25 de MAYO – SÁBADO –
5ª – SEMANA DE PASCUA – C –
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles (16,1-10):
EN aquellos días, Pablo
llegó a Derbe y luego a Listra. Había allí un discípulo que se llamaba Timoteo,
hijo de una judía creyente, pero de padre griego.
Los
hermanos de Listra y de Iconio daban buenos informes de él. Pablo quiso que
fuera con él y, puesto que todos sabían que su padre era griego, por
consideración a los judíos de la región, lo tomó y lo hizo circuncidar.
Al
pasar por las ciudades, comunicaban las decisiones de los apóstoles y
presbíteros de Jerusalén, para que las observasen. Las iglesias se robustecían
en la fe y crecían en número de día en día.
Atravesaron
Frigia y la región de Galacia, al haberles impedido el Espíritu Santo anunciar
la palabra en Asia. Al llegar cerca de Misia, intentaron entrar en Bitinia,
pero el Espíritu de Jesús no se lo consintió. Entonces dejaron Misia a un lado
y bajaron a Tróade.
Aquella
noche Pablo tuvo una visión: se le apareció un macedonio, de pie, que le
rogaba:
«Pasa
a Macedonia y ayúdanos».
Apenas
tuvo la visión, inmediatamente tratamos de salir para Macedonia, seguros de que
Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio.
Palabra
de Dios
Salmo:
99,1-2.3-5
R/.
Aclama al Señor, tierra entera
Aclama al Señor, tierra
entera,
servid al Señor con
alegría,
entrad en su presencia
con vítores. R/.
Sabed que el Señor es
Dios:
que él nos hizo y somos
suyos,
su pueblo y ovejas de su
rebaño. R/.
El Señor es bueno,
su misericordia es
eterna,
su fidelidad por todas
las edades. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Juan (15,18-21):
EN aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos:
«Si
el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.
Si
fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del
mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os
odia.
Recordad
lo que os dije:
“No es el siervo más que su amo”.
Si
a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi
palabra, también guardarán la vuestra.
Y
todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que
me envió».
Palabra
del Señor
1.
Estas palabras de Jesús fueron dichas en un contexto y en una situación,
que suponen y se basan en un contenido claro y
fuerte de violencia. Jesús habla de odio y de persecución. Los seguidores de Jesús serán odiados y
perseguidos porque no son del mundo. Por tanto, lo que aquí dice Jesús es que
el mundo es un agente de violencia. Y eso lo han de tener muy claro los creyentes
en Jesús. Porque, si de verdad creen en él, serán odiados y perseguidos.
O sea, serán víctimas de la violencia.
- ¿Por qué?
2.
La palabra mundo es la traducción del término griego “kosmos”, que, en
el lenguaje clásico, significa "orden" (Homero) y que se aplicaba al
"orden
impuesto por el gobierno" de los hombres
(Herodoto). De ahí que el “kosmos” vino a designar el "orden del
mundo" (Pitágoras).
Se ha dicho que estos conceptos no
se asumen en el N. T. (H. Balz). Sin embargo,
si este asunto se analiza, no desde la sola teología, sino desde las ciencias
sociales (de las que no puede prescindir un análisis teológico serio), pronto
se advierte que, efectivamente, existe una relación muy fuerte entre el "mundo" y la
"violencia".
Por una razón clara: si ya los autores
clásicos se dieron cuenta de que el mundo “kosmos” es el orden impuesto por los
hombres, es decisivo recordar que el "orden" es el origen de la
violencia.
- ¿Por qué?
La violencia engendra el caos, y el
orden engendra violencia. Este dilema es insoluble. Fundado en el miedo a la
violencia, el orden engendra él mismo
miedo y violencia (W. Sofsky, H. Popitz).
3.
Y se comprende que así es en efecto.
Para imponer orden, no hay más remedio que hacerlo violentando a la
gente.
Es la experiencia de la violencia la
que une a los hombres. Por eso es verdad que
"sobre el altar del orden se sacrifican libertades y numerosas vidas
humanas" (Sofsky).
Así funciona la sociedad, desde los
orígenes de la llamada "civilización". Ahora bien, Jesús representa
la alternativa radical a este orden y a esta violencia.
Jesús basa la convivencia en la transformación
interior del corazón, del deseo, del miedo...
Porque lo que une a los creyentes no es el miedo a la violencia, ni el
orden impuesto, sino la bondad y el amor. Esto es una utopía. Pero una utopía
que está en la base misma de la fe y es el fundamento de los que toman a Jesús
en serio.
4.
Lo más doloroso y perjudicial, para la cultura de Occidente en la que se
ha configurado y organizado el cristianismo, es que en esta cultura se haya
impuesto la "tradición estoica", en la que "la pureza, más bien
que la justicia, se ha convertido en el medio cardinal de la salvación"
(E. R. Dodds). Y juntamente con eso, se ha marginado la "tradición
dionisiaca", que nos recuerda Eurípides en las Bacantes, donde el coro
entona un himno a Dioniso en el que
evoca el mayor don que ese dios ha
concedido a los humanos: la "felicidad suprema de la bacanal", que
nos conduce a "poner nuestras
almas en común" (M. Daraki).
Jesús quiso la justicia. Pero también
quiso la comunión entre todos.
San Beda el Venerable
San
Beda el Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia, el cual, servidor de
Cristo desde la edad de ocho años, pasó todo el tiempo de su vida en el
monasterio de Wearmouth, en Northumbria, en Inglaterra. Se dedicó con fervor en
meditar y exponer las Escrituras, y entre la observancia de la disciplina
regular y la solicitud cotidiana de cantar en la iglesia, sus delicias fueron
siempre estudiar, o enseñar, o escribir.
Vida de San Beda el Venerable
Historiador y Doctor de la
Iglesia, nacido en 672 ó 673 y muerto en 735. En el último capítulo de su gran
obra sobre la "Historia Eclesiástica del Pueblo Inglés", Beda nos contó
algo de su propia vida, prácticamente todo lo que sabemos de él. Sus palabras,
escritas en 731, cuando su muerte no estaba demasiado lejos, no sólo muestran
la sencillez y piedad características del hombre, sino que arrojan luz sobre la
composición de la obra por la cual se le recuerda mejor en todo el mundo.
Escribió así:
Y es así que, muy interesado en
la historia eclesiástica de Bretaña, especialmente en la raza de los ingleses,
yo, Beda, sirviente de Cristo y sacerdote del monasterio de los benditos
apóstoles San Pedro y San Pablo, el cual se encuentra en Wearmouth y Jarrow (en
Northumbria), con la ayuda del Señor he compuesto, cuanto he logrado recabar de
documentos antiguos, de las tradiciones de los ancianos y de mi propio
conocimiento. Nací en el territorio del monasterio ya mencionado, y a la edad
de siete años fui dado, por el interés de mis familiares, al reverendísimo abad
benedictino Biscop, y después a Ceolfrid, para recibir educación. Desde
entonces he permanecido toda mi vida en dicho monasterio, dedicando todas mis
penas al estudio de las Escrituras, a observar la disciplina monástica y a
cantar diariamente en la iglesia, siendo siempre mi deleite el aprender,
enseñar o escribir. A los diecinueve años, fui admitido al diaconado, a los treinta
al sacerdocio, ambas veces mediante las manos del reverendísimo obispo Juan san
Juan de Beverley, y a las órdenes del abad Ceolfrid. Desde el momento de mi
admisión al sacerdocio hasta mis actuales 59 años me he esforzado por hacer
breves notas sobre las sagradas Escrituras, para uso propio y de mis hermanos,
ya sea de las obras de los venerables Padres de la Iglesia o de su significado
e interpretación.
Después de esto, Beda inserta una
lista de Indiculus, de sus anteriores escritos y, finalmente, termina su gran
obra con las siguientes palabras:
Y os ruego, amoroso Jesús, que
así como me habéis concedido la gracia de tomar con deleite las palabras de
vuestro conocimiento, me concedáis misericordiosamente llegar a ti, la fuente
de toda sabiduría, y permanecer para siempre delante de vuestro rostro.
Es evidente, en la carta de Beda
al obispo Egberto, que el historiador visitaba ocasionalmente a sus amigos
durante algunos días, alejándose del monasterio de Jarrow; pero salvo esas
raras excepciones, su vida parece haber transcurrido como una pacífica ronda de
estudios y oración dentro de su propia comunidad. El cariño que ésta le tenía
queda manifiesto en el conmovedor relato de la última enfermedad y la muerte
del santo, legada a nosotros por Cuthbert, uno de sus discípulos. Su búsqueda
del conocimiento no fue interrumpida por su enfermedad y los hermanos le leían
mientras él estaba en cama, pero la lectura era reemplazada constantemente por
las lágrimas. "Puedo declarar con toda verdad," escribe Cuthbert sobre
su amado maestro, "que nunca vi con mis ojos, ni oí con mis oídos a nadie
que agradeciera tan incesantemente al Dios vivo. Incluso el día de su muerte
(la vigilia de la Ascensión de 735) el santo estaba ocupado dictando una
traducción del Evangelio de San Juan. Al atardecer, el muchacho Wilbert, que la
estaba escribiendo, le dijo: "Hay todavía una oración, querido maestro,
que no está escrita." Y cuando la hubo entregado, y el muchacho le dijo
que estaba terminada, "Habéis hablado con verdad…", contestó Beda,
"…está terminada. Tomad mi cabeza entre vuestras manos, pues es de gran
placer sentarme frente a cualquier lugar sagrado donde haya orado, así sentado
puedo llamar a mi Padre." Y así, sobre el suelo de su celda, cantando
"Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo", y el resto, exhaló
su último aliento.
El calificativo Venerabilis
parece haber sido agregado al nombre de Beda antes de haber transcurrido las
dos generaciones posteriores a su muerte. Por supuesto, no existe una autoridad
anterior que corrobore la leyenda repetida por Fuller acerca del “monje torpe”
que al componer un epitafio sobre Beda se quedó sin palabras para completar la
frase Hac sunt in fossa Bedae . . . ossa
y a la mañana siguiente se encontró con que los ángeles habían llenado el
espacio con la palabra venerabilis. El calificativo es utilizado por Alcuin,
Amalarius y al parecer por Paulo el Diácono, y el importante Consejo de Aachen
de 835 lo describe como venerabilis et modernis temporibus doctor admirabilis
Beda. Este decreto se mencionaba especialmente en la petición que el Cardenal
Wiseman y los obispos ingleses enviaron a la Santa Sede en 1859, rogando que
Beda fuera declarado Doctor de la Iglesia. El tema ya había sido discutido
antes de la época de Benedicto XIV, pero no fue hasta el 13 de noviembre de
1899 que León XIII decretó que el 27 de mayo toda la Iglesia debía celebrar la
fiesta del Venerable Beda, con el título de Doctor Ecclesiae. Durante toda la
Edad Media se había celebrado en York y en el Norte de Inglaterra el culto
local al Santo Beda, pero la fiesta no era tan popular en el sur, donde se
seguía la Liturgia de Sarum.
La influencia de Beda entre los
eruditos ingleses y extranjeros fue muy grande, y probablemente habría sido
mayor si los monasterios del norte no hubieran sido devastados por las
invasiones Danesas menos de un siglo después de la muerte de Beda. En
innumerables formas, pero especialmente por su moderación, amabilidad y gran
visión, Beda se distingue entre sus contemporáneos. En lo referente a erudición,
indudablemente fue el hombre más sabio de su tiempo. Una característica muy
notable, observada por Plummer (I, p. xxiii), es su sentido de propiedad
literaria, una particularidad extraordinaria en esa época. Él mismo anotaba
escrupulosamente en sus escritos los pasajes que había tomado prestados de
otros e incluso rogaba a los copistas de sus obras que conservaran las
referencias, una recomendación a la que ellos pusieron muy poca atención. A
pesar de lo elevado de su cultura, Beda aclara repetidamente que sus estudios
están subordinados a la interpretación de las Escrituras. En su "De
Schematibus" lo dice así: "Las Sagradas Escrituras están sobre todos
los demás libros, no sólo por su autoridad Divina, o por su utilidad pues son una
guía hacia la vida eterna, sino también por su antigüedad y su forma literaria”
(positione dicendi). Tal vez el mayor tributo al genio de Beda es que con una
convicción tan desprovista de compromiso y tan sincera de que la sabiduría
humana es inferior, haya podido adquirir tanta cultura verdadera. Aunque el
Latín fue para él una lengua todavía viva, y aunque no parece haber volteado
conscientemente hacia la Era de Augusto de la Literatura Romana que preservaba
modelos más puros de estilo literario que la época de Fortunato o San Agustín,
ya sea por genio natural o por el contacto con los clásicos, Beda es
extraordinario por la relativa pureza de su lenguaje y también por su lucidez y
sobriedad, especialmente en temas de crítica histórica. En todos estos aspectos
presenta un marcado contraste con san Aldhelm quien se aproxima más al tipo
Celta.
Obras y Ediciones
Nunca se ha publicado una edición
de las obras completas de Beda basada en el cotejo cuidadoso de los
manuscritos. El texto impreso por Giles en 1884 y reproducido por Migne
(XC-XCIV) muestra pocas o ninguna mejora con respecto a la edición básica de
1563 o la edición de Colonia de 1688. Por supuesto, a Beda se le recuerda
principalmente como historiador. Su gran obra, "Historia Ecclesiastica
Gentis Anglorum" (Historia eclesiástica del pueblo inglés), que relata el
cristianismo en Inglaterra desde sus inicios hasta la época de Beda, es la base
de todos nuestros conocimientos acerca de la historia británica –una obra
maestra elogiada por los eruditos de todas las épocas. Plummer produjo una
edición de esta obra, de la "Historia Abbatum" (Historia de los
Abades) y la "Carta a Egberto", que con toda justicia puede llamarse
la versión final (2 volúmenes, Oxford, 1896). En la introducción, Plummer ilustró
admirablemente la extraordinaria diligencia de Beda para la recopilación de
documentos y su uso crítico de ellos (págs. XLIII-XLVII). La "Historia de
los Abades" (de los monasterios gemelos de Wearmouth y Jarrow), la
"Carta a Egberto", las vidas en verso y prosa de "San Cuthbert",
y otras obras de menor tamaño, también tienen gran valor por la luz que arrojan
sobre el estado del cristianismo en Northumbria en la época de Beda. La
"Historia Eclesiástica" fue traducida al anglosajón a petición del
Rey Alfredo. Desde entonces se ha reproducido con frecuencia, notablemente por
T. Stapleton, quien la imprimió en 1565 en Amberes como arma controversial
contra los teólogos de la Reforma en el reino de Elizabeth. El texto en latín
apareció por primera vez en Alemania en 1475. Vale la pena hacer notar que en
Inglaterra no se imprimió ninguna edición, ni siquiera la latina, antes de
1643. El texto más preciso de Smith vio la luz en 1742.
Los tratados cronológicos de Beda
"De temporibus liber" y "De temporum ratione" (Sobre el
cálculo del tiempo) también contienen resúmenes de la historia general del
mundo desde la creación hasta el 725 y el 703, respectivamente. Estas porciones
históricas fueron editadas satisfactoriamente por Mommsen en la "Monumenta
Germaniae historica" (1898), y pueden encontrarse entre los especímenes
más antiguos de este tipo de cronología general, por lo que han sido copiados e
imitados en gran medida. La obra topográfica "De locis santis" (Sobre
los lugares santos) es una descripción de Jerusalén y los lugares santos basada
en Adamnan y Arculfus. En 1898, la obra de Beda fue editada por Geyer en
"Itinera Hierosolymitana" para el "Corpus Scriptorum" de
Viena. El hecho de que Beda compiló un martirologio lo sabemos por él mismo,
pero la obra que se le atribuye en extensos manuscritos ha sido tan
complementada que es muy difícil saber exactamente que escribió.
En su propia opinión, y en la de
sus contemporáneos, las obras exegéticas de Beda fueron las más importantes,
pero la lista es demasiado larga para describirla en este documento. Entre
dichas obras se encuentra un comentario sobre el Pentateuco completo, así como
sobre algunas partes seleccionadas. También hay comentarios sobre los libros de
Reyes, Esdras, Tobías, El Cantar de los Cantares, etcétera. En el nuevo testamento,
interpretó a san Marcos, san Lucas, los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas
y el Apocalipsis; pero la autenticidad del comentario de san Mateo, impreso con
su nombre, es más que dudosa. (Plaine en "Revue Anglo-Romaine", 1896,
III, 61). Las homilías de Beda toman la forma de comentarios sobre el
evangelio. La colección de 50 (divididas en dos libros) atribuidas a Beda por
Giles (y Migne) son en su mayoría auténticas, pero se sospecha de la
autenticidad de unas cuantas. (Morin en "Revue Bénédictine", IX,
1892, 316).
Beda menciona varios escritos
didácticos en la lista que nos dejó de sus obras. La mayoría de ellos aún se
conservan y no hay razón para dudar de su autenticidad. Sus tratados de
gramática "De arte metricâ" y "De orthographiâ" han sido
editados adecuadamente en tiempos modernos por Keil en su "Grammatici
Latini" (Leipzig, 1863). Sin embargo, las obras más grandes "De
natura rerum", “De temporibus", “De temporium ratione",
alrededor que tratan sobre ciencia, como era entendida en ese entonces, y
especialmente sobre cronología, nos han llegado solamente a través de tres
textos poco satisfactorios de los editores más antiguos y Giles. Más allá de la
vida métrica de san Cuthbert y algunos versos incorporados a la "Historia
Eclesiástica", no poseemos mucha poesía que pueda ser atribuida con toda
certeza a Beda, pero al igual que otros eruditos de su época, seguramente
escribió una buena cantidad de versos. El mismo menciona su "libro de
himnos" compuesto con diferentes métricas o ritmos. De manera que Alcuin
dice de él: Plurima versifico cecinit quoque carmina plectro. Es posible que el
más corto de sus dos calendarios médicos impresos entre sus obras sea genuino.
El Penitencial atribuido a Beda, aunque aceptado como genuino por Haddan, Stubbs
y Wasserschleben, probablemente no sea suyo (Plummer, I, 157).
El Venerable Beda es el testigo
más antiguo de la tradición puramente gregoriana de Inglaterra. Sus obras
"Música theoretica" y "De arte Metricâ" (Migne, XC) son
consideradas especialmente valiosas por los eruditos que hoy en día se avocan
al estudio de la forma primitiva del canto.
(Fuente: enciclopediacatolica.com |
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