lecturas de hoy: que es Señor y Mesías lo
dice Pedro en el libro de los Hechos (1ª lectura); como modelo a la hora de
soportar el sufrimiento lo propone la Primera carta de Pedro (2ª lectura);
puerta del aprisco es la imagen que se aplica a sí mismo Jesús en el evangelio
de Juan.
En resumen, las lecturas
nos proponen una catequesis sobre Jesús, lo que significó para los primeros
cristianos y lo que debe seguir significando para nosotros.
No quedarnos
en el próximo domingo, mirar hasta el 7º
Cabe el peligro de vivir la liturgia de las próximas semanas sin advertir el
mensaje global que intentan transmitirnos las lecturas dominicales. Pretenden
prepararnos a las dos grandes fiestas de la Ascensión y Pentecostés, y lo hacen
tratando tres temas a partir de tres escritos del Nuevo Testamento.
1. La iglesia (1ª lectura, de los Hechos de los Apóstoles). Se describe el
aumento de la comunidad (4º domingo), la institución de los diáconos (5º), el
don del Espíritu en Samaria (6º), y cómo la comunidad se prepara para
Pentecostés (7º). Adviértase la enorme importancia del Espíritu en estas
lecturas.
2. Vivir
cristianamente en un mundo hostil (2ª lectura, de la Primera carta de Pedro). Los primeros cristianos
sufrieron persecuciones de todo tipo, como las que padecen algunas comunidades
actuales. La primera carta de Pedro nos recuerda el ejemplo de Jesús, que
debemos imitar (4º); la propia dignidad, a pesar de lo que digan de nosotros
(5º); la actitud que debemos adoptar ante las calumnias (6º), y los ultrajes
(7º).
3. Jesús (evangelio: Juan). Los pasajes elegidos
constituyen una gran catequesis sobre la persona de Jesús: es el pastor y la
puerta (4º); camino, verdad y vida (5º); el que vive junto al Padre y con
nosotros (6º); el que ora e intercede por nosotros (7º).
Jesús, puerta
del aprisco
…dijo Jesús:
-«Os aseguro
que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta
por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es
pastor de las ovejas.
… y añadió
Jesús:
-«Os aseguro
que …Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y
salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y
matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»
El autor del cuarto evangelio disfruta tendiendo trampas al lector. Al
principio, todo parece muy sencillo. Un redil, con su cerca y su guarda. Se
aproxima uno que no entra por la puerta ni habla con el guarda, sino que salta
la valla: es un ladrón. En cambio, el pastor llega al rebaño, habla con el
guarda, le abre la puerta, llama a las ovejas, ellas lo siguen y las saca a
pastar. Lo entienden hasta los niños.
Sin embargo, inmediatamente
después añade el evangelista: “ellos no entendieron de qué les hablaba”. Muchos
lectores actuales pensarán: “son tontos, está clarísimo, habla de Jesús como
buen pastor”. Y se equivocan. Eso es verdad a partir del versículo 11, donde
Jesús dice expresamente: “Yo soy el buen pastor”. Pero en el texto que se lee
hoy, el inmediatamente anterior (Juan 10,1-10), Jesús se aplica una imagen muy
distinta: no se presenta como el buen pastor sino como la puerta por la que
deben entrar todos los pastores (“yo soy la puerta del redil”).
Con ese radicalismo típico
del cuarto evangelio, se afirma que todos los personajes anteriores a Jesús, al
no entrar por él, que es la puerta, no eran en realidad pastores, sino ladrones
y bandidos, que sólo pretenden “robar y matar y hacer estrago”.
Resuenan en estas duras
palabras un eco de lo que denunciaba el profeta Ezequiel en los pastores (los
reyes) de Israel: en vez de apacentar a las ovejas (al pueblo) se apacienta a
sí mismos, se comen su enjundia, se visten con su lana, no curan las enfermas,
no vendan las heridas, no recogen las descarriadas ni buscan las perdidas; por
culpa de esos malos pastores que no cumplían con su deber, Israel terminó en el
destierro (Ez 34).
La consecuencia lógica
sería presentar a Jesús como buen pastor que da la vida por sus ovejas. Pero
eso vendrá más adelante, no se lee hoy. En lo que sigue, Jesús se presenta como
la puerta por la que el rebaño puede salir para tener buenos pastos y vida
abundante.
En este momento cabría
esperar una referencia a la obligación de los pastores, los responsables de la
comunidad cristiana, a entrar y salir por la puerta del rebaño: Jesús. Todo
contacto que no se establezca a través de él es propio de bandidos y está
condenado al fracaso (“las ovejas no les hicieron caso”). Aunque el texto no
formula de manera expresa esta obligación, se deduce de él fácilmente.
En realidad, esta parte del
discurso termina dirigiéndose no a los pastores sino al rebaño, recordándole
que “quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará
pastos”.
Ya que es frecuente culpar
a los pastores de los males de la iglesia, al rebaño le conviene recordar que
siempre dispone de una puerta por la que salvarse y tener vida abundante.
Cristianos
perseguidos
La segunda lectura recuerda
a los cristianos perseguidos y condenados injustamente que ese mismo fue el
destino de Jesús, y que lo aceptó sin devolver insultos ni amenazas. En ese
contexto lo presenta como modelo con unas palabras espléndidas:
“Cristo padeció su pasión
por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas”.
Al final de esta lectura
encontramos la imagen de Jesús como buen pastor (“Andabais descarriados como
ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas”.).
Como he indicado, no es lo esencial del evangelio.
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pedro 2, 20b-25
Queridos hermanos: Si, obrando el bien, soportáis el sufrimiento,
hacéis una cosa hermosa ante Dios. Pues para esto habéis sido llamados, ya
que también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para
que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando
lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería
amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado
con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para
la justicia. Sus heridas nos han curado.
Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y
guardián de vuestras vidas.
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