4 de MAYO – SABADO –
2ª – SEMANA DE PASCUA – C –
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles (6,1-7):
En aquellos días, al
crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los
de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas.
Los
Doce, convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron:
«No
nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las
mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama,
llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros
nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra».
La
propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y
de Espíritu Santo; a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás,
prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les
impusieron las manos orando.
La
palabra de Dios iba creciendo y en Jerusalén se multiplicaba el número de
discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.
Palabra
de Dios
Salmo:
32,1-2.4-5.18-19
R/.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti
Aclamad, justos, al
Señor,
que merece la alabanza
de los buenos.
Dad gracias al Señor con
la cítara,
tocad en su honor el
arpa de diez cuerdas. R/.
La palabra del Señor es
sincera,
y todas sus acciones son
leales;
él ama la justicia y el
derecho,
y su misericordia llena
la tierra. R/.
Los ojos del Señor están
puestos en quien lo teme,
en los que esperan su
misericordia,
para librar sus vidas de
la muerte
y reanimarlos en tiempo
de hambre. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Juan (6,16-21):
AL oscurecer, los
discípulos de Jesús bajaron al mar, embarcaron y empezaron la travesía hacia
Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado;
soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos
veinticinco o treinta estadios, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la
barca, caminando sobre el mar, y se asustaron.
Pero él les dijo:
«Soy
yo, no temáis».
Querían
recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio adonde
iban.
Palabra
del Señor
1.
La gente, entusiasmada con el prodigio del "pan para todos",
quisieron
proclamar a Jesús allí mismo "rey de los
judíos". La respuesta de Jesús fue despedir a toda la gente, para irse
solo a la montaña a pasar la noche en oración.
Jesús no quería poder político ninguno. Jesús
quería arreglar el mundo por medio de
la solidaridad que viene de abajo, no
por medio del poder que se impone desde
arriba.
Este mundo se arregla, no
mediante políticos con poder, sino
mediante ciudadanos con buen corazón y solidaridad.
2.
Los discípulos solos, cuando no están con Jesús, enseguida se ven en las
dificultades que simboliza el relato: noche,
oscuridad, vientos contrarios, dificultad para avanzar. Y cuando ven confusamente a Jesús que viene hacia ellos
"tuvieron miedo" (Jn 6, 19 b).
Cuesta creerlo y más aún aceptarlo, pero el hecho es que -con
demasiada frecuencia y en demasiados
asuntos- la Iglesia le tiene miedo a
Jesús. No al Juicio eterno de Jesús,
sino a la aplicación temporal del Evangelio en la tierra. Porque, de tomar en
serio esa aplicación, ¡tendría que renunciar a tantas cosas...!
En este sentido, todos le tenemos miedo a que Jesús entre de verdad en
nuestras vidas.
3.
Jesús tranquiliza a los asustados apóstoles con una afirmación
estremecedora: Soy yo. No temáis.
Por supuesto, Jesús asegura que nunca le tengamos miedo a él. Pero esa
afirmación va indeciblemente más lejos.
En el evangelio de Juan, se repite,
por lo menos, 23 veces la afirmación de Jesús: "YO SOY" (Jn 4,26; 6,
20. 35. 41. 48. 51; 8, 12. 18. 24. 28. 58; 9, 7. 9. 14; 11,25; 13, 13; 14,6;
15, 1. 5; 18, 5. 6. 8. 37 b). Los especialistas están de acuerdo en que esta
frase puede ser considerada como una forma del nombre divino revelado a Moisés
(Ex 3, 14) (R. E. Brown). Pero la revelación del nombre divino no la asocia
Jesús con el miedo, como en el Sinaí, sino todo lo contrario: "NO
TEMÁIS" (Jn 6, 20).
Jesús elimina el miedo, todo miedo.
San Godofredo de Hildesheim
Había nacido Gotardo -o
Godofredo- en Baviera, en Reichersdorf, en el año 960. No disponemos de datos
que se refieran a su niñez. Se le conoce ya con datos fiables cuando en el 990
era monje benedictino en Nieder Altaich y, más tarde, abad electo de la abadía
de Altaich, cerca del lugar donde nació.
Fue elegido abad de este
monasterio en el que devolvió toda la pureza original a la regla de San Benito,
un tanto relajada en muchas comunidades, por lo que después se le confió la
reforma de otros monasterios.
Terminó sucediendo a san Bernardo
de Hildesheim en su diócesis, muy lejos ya de su Baviera natal.
Tiene muchos devotos en
Austria y Prusia, y se le invoca contra la gota y el reumatismo, pero ha pasado
a la historia sobre todo como un gran obispo constructor de iglesias y asilos
para pobres.
Hildesheim es ciudad del noroeste
de Alemania, en la Baja Sajonia, al pie del macizo montañoso del Harz, cerca de
Hannover. Hoy es un gran centro industrial y de comunicaciones; en el siglo
XIII era una ciudad libre del Sacro Imperio Romano Germánico y antes, en el
siglo XI, san Bernardo la convirtió en un centro importante de del arte
románico. Ya era obispado desde el comienzo del siglo IX. Traemos a la memoria
a Hildesheim porque Gotardo fue su Obispo.
Recorrió diversos monasterios de
las regiones del Rhin, introduciendo la disciplina que devolvía toda su pureza
original a la regla de san Benito, un tanto relajada en muchas comunidades, y
con justicia puede ser considerado como uno de los reformadores más conspicuos
de su época.
También bajo otro aspecto se
estudia su personalidad. Es uno de los animadores de la cultura del siglo XI.
Su obra de constructor sacro fue posible por la confluencia de entusiasmos de
otro gran hombre contemporáneo suyo, Enrique II (973-1024), rey germano,
coronado por el papa Benedicto VIII como emperador del Sacro Imperio Romano
(1002), último de los gobernantes sajones, nacido en Abbach, también en
Baviera, que fue un rey peleón -guerra contra Boleslao para recuperar Bohemia
del 1004 al 1018; invadió Italia y fue proclamado rey de los lombardos; y en
1021 una tercera campaña militar en el sur de Italia, contra los bizantinos,
para someter Capua y Salerno-.
Fue la unión de los esfuerzos de
un emperador artista procurando la construcción de catedrales del románico y un
hombre santo canonizado en 1146 famoso por su piedad y por contribuir a la
reforma eclesiástica.
Conocida la persona del
reformador entusiasta de las obras sacras, el emperador Enrique II confió a
Gotardo la reforma de otros cenobios, como las abadías de Hersfeld y Tergensee,
y desde que en el 1022 sucedió a san Bernardo en su diócesis, también fue su
epígono en la continuación de los proyectos artísticos bernardinos, llegando a
terminar la catedral y la iglesia de San Miguel de Hildesheim.
Su labor pastoral no quedó
agotada en las piedras por mucho arte que pudiera sacarse de ellas. Se esforzó
igualmente en arbitrar medios que facilitaran la enseñanza de la juventud,
proporcionó al pueblo sencillo escuelas y hospitales, y fundó asilos para
pobres. Quizá sea por este trato directo con la enfermedad que intentaba
aliviar en los dolientes, por lo que se le acostumbra a invocar entre sus
muchos devotos en Austria y Prusia contra la gota y los reumatismos. De todos
modos, ha pasado a la historia sobre todo como un gran obispo constructor.
Murió en el 1038.
Fuente: DiocesisMalaga.es
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