16 DE FEBRERO – DOMINGO –
6ª – SEMANA DEL T. O. – A –
Lectura del libro del Eclesiástico (15,16-21):
SI quieres, guardarás los mandamientos
y permanecerás fiel a su voluntad.
Él te ha puesto delante fuego y agua,
extiende tu mano a lo que quieras.
Ante
los hombres está la vida y la muerte,
y a cada uno se le dará lo que prefiera.
Porque
grande es la sabiduría del Señor,
fuerte es su poder y lo ve todo.
Sus ojos miran a los que le temen,
y conoce todas las obras del hombre.
A
nadie obligó a ser impío,
y a nadie dio permiso para pecar.
Palabra de Dios
Salmo: 118,1-2.4-5.17-18.33-34
R./ Dichoso el que camina en la voluntad del Señor
V/. Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la voluntad del Señor;
dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón. R/.
V/. Tú promulgas tus mandatos
para que se observen exactamente.
Ojalá esté firme mi camino,
para cumplir tus decretos. R/.
V/. Haz bien a tu siervo: viviré
y cumpliré tus palabras;
ábreme los ojos, y contemplaré
las maravillas de tu ley. R/.
V/. Muéstrame, Señor, el camino de tus decretos,
y lo seguiré puntualmente;
enséñame a cumplir tu ley
y a guardarla de todo corazón. R/.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (2,6-10):
HERMANOS:
Hablamos
de sabiduría entre los perfectos; pero una sabiduría que no es de este mundo ni
de los príncipes de este mundo, condenados a perecer, sino que enseñamos una
sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos
para nuestra gloria.
Ninguno
de los príncipes de este mundo la ha conocido, pues, si la hubiesen conocido,
nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria.
Sino
que, como está escrito:
«Ni
el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado
para los que lo aman».
Y
Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; pues el Espíritu lo sondea todo,
incluso lo profundo de Dios.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,17-37):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No
creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir,
sino a dar plenitud.
En
verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse
hasta la última letra o tilde de la ley.
El
que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a
los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero
quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
Porque
os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos,
no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis
oído que se dijo a los antiguos:
“No
matarás”, y el que mate será reo de juicio.
Pero
yo os digo:
todo el que se deja llevar de la cólera contra
su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que
comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la
“gehenna” del fuego.
Por
tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí
mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el
altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a
presentar tu ofrenda.
Con
el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de
camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la
cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el
último céntimo.
Habéis
oído que se dijo:
“No
cometerás adulterio”.
Pero
yo os digo:
todo
el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su
corazón.
Si
tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un
miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si
tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale
perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
Se
dijo:
“El
que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. Pero yo os digo que si uno
repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a cometer adulterio,
y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
También
habéis oído que se dijo a los antiguos:
“No
jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
Pero
yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios;
ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la
ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o
negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de
ahí viene del Maligno».
Palabra del Señor
La letra mata, el espíritu da vida.
Las bienaventuranzas y las
parábolas de la sal y la luz, leídas en los domingos anteriores, forman la
Introducción al Sermón del Monte. Hablan de quiénes pueden entender el mensaje
del Reino de Dios y de dos peligros que les acechan. A partir de este momento
es cuando Mateo entra propiamente en materia. Va a presentar la oferta
religiosa de Jesús, contraponiéndola a la de los escribas, los fariseos y los
paganos. Y esto puede suscitar en el público o el lector la sospecha de una
doctrina revolucionaria, en desacuerdo con la tradición de Israel. Mateo lo
tranquiliza. No ocurre nada de eso.
No creáis que he venido a abolir la Ley
y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que
antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra
o tilde de la Ley….
La
Ley y los Profetas representan para un judío el mensaje de Dios, sus promesas,
la alianza con él, la salvación. Jesús no viene a suprimir nada de esto, sino a
darle plenitud. No hay que tener miedo a su doctrina.
Más
aún. Su enseñanza es tan importante que quien se salte uno de sus preceptos
mínimos será mínimo en el Reino de Dios; quien los cumpla será grande en ese
Reino. Estas palabras desconciertan a muchos lectores y comentaristas porque
Jesús parece defender hasta las normas más pequeñas del AT, en contra de lo que
ocurre a lo largo del Evangelio. Creo que esto se debe a un error de
interpretación. Cuando Jesús condena «al que se salte uno de estos preceptos
mínimos» no se refiere a los preceptos del AT sino a los que él va a indicar a
continuación. Jesús no está defendiendo la letra del AT, sino su espíritu.
Ese
espíritu del AT también intentaban vivirlo otros grupos de la época, como los
escribas y fariseos. Pero Jesús está en desacuerdo con ellos y lo advierte
claramente desde el principio:
Os lo aseguro: Si no sois mejores que
los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Es
un desafío durísimo, que exige aclaración. A eso dedica el evangelista las
secciones siguientes, donde habla de la actitud cristiana ante la ley (contra
los escribas) y de la actitud cristiana ante las obras de piedad (contra los
fariseos). En la liturgia de este domingo y del siguiente sólo se recoge el
tema de la ley.
1. Los escribas
Sociológicamente, los escribas constituyen un grupo muy heterogéneo, al que
pertenecen sacerdotes de elevado rango, simples sacerdotes, miembros del clero
bajo, de familias importantes y de todos los estratos del pueblo (comerciantes,
carpinteros, constructores de tiendas, jornaleros). Incluso encontramos gente
que no eran de ascendencia israelita pura, sino hijos de madre o padre
convertidos al judaísmo. El poder de los escribas radica en exclusivamente en
su ciencia. Quien deseaba ser admitido en la corporación debía hacer un ciclo
de estudios de varios años. Generalmente, desde los 14 años de edad dominaba la
exégesis de la Ley (Pentateuco). Pero la edad canónica para la ordenación eran
los 40 años. A partir de entonces estaba capacitado para zanjar por sí mismo
las cuestiones de legislación religiosa y ritual, para ser juez en procesos
criminales y tomar decisiones en los civiles, bien como miembro de una corte de
justicia, bien individualmente. Tenía derecho a ser llamado rabí. Y se les
abrían los puestos claves del derecho, de la administración y de la enseñanza.
2. El peligro del
legalismo
A pesar de la gran estima de que gozan entre la gente, a Jesús no le
resultan simpáticos. No quiere que sus seguidores se parezcan a los escribas,
ni que los puedan confundir con ellos. Porque en su postura existe un peligro
gravísimo de legalismo, es decir, de exaltación de la ley y de la norma por
encima de todas las cosas. Al legalismo, se puede llegar por dos caminos muy
parecidos:
a) Buscando seguridad humana. Una persona inmadura, con
miedo a correr riesgos, prefiere que le indiquen en cada momento lo que debe
hacer. Cuantas más normas, mejor, porque así no se siente insegura.
b) Buscando seguridad religiosa. Estas personas
conciben la salvación como algo que se gana a pulso, a base de esfuerzo,
cumpliendo en todo momento la voluntad de Dios. Esta voluntad de Dios no la
conciben como una actitud global en la vida, sino concretada en una serie de
actos. Cuantas más normas me dicten, mejor conoceré lo que Dios quiere y me
resultará más fácil salvarme.
En lo
anterior hay cosas buenas y malas. Pero lo más grave es que la persona amante
de las normas corre el peligro de quedarse en la letra de la ley, sin
profundizar en su espíritu, que es más exigente. Por ejemplo, la ley manda no
comer carne los viernes de cuaresma. Y se queda tranquila con cumplir la letra
de la ley, pero no le preocupa comer langosta o gambas. La ley manda ir a misa
los domingos y días de fiesta, y la cumple a rajatabla; pero quizá no dedica ni
un minuto a Dios durante el resto de la semana.
Otro
grave riesgo de la mentalidad legalista es que, con la ley en la mano, se puede
machacar al prójimo y amargarle la existencia. Se critica al que no vive como
uno considera conveniente, se lo condena, incluso se lo persigue.
3. La crítica de
Jesús al legalismo
Para
combatir esta postura legalista y enseñar a sus discípulos a actuar
cristianamente, Mateo pone en labios de Jesús seis casos concretos, referentes
al asesinato, adulterio, divorcio, juramento, venganza y amor al prójimo
(Mateo 5,21‑48). Este domingo se leen los cuatro primeros; los dos últimos, el
domingo próximo.
En
el primer caso, asesinato, Jesús lleva la ley a sus consecuencias más radicales.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será procesado. Pero
yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno
llama a su hermano "imbécil', tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si
lo llama "renegado", merece la condena del fuego…..
El
quinto mandamiento prohíbe matar. La mentalidad legalista, ateniéndose a la
letra, se contenta con no hincarle un puñal al prójimo. Jesús dice que el
espíritu del mandamiento va mucho más lejos. Lo importante no es sólo respetar
la vida física del prójimo, sino también toda su persona. El mandamiento hay
que interpretarlo en un sentido muy amplio, que prohíbe también el trato
airado, el insulto y la calumnia. Este tema es para Jesús tan importante, que
añade una consecuencia práctica: «Si yendo a presentar tu ofrenda al altar…»
En
el segundo caso, adulterio, Jesús también interpreta el mandamiento de forma
radical.
Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio". Pues yo os digo: El que mira a una
mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior……
La letra de la ley sólo se fija en el hecho físico. Pero Jesús va a su
espíritu profundo, teniendo en cuenta incluso el peligro remoto de caer. Por
eso añade una de las frases más duras del evangelio: «Si tu ojo derecho te pone
en peligro…» Estas palabras no hay que entenderlas literalmente, pero reflejan
la importancia que tiene el tema para Jesús.
En
el tercer caso, divorcio, Jesús anula la ley en vigor.
Está mandado: "El que se divorcie de su mujer, que le
dé acta de repudio."
Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.
Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.
El texto exigiría un comentario muy detenido y técnico. Conviene
recordar que, en tiempos de Jesús, el divorcio era algo reservado casi
exclusivamente al hombre. Por otra parte, la cuestión se había convertido en
tema de disputa entre distintas escuelas rabínicas, unas de mentalidad muy
amplia; otras, muy estricta. Para Jesús, el matrimonio es demasiado sagrado, y
la situación de la mujer repudiada demasiado trágica, para que se convierta en
tema de discusión. Y suprime de un plumazo la ley del divorcio, exceptuando el
caso de porneia
(término que se presta a diversas traducciones: «impureza», «unión
ilegal», «adulterio»).
En
el cuarto caso, juramento, también anula la ley.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No jurarás en falso" y
"Cumplirás tus votos al Señor". Pues yo os digo que no juréis en
absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es
estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures
por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os
basta decir "sí" o "no". Lo que pasa de ahí viene del
Maligno.
Jesús se mueve en una sociedad que usa y abusa del juramento.
Continuamente, en la plaza, en la calle, en la casa, se jura invocando el nombre
de Dios, el cielo, la tierra, Jerusalén...
Jesús considera esto una falta de respeto y una estupidez. Porque el
hombre, al jurar, está invocando algo que no le pertenece, de lo que no puede
disponer. Y, al mismo tiempo, puede encubrir con el juramento una mentira. El
discípulo de Jesús tiene que moverse en una honradez y sinceridad tan absolutas
que le baste decir sí y no. (Es curioso que, actualmente, los que se presentan
como cristianos juran; y los que se presentan como laicos, prometen).
En resumen,
Jesús combate la postura legalista llevando el mandamiento a sus últimas consecuencias
o anulando la ley en vigor. El próximo domingo veremos otro recurso: cambiar la
ley por una norma más exigente.
La
primera lectura, del Eclesiástico, corrobora lo que dice el comienzo del
evangelio sobre la alternativa de cumplir o no cumplir la voluntad de Dios.
Si quieres, guardarás los mandatos del
Señor, porque es prudencia cumplir su voluntad; ante ti están puestos fuego y
agua: echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida: le
darán lo que él escoja.
Es inmensa la sabiduría del Señor, es
grande su poder y lo ve todo; los ojos de Dios ven las acciones, él conoce
todas las obras del hombre; no mandó pecar al hombre, ni deja impunes a los
mentirosos.
Todos tenemos la posibilidad de elegir entre el fuego y el agua, la muerte y la
vida, ser pequeño o grande en el Reino de Dios. La última frase, Dios «no deja
impunes a los mentirosos» puede aplicarse muy bien a lo que dice Jesús de los
legalistas.
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