martes, 28 de mayo de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 29 de MAYO – MIÉRCOLES – 6ª – SEMANA DE PASCUA – C – San Maximino de Tréveris




29 de MAYO – MIÉRCOLES – 6ª – SEMANA DE PASCUA – C –

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (17,15.22–18,1):
EN aquellos días, los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas, y se volvieron con el encargo de que Silas y Timoteo se reuniesen con él cuánto antes.
Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo:
«Atenienses, veo que sois en todo extremadamente religiosos. Porque, paseando y contemplando vuestros monumentos sagrados, encontré incluso un altar con esta inscripción:
“Al Dios desconocido”.
Pues eso que veneráis sin conocerlo os lo anuncio yo. “El Dios que hizo el mundo y todo lo que contiene”, siendo como es Señor de cielo y tierra, no habita en templos construidos por manos humanas, ni lo sirven manos humanas, como si necesitara de alguien, él que a todos da la vida y el aliento, y todo.
De uno solo creó el género humano para que habitara la tierra entera, determinando fijamente los tiempos y las fronteras de los lugares que habían de habitar, con el fin de que lo buscasen a él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos; así lo han dicho incluso algunos de vuestros poetas: “Somos estirpe suya”.
Por tanto, si somos estirpe de Dios, no debemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre. Así pues, pasando por alto aquellos tiempos de ignorancia, Dios anuncia ahora en todas partes a todos los humanos que se conviertan. Porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre a quien él ha designado; y ha dado a todos la garantía de esto, resucitándolo de entre los muertos».
Al oír «resurrección de entre los muertos», unos lo tomaban a broma, otros dijeron:
«De esto te oiremos hablar en otra ocasión».
Así salió Pablo de en medio de ellos. Algunos se le juntaron y creyeron, entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más con ellos.
Después de esto, dejó Atenas y se fue a Corinto.

Palabra de Dios

Salmo: 148,1-2.11-12.13.14

R/. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria

Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo todos sus ángeles;
alabadlo todos sus ejércitos. R/.
Reyes del orbe y todos los pueblos,
príncipes y jueces del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los ancianos junto con los niños. R/.

Alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra. R/.

Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan (16,12-15):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará».

Palabra del Señor

1.  Según estas palabras de Jesús, la presencia y la actividad del Espíritu se
prolonga y se extiende sin límites. El Espíritu de la Verdad nos conduce a todos
hasta la verdad plena. Por tanto, no se puede demostrar, en modo alguno, lo
que antiguamente enseñaban los teólogos que explicaban el tratado sobre la revelación. 
Según aquellos teólogos, la revelación divina quedó clausurada con la muerte   del último apóstol. Semejante afirmación no es demostrable ante lo que dice aquí Jesús sobre la incesante actividad reveladora del Espíritu.

2.  Como bien ha escrito Andrés Torres Queiruga, entendiendo la revelación en su más hondo realismo, es decir, reconociendo que la presencia viva de
Dios es también acogida, aunque sea sin   nombre, allí donde la cultura prolonga los auténticos dinamismos de la creación, sobre todo en el amor y el servicio a la justicia -"porque tuve hambre y me disteis de comer"- también con ella se puede y se debe establecer un diálogo fraterno de ofrecimiento y recepción: de anuncio del valor humano del Evangelio y de acogida de los valores evangélicos de la "profecía externa".
Es decir, de la profecía que no viene, ni de la Biblia, ni de la Iglesia, ni de la fe, sino de todo ser humano que habla con buena voluntad, con rectitud y como expresión de lo mejor que llevamos dentro de nosotros mismos.

3.  El problema está en comprender que Dios es inabarcable. Y de Dios siempre tenemos que aprender. Y estar a la escucha de lo que nos quiere decir en los acontecimientos de la vida y de la historia.
Esta actitud de acogida es, en el fondo, la actitud del que siempre está a la escucha de lo que le revela el Espíritu de Dios. Solo así, al hacer este mundo "más humano", por eso mismo lo hacemos "más divino". Es una pena, un dolor que no se calma, ver que la teología cristiana no acaba de enterarse de esto. Y de sacarle todas sus consecuencias.

San Maximino de Tréveris


En Tréveris, en la Galia Bélgica, san Maximino, obispo, que, como valiente defensor de la integridad de la fe frente a los arrianos, acogió fraternalmente a [san Atanasio de Alejandría] y a otros obispos desterrados y, siendo expulsado de su sede por sus enemigos, murió en Poitiers, su tierra natal (c. 346).


Vida de San Maximino de Tréveris

Maximino nació al comienzo del siglo IV el Poitiers (Aquitania), al sudoeste de la antigua Galia. Provenía de un hogar muy piadoso.
La santidad de Agricio, obispo de Tréveris, llevó a Maximino a dejar el suelo natal e ir en busca de aquel prelado, para recibir lecciones de religión, ciencias y humanidades. El santo reconoció en el recién llegado una lúcida inteligencia y un firme amor a la doctrina católica, razón por la cual le confirió las sagradas órdenes. En el ejercicio de estas funciones hizo en breve tiempo notables progresos.
Al morir Agricio, conocidos por el pueblo los atributos de Maximino, por voluntad unánime éste fue su sucesor, ocupando la cátedra de Tréveris en el año 332.
Perturbaba en aquel tiempo en la Iglesia el arrianismo, doctrina que negaba la unidad y consustancialidad en las tres personas de la santísima Trinidad; según ellos el Verbo habría sido creado de la nada y era muy inferior al Padre. El Verbo encarnado era Hijo de Dios, pero por adopción.
Contra esta interpretación, que disminuía el misterio de la encarnación y el de la redención del hombre, se levantó Atanasio, obispo de Alejandría, que se había de constituir en el campeón de la ortodoxia.
Reinaba entonces el emperador Constantino el Grande, a quien los herejes engañaron acumulando calumnias sobre Atanasio, y así lograron que lo desterraste a Tréveris en el año 336. Allí Maximino lo recibió con evidencias de la veneración que le profesaba y trató por todos los medios de suavizar la situación del desterrado. Lo mismo hizo con Pablo, obispo de Constantinopla, también forzado a ir a Tréveris después de un remedo de sínodo arriano. Al morir Constantino, el hijo mayor, Constantino el Joven, su sucesor en Occidente, devolvió a Atanasio la sede de Alejandría.
En el año 345, Maximino concurrió al concilio de Milán, donde los arrianos, cuyo jefe era Eusebio de Nicomedia, fueron otra vez condenados. Considerado indispensable para cimentar la paz de la Iglesia celebrar un nuevo concilio ecuménico. Maximino lo propuso al emperador Constante; éste, hallándolo conveniente, escribió a su hermano Constantino, concertándose para tal reunión la ciudad de Sárdica (hoy Sofía, capital de Bulgaria).
Los arrianos quisieron atraer al emperador a su secta y justificar la conducta seguida contra Atanasio. Pero Maximino alertó al emperador, defendiendo así al obispo sin culpa; y Atanasio fue nuevamente restablecido.
Vuelto a su Iglesia, Maximino hizo frente a las necesidades, socorriendo a los pobres. Su familia residía en Poitiers y allá fue a visitarlos, pero murió al poco tiempo en esa ciudad, en el año 349. La fecha de hoy recuerda la traslación de sus reliquias a Tréveris.

Fuente: mercaba.org

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