20 de MAYO – LUNES –
5ª – SEMANA DE PASCUA – C –
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles (14,5-18):
EN aquellos días, cuando
en Iconio se produjeron conatos de violencia de parte de los gentiles y de los
judíos, con sus autoridades, para maltratar a Pablo y a Bernabé y apedrearlos;
al darse cuenta de la situación, huyeron a las ciudades de Licaonia, a Listra y
Derbe y alrededores, donde se pusieron a predicar el Evangelio.
Había
en Listra, sentado, un hombre impedido de pies; cojo desde el seno de su madre,
nunca había podido andar. Estaba escuchando las palabras de Pablo, y este,
fijando en él la vista y viendo que tenía una fe capaz de obtener la salud, le
dijo en voz alta:
«Levántate,
ponte derecho sobre tus pies».
El
hombre dio un salto y echó a andar. Al ver lo que Pablo había hecho, el gentío
exclamó en la lengua de Licaonia:
«Los
dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos».
A
Bernabé lo llamaban Zeus, y a Pablo, Hermes, porque se encargaba de hablar. El
sacerdote del templo de Zeus que estaba a la entrada de la ciudad trajo a las
puertas toros y guirnaldas y, con la gente, quería ofrecerles un sacrificio.
Al
oírlo los apóstoles Bernabé y Pablo, se rasgaron el manto e irrumpieron por
medio del gentío, gritando y diciendo:
«Hombres,
¿qué hacéis? También nosotros somos humanos de vuestra misma condición; os
anunciamos esta Buena Noticia: que dejéis los ídolos vanos y os convirtáis al
Dios vivo “que hizo el cielo, la tierra y el mar y todo lo que contienen”. En
las generaciones pasadas, permitió que cada pueblo anduviera su camino; aunque
no ha dejado de dar testimonio de sí mismo con sus beneficios, mandándoos desde
el cielo la lluvia y las cosechas a sus tiempos, dándoos comida y alegría en
abundancia».
Con
estas palabras, a dura penas disuadieron al gentío de que les ofrecieran un
sacrificio.
Palabra
de Dios
Salmo:
113B,1-2.3-4.15-16
R/.
No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la
gloria
No a nosotros, Señor, no
a nosotros,
sino a tu nombre da la
gloria,
por tu bondad, por tu
lealtad.
¿Por qué han de decir
las naciones:
«Dónde está su Dios»? R/.
Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio,
son plata y oro,
hechura de manos
humanas. R/.
Benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la
tierra.
El cielo pertenece al
Señor,
la tierra se la ha dado
a los hombres. R/
Lectura
del santo evangelio según san Juan (14,21-26):
EN aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos:
«El
que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama será amado
mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Le
dijo Judas, no el Iscariote:
«Señor,
¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?»
Respondió
Jesús y le dijo:
«El
que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos
morada en él.
El
que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es
mía, sino del Padre que me envió.
Os
he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el
Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo
y os vaya recordando todo lo que os he dicho».
Palabra
del Señor
1.
Lo más importante y fuerte que nos plantea aquí el Evangelio está en
esto:
amar a Jesús no es primordialmente asunto de
piedad, devoción, observancia,
incluso ni siquiera es una experiencia de
religiosidad. Si es que Jesús lleva razón en lo que dice aquí, lo que tenemos
claro los cristianos es que amamos a Jesús cuando nos queremos unos a otros.
Teniendo en cuenta que el asunto del
amor ha sido maltratado y hasta degradado por la vulgaridad y la
superficialidad de quienes reducen el "amor" al
"sentimiento". Por no hablar de
quienes lo rebajan al sexo o experiencias que
rozan eso y pare Vd. de contar.
No. Amor es, ante todo, respeto,
tolerancia, delicadeza, bondad, generosidad, ayuda, sensibilidad para todo
cuanto hace feliz a la persona a quien decimos que amamos. El que vive eso, he ahí el que ama a Jesús el
Señor.
2.
Jesús, además, afirma que quien vive esta forma de entender y practicar
el amor, además de amar a Jesús (aunque ni siquiera piense en eso, ni sepa nada de
eso), se convierte en "residencia de lo divino". En una persona así,
está
presente el mismo Dios. En una persona que
vive así, se palpa la presencia de
lo divino. O sea, una persona así es un
templo, es incluso un cielo. Así, sin exageración. Porque Jesús rebasa nuestros anhelos y
nuestros sueños de lo más excelente y sorprendente.
3.
En todo caso, el que es
buena persona de verdad, en la honradez
y el
amor, en esa persona se hace presente el
Espíritu de Dios, para recordarle y
explicarle lo que dijo Jesús.
Lo que enseñó Jesús tiene tal
profundidad, que nos rebasa. Y nunca alcanzamos a entenderlo plenamente. De ahí, la necesidad constante, que tenemos,
de que el Espíritu nos vaya recordando y explicando lo que Jesús dijo. Por eso
no es exagerado asegurar que siempre, cada día y cada hora, necesitamos
recurrir al Espíritu, pedirle al Espíritu, que nos recuerde y nos explique
constantemente el Evangelio.
San Bernardino de Siena
San
Bernardino de Siena, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, quien, con
la palabra y el ejemplo, fue evangelizando por pueblos y ciudades a las gentes
de Italia y difundió la devoción al santísimo Nombre de Jesús, perseverando
infatigablemente en el oficio de la predicación, con gran fruto para las almas,
hasta el día de su muerte, que ocurrió en L’Aquila, del Abruzo, en Italia.
Vida de San
Bernardino de Siena
Nacido en Massa Marittima,
territorio de Siena, (hoy en región Toscana, Italia), el año 1380.
Queda huérfano y es criado por
una tía. Ya desde chico le gustaban las cosas de Dios. Componía altares e
imitaba a los predicadores. De adolescente era se cuidaba de hablar y actuar
con pureza.
Cuando tenía 20 años hubo una
gran peste en Italia que arrasó a Siena. Él y otros jóvenes amigos suyos fueron
al hospital y sirvieron por 3 meses hasta que acabó la epidemia.
A los 22 años lo dejó todo para
entrar en la comunidad franciscana. Tanto movía los corazones con su prédica
que se cerraban las tiendas y hasta las clases en la universidad para
escucharle. Se convirtieron innumerables pecadores que venían a él
arrepentidos.
Entró en la Orden de los Frailes
Menores, se ordenó sacerdote y desplegó por toda Italia una gran actividad como
predicador, con notables frutos.
Propagó la devoción al santísimo
nombre de Jesús. Tuvo un papel importante en la promoción intelectual y
espiritual de su Orden; escribió, además, algunos tratados de teología.
Propaga la devoción a la
Eucaristía. Acostumbraba a llevar consigo una tablilla, mostrando la Eucaristía
con rayos saliendo de ella y en el medio, el monograma IHS que el ayudó a
popularizar como símbolo de la Eucaristía. Fue gran reformador de la Orden
Franciscana.
No faltan las pruebas: El Papa Martín
V lo suspende como predicador pero San Juan Capistrano, le ayuda a arreglar su
situación.
Rechazó 3 episcopados, fundó más
de 200 monasterios e intervino para traer la paz entre dos bandos, los güelfos
y los gibelinos.
A los 63 años se le apareció San
Pedro Celestino que le avisa de su muerte ya cercana, la que acontece en la
vigilia de la Ascensión. Muere en 1444 y seis años después es canonizado por el
para Nicolás V.
Está sepultado en Aquila. Estuvo
incorrupto y su ataúd sangró sin cesar hasta que vino la paz entre los bandos
que peleaban en la ciudad.
(Fuente: corazones.org)
Oración a San Bernardino de Siena
San Bernardino, que propagaste la devoción al santísimo nombre
de Jesús, danos un tierno amor al Redentor y obtén para nosotros la protección
contra los males respiratorios, con los cuales tú mismo fuiste probado. Te lo
pedimos por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario