miércoles, 29 de mayo de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 30 de MAYO – JUEVES – 6ª – SEMANA DE PASCUA – C – Santa Juana de Arco




30 de MAYO – JUEVES – 6ª – SEMANA DE PASCUA – C –

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (18,1-8):

EN aquellos días, Pablo dejó Atenas y se fue a Corinto. Allí encontró a un tal Aquila, judío natural del Ponto, y a su mujer, Priscila; habían llegado hacía poco de Italia, porque Claudio había decretado que todos los judíos abandonasen Roma.
Se juntó con ellos y, como ejercía el mismo oficio, se quedó a vivir y trabajar en su casa; eran tejedores de lona para tiendas de campaña. Todos los sábados discutía en la sinagoga, esforzándose por convencer a judíos y griegos. Cuando Silas y Timoteo bajaron de Macedonia, Pablo se dedicó enteramente a predicar, dando testimonio ante los judíos de que Jesús es el Mesías.
Como ellos se oponían y respondían con blasfemias, Pablo sacudió sus vestidos y les dijo:
«Vuestra sangre recaiga sobre vuestra cabeza. Yo soy inocente y desde ahora me voy con los gentiles».
Se marchó de allí y se fue a casa de un cierto Ticio Justo, que adoraba a Dios y cuya casa estaba al lado de la sinagoga. Crispo, el jefe de la sinagoga creyó en el Señor con toda su familia; también otros muchos corintios, al escuchar a Pablo, creían y se bautizaban.

Palabra de Dios

Salmo: 97,1-2ab.2cd-3ab.3cd-4

R/. El Señor revela a las naciones su victoria

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan (16,16-20):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver».
Comentaron entonces algunos discípulos:
«¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver”, y eso de “me voy al Padre”?».
Y se preguntaban:
«¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que dice».
Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo:
«¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: “Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver”? En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría».

Palabra del Señor

1.  Os animo a la leer con atención y reflexionar la palabra de Dios. Es el mejor alimento diario de nuestra fe, si queremos seguir a Jesús. Y lo primero que hay que hacer para tomar esta decisión de seguirle, es escuchar su llamada, tener el oído despierto. Sabemos bien que la fe no consiste primordialmente en creer algo sobre Jesús, sino en creerle a él, seguir con nuestra vida a su persona y entregarle nuestro corazón.
Los apóstoles no siempre comprendían lo que Jesús les explicaba, pero confiaban en él, en su persona y estaban a su lado. “No entendemos lo que dice”, se lee en el evangelio de hoy. Y es que para entender a Jesús primero hay que quererle. Sin darnos cuenta, nos acostumbramos a vivir de manera rutinaria y repetitiva. Nos falta la alegría de quienes viven alimentándose de su Palabra y dando gracias cada día de haberle conocido. Jesús es nuestro Señor, nuestro Salvador, nuestro mejor Amigo que nunca falla. Él nos lleva de la mano hasta el Padre.

2.  Jesús les anuncia que están llamados a dar a luz un mundo nuevo, basado en el amor y guiado por el Espíritu Santo. El dar a luz produce un sufrimiento, pero acaba en una alegría inmensa. Este momento está cercano, casi a la mano. Van a tener valor para enfrentar todas las dificultades que se presenten, porque Jesús está con ellos como el Padre ha estado siempre con Jesús.
Pero cuando falta el seguimiento de Jesús, cuidado y reafirmado una y otra vez en el propio corazón y en la comunidad cristiana, nuestra fe corre el riesgo de quedar reducida a una aceptación de creencias, de costumbres, de palabras que no entendemos.
Es fácil entonces instalarnos en algunas prácticas religiosas, sin dejarnos cuestionar por las llamadas que Jesús nos hace desde el evangelio que leemos cada día. Sólo seremos sus discípulos si le damos el abrazo de la fe y lo imitamos con nuestra vida.

3.  Sucedió el 19 de agosto 2000 en Roma con ocasión de la XV Jornada Mundial de la Juventud ante dos millones de jóvenes reunidos en la Vigilia de oración con el Santo Padre. Massimiliano, nacido en Roma, dio su testimonio: “He nacido en una sociedad en la que todo se puede comprar y en la que tengo de todo. Tengo una familia unida, en casa no me falta de nada, tengo estudios en la Universidad, tengo asegurado mi puesto de trabajo. No he conocido ni la guerra ni las deportaciones ni el control de la libertad, como muchos de los jóvenes que están aquí. Me considero un joven privilegiado. Pero un día leyendo el Evangelio de Jesús encontré estás palabras que me impresionaron muchísimo –las que Jesús dijo al joven rico: “Todavía te falta una cosa...”  ¿A mí me faltaba algo todavía? Sí, era cierto: ME FALTABA EL AMOR A LOS POBRES... “

Hoy, en pleno siglo XXI, este joven ha sentido el llamamiento a dar lo que tenía a los pobres y a seguir a Cristo. En su encuentro con los pobres de Roma, este joven busca ahora vivir como Jesús, entregando su vida por los demás. Y continúa diciendo: “Procuro hacerme amigo de ellos: ellos ya conocen mi nombre y yo conozco el nombre de algunos de ellos. Y todo esto no lo hago yo solo, pues estoy con un grupo de amigos que tienen los mismos ideales que yo”.

Santa Juana de Arco


En Rouen, de Normandía, en Francia, santa Juana de Arco, virgen, que, conocida como la doncella de Orleans, luchó firmemente por su patria, pero al final fue entregada al poder de los enemigos, condenada en un juicio injusto y quemada en la hoguera.


Vida de Santa Juana de Arco


Esta santa a los 17 años llegó a ser heroína nacional y mártir de la religión. Juana de Arco nació en el año 1412 en Donremy, Francia. Su padre se llamaba Jaime de Arco, y era un campesino.
Juana creció en el campo y nunca aprendió a leer ni a escribir. Pero su madre que era muy piadosa le infundió una gran confianza en el Padre Celestial y una tierna devoción hacia la Virgen María. Cada sábado la niña Juana recogía flores del campo para llevarlas al altar de Nuestra Señora. Cada mes se confesaba y comulgaba, y su gran deseo era llegar a la santidad y no cometer nunca ningún pecado. Era tan buena y bondadosa que todos en el pueblo la querían.
Su patria Francia estaba en muy grave situación porque la habían invadido los ingleses que se iban posesionando rápidamente de muchas ciudades y hacían grandes estragos.
A los catorce años la niña Juana empezó a sentir unas voces que la llamaban. Al principio no sabía de quién se trataba, pero después empezó a ver resplandores y que se le aparecían el Arcángel San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita y le decían: "Tú debes salvar a la nación y al rey".
Por temor no contó a nadie nada al principio, pero después las voces fueron insistiéndole fuertemente en que ella, pobre niña campesina e ignorante, estaba destinada para salvar la nación y al rey y entonces contó a sus familiares y vecinos. Las primeras veces las gentes no le creyeron, pero después ante la insistencia de las voces y los ruegos de la joven, un tío suyo se la llevó a donde el comandante del ejército de la ciudad vecina. Ella le dijo que Dios la enviaba para llevar un mensaje al rey. Pero el militar no le creyó y la despachó otra vez para su casa.
Sin embargo, unos meses después Juana volvió a presentarse ante el comandante y este ante la noticia de una derrota que la niña le había profetizado la envió con una escolta a que fuera a ver al rey.
Llegada a la ciudad pidió poder hablarle al rey. Este para engañarla se disfrazó de simple aldeano y colocó en su sitio a otro. La joven llegó al gran salón y en vez de dirigirse hacia donde estaba el reemplazo del rey, guiada por las "voces" que la dirigían se fue directamente a donde estaba el rey disfrazado y le habló y le contó secretos que el rey no se imaginaba. Esto hizo que el rey cambiara totalmente de opinión acerca de la joven campesina.
Ya no faltaba sino una ciudad importante por caer en manos de los ingleses. Era Orleans. Y estaba sitiada por un fuerte ejército inglés. El rey Carlos y sus militares ya creían perdida la guerra. Pero Juana le pide al monarca que le conceda a ella el mando sobre las tropas. Y el rey la nombra capitana. Juana manda hacer una bandera blanca con los nombres de Jesús y de María y al frente de diez mil hombres se dirige hacia Orleans.
Animados por la joven capitana, los soldados franceses lucharon como héroes y expulsaron a los asaltantes y liberaron Orleans. Luego se dirigieron a varias otras ciudades y las liberaron también.
Juana no luchaba ni hería a nadie, pero al frente del ejército iba de grupo en grupo animando a los combatientes e infundiéndoles entusiasmo y varias veces fue herida en las batallas.
Después de sus resonantes victorias, obtuvo Santa Juana que el temeroso rey Carlos VII aceptara ser coronado como jefe de toda la nación. Y así se hizo con impresionante solemnidad en la ciudad de Reims.
Pero vinieron luego las envidias y entonces empezó para nuestra santa una época de sufrimiento y de traiciones contra ella. Hasta ahora había sido una heroína nacional. Ahora iba a llegar a ser una mártir. Muchos empleados de la corte del rey tenían celos de que ella llegara a ser demasiado importante y empezaron a hacerle la guerra.
Faltaba algo muy importante en aquella guerra nacional: conquistar a París, la capital, que estaba en poder del enemigo. Y hacia allá se dirigió Juana con sus valientes. Pero el rey Carlos VII, por envidias y por componendas con los enemigos, le retiró sus tropas y Juana fue herida en la batalla y hecha prisionera por los Borgoñones.
Los franceses la habían abandonado, pero los ingleses estaban supremamente interesados en tenerla en la cárcel, y así pagaron más de mil monedas de oro a los de Borgoña para que se la entregaran y la sentenciaron a cadena perpetua.
Los ingleses la hicieron sufrir muchísimo en la cárcel. Las humillaciones y los insultos eran todos los días y a todas horas, hasta el punto de que Juana llegó a exclamar: "Esta cárcel ha sido para mí un martirio tan cruel, como nunca me había imaginado que pudiera serlo". Pero seguía rezando con fe y proclamando que sí había oído las voces del cielo y que la campaña que había hecho por salvar a su patria había sido por voluntad de Dios.
En ese tiempo estaba muy de moda acusar de brujería a toda mujer que uno quisiera hacer desaparecer. Y así fue que los enemigos acusaron a Juana de brujería, diciendo que las victorias que había obtenido era porque les había hecho brujerías a los ingleses para poderlos derrotar. Ella apeló al Sumo Pontífice, pidiéndole que fuera el Papa de Roma el que la juzgara, pero nadie quiso llevarle al Santo Padre esta noticia, y el tribunal estuvo compuesto exclusivamente por enemigos de la santa. Y aunque Juana declaró muchas veces que nunca había empleado brujerías y que era totalmente creyente y buena católica, sin embargo, la sentenciaron a la más terribles de las muertes de ese entonces: ser quemada viva.
Encendieron una gran hoguera y la amarraron a un poste y la quemaron lentamente. Murió rezando y su mayor consuelo era mirar el crucifijo que un religioso le presentaba y encomendarse a Nuestro Señor. Invocaba al Arcángel San Miguel, al cual siempre le había tenido gran devoción y pronunciando por tres veces el nombre de Jesús, entregó su espíritu. Era el 29 de mayo del año 1431. Tenía apenas 19 años. Varios volvieron a sus casas diciendo: "Hoy hemos quemado a una santa". 23 años después su madre y sus hermanos pidieron que se reabriera otra vez aquel juicio que se había hecho contra ella. Y el Papa Calixto III nombró una comisión de juristas, los cuales declararon que la sentencia de Juana fue una injusticia. El rey de Francia la declaró inocente y el Papa Benedicto XV la proclamó santa.

Juana de Arco: concédenos un gran amor por nuestra patria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario