18 de MAYO – SÁBADO –
4ª – SEMANA DE PASCUA – C –
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles (13,44-52):
EL sábado siguiente, casi
toda la ciudad acudió a oír la palabra del Señor. Al ver el gentío, los judíos
se llenaron de envidia y respondían con blasfemias a las palabras de Pablo.
Entonces Pablo y Bernabé dijeron con toda valentía:
«Teníamos
que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y
no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los
gentiles.
Así
nos lo ha mandado el Señor:
“Yo
te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el
confín de la tierra”».
Cuando
los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y
creyeron los que estaban destinados a la vida eterna.
La
palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos
incitaron a las señoras distinguidas, adoradoras de Dios, y a los principales
de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los
expulsaron de su territorio.
Estos
sacudieron el polvo de los pies contra ellos y se fueron a Iconio. Los
discípulos, por su parte, quedaban llenos de alegría y de Espíritu Santo.
Palabra
de Dios
Salmo:
97,1-2ab.2cd.3ab.3cd-4
R/.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro
Dios
Cantad al Señor un
cántico nuevo,
porque ha hecho
maravillas.
Su diestra le ha dado la
victoria,
su santo brazo. R/.
El Señor da a conocer su
salvación,
revela a las naciones su
justicia:
se acordó de su
misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de
Israel. R/.
Los confines de la tierra
han contemplado
la victoria de nuestro
Dios.
Aclama al Señor, tierra
entera;
gritad, vitoread, tocad.
R/.
Lectura
del santo evangelio según san Juan (14,7-14):
«Si me conocierais a mí,
conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe
le dice:
«Señor,
muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús
le replica:
«Hace
tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí
ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo
estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta
propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo
estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En
verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo
hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre,
yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en
mi nombre, yo lo haré».
Palabra
del Señor
1.
Es probable que no hayamos caído en la cuenta de la importancia que entraña
lo que Jesús le dijo a Felipe, en esta ocasión. Es algo que rebasa
indeciblemente cuanto podemos pensar sobre la relación y el encuentro entre el
ser humano y Dios. Porque Jesús le viene a decir al apóstol
Felipe (y a cuantos
leemos este evangelio) que Dios está presente,
vive y actúa, en el ser humano.
Dios en Jesús es exactamente eso. Y por eso
tiene sentido la afirmación de
Jesús: Yo estoy en el Padre y el Padre en mí.
De ahí que vivir con Jesús, y como
Jesús, es vivir con Dios y como Dios quiere
que vivamos.
2.
Si a nosotros nos cuesta entender
esta última afirmación, mucho más les
tenía que costar a los contemporáneos de Jesús. La experiencia religiosa de los
judíos pensaba en Yahvé de forma que lo veía tan lejano, tan distante, que
terminó por dejar de usar el nombre mismo de Yahvé.
Esto ocurrió en el s. III antes de Cristo.
Para nombrar a Dios se echaba mano de
otros títulos: Señor, Dios del Cielo, Rey del Cielo o simplemente Cielo (Job 10,
11; 13, 7; 1 Mac 3, 18 ss; 4, 40) (J. Bright).
A aquellos judíos piadosos, que ni se
atrevían a pronunciar el nombre divino tradicional, ¿cómo les podía caber en su
cabeza que el Padre (Dios) estaba allí delante de ellos, hablando,
comiendo, durmiendo, trabajando..., en
definitiva, haciendo lo que hace cualquier ser humano?
3.
Por eso, sin duda alguna, la gran aportación del cristianismo a la
historia
de las religiones, fue (y sigue siendo)
descubrir que, a Dios, al Trascendente, al
Absoluto, Aquel que nos impresiona y que
siempre será un Misterio insondable, lo encontramos en la praxis visible y
disponible, constituida y llevada a cabo
humanamente, de manera que así, y solo así, es
como podemos desarrollar los
vínculos que definen la relación entre Yahvé e
Israel, entre el Padre del cielo y todo ser mortal (W. Brueggemann).
A partir de esta propuesta y de este
proyecto es como tenemos que programar
nuestra espiritualidad y nuestra religiosidad. De forma que, en ella,
lleguemos a configurar la unidad entre Revelación y Ética, entre Religión y
Vida.
Santa Claudia, virgen y mártir
Santa Claudia de Amisus, virgen y mártir.
No tenemos muchos datos sobre
esta mártir de nombre últimamente tan popular. El martirologio romano,
siguiendo a los menologios griegos la menciona entre otras mártires de Amisus,
Asia Menor. Sus Actas no se conocen y lo que nos ha llegado de ellas es que, en
el año 300, imperando Maximiano, fueron apresadas Claudia, Alejandra, Eufrasia,
Matrona, Julita, Eufemia, Teodosia, Derfuta y una hermana de esta última, de la
que no nos ha llegado el nombre.
Sabiendo estas mujeres que
Maximino había enviado un nuevo prefecto, muy cruel con los cristianos, se
presentaron ante él para declarar su fe cristiana. Fueron obligadas
públicamente a adorar al emperador, como mandaba la ley, pero se negaron por
ser cristianas. Todas fueron sometidas a la humillación pública al ser
desnudadas frente a la multitud. Les golpearon con varas, les cortaron los
pechos y les desgarraron los costados con peines de hierro. Finalmente, como no
podían hacerlas apostatar, fueron colgadas cabeza abajo y quemadas al fuego
lento, aunque en alguna iconografía aparecen junto o dentro de un horno.
No está claro quiénes eran estas
mujeres, sus edades ni su procedencia. Algunos dicen que estaban en Amisus
confortando a los cristianos perseguidos. En el Sinaxario Griego de los
jesuitas de París, editado en el siglo XVI, aparecen a 18 de marzo, y a 19 del
mismo mes en el menologio del cardenal Sirleto, igualmente del XVI. En algunos
códices, como el Mazzarino, faltan los nombres de Eufrasia y Matrona. Y en
otras versiones, cambian Matrona por Patrona.
Mucho menos claro está si son las
mismas mujeres que aparecen mencionadas junto a San Teodoto a 18 de mayo,
aunque aquí el martirio es diferente, pues perecen ahogadas y no por medio del
fuego.
Fuente: -“Acta Sanctorum”. Volumen VIII. Bélgica, 1667.
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