5 de MAYO – DOMINGO –
3ª – SEMANA DE PASCUA – C
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles (5,27b-32.40b-41):
En aquellos días, el sumo
sacerdote interrogó a los apóstoles y les dijo:
«¿No
os hablamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis
llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la
sangre de ese hombre.»
Pedro
y los apóstoles replicaron:
«Hay
que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres
resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La
diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel
la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y
el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.»
Prohibieron
a los apóstoles hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Los apóstoles
salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre
de Jesús.
Palabra
de Dios
Salmo:
29,2.4.5.6.11. 12a.13b
R/.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
Te ensalzaré, Señor,
porque me has librado
y no has dejado que mis
enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida
del abismo,
me hiciste revivir
cuando bajaba a la fosa. R/.
Tañed para el Señor,
fieles suyos,
dad gracias a su nombre
santo;
su cólera dura un
instante,
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita
el llanto;
por la mañana, el
júbilo. R/.
Escucha, Señor, y ten
piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en
danzas.
Señor, Dios mío, te daré
gracias por siempre. R/.
Lectura
del libro del Apocalipsis (5,11-14):
Yo, Juan, en la visión
escuché la voz de muchos ángeles: eran millares y millones alrededor del trono
y de los vivientes y de los ancianos, y decían con voz potente:
«Digno
es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la
fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.»
Y
oí a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en
el mar -todo lo que hay en ellos, que decían:
«Al
que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el
poder por los siglos de los siglos.»
Y
los cuatro vivientes respondían:
«Amén.»
Y
los ancianos se postraron rindiendo homenaje.
Palabra
de Dios
Lectura
del santo evangelio según san Juan (21,1-19):
En aquel tiempo, Jesús se
apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció
de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael
el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón
Pedro les dice:
«Me
voy a pescar.»
Ellos
contestan:
«Vamos
también nosotros contigo.»
Salieron
y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo,
cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús
les dice:
«Muchachos,
¿tenéis pescado?»
Ellos
contestaron:
«No.»
Él
les dice:
«Echad
la red a la derecha de la barca y encontraréis.»
La
echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces.
Y
aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:
«Es
el Señor.»
Al
oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se
echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban
de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar
a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús
les dice:
«Traed
de los peces que acabáis de coger.»
Simón
Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces
grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús
les dice:
«Vamos,
almorzad.»
Ninguno
de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que
era el Señor.
Jesús
se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera
vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los
muertos.
Después
de comer, dice Jesús a Simón Pedro:
«Simón,
hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?»
Él
le contestó:
«Sí,
Señor, tú sabes que te quiero.»
Jesús
le dice:
«Apacienta
mis corderos.»
Por
segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
Él
le contesta:
«Sí,
Señor, tú sabes que te quiero.»
Él
le dice:
«Pastorea
mis ovejas.»
Por
tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Se
entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le
contestó:
«Señor,
tú conoces todo, tú sabes que te quiero.»
Jesús
le dice:
«Apacienta
mis ovejas.
Te
lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero,
cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no
quieras.» Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho
esto, añadió: «Sígueme.»
Palabra
del Señor
Perseguido, exaltado, misterioso.
Tres aspectos de Jesús.
Jesús perseguido
(1ª lectura)
[Nota: La traducción litúrgica ha suprimido algo esencial: los azotes a los
apóstoles. El texto griego dice: “llamando a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron”. En el
leccionario, al faltar los azotes, no se comprende por qué se marchan
“contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús”].
En esta lectura Jesús es perseguido no en sí mismo, en su persona, sino en
sus seguidores. Lo ocurrido en Sri Lanka hace pocos días es la versión ampliada
y más trágica de lo que cuenta el libro de los Hechos. A los apóstoles los
dejaron con vida; gran parte de los cristianos (y no cristianos) de Sri Lanka
murieron. Los apóstoles salieron contentos de sufrir por Jesús; los de Sri Lanka
seguirán llorando a sus difuntos, con el único consuelo de la fe en la
resurrección. La celebración de la Pascua no anula las dificultades y angustias
de muchos cristianos a lo largo del mundo.
Jesús
exaltado (2º lectura)
Este tema lo ha tratado Pedro ante el sumo sacerdote cuando dice: “La
diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador”. El
Apocalipsis desarrolla este aspecto hablando del Cristo glorioso del final de
los tiempos.
Jesús
misterioso (evangelio)
El cuarto evangelio tuvo dos ediciones. La primera terminaba en el c.20.
Más tarde, no sabemos cuándo, se añadió un nuevo relato, el que leemos hoy. El
hecho de que se añadiese a un evangelio ya terminado significa que su autor le
daba especial importancia.
Un comienzo
sorprendente
Según el cuarto evangelio, cuando Jesús se aparece a los discípulos al
atardecer del primer día de la semana, les dice: “Como el Padre me ha enviado, así os envío yo”. Pero ellos no deben
tener muy claro a dónde los envía ni cuándo deben partir. Vuelven a Galilea, a
su oficio de pescadores; en todo caso, resulta interesante que Natanael, el de
Caná, no se dirige a su pueblo; se queda con los otros. Pero no son once, solo
siete. Pedro propone ir a pescar, y se advierte su capacidad de liderazgo:
todos le siguen, se embarcan… y no pescan nada.
Algunos comentaristas han destacado las curiosas semejanzas entre los
evangelios de Lucas y Juan. Aquí tendríamos una de ellas. En el momento de la
vocación de los cuatro primeros discípulos, también han pasado toda la noche
bregando sin pescar nada, y una orden de Jesús basta para que tengan una pesca
abundantísima. Por otra parte, en la propuesta de Pedro: “Me voy a pescar”,
resuenan las palabras de Jesús: “Yo os
haré pescadores de hombres”.
Dos reacciones: el impulsivo y el creyente
El relato de lo que sigue es tan escueto que parece invitar al lector a
imaginar la escena y completar lo que falta.
Y aquel discípulo que Jesús tanto quería
le dice a Pedro:
-
Es el Señor.
Al
oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se
echó al agua.
El contraste más marcado es entre el discípulo al que Jesús tanto quería y Pedro.
El primero reconoce de inmediato a Jesús, pero se queda en la barca con los
demás. Pedro, al que no se le pasado por la cabeza que se trate de Jesús, se
lanza de inmediato al agua… pero no sabemos qué hace cuando llega a la orilla.
Tampoco Jesús le dirige la palabra. Espera a que lleguen todos para decir que
traigan los peces, y de nuevo es Pedro el que sube a la barca y arrastra la red
hasta la orilla. Hay dos formas de protagonismo en este relato: el de la
intuición y la fe, representado por el discípulo al que quería Jesús, y el de
la acción impetuosa representado por Pedro.
[La cantidad de 153 peces se ha prestado a numerosas teorías, pero ninguna
ha conseguido imponerse.]
El misterio de la fe: seguridad sin certeza
Jesús les dice:
-
Vamos, almorzad.
Ninguno
de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que
era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el
pescado.
Esta
fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar
de entre los muertos.
La mayor sorpresa para el lector, y uno de los mensajes más importantes del
relato, son las palabras: “Ninguno de los
discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el
Señor.”
Lo saben, pero no pueden estar seguros, porque su aspecto es totalmente
distinto. Es otro de los puntos de contacto entre Lucas y Juan. Los dos
insisten en que Jesús resucitado es irreconocible a primera vista: María
Magdalena lo confunde con el hortelano, los discípulos de Emaús hablan largo
rato con él sin reconocerlo, los once piensan en un primer momento que es un
fantasma.
Frente a la apologética barata que nos enseñaban de pequeños, donde la
resurrección de Jesús parecía tan demostrable como el teorema de Pitágoras, los
evangelistas son mucho más profundos y honrados. Sabemos, pero no nos atrevemos
a preguntar.
Pedro de nuevo: humildad y misión
La última
parte, que se puede suprimir en la liturgia, vuelve a centrarse en Pedro. Va a
recibir la imponente misión de sustituir a Jesús, de apacentar su rebaño. Hoy
día, cuando se va a nombrar a un obispo, Roma pide un informe muy detallado
sobre sus opiniones políticas, lo que piensa del aborto, del matrimonio
homosexual, el sacerdocio de la mujer… Jesús también examina a Pedro. Pero solo
de su amor. Tres veces lo ha negado, tres veces deberá responder con una triple
confesión, culminando en esas palabras que todos podemos aplicarnos: “Señor, tú
conoces todo, tú sabes que te quiero”. A pesar de las traiciones y
debilidades.
Y Jesús le repite por tres veces la nueva misión: “pastorea mis ovejas”. Cuando escuchamos esta frase pensamos de
inmediato en la misión de Pedro, y no advertimos la novedad que encierra “mis ovejas”.
La imagen del pueblo como un rebaño es típica del Antiguo Testamento, pero ese
rebaño es “de Dios”. Cuando Jesús
habla de “mis ovejas” está atribuyéndose ese poder y autoridad,
semejantes a los del Padre, de los que tanto habla el cuarto
evangelio.
Reflexión
final
Las lecturas de este domingo son muy actuales. Además de la persecución
sangrienta de Jesús a través de los cristianos, está el intento de silenciarlo,
como pretendía el sumo sacerdote. Aunque a veces, el problema no es que nos
prohíban hablar de Jesús, sino que no hablamos de él por miedo o por
vergüenza.
Otras veces nos resulta difícil, casi imposible, identificarlo en la
persona que tenemos enfrente. O admitir ese triunfo suyo del que habla el
Apocalipsis. Las lecturas nos invitan a reflexionar y rezar para vivir de
acuerdo con la experiencia de Jesús resucitado.
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