6 de MAYO – LUNES –
3ª – SEMANA DE PASCUA – C
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles (6,8-15):
EN aquellos días,
Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio
del pueblo. Unos cuantos, de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de
Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no
lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.
Entonces
indujeron a unos que asegurasen:
«Le
hemos oído palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios».
Alborotaron
al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y, viniendo de improviso, lo
agarraron y lo condujeron al Sanedrín, presentando testigos falsos que decían:
«Este
individuo no para de hablar contra el Lugar Santo y la Ley, pues le hemos oído
decir que ese Jesús el Nazareno destruirá este lugar y cambiará las tradiciones
que nos dio Moisés».
Todos
los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron su mirada en él y su rostro les
pareció el de un ángel.
Palabra
de Dios
Salmo:
118,23-24.26-27.29-30
R/.
Dichoso el que camina en la voluntad del Señor
Aunque los nobles se
sienten a murmurar de mí,
tu siervo medita tus
decretos;
tus preceptos son mi
delicia,
tus enseñanzas son mis
consejeros. R/.
Te expliqué mi camino, y
me escuchaste:
enséñame tus
mandamientos;
instrúyeme en el camino
de tus mandatos,
y meditaré tus
maravillas. R/.
Apártame del camino
falso,
y dame la gracia de tu
ley;
escogí el camino
verdadero,
deseé tus mandamientos. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Juan (6,22-29):
DESPUÉS de que Jesús hubo
saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar.
Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que
allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus
discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
Entretanto,
unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan
después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni
sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de
Jesús.
Al
encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
«Maestro,
¿cuándo has venido aquí?».
Jesús
les contestó:
«En
verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino
porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece,
sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo
del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».
Ellos
le preguntaron:
«Y,
¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».
Respondió
Jesús:
«La
obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado».
Palabra
del Señor
1.
Como bien sabemos todos, lo que más preocupa al común de los mortales,
sobre todo a la gente más necesitada, es el pan de cada día. Es decir,
satisfacer las necesidades más elementales y apremiantes de todo ser viviente.
Se comprende la búsqueda que aquella
gente emprendió para encontrar a Jesús. Hoy, eso se verifica en la angustia de
tantos millones de seres humanos
condenados a carecer de lo más elemental. Y,
muchos de ellos, condenados a una muerte temprana e injusta. Estamos hablando
de más de mil millones de seres humanos.
2.
Lo extraño es que, estando, así las cosas, Jesús les dijo a aquellos
pobres
galileos, y nos dice a nosotros ahora, que hay
algo más apremiante que tener el pan asegurado.
- ¿Puede haber algo más urgente que
eso?
Jesús afirma que es más importante
"creer en él". Es decir, más importante es fiarse de Jesús que tener
seguro el pan. Esto es difícil de entender y más aún de asimilar.
Seguramente tenemos una idea
trastornada de lo que es la fe en Jesús. Tal como la presentan los evangelios,
la fe salva.
Pero salva, - ¿de qué? y ¿Para qué?
No es una cuestión primordialmente
"religiosa". Es la respuesta total a la limitación
"humana". Jesús les decía a
los enfermos: Tu fe te ha salvado, es decir, fiarse en serio de Jesús da vida,
alivia penas y dolores, soledades y
desamparos, da fuerzas para superar toda clase de dificultades. Y, sobre
todo, la fe en Jesús une a las personas, nos funde a todos en uno, mediante la
fusión de
nuestros mejores sentimientos.
O la fe es eso o la fe es un cuento
que no sirve para nada.
3.
Pues ni lo uno ni lo otro. Sencillamente, si la fe es esa confianza
total en Jesús que nos une a todos, por encima de cualquier división (sea la
que sea), - ¿no es cierto que lo que más
necesitamos todos es esa fe, esa fuerza, esa vida, esa forma de entender
y de poner en práctica otra manera de organizar y gestionar nuestra
convivencia?
No cabe duda: No vivimos mejor porque
no tenemos esa fe. Pero podemos tenerla.
No es un don que Dios da a quien quiere. - ¿Quién se ha inventado semejante cuento?
La fe es el resultado de una
convicción y de la fuerza que cada cual pone en tal convicción para vivir como
vivió Jesús.
Santo Domingo Savio
En Mondonio, en el Piamonte, santo Domingo Savio,
que, dulce y jovial desde la infancia, todavía adolescente consumó con paso ligero
el camino de la perfección cristiana.
Vida de Santo
Domingo Savio
Nació Domingo Savio en Riva de
Chieri (Italia) el 2 de abril de 1842. Era el mayor entre cinco hijos de Ángel
Savio, un mecánico muy pobre, y de Brígida, una sencilla mujer que ayudaba a la
economía familiar haciendo costuras para sus vecinas.
Desde muy pequeñín le agradaba
mucho ayudar a la Santa Misa como acólito, y cuando llegaba al templo muy de
mañana y se encontraba cerrada la puerta, se quedaba allí de rodillas adorando
a Jesús Eucaristía, mientras llegaba el sacristán a abrir.
El día anterior a su primera
confesión fue donde la mamá y le pidió perdón por todos los disgustos que le
había proporcionado con sus defectos infantiles. El día de su primera comunión
redactó el famoso propósito que dice: "Prefiero morir antes que
pecar".
A los 12 años se encontró por
primera vez con San Juan Bosco y le pidió que lo admitiera gratuitamente en el
colegio que el santo tenía para niños pobres. Don Bosco para probar que tan
buena memoria tenía le dio un libro y le dijo que se aprendiera un capítulo.
Poco tiempo después llegó Domingo Savio y le recitó de memoria todo aquel
capítulo. Y fue aceptado. Al recibir tan bella noticia le dijo a su gran
educador: "Ud. será el sastre. Yo seré el paño. Y haremos un buen traje de
santidad para obsequiárselo a Nuestro Señor". Esto se cumplió
admirablemente.
Un día le dijo a su santo
confesor que cuando iba a bañarse a un pozo en especial, allá escuchaba malas
conversaciones. El sacerdote le dijo que no podía volver a bañarse ahí. Domingo
obedeció, aunque esto le costaba un gran sacrificio, pues hacía mucho calor y
en su casa no había baño de ducha. Y San Juan Bosco añade al narrar este hecho:
"Si este jovencito hubiera seguido yendo a aquel sitio no habría llegado a
ser santo". Pero la obediencia lo salvó.
Cierto día dos compañeros se
desafiaron a pelear a pedradas. Domingo Savio trató de apaciguarlos, pero no le
fue posible. Entonces cuando los dos peleadores estaban listos para lanzarse
las primeras piedras, Domingo se colocó en medio de los dos con un crucifijo en
las manos y les dijo: "Antes de lanzarse las pedradas digan: Jesús murió
perdonando a los que lo crucificaron y yo no quiero perdonar a los que me
ofenden". Los dos enemigos se dieron la mano, hicieron las paces, y no se
realizó la tal pelea. Por muchos años recordaban con admiración este modo de
obrar de su amiguito santo.
Eucaristía
Cada día, Domingo iba a visitar
al Santísimo Sacramento en el templo, y en la santa Misa después de comulgar se
quedaba como en éxtasis hablando con Nuestro Señor. Un día no fue a desayunar
ni a almorzar, lo buscaron por toda la casa y lo encontraron en la iglesia,
como suspendido en éxtasis. No se había dado cuenta de que ya habían pasado
varias horas. Tanto le emocionaba la visita de Jesucristo en la Santa Hostia.
Por tres años se ganó el Premio de Compañerismo, por votación popular entre
todos los 800 alumnos. Los compañeros se admiraban de verlo siempre tan alegre,
tan amable, y tan servicial con todos. El repetía: "Nosotros demostramos
la santidad, estando siempre alegres". Con los mejores alumnos del colegio
fundó una asociación llamada "Compañía de la Inmaculada" para
animarse unos a otros a cumplir mejor sus deberes y a dedicarse con más fervor
al apostolado. Y es curioso que de los 18 jóvenes con los cuales dos años
después fundó San Juan Bosco la Comunidad Salesiana, 11 eran de la asociación
fundada por Domingo Savio.
En un sueño - visión, supo que
Inglaterra iba a dar pronto un gran paso hacia el catolicismo. Y esto sucedió
varios años después al convertirse el futuro cardenal Newman y varios grandes
hombres ingleses al catolicismo. Otro día supo por inspiración que debajo de
una escalera en una casa lejana se estaba muriendo una persona y que necesitaba
los últimos sacramentos. El sacerdote fue allá y le ayudó a bien morir. Al
corregir a un joven que decía malas palabras, el otro le dio un bofetón.
Domingo se enrojeció y le dijo: "Te podía pegar yo también porque tengo
más fuerza que tú. Pero te perdono, con tal de que no vuelvas a decir lo que no
conviene decir". El otro se corrigió y en adelante fue su amigo.
Un día hubo un grave desorden en
clase. Domingo no participó en él, pero al llegar el profesor, los alumnos más
indisciplinados le echaron la culpa de todo. El profesor lo regañó fuertemente
y lo castigó. Domingo no dijo ni una verdad, el profesor le preguntó por qué no
se había defendido y él respondió: "Es que Nuestro Señor tampoco se
defendió cuando lo acusaron injustamente. Y además a los promotores del
desorden sí los podían expulsar si sabían que eran ellos, porque ya han
cometido faltas. En cambio, a mí, como era la primera falta que me castigaban,
podía estar seguro de que no me expulsarían". Muchos años después el
profesor y los alumnos recordaban todavía con admiración tanta fortaleza en un
niño de salud tan débil.
La madre de San Juan Bosco, mamá
Margarita, le decía un día a su hijo: "Entre tus alumnos tienes muchos que
son maravillosamente buenos. Pero ninguno iguala en virtud y en santidad a
Domingo Savio. Nadie tan alegre y piadoso como él, y ninguno tan dispuesto
siempre a ayudar a todos y en todo".
San Juan Bosco era el santo de la
alegría. Nadie lo veía triste jamás, aunque su salud era muy deficiente y sus
problemas enormes. Pero un día los alumnos lo vieron extraordinariamente serio.
¿Qué pasaba? Era que se alejaba de su colegio el más amado y santo de todos sus
alumnos: Domingo Savio. Los médicos habían dicho que estaba tosiendo demasiado
y que se encontraba demasiado débil para seguir estudiando, y que tenía que
irse por unas semanas a descansar en su pueblo. Cada mes, en el Retiro Mensual
se rezaba un Padrenuestro por aquel que habría de morir primero. Domingo les
dijo a los compañeros: "el Padrenuestro de este mes será por mí".
Nadie se imaginaba que iba a ser así, y así fue. Cuando Dominguito se despidió
de su santo educador que en sólo tres años de bachillerato lo había llevado a
tan grande santidad, los alumnos que lo rodeaban comentaban: "Miren,
parece que Don Bosco va a llorar". - Casi que se podía repetir aquel día
lo que la gente decía de Jesús y un amigo suyo: "¡Mirad, ¡cómo lo amaba!".
Domingo Savio estaba preparado para partir hacia la eternidad. Los médicos y
especialistas que San Juan Bosco contrató para que lo examinaran comentaban:
"El alma de este muchacho tiene unos deseos tan grandes de irse a donde
Dios, que el débil cuerpo ya no es capaz de contenerla más. Este jovencito
muere de amor, de amor a Dios". Y así fue.
El 9 de marzo de 1857, cuando
estaba para cumplir los 15 años, y cursaba el grado 8º de bachillerato,
Domingo, después de confesarse y comulgar y recibir la Unción de los enfermos,
sintió que se iba hacia la eternidad. Llamó a su padre a que le rezara
oraciones del devocionario junto a su cama (la madre no se sintió con fuerzas
de acompañarlo en su agonía y se fue a llorar a una habitación cercana). Y a
eso de las 9 de la noche exclamó: "Papá, papá, qué cosas tan hermosas
veo" y con una sonrisa angelical expiró dulcemente. A los ocho días su
padre sintió en sueños que Domingo se le aparecía para decirle muy contento que
se había salvado. Y unos años después se le apareció a San Juan Bosco, rodeado
de muchos jóvenes más que están en el cielo. Venía hermosísimo y lleno de
alegría. Y le dijo: "Lo que más me consoló a la hora de la muerte fue la
presencia de la Santísima Virgen María. Recomiéndeles a todos que le recen
mucho y con gran fervor. Y dígales a los jóvenes que los espero en el
Paraíso".
Fuente: ewtn.com
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