27 de MAYO – LUNES –
6ª – SEMANA DE PASCUA – C –
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles (16,11-15):
NOS hicimos a la mar en
Tróade y pusimos rumbo hacia Samotracia; al día siguiente salimos para Neápolis
y de allí para Filipos, primera ciudad del distrito de Macedonia y colonia
romana. Allí nos detuvimos unos días.
El
sábado salimos de la ciudad y fuimos a un sitio junto al río, donde pensábamos
que había un lugar de oración; nos sentamos y trabamos conversación con las
mujeres que habían acudido. Una de ellas, que se llamaba Lidia, natural de
Tiatira, vendedora de púrpura, que adoraba al verdadero Dios, estaba
escuchando; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía
Pablo.
Se
bautizó con toda su familia y nos invitó:
«Si
estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a hospedaros en mi casa».
Y
nos obligó a aceptar.
Palabra
de Dios
Salmo:
149,1-2.3-4.5-6a.9b
R/.
El Señor ama a su pueblo
Cantad al Señor un
cántico nuevo,
resuene su alabanza en
la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por
su Creador,
los hijos de Sión por su
Rey. R/.
Alabad su nombre con
danzas,
cantadle con tambores y
cítaras;
porque el Señor ama a su
pueblo
y adorna con la victoria
a los humildes. R/.
Que los fieles festejen
su gloria
y canten jubilosos en
filas:
con vítores a Dios en la
boca.
Es un honor para todos
sus fieles. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Juan (15,26–16, 4a):
EN aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos:
«Cuando
venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad,
que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis
testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Os
he hablado de esto, para que no os escandalicéis. Os excomulgarán de la
sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará
que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a
mí.
Os
he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo
había dicho».
Palabra
del Señor
1.
La composición de este evangelio recoge, ante todo, el final del
capítulo 15 del IV evangelio (Jn 15, 26), donde se repite la promesa de la
venida del Espíritu (el Paráclito o abogado defensor), que dará a los
discípulos la fortaleza
necesaria, para mantenerse fieles a la misión
que Jesús les ha encomendado.
Y esta promesa “que es el final del capítulo
15” se une inmediatamente al
comienzo del capítulo 16, que es la
prolongación de la promesa que les hace
Jesús. Pero una promesa que se va a realizar
en unas condiciones extremadamente duras, que Jesús explica enseguida.
2.
Lo que se dice, al comienzo del cap. 16, se refiere a la persecución que
tuvieron que sufrir los seguidores de Jesús durante la época posterior a la
muerte de Jesús. Es un tema común en la
literatura cristiana primitiva. Y refleja la experiencia dolorosa que tuvieron
que sufrir las comunidades cristianas desde sus orígenes.
Y es que el Evangelio, vivido en serio
y en su integridad, era como "un cuerpo extraño" en la cultura del
Imperio. Esto se refleja también en los
evangelios sinópticos (Mt 24, 9-14; Mc 13, 9-13; Lc 21, 12-17). Cosa que ya
había quedado expresada en las
tradiciones de la misión que les encomendó Jesús (Mt 10, 17-25; 5, 10-11; Lc
12, 1-12) (Jean Zumstein).
3.
Pero Jesús llega más lejos.
Porque asegura que, a los
testigos del Evangelio, los excomulgarán de las sinagogas. Es decir, esos
testigos de Jesús tendrán que pasar por la dura vergüenza de verse expulsados
de los centros propios de la religión. Y, lo que es más inconcebible, llegará
el día en que a los testigos de Jesús se les matará, se les quitará la vida,
pensando que así es cómo se le da culto a Dios (dókse latreían prosphé rein
tóTheó). Es, literalmente, la ofrenda cultual a Dios, convertida en "culto
asesino".
El día del Corpus de 1534, el emperador
Francisco I, presidió la procesión del Santísimo por las calles de
París; y con su propia mano fue prendiendo
fuego a 25 hogueras en las que ardieron 25 herejes, para honrar así a su Divina
Majestad. Semejante perversión brutal, se da a diario en pequeñas cosas cotidianas, con más
frecuencia de lo que imaginamos.
Es la perversión radical de la
religión.
San Agustín de Cantorbery
San
Agustín, obispo de Canterbury, en Inglaterra, el cual, habiendo sido enviado
junto con otros monjes por el papa [san Gregorio I Magno] para predicar la
palabra de Dios a los anglos, fue acogido de buen grado por el rey Etelberto de
Kent, e imitando la vida apostólica de la primitiva Iglesia, convirtió al mismo
rey y a muchos otros a la fe cristiana y estableció algunas sedes episcopales
en esta tierra. Murió el día 26 de mayo (604/605).
Vida de San Agustín de Cantorbery
San Agustín de Cantorbery es
considerado uno de los más grandes evangelizadores, al lado de San Patricio de
Irlanda y San Bonifacio en Alemania. Tiene el gran mérito de haber dirigido la
evangelización de Inglaterra.
Era superior del convento
benedictino de Roma, cuando el Sumo Pontífice San Gregorio Magno se le ocurrió
en el año 596 tratar de evangelizar a la isla de Inglaterra que era pagana.
Conociendo el espíritu generoso y emprendedor de Agustín, que no se acobardaba
ante ninguna dificultad, y además sus grandes virtudes, el Papa lo envió con 39
monjes más a tratar de convertir a esos paganos sajones.
Y sucedió que, al llegar Agustín
y sus 39 compañeros a la costa, donde se tomaba la embarcación para llegar a
Inglaterra, allí les contaron terribles barbaridades acerca de los habitantes
de esa isla, y los otros misioneros sintieron mucho miedo y enviaron al santo a
que fuera a Roma a contarle al Pontífice lo peligroso que era esto que iban a
emprender. Agustín fue a hablar con el Papa, pero san Gregorio lo animó de tal
manera, recordándole que Dios les concedería la buena voluntad de aquellas
gentes, que ya desde entonces Agustín no se dejó desanimar por los temores.
En Inglaterra mandaba el rey
Etelberto que tenía una esposa muy santa (que después se llamó Santa Berta) y
el primer regalo que Dios les concedió a los nuevos misioneros fue darles la
buena voluntad del rey. Este los recibió muy cariñosamente y les pidió que le
enseñaran la religión, y tanto le agradó que pronto se hizo bautizar y les
regaló su palacio real para que les sirviera de convento a los misioneros y les
dio un templo en Cantorbery para que allí enseñaran. Y en ese sitio está ahora
la más famosa catedral de Inglaterra: la Catedral de Cantorbery.
El rey dejó en libertad a los
súbditos para que escogieran la religión que quisieran, pero les recomendó que
se instruyeran en la religión de Jesucristo y tanto les agradaron a aquellas
gentes las enseñanzas de Agustín y sus monjes, que en la Navidad del año 597 se
hicieron bautizar 10.000 ingleses y entre los nuevos bautizados estaban los que
ocupaban los cargos más importantes de la nación.
Agustín envió a dos de sus
mejores monjes a Roma a contarle al Sumo Pontífice tan hermosas noticias, y el
Papa en cambió le envió el nombramiento de arzobispo, y otro buen grupo de
misioneros, y cálices y libros para las celebraciones y muchas imágenes
religiosas que a esas gentes recién convertidas les agradaban en extremo. San
Gregorio se alegró muchísimo ante noticias tan consoladoras, y le recomendó a
San Agustín un simpático plan de trabajo.
San Gregorio, sabiendo que la
principal virtud del obispo Agustín era la docilidad a sus superiores, le envió
las siguientes recomendaciones 1º. No destruir los templos de los paganos, sino
convertirlos en templos cristianos. 2º. No acabar con todas las fiestas de los
paganos, sino convertirlas en fiestas cristianas. Por ejemplo, ellos celebraban
las fiestas de sus ídolos con grandes banquetes en los cuales participaban
todos. Pues hacer esos banquetes, pero en honor de los mártires y santos. 3º.
Dividir el país en tres diócesis: Cantorbery, Londres y York.
Nuestro santo cumplió exactamente
estas recomendaciones, que le produjeron muy buenos resultados. Y fue nombrado
por el Papa, jefe de toda la Iglesia Católica de Inglaterra (Arzobispo
Primado). En las reuniones sobresalía entre todos por su gran estatura y por su
presencia muy venerable que infundía respeto y admiración.
San Agustín escribía
frecuentemente desde Inglaterra al Papa San Gregorio a Roma pidiéndole consejos
en muchos casos importantes, y el Sumo Pontífice le escribía ciertas
advertencias muy prácticas como estas: "Dios le ha concedido el don de
hacer milagros, y le ha dejado el inmenso honor de convertir a muchísimos paganos
al cristianismo, y de que las gentes lo quieran y lo estimen mucho. Pero
cuidado, mi amigo, que esto no le vaya a producir orgullo. Alégrese de haber
recibido estos regalos del buen Dios, pero tenga temor de no aprovecharlos
debidamente. Consuélese al ver que con los milagros y la predicación logra que
tantos paganos se vuelvan cristianos católicos, pero no vaya a creerse mejor
que los demás, porque entonces le estaría robando a Dios el honor y la gloria
que sólo Él se merece. Hay muchos que son muy santos y no hacen milagros ni
hablan hermosamente. Así que no hay que llenarse de orgullo por haber recibido
estas cualidades, sino alegrarse mucho al ver que Dios es más amado y más
glorificado por las gentes". Mucho le sirvieron a Agustín estos consejos para
mantenerse humilde.
Después de haber trabajado por
varios años con todas las fuerzas de su alma por convertir al cristianismo el
mayor número posible de ingleses, y por organizar de la mejor manera que pudo,
la Iglesia Católica en Inglaterra, San Agustín de Cantorbery murió santamente
el 26 de mayo del año 605. Y un día como hoy fue su entierro y funeral. Desde
entonces ha gozado de gran fama de santidad en esa nación y en muchas partes
más.
(Fuente: churchforum.org)
Oración a San Agustín de Cantorbery
San Agustín: apóstol de
Inglaterra: te rogamos por la Iglesia Católica en esa nación y en todas las
naciones del mundo. Pídele a Dios que nos envíe muchos evangelizadores que sean
como tú. Amén.
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