martes, 14 de mayo de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 15 de MAYO – MIÉRCOLES – 4ª – SEMANA DE PASCUA – C – San Isidro Labrador





15 de MAYO – MIÉRCOLES –
4ª – SEMANA DE PASCUA – C –

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (15,1-6):

EN aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más de entre ellos subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia. Ellos, pues, enviados por la Iglesia provistos de lo necesario, atravesaron Fenicia y Samaría, contando cómo se convertían los gentiles, con lo que causaron gran alegría a todos los hermanos. Al llegar a Jerusalén, fueron acogidos por la Iglesia, los apóstoles y los presbíteros; ellos contaron lo que Dios había hecho con ellos.
Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, se levantaron, diciendo:
«Es necesario circuncidarlos y ordenarles que guarden la ley de Moisés».
Los apóstoles y los presbíteros se reunieron a examinar el asunto.

Palabra de Dios

Salmo: 121,1-2.4-5

R/. Vamos alegres a la casa del Señor

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R/.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor. R/.
Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan (15,1-8):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Palabra del Señor

1.   Vivimos tiempos difíciles. Los cambios, tan profundos y rápidos, que
estamos viviendo, nos desconciertan.  Y una de las consecuencias de estos
cambios ha sido la crisis de religión, entre tantas otras crisis. Es frecuente oír a personas de buena voluntad que no quieren saber nada de asuntos de religión, menos aún de temas de Iglesia, y no faltan quienes aseguran que no les interesa en absoluto lo de Dios. Para abreviar, son los que afirman tranquilamente: "Jesús, sí. Dios, no".
- ¿Qué podemos responder a quienes piensan y hablan así?

2.  Hay en todo esto algo que enseguida salta a la vista. Lo de Dios, es visto por muchos como "misterio". Mientras que lo de Jesús se ve como   "ejemplo". Y, por cierto, ejemplo de bondad y solidaridad con el dolor humano.  
Es más, sabemos que lo de Dios se sitúa en el ámbito de lo "trascendente", o sea, no se entiende, ni se puede entender.  En tanto que lo de Jesús nos remite a algo "inmanente", algo de este mundo y para este mundo, relacionado con la historia de los seres humanos y, por tanto, cercano a nuestros problemas, intereses, preocupaciones y anhelos.   
- ¿Cómo afrontar este problema? 
- ¿Tiene solución todo esto?

3.  Según este evangelio, Jesús dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y enseguida el mismo Jesús añade: El que me ve a mí, ve al que me ha enviado. No hay que esforzarse mucho para comprender enseguida que, con estas palabras, lo que este evangelio afirma es la identidad entre Dios y Jesús. Creer en Jesús es creer en Dios. Ver a Jesús es ver a Dios. Se lo dijo así el mismo Jesús al apóstol Felipe: El que me ve a mí, ve a Dios (Jn 14, 9).
 Por tanto, que nadie se angustie porque le resulta fácil aceptar a Jesús, mientras que lo de Dios no se entiende y cuesta explicarlo o demostrarlo. No    hagamos problema de nada de esto.  Dios se ha encarnado en Jesús. Es decir, Dios se ha encarnado en lo humano. Por eso, a Dios lo encontramos en todo lo verdaderamente humano.  Dios se ha humanizado, en Jesús. Así de simple. Y así de profundo también.  Todo el que   busca su propia humanidad, por eso mismo busca a Dios. Y lo encuentra en sí mismo, si es que es un ser verdaderamente "humano".

San Isidro Labrador
 

Es el patrono de los agricultores y de Madrid. Agricultor madrileño que destacó por su piedad y su generosidad.

Vida de San Isidro Labrador

Le pusieron ese nombre en honor de San Isidoro, un santo muy apreciado en España. Sus padres eran unos campesinos sumamente pobres que ni siquiera pudieron enviar a su hijo a la escuela. Pero en casa le enseñaron a tener temor a ofender a Dios y gran amor de caridad hacia el prójimo y un enorme aprecio por la oración y por la Santa Misa y la Comunión.
Huérfano y solo en el mundo cuando llegó a la edad de diez años Isidro se empleó como peón de campo, ayudando en la agricultura a Don Juan de Vargas un dueño de una finca, cerca de Madrid. Allí pasó muchos años de su existencia labrando las tierras, cultivando y cosechando.
Se casó con una sencilla campesina que también llegó a ser santa y ahora se llama Santa María de la Cabeza (no porque ese fuera su apellido, sino porque su cabeza es sacada en procesión en rogativas, cuando pasan muchos meses sin llover).
Isidro se levantaba muy de madrugada y nunca empezaba su día de trabajo sin haber asistido antes a la Santa Misa. Varios de sus compañeros muy envidiosos lo acusaron ante el patrón por "ausentismo" y abandono del trabajo. El señor Vargas se fue a observar el campo y notó que sí era cierto que Isidro llegaba una hora más tarde que los otros (en aquel tiempo se trabajaba de seis de la mañana a seis de la tarde) pero que mientras Isidro oía misa, un personaje invisible (quizá un ángel) le aguaba sus bueyes y estos araban juiciosamente como si el propio campesino los estuviera dirigiendo.
Los mahometanos se apoderaron de Madrid y de sus alrededores y los buenos católicos tuvieron que salir huyendo. Isidro fue uno de los inmigrantes y sufrió por un buen tiempo lo que es irse a vivir donde nadie lo conoce a uno y donde es muy difícil conseguir empleo y confianza de las gentes. Pero sabía aquello que Dios ha prometido varias veces en la Biblia: "Yo nunca te abandonaré", y confió en Dios y fue ayudado por Dios.
Lo que ganaba como jornalero, Isidro lo distribuía en tres partes: una para el templo, otra para los pobres y otra para su familia (él, su esposa y su hijito). Y hasta para las avecillas tenía sus apartados. En pleno invierno cuando el suelo se cubría de nieve, Isidro esparcía granos de trigo por el camino para que las avecillas tuvieran con que alimentarse. Un día lo invitaron a un gran almuerzo. Él se llevó a varios mendigos a que almorzaran también. El invitador le dijo disgustado que solamente le podía dar almuerzo a él y no para los otros. Isidro repartió su almuerzo entre los mendigos y alcanzó para todos y sobró. Los domingos los distribuía así: un buen rato en el templo rezando, asistiendo a misa y escuchando la Palabra de Dios. Otro buen rato visitando pobres y enfermos y por la tarde saliendo a pasear por los campos con su esposa y su hijito. Pero un día mientras ellos corrían por el campo, dejaron al niñito junto a un profundo pozo de sacar agua y en un movimiento brusco del chiquitín, la canasta donde estaba dio vuelta y cayó dentro del hoyo. Alcanzaron a ver esto los dos esposos y corrieron junto al pozo, pero este era muy profundo y no había cómo rescatar al hijo. Entonces se arrodillaron a rezar con toda fe y las aguas de aquel aljibe fueron subiendo y apareció la canasta con el niño y a este no le había sucedido ningún mal. No se cansaron nunca de dar gracias a Dios por tan admirable prodigio.
Volvió después a Madrid y se alquiló como obrero en una finca, pero los otros peones, llenos de envidia lo acusaron ante el dueño de que trabajaba menos que los demás por dedicarse a rezar y a ir al templo. El dueño le puso entonces como tarea a cada obrero cultivar una parcela de tierra. Y la de Isidro produjo el doble que las de los demás, porque Nuestro Señor le recompensaba su piedad y su generosidad.
En el año 1130 sintiendo que se iba a morir hizo humilde confesión de sus pecados y recomendando a sus familiares y amigos que tuvieran mucho amor a Dios y mucha caridad con el prójimo, murió santamente. A los 43 años de haber sido sepultado en 1163 sacaron del sepulcro su cadáver y estaba incorrupto, como si estuviera recién muerto. Las gentes consideraron esto como un milagro.
Poco después el rey Felipe III se hallaba gravísimamente enfermo y los médicos dijeron que se moriría de aquella enfermedad. Entonces sacaron los restos de San Isidro del templo a donde los habían llevado cuando los trasladaron del cementerio. Y tan pronto como los restos salieron del templo, al rey se le fue la fiebre y al llegar junto a él los restos del santo se le fue por completo la enfermedad. A causa de esto el rey intercedió ante el Sumo Pontífice para que declarara santo al humilde labrador, y por este y otros muchos milagros, el Papa lo canonizó en el año 1622 junto con Santa Teresa, San Ignacio, San Francisco Javier y San Felipe Neri.
Es patrono de los agricultores españoles, declarado así por Juan XXIII por Bula del año 1960. También es patrono de Madrid y su festividad es celebrada en gran número de pueblos españoles y de Hispanoamérica con solemnidad. En España llevan su nombre multitud de Cooperativas del campo, Hermandades de Agricultores y Ganaderos, iglesias y hasta poblaciones (por ejemplo: San Isidro, en la República

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